domingo, 29 de junio de 2014

Pedro y el apóstol Juan

Jesús muestra en los evangelios sinópticos un grupo de discípulos más preferidos, un núcleo más restringido formado por Pedro, Santiago y Juan. Así aparece en varios episodios como la resurrección de la hija de Jairo (Lc 8, 49-56), la transfiguración (Lc 9,28-36) y la agonía de Getsemaní (Mc 14,32-42). Por este grupo es indudable que, pese a las diferencias de edad y carácter, Pedro y Juan estrecharon lazos e hicieron amistad. Estos relatos no aparecen en el evangelio de Juan, sin embargo, por diversos indicios podemos comprobar que existía una estrecha relación entre Juan, el discípulo amado, y Pedro, el primero de los Apóstoles.


Desde dos puntos de vista distintos, y a la vez convergentes, se puede estudiar la relación entre Pedro y Juan: desde el punto de vista humano, la amistad, y desde la confrontación de actitudes y funciones entre los dos discípulos, de manera complementaria.

Desde los inicios de la vida pública de Jesús, éste aparece rodeado de algunos discípulos a los que Él, de una forma u otra, llama. Entre los primeros estaban Juan y Santiago, Andrés y Pedro (Jn 1,35-42). En un grupo tan reducido, que trabajan cercanos en el mismo oficio, con un futuro tan incierto, se tuvo que entablar una relación más seria que la simple camaradería. Pero esta relación entre Pedro y Juan se ve confirmada más aún en el último viaje a Jerusalén de Cristo. En la Cena pascual, tras el lavatorio de los pies, Pedro a cierta distancia de Jesús, le hace señas a Juan para que le pregunte a Jesús quién es el que lo va a traicionar (Jn 13,24). Cierta confianza tendría que tener Pedro con el discípulo amado para hacerle señas, sobre todo en un asunto tan grave como aquél.


Cuando todos abandonaron a Jesús, sólo dos discípulos siguen a Jesús a casa del Sumo Sacerdote: son Pedro y Juan. Dos amigos que aman a Jesús y van juntos a ver qué pasa con su Maestro. Literalmente, "fueron [Pedro y Juan] detrás de Jesús" (Jn 18,15). Y Juan, preocupado por su amigo Pedro, intenta que éste no se quede en la calle, sino que entre, al menos, en el patio de la residencia, ya que Juan era conocido del Sumo Sacerdote (Jn 18,15-16).

Pero sobre todo hay dos momentos que revelan una relación especial entre Pedro y Juan. Era el primer día de la semana, María Magdalena anuncia a los discípulos que el sepulcro está vacío y son Pedro y Juan los que acuden rápidamente al lugar. Descripción muy viva del evangelista ya que, sin duda alguna, le tuvo que marcar intensamente. Los dos salieron corriendo (Jn 20, 3-4); como siempre, los dos juntos en busca el Maestro.

Finalmente, un detalle de amistad de Pedro con Juan. El oscuro diálogo de Jn 21,20-23, sobre el futuro de Pedro, éste, más preocupado por Juan que por él mismo, le pregunta a Jesús: "Señor, y éste, ¿qué suerte correrá?" (Jn 21,21); es un signo de amistad y de una relación profundamente humana y cordial.

La relación de Pedro y Juan puede tener un significado más importante. Se puede entender como una relación complementaria entre apóstoles y testigos de la fe. Juan es siempre el "discípulo amado", el que siempre estuvo junto a Jesús, incluso en su pasión. Juan estuvo en casa del Sumo Sacerdote (Jn 18,15-16), y también al pie de la cruz (Jn 19,25-27). Pedro, roca de la Iglesia, es por el contrario el que lo deja solo, el que lo niega (Jn 18, 16-18; 25-27). Esto aparece muy claro en el evangelio de Juan. Son amigos, pero sus actitudes y comportamientos respecto a Jesús son diferentes. 


Juan es fiel al Maestro, Pedro no. No obstante, Juan reconoce la primacía de Pedro, cuando en la mañana del domingo acuden al sepulcro vacío. Juan, aunque llega antes, deja que sea Pedro el primero que entre y ratifique con su autoridad que el Señor ha resucitado. 

Así esta contraposición entre Pedro y Juan, no rebaja la autoridad de Pedro, sino que la coloca a otro nivel y revela otra función. Pedro será el primero, el primado, la cabeza y la autoridad; Juan será el amor en la Iglesia, el carisma, la espiritualidad, que reconocen el ministerio, que se mantiene en comunión con la Roca.

3 comentarios:

  1. Figuras diferentes y complementarias que tienen en común el amor a Jesús y la perseverancia. Amor y perseverancia manifestados de formas diferentes: en Pedro, que se ofrece siempre impetuoso, ardor que pierde por el miedo pero, arrepentido, continúa en su seguimiento; en Juan, como el más sensible al amor del Maestro. Hoy, el joven sacerdote que ha celebrado las Santa Misa decía en la homilía, con una media sonrisa, que uno se siente como un poco liberado al ver que san Pedro a quien Jesús llamó Cefas cae y se arrepiente, como se denota en las veces que fue regañado por el Señor, en su negación e incluso por la reprensión que sufrió de Pablo, de modo que uno puede identificarse con él en tanto caer y levantarnos.

    No se oponen las actitudes de los dos apóstoles, se complementan: Juan se reclinó sobre el pecho de Cristo, para significar el tranquilo puesto de la vida mística; Pedro ilustra el seguimiento de Cristo y la preocupación en la vida presente.

    Lucas señala a Pedro y a Juan como a los apóstoles a los que Jesús encarga disponer lo necesario para la Cena (dos discípulos en Marcos, discípulos sin identificar en Mateo). El relato ante el sepulcro denota la complementariedad pues, aunque Juan cede a Pedro el honor de entrar, es Juan el que intuye inmediatamente la intervención divina: “Entonces entró también el otro discípulo… vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que, según la Escritura, Jesús debía resucitar de entre los muertos”.

    El protagonismo de Pedro aparece también en la iniciativa de pescar, y su unión con Juan surge de nuevo pues es éste quien le dice “Es el Señor”. Y otra vez el ardor de Pedro “se puso el vestido y se lanzó al mar”. Los Hechos de los Apóstoles presentan a Pedro y Juan unidos en una serie de intervenciones decisivas: “Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona” sigue la curación del tullido…, son llevados ante el Sanedrín donde dan testimonio con valentía.

    ¡No dejes de llamar obreros a tu mies para que el mundo se salve! (de las II Vísperas)



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    Respuestas
    1. Julia María:

      Siento -y confieso- mi debilidad por el apóstol San Juan, tan contemplativo, tan inocente, tan amado.

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    2. Debilidad que compartimos pero san Pedro, tan impetuoso, me cae muy bien.

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