viernes, 4 de octubre de 2013

De egoístas, egocéntricos y del amor de verdad



            El verdadero amor, la caridad, no conoce el egocentrismo, ha expulsado el egoísmo. Vive de otro modo –más humano, más divino- que es darse, donarse, implicarse, sin cálculos, sin límites, sin cansancios, sin agobios; capaz de ponerse en lugar del otro, sin miedo ni al encuentro ni a la responsabilidad.


            Así el amor no conoce el egoísmo; el egocéntrico posee un amor inmaduro, adolescente. Le falta un gran trecho por recorrer hasta llegar a amar realmente. 


           Sea ésta una lección sobre la caridad que eduque para derribar el egoísmo, con palabras de Juan Pablo II:

             “El amor se adquiere en la fatiga espiritual.


            El amor crece en nosotros y se desarrolla también entre las contradicciones, entre las resistencias que se le oponen desde el interior de cada uno de nosotros, y a la vez “desde fuera”, esto es, entre las múltiples fuerzas que le son extrañas e incluso hostiles.


            Por esto san Pablo escribe que “la caridad es paciente”. ¿Acaso no encuentra en nosotros muy frecuentemente la resistencia de nuestra impaciencia, e incluso simplemente de la inadvertencia? Para amar es necesario saber “ser” “al otro”, es necesario saber “tenerle en cuenta”. A veces es necesario “soportarlo”. Si sólo nos vemos a nosotros mismos, y el “otro” “no existe” para nosotros, estamos lejos de la lección del amor que Cristo nos ha dado.

            “La caridad es benigna”, leemos a continuación: no sólo sabe “ver” “al otro”, sino que se abre a él, lo busca, va a su encuentro. El amor da con generosidad y precisamente esto quiere decir: “es benigno” (a ejemplo del amor de Dios mismo, que se expresa en la gracia)… Y cuán frecuentemente, sin embargo, nos cerramos en el caparazón de nuestro “yo”, no sabemos, no queremos, no tratamos de abrirnos al “otro”, de darle algo de nuestro propio “yo”, sobrepasando los límites de nuestro egocentrismo o quizá del egoísmo, y esforzándonos para convertirnos en hombres, mujeres, “para los demás”, a ejemplo de Cristo”[1].





[1] Juan Pablo II, Hom., 3-febrero-1980.

7 comentarios:

  1. Buenos días don Javier. ¡Qué maravilla! y ¡Qué foto! Me tengo que poner al día con estas joyitas que publica en su magnífico blog cuya lectura he descuidado,me acuso pero leerle jamás podría nadietomarlo por penitencia, saco agua clara y cristalina de sus letras y de esos ojos, que saben ver y plasmar la trascendencia del ser. Un abrazo.

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    1. xtobefree:

      Me alegro por su retorno a este salón de catequesis virtual.

      La foto es buena, me gusta... ¡gracias por apreciarla!

      Animo y adelante. No quisiera que este blog fuera jamás una penitencia sacrificada para nadie, sino el gusto de crecer en la experiencia cristiana y formarse con solidez.

      Un fuerte abrazo. Pax!

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  2. Parece que se llama AMOR a cualquier cosa. ¡Qué bueno que aclare que AMOR no es cualquier cosa!. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      El lenguaje sobre el amor está tan manoseado, que acabamos llamando "amor" al mero sentimiento o a la complacencia del egoísta.

      Pero es otra cosa.

      Por eso hay que ser muy precisos en el lenguaje y tener cuidado cuando decimos que todo se resuelve con "amar".

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  3. Uno de sus hermosos atardeceres es muy apropiado para recordar que Aristóteles refería la verdadera amistad (una forma de amor) a los hombres virtuosos, pues los malvados no son propiamente amigos sino cómplices. Esta consideración de Aristóteles es aplicable al verdadero amor cristiano, el amor por excelencia, que nos hace mejores porque quiere el bien del amado y, por eso, es siempre gratuito, no se recrea en mirarse mutuamente sino en mirar al Bien, es bendición en la prosperidad y refugio en la desgracia. Alcanzar y vivir en verdad el amor cristiano es una ardua tarea pues requiere, como dice la entrada, la ascesis de renunciar a cualquier tipo de egoísmo y crecer en sabiduría para conocer el bien del amado.

    Las mentes contemporáneas están infectadas por el amor sentimental, el amor de complicidad y el amor de diversión, pero lo cierto es que quien nos ama con verdadero amor constituye un tesoro totalmente inmerecido.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Julia María:

      Recalcando sus proposiciones, me llama la atención cómo fija vd. las relaciones actuales de los egocéntricos en "la complicidad" y "la diversión". Es verdad.

      Presumen de amigos, pero están más solos que la una. O son cómplices para la acción o colegas para la diversión. Es un egoísmo compartido, en definitiva.

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  4. Y una jaculatoria (para repetir muchas veces en el día):

    Gloria a ti, Señor.


    y otra que le sugirió el Señor a sor Betrone

    Jesús María os amo salvad las almas.

    http://www.corazones.org/santos/maria_consalta_bertrone.htm

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