miércoles, 23 de octubre de 2013

Magisterio: sobre la evangelización (XI)

La nueva evangelización es una respuesta nueva y necesaria a retos nuevos, lenguajes nuevos, una configuración nueva del mundo y de la cultura. 

Al vino nuevo de esta cultura post-moderna debemos ofrecer odres nuevos. Las respuestas prefabricadas o la mera repetición de moldes y modelos de siglos atrás -en su momento eficientes- no hallan eco alguno ahora. Las situaciones son nuevas, los hombres son distintos. No, no se trata de afán de novedades, sino de sacar del tesoro del Evangelio vetera et nova, lo nuevo y lo viejo, para ofrecerlo de manera eficaz, impactante, interpelante.

Viene siendo un paso metodológico común, al hablar de nueva evangelización, comenzar por la descripción detallada de la situación hoy. Así lo hace el papa Benedicto:

"Esta Conferencia, en continuidad con las cuatro anteriores, está llamada a dar un renovado impulso a la Evangelización en esa vasta región del mundo eminentemente católica, en la que vive una gran parte de la comunidad de los creyentes. Es preciso proclamar íntegro el Mensaje de la Salvación, que llegue a impregnar las raíces de la cultura y se encarne en el momento histórico latinoamericano actual, para responder mejor a sus necesidades y legítimas aspiraciones.

Al mismo tiempo, se ha de reconocer y defender siempre la dignidad de cada ser humano como criterio fundamental de los proyectos sociales, culturales y económicos, que ayuden a construir la historia según el designio de Dios. En efecto, la historia latinoamericana ofrece multitud de testimonios de hombres y mujeres que han seguido fielmente a Cristo de un modo tan radical que, llenos de ese fuego divino que lo consume todo, han forjado la identidad cristiana de sus pueblos. Su vida es un ejemplo y una invitación a seguir sus pasos.


La Iglesia en América Latina afronta enormes desafíos: el cambio cultural generado por una comunicación social que marca los modos de pensar y las costumbres de millones de personas; los flujos migratorios, con tantas repercusiones en la vida familiar y en la práctica religiosa en los nuevos ambientes; la reaparición de interrogantes sobre cómo los pueblos han de asumir su memoria histórica y su futuro democrático; la globalización, el secularismo, la pobreza creciente y el deterioro ecológico, sobre todo en las grandes ciudades, así como la violencia y el narcotráfico" (Discurso al Pontificio Consejo para América Latina, 20-enero-2007).

Con matices, y salvando lo peculiar que pueda haber en América Latina, el análisis puede ser extensivo muy bien a otras zonas geográficas sumándoles sus problemas propios. Pero pensemos que estos problemas se presentan no como irresolubles, sino como desafíos que nos deben llevar a una respuesta y, como Iglesia, a evangelizar, sabiendo a quién evangelizamos, a qué hombre concreto, con qué cultura y mentalidad, nos dirigimos.

De esa mirada al mundo, como Jesús miraba, surge la convicción:

"Ante todo ello, se ve la necesidad urgente de una nueva Evangelización, que nos impulse a profundizar en los valores de nuestra fe, para que sean savia y configuren la identidad de esos amados pueblos que un día recibieron la luz del Evangelio" (ibíd.).

Entonces, para evangelizar, todos (obispos y presbíteros, religiosos, seglares) serán testigos de algo que han vivido, el encuentro con Cristo, y se mantendrán así si hay una solidez espiritual, una vida real de oración. La oración en los evangelizadores es fundamental, sino, serán simples funcionarios de un plan pastoral o meros repetidores huecos de palabras aprendidas de memoria, sin fuerza alguna, sin fuego, sin fervor.
A la par, junto a la oración constante y diaria, un gran sentido eclesial: somos Iglesia, enviados por la Iglesia, mostramos el rostro de la Iglesia, edificamos la Iglesia (la plantatio Ecclesiae):

"Cuando en la vida de las comunidades se produce un sentimiento como de orfandad respecto a Dios Padre, es vital la labor de los Obispos, sacerdotes y demás agentes de pastoral, que den testimonio, como Cristo, de que el Padre es siempre Amor providente que se ha revelado en su Hijo. Cuando la fe no se alimenta de la oración y meditación de la Palabra divina; cuando la vida sacramental languidece, entonces prosperan las sectas y los nuevos grupos pseudoreligiosos, provocando el alejamiento de la Iglesia por parte de muchos católicos. Al no recibir éstos respuestas a sus aspiraciones más hondas, que podrían encontrarse en la vida de fe compartida, se producen también situaciones de vacío espiritual. En la labor evangelizadora es fundamental recordar siempre que el Padre y el Hijo enviaron al Espíritu Santo en Pentecostés, y que ese mismo Espíritu sigue impulsando la vida de la Iglesia. Por eso es importante el sentido de pertenencia eclesial, donde el cristiano crece y madura en la comunión con sus hermanos, hijos de un mismo Dios y Padre.
 

"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14,6). Como señalaba mi venerado predecesor Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America, "Jesucristo es, pues, la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano" (n. 10). Sólo viviendo intensamente su amor a Jesucristo y entregándose generosamente al servicio de la caridad, sus discípulos serán testigos elocuentes y creíbles del inmenso amor de Dios por cada ser humano. De esta manera, amando con el mismo amor de Dios, llegarán a ser agentes de la transformación del mundo, instaurando en él una nueva civilización, que el querido Papa Pablo VI llamaba justamente "la civilización del amor" (cf. Discurso en la clausura del Año Santo, 25 diciembre 1975)" (ibíd.).

Para evangelizar, antes que complicados y fantásticos planes pastorales y organigramas, antes que reuniones y más reuniones para planificar, es fundamental que quien es enviado para evangelizar haya sido antes evangelizado; es decir, haya arraigado firmemente el Evangelio en quien evangeliza, suscitando la santidad personal.

Entonces al papa Benedicto ofrece un retrato detallado de lo que es un verdadero discípulo de Jesús:

"Para el futuro de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe es importante que los cristianos profundicen y asuman el estilo de vida propio de los discípulos de Jesús: sencillo y alegre, con una fe sólida arraigada en lo más íntimo de su corazón y alimentada por la oración y los sacramentos. En efecto, la fe cristiana se nutre sobre todo de la celebración dominical de la Eucaristía, en la cual se realiza un encuentro comunitario, único y especial con Cristo, con su vida y su palabra.


El verdadero discípulo crece y madura en la familia, en la comunidad parroquial y diocesana; se convierte en misionero cuando anuncia la persona de Cristo y su Evangelio en todos los ambientes: la escuela, la economía, la cultura, la política y los medios de comunicación social. De modo especial, los frecuentes fenómenos de explotación e injusticia, de corrupción y violencia, son una llamada apremiante para que los cristianos vivan con coherencia su fe y se esfuercen por recibir una sólida formación doctrinal y espiritual, contribuyendo así a la construcción de una sociedad más justa, más humana y cristiana.

Es un deber importante alentar a los cristianos que, animados por su espíritu de fe y caridad, trabajan incansablemente para ofrecer nuevas oportunidades a quienes se encuentran en la pobreza o en las zonas periféricas más abandonadas, para que puedan ser protagonistas activos de su propio desarrollo, llevándoles un mensaje de fe, de esperanza y de solidaridad" (ibíd.).

10 comentarios:

  1. Me temo que nos falta mucha evangelización previa. No creo que faltan ganas, pero son ganas que cada cual desarrolla como le parece, con los problemas de incoherencias y contradicciones que conlleva.

    Por otra parte, nos cuesta dejarnos evangelizar. Parece que haber pasado por las catequesis de precomunión, tenemos todo el conocimiento y la experiencia de fe adquirida.

    Que el Señor le bendiga D. Javier!!!!

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    1. Néstor Mora:

      Amigo, el problema entonces no sería la falta de iniciativa..., sino la excesiva creatividad personal donde cada uno tira por sitio distinto y el carro sin moverse.

      Junto a la santidad (nota previa e inexcusable de cualquier evangelizador) estaría la unidad con el sentir de la Iglesia, con el programa evangelizador de la Iglesia.

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    2. Creo que depende de cada parroquia, ciudad, momento, que haya personas más o menos dispuesta, ... pero cuando las hay, también hay que tener cuidado :D

      Hace unos día hablaba con un amiga bloguera y catequista que me comentaba que en su entorno se padecía mucho el que cada cual va por su cuenta y que nadie se atreva a decir nada. Nos falta santidad a todos... empezando por mi mismo. Buenas noches D: Javier :D

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  2. A mi juicio el “reto” se encuentra en la secularización ya que la primera evangelización y la de América se realizaron en una sociedad que creía en la divinidad mientras que hoy tenemos que evangelizar en una sociedad que quiere el paraíso material en la tierra.

    La cultura post-moderna es nueva, cierto; no sirven las respuestas prefabricadas, de acuerdo; “los hombres son distintos, las situaciones son nuevas”, discrepo. No son irresolubles dice don Javier, pero sí son muy difíciles de resolver, digo yo. Hablamos continuamente de las “aspiraciones más hondas” del hombre, pero hoy éstas se encuentran “en estado de coma”.

    Jesús nos habló del joven rico, del rico Epulón, del rico que construyó los grandes almacenes, del camello a través del ojo de la aguja, que no eran malos pero tenían su corazón puesto en “la riqueza” (tenida o deseada). Esta actitud del hombre se mantiene en la Historia desde su principio. El anhelo de paraíso en la tierra ya no se manifiesta sólo en los materialmente ricos sino en aquellos que no lo son, pero quieren serlo y cifran sus esperanzas en la sociedad del bienestar y en el sistema democrático (que tiene sus cosas buenas), siendo la oferta “maravillosa” y única el consenso- Derecho positivo, el "bienestar", "el dejar hacer" disfrazado de respeto y lo que se denomina diálogo aún no siendo tal, pues no existe diálogo cuando no nos matamos unos a otros por manifestar nuestras opiniones; existe solamente en busca de la verdad, esa verdad cuya existencia la mayoría niega.

    Algunos siguen pensando que el único problema en América Latina es la desigualdad social y los nichos de pobreza e incultura pero creo que no es cierto, que mi querida Hispanoamérica, además de sus problemas endémicos, se encuentra hoy acechada por los embates de la “nueva cultura” que se trasmite desde Europa y EE UU.

    Lo dijo el Papa: el mensaje íntegro de la salvación debe impregnar las raíces de la cultura y encarnarse en el momento histórico, construyendo la historia según el designio de Dios.

    Disculpen si hoy suenan mis palabras un poco agrias ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Julia María:

      Vd. ha verbalizado lo que yo no quería ni pronunciar. Las palabras agrias que pronuncia las hago mías, sólo que en el cuerpo de la catequesis prefiero ofrecer esperanza cristiana y algo de optimismo.

      Son dificultades muy difíciles de resolver. Yo dudo -personalmente, ergo es una opinión- de esa afirmación que sostenemos de que hay sed de Dios, de que hay hambre de que se les anuncia. No veo esa necesidad. Están las necesidades amortiguadas con otras cosas.

      El único reto verdadero y pernicioso es la secularización. Lo demás son consecuencias, o pequeños problemas. Lo gordo es la secularización que se ha difundido y penetrado por todas partes.

      Así que coincido, pero no quiero coincidir en esto con vd. Me rindo a la evidencia.

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  3. ¿Los demás ven en nosotros la alegría desbordante de ser amados? ¿Los demás ven en nosotros que el AMOR es el centro radical de nuestra vida? ¿Los demás ven en nosotros que la relación con DIOS es lo prioritario? ¿Los demás ven en nosotros una acogida del sufrimiento, cuando llega a nuestras vidas, el gozo de que DIOS no se separa de nosotros? ¿Enamoramos con nuestra vida a otros porque rezuma el AMOR de DIOS? ¿Estamos permanentemente disponibles al prójimo? Sobre la evangelización queda mucho que transformar en nuestras vidas. ¿Evangelizamos con nuestras vidas? Supongo que solo DIOS lo sabe. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. antonio Sebastián:

      Lo que vd. afirma es sólo una parte, importante sin duda: el estilo personal del evangelizador, un testigo, que vive en santidad.

      Pero junto a eso, hay que evangelizar directamente, anunciar, predicar, enseñar, acompañar. El testimonio mudo (aunque santo) hoy interpela poco porque se le atribuye a una "bondad natural", a ser "buena persona". Por ahí hoy nadie llega a Cristo sino a admirar a la "buena persona" que obra así.

      Evangelizar es siempre anuncio explícito de Jesucristo y su Evangelio, acompasado por un testigo veraz y coherente.

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  4. Padre, ¿sin eso es posible explicitar algo? ¿Sin eso se puede ser testigo veraz y coherente de algo?. ¿Las obras no hablan?, en fin, como ve su comentario me suscita algunas preguntas. Y no solo preguntas, sino también reflexiones. Sigo rezando. Muchas gracias Padre por sus matizaciones, me dan que pensar. DIOS les bendiga.

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  5. Antonio Sebastián:

    las obras necesitan su interpretación. Es lo que repito tantas veces tomando a san Pedro: "saber dar razón" de nuestra fe, de nuestra esperanza.

    No se puede ser un testigo mudo; las obras y las palabras de fe van indisolublemente unidas siempre.

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  6. No me refería Padre, a ser testigo mudo, sino a ser activo mudo, en cualquier caso. Si alguien hace un masaje cardiovascular de salvamento, no creo que mientras lo está haciendo tenga que explicar nada. Lo hace y reanima al accidentado. Si mi memoria no me falla, creo que he escrito más de una vez lo mismo. Soy muy cansino. Para mi es imposible tener FE y no actuar, y para mi es imposible AMAR y no actuar. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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