Hay un largo artículo de Rahner que juzgo interesante sobre el valor, la importancia y el sentido de la visita al Santísimo, es decir, entrar en una iglesia para orar unos minutos ante el Sagrario, con la lámpara (una vela encendida) que nos señala su Presencia.
Aun sin que yo sea un seguidor de Rahner, más bien lo contrario, es de justicia reconocer lo acertado de este artículo que a todos nos puede ayudar a forjar una espiritualidad eucarística cada día más sólida y firme.
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K. Rhaner, La devoción eucarística fuera de la Misa: la visita al Santísimo, en: Ecclesia 1967, pp. 1941-1945.
"Sería necesario comenzar, puestos a tratar tal materia, por un conjunto de generalidades sobre la meditación, el recogimiento, el silencio, la oración, la piedad privada. No podemos aquí hacer otra cosa sino suponerlas ya conocidas. Pero es probable que las cuestiones y dificultades planteadas a propósito de la "visita" al Santísimo -es decir, de la plegaria ante el sacramento de la Eucaristía conservado en el tabernáculo- tengan de hecho, frecuentemente, un objeto más general: la oración contemplativa privada y de una cierta duración; y en cuanto a las objeciones hechas contra la "visita", ¿no serán a menudo una especie de motivaciones llegadas de golpe para sustraerse a las exigencias de la actitud contemplativa? Por otra parte, ¿conocéis a muchas personas que se den generosamente a la meditación y que, a la vez, experimenten dificultades ante la "visita"? Se debería en todo caso invitar a aquéllos que se declaran contra la "visita" a examinar mejor su actitud y a preguntarse si sus objeciones no traducen en realidad la reacción del hombre que, comido por sus preocupaciones, trata sin cesar de sustraerse a la mirada de Dios, huyendo del recogimiento por ser incapaz de soportar esta paz de Dios que juzga y que purifica.
I. La visita en la tradición de la Iglesia
Los que atacan el sentido de la "visita" deben saber la extrema fragilidad de las teorías que se suelen alegar a este propósito apoyándose en la historia de los dogmas y de la piedad. En efecto, esas teorías cometen el error de dar con frecuencia a unos hechos exactos una interpretación errónea. Que no vayan, pues, a invocarlas para rechazar la doctrina del Concilio de Trento, o simplemente para no hacer caso a ella en la práctica.