jueves, 12 de junio de 2014

Un corazón católico

El corazón, el centro de la persona, su motor, su afecto y su voluntad, puede adquirir una nueva forma, más nueva y amplia, más universal, si es católico.

Un corazón católico integra a todos en sí, abraza a todos y huye de lo que signifique cerrazón.


Un corazón católico mira más allá de sí mismo y ve a los demás, siente sus problemas, gozos, angustias y esperanzas.

Un corazón católico se dilata y se ensancha aprendiendo a amar más y mejor.

Un corazón católico edifica pensando en todos, valora lo de los demás, no ve su propio camino como exclusivo y obligatorio para todos, sino que respeta y potencia todo lo que sea eclesial.


Un corazón católico respira holgadamente al considerar la Comunión de los santos, se siente parte viva, recibe de los demás gracias y entrega, ofreciendo, lo suyo.

Un corazón católico supera la estrechez de miras, el provincianismo, la pastoral de campanario (sólo lo mío más inmediato) y vibra con todo lo que sea Iglesia.

Un corazón católico crea espacios de comunión para los demás, sus hermanos, y sabe que "el otro me pertenece", no es un extraño.

Un corazón católico se siente solidario y partícipe del Corazón de Cristo y su mirada redentora al mundo.

Un corazón católico ha entendido bien lo que son los vastos espacios de la caridad y quiere en todo amar y servir como Jesucristo.

Un corazón católico, amando la unidad, valora lo diverso y lo distinto, considerando la pluriforme riqueza de la Iglesia.

Un corazón católico se nutre de la Eucaristía santa, uniéndose a los ángeles, a los santos, a sus hermanos en todos los pueblos, y ahí se ensancha en caridad sobrenatural, en fe y en esperanza.

La catolicidad es un sello que marca definitivamente en eclesialidad, en apertura, en integración de lo diverso, en pluralidad convergente en unidad.

"Cuanto más abierto tenga el cristiano su corazón a las necesidades ajenas; 
cuanto más le absorba la causa de Cristo, con las miras puestas en la salvación de todos y en el bien común, sin encasillarse en sí mismo; 
cuanto más universalmente acoja en su plegaria a la humanidad entera y, en particular, a los más desechados; 
cuanto más se ofrezca a sí mismo a Dios y ponga a su disposición su propia vida y, en caso necesario, la muerte, 
tanto más fecundo será el cristiano en el reino de la gracia, 
tanto más fruto recolectarán de su árbol Dios y la Iglesia y los hombres,
tanto más espaciosa y accesible a todos será su existencia. 
El cristiano puede entonces hacerse a las dimensiones de la Iglesia, identificarse con sus intenciones, convertirse, como dicen los Padres, en 'hombre de Iglesia', en 'anima ecclesiastica'" (VON BALTHASAR, H.U., Puntos centrales de la fe, BAC, Madrid 1985, p. 239).

2 comentarios:

  1. “Un corazón católico se siente solidario y partícipe del Corazón de Cristo y su mirada redentora al mundo. Un corazón católico ha entendido bien lo que son los vastos espacios de la caridad y quiere en todo amar y servir como Jesucristo”

    Un corazón católico es un corazón lleno de Jesús, unido a Jesús, incluso dentro de sus debilidades. El corazón, el lugar de la toma de decisión del católico, está ocupado por Jesús, sólo ama lo que quiere Jesús, sólo rechaza lo que rechaza Jesús.

    Del sermón de la montaña podemos tomar dos palabras referidas al corazón: profundidad y radicalidad. Profundidad que en lenguaje de Cristo tiene que ver con el corazón, con lo que sucede dentro de nosotros. Radicalidad, no es posible negociar con el pecado porque nuestro Padre Dios es perfecto. El pecado necesita sanación de raíz y la sanación del hombre necesita del compromiso de la totalidad de nuestro ser personal. El Corazón de Jesús no encierra una relajación de la ley de Moisés (tesis muy extendida actualmente) pues Jesús, que pone siempre ejemplos plásticos, elocuentes, nos dice que una mirada que desea, ya comete adulterio en su corazón, mientras que sus palabras nos repiten "no peques más", "sed perfectos". Y algunos dicen ¡qué exagerada!...

    Señor, tú me llamaste para ser instrumento de tu gracia, para anunciar la buena nueva, para sanar las almas (del himno de Laudes).

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  2. Julia María:

    Así, así... Un corazón católico no es sino una plasmación del Corazón insondable, infinito, del Corazón de Jesús.

    Este corazón ni es bobalicón, ni ingenuo, ni un merengue a gusto de la secularización actual: es recio también, es exigente asimismo y hasta "exagerado" en muchos momentos para nuestra mentalidad actual. Hoy ese mismo Corazón pronunciaba en el Evangelio: "el que se casa con una divorciada comete adulterio..."

    Dilatemos el corazón para que sea un corazón católico.

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