domingo, 15 de junio de 2014

Salmo 110: Esplendor y belleza son su obra

Resuena la voz de Cristo en los salmos, en este salmo 110: “Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea”. Es el corazón de Jesús, el corazón humano y glorificado de Jesucristo. Con todo su corazón, con toda su capacidad de alabar está dando gracias a Dios Padre. Él, Sumo Sacerdote, está intercediendo ante el Padre; Él, Sumo Sacerdote, está también cantando ante el Padre. Cristo cantor, Cristo alaba al Padre con toda su alma. 


“Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos en la asamblea”. ¿Quiénes son los rectos? Los que han encontrado el camino de la salvación, los que han encontrado la fe, los que han encontrado el Evangelio. ¿Cuál es la asamblea? La Iglesia; de hecho, la palabra “Iglesia” significa asamblea. Por eso el Señor Jesucristo da gracias al Padre en compañía de los rectos, en la asamblea. Da gracias al Padre en compañía de sus hermanos, nosotros, nosotros y los santos del cielo, en la gran asamblea de la Iglesia. Él canta en el cielo y resuena su voz entre nosotros, “en compañía de los rectos, en la asamblea”.

    “Grandes son las obras del Señor”. Dios cuando hace las cosas, las hace a lo grande. Nos deja maravillados. Grandes son las obras del Señor. Es grande la obra de la creación, pero más grande aún es la obra de la redención: lo decimos en una oración de la Vigilia pascual. La obra de la muerte y resurrección de Cristo, el envío del Espíritu, la creación de la Iglesia.

    “Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman”. Hay que pararse. Hay que pararse y contemplar este “dignas de estudio”:  lo podemos considerar un estudio que es meditación, y, por tanto, las obras del Señor merecen que se recen, las obras del Señor merecen que cojamos las Escrituras y las meditemos una y otra vez hasta irlas comprendiendo y “guardándolas en el corazón”, como el estudio de la teología, que también es necesaria la formación, el leer, el profundizar;  siempre con la condición de que aquello que se medita, se estudia y se forma uno,  no es para saber más sino para amar más. Y la oración, la meditación, el estudio, la formación, la teología, lo que deben conducir es mayor amor al Señor.

   
Sigue diciendo Cristo: “Esplendor y belleza son su obra”. Lo dice Cristo. El salmo 44 lo llama “el más bello de los hombres”. Dios es bello. Dice San Agustín: “Tarde te amé, Hermosura, Belleza, siempre antigua y siempre nueva”. Las obras de Dios son hermosas. Lo que Dios hace es hermoso en sí mismo, la belleza, la estética. Y un reflejo de eso lo tenemos en lo hermoso que es el vivir moralmente, las virtudes, una vida recta, una vida hermosa en sí misma. Otro reflejo de la belleza de Dios, de la gloria de Dios, la liturgia, una liturgia bien hecha, bien cantada, ordenada,  bien hecha, la dignidad en los signos, en los vasos litúrgicos, en las flores y luces, en el ambiente celebrativo. ¿Por qué? Porque Dios es bello, y la belleza de lo humano, de las cosas que nosotros usamos, nos elevan hacia la belleza de Dios.

    “Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre”. Dios es providente. Dios no es tacaño. “Los lirios del campo se visten mejor que el mismo Salomón, y a las aves del cielo”, a ninguna les falta de comer. “Su generosidad dura por siempre”. Y el Señor cuida de nosotros como Padre.

    “Ha hecho maravillas memorables”. Contemplar la historia de la salvación es una maravilla. “El Señor es piadoso y clemente”.

    Sigue diciendo: “Justicia y verdad son las obras de sus manos”. No es la venganza ni la cólera; en Cristo, Dios nos ha mostrado que la justicia es salvación, y que la salvación y la verdad son las obras de las manos de Dios: no es la cólera, ni el rencor, ni la venganza, ni el miedo.

    “Todos sus preceptos merecen confianza”. Las cosas de Dios merecen confianza aunque no las comprendamos. A veces no las entendemos, y puede que estemos a punto de morir y no hayamos comprendido muchas cosas de nuestra vida, es verdad, pero “todos sus preceptos merecen confianza”.

    “Son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud”, tanto los mandamientos del Señor, como los mandamientos de la Iglesia, como esa voluntad de Dios más concreta para la vida de cada uno, aunque no las entendamos, sabemos que vienen de Dios y por tanto, merecen nuestra confianza, “se han de cumplir con verdad y rectitud”.

    Cristo en este salmo está cantando la obra de la salvación. Nosotros con Él podemos decir con Cristo: “Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea”.

2 comentarios:

  1. “Todos sus preceptos merecen confianza”. “Da gracias al Padre en compañía de sus hermanos, nosotros, nosotros y los santos del cielo, en la gran asamblea de la Iglesia. Él canta en el cielo y resuena su voz entre nosotros, “en compañía de los rectos, en la asamblea”. Jesús da gracias al Padre constantemente con sus palabras, con la entrega de su vida y con su gloria en el cielo.

    Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados (de la lectura breve de II Vísperas).

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    1. Julia María:

      Así, con la interpretación que señalo principalmente, me gustaría lograr que todos pusiésemos los salmos primero en boca de Cristo, y Cristo rezándolos hoy por su Iglesia. Entonces hallamos el sensus plenior.

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