jueves, 29 de noviembre de 2012

La fe: importancia, necesidad y eficacia

                "Tendremos que hablar con frecuencia de la fe, tendremos que exponer alguna noción de la fe y todos tenemos que conocer sus diversos significados, darnos cuenta de los problemas referentes a la fe, también las dificultades que de tantas partes se oponen a ella, luego experimentar, si el Señor nos ayuda, el gozo, la fuerza, la luz que nos vienen de la fe, y estudiar, finalmente, de qué modo podemos y debemos profesar nuestra fe.



                Hemos elegido este tema para honrar el centenario de esta memoria apostólica porque creemos que nos ofrece el camino más seguro y más directo para comunicar espiritualmente con esos grandes apóstoles; ellos mimos nos legaron una acuciante recomendación a este respecto, dice por ejemplo, san Pedro en su primera carta a los cristianos que ellos están “custodiados por la fe para la salvación” (1,5) y que deben ser “fuertes en la fe” (5,9); san Pablo, después de haber desarrollado amplia y repetidamente su doctrina sobre la fe, especialmente en las célebres epístolas a los gálatas y a los romanos, ansía garantizar la integridad (cf. Gal 1,8) y la conservación de la fe, especialmente en las cartas personales, llamadas pastorales, y repite sus recomendaciones para que se evite todo error (cf. Tit 1,10-16) y que sea guardado el “depositum” (1Tim 6,20) por medio del Espíritu Santo (2Tm 1, 12 y 14). Este término de “depósito”, que muchas veces repite san Pablo, se refiere, ciertamente, a las verdades de fe enseñadas por el apóstol, las cuales forman un cuerpo doctrinal que los pastores de la Iglesia deben conservar, defender y transmitir (cf. De Ambroggi, nel commento alle Tp. Past. Marietti, 1953, pág. 175). Nacen del “depósito” de san Pablo algunas enseñanzas muy importantes; indica que ya existía en tiempos apostólicos un conjunto de verdades reveladas bien determinado e inequívoco, una síntesis, una especie de catecismo para enseñarse y aprenderlo según formulación determinado por el magisterio apostólico, y que luego se debía transmitir con rigurosa fidelidad; se presupone de esta suerte la tradición, es decir, la enseñanza oral y autorizada de la Iglesia primitiva (cf. 2Tm 2,2; 1Co 11,2 y 33; 15,1-3, etc.); nace otra cosa, la transmisión del “depósito”, siempre con atención vigilante de que no se altere la enseñanza original, sino con el afán de meditarlo, explorarlo, convertirlo de implícito en explícito, de bíblico en teológico, de antiguo en actual (cf. S. Th., II-II, 1, 7).

                De suerte que, hijos carísimos, adhiriéndose a la fe que la Iglesia nos propone nos ponemos en comunicación directa con los apóstoles, a quienes queremos festejar, y mediante ellos, con Cristo, nuestro primer y único Maestro, seguimos su escuela, anulamos la distancia de los siglos que de ellos nos separan y hacemos del momento presente una historia viviente, la historia siempre igual a sí misma de la Iglesia mediante la actuación, idéntica y original al mismo tiempo, de la misma fe en una inmutable y siempre irradiante verdad revelada. Sólo la Iglesia puede escribir, leer, vivir su historia así, dejando que la fuga de los siglos mida su duración y que la estabilidad en lo eterno defina su perenne identidad.

La fe, el primero y más estable don de la apostolicidad

                Se nos puede preguntar por qué la celebración prevista centra su atención preferencial sobre la fe y no sobre otros aspectos del testimonio apostólico; por ejemplo, sobre su obra en orden al origen de la Iglesia o bien sobre su caridad. Esta elección de la fe como primer y estable don de la apostolicidad se explica mediante un doble orden de motivos; el rimero procede del hecho de que la fe tiene razón de principio en la economía de nuestra salvación; razón de principio con respecto a la misión de los apóstoles; ellos son testigos (cf. Hch, 1,8; 2,32; 3,15; 5,32, etc.); su primer mandato, su misión comienza con el anuncio del Evangelio, que debe ser aceptado con fe (cf. Vaticano II, Lumen gentium, 24, 50, etc.); y la función de enseñar, propia de los apóstoles y del magisterio eclesiástico que de ellos se deriva, representa el primero de los poderes que rigen la Iglesia, habiendo Cristo proclamado, al despedir a sus apóstoles para su misión en el mundo: “Id y enseñad…” (Mt 28,19).

                También tiene razón de principio la fe con respecto a nuestra inserción en el plan concebido por Dios para elevarnos a la vida nueva, a la vida sobrenatural. Ciertamente que conoceréis algo sobre la doctrina de la necesidad de la fe: “Sin la fe, repetimos con el autor de la carta a los hebreos, es imposible dar gusto a Dios”. El Concilio nos lo repite (ib., n. 14); y también quizá conoceréis algo de la gran discusión sobre este tema, precisamente con relación a las enseñanzas de san Pablo, desarrolladas por el Concilio de Trento (cf. Denz. S., 1532 -801-), y reanudada por el Concilio Vaticano I  (ib., 3008, ss -1789-), donde siempre se repite que la fe “es el comienzo de la salvación humana””. 


(Pablo VI, Audiencia general, 1-marzo-1967).

3 comentarios:

  1. Padre, este texto está muy bien expuesto, argumentado y expresado. Bien definido, bien delineado y escrito con belleza. Pero he de confesarle Padre, que cuando leo sobre esto, la cosa me sobrepasa. Lo no material tiene la cualidad de anonadarme bastante. Lo sagrado con mucha frecuencia me pasma y me llena de perplejidad. Hablemos de FE, Padre, cuando leo expresiones como: "Fuertes en la FE" ó "Id y enseñad" o "La FE es el comienzo de la salvación humana" o "sin la FE es imposible dar gusto a DIOS" y otras tantas cosas que Usted escribe en este texto. Me deja pasmado porque no sé nunca muy bien como concretar todo eso en acciones, dentro de mi vida cotidiana. Cuando voy a hacer la compra, cuando estoy fregando el suelo, lavando los platos o haciendo las cama. Cuando estoy cortando cebolla, por ejemplo. A lo largo del día, y a veces casi de forma obsesiva me recorre dentro la idea de que hacer para rezumar AMOR. Que se me salga por cada poro, o bien, como es el tema ¿cómo hacer para chorrear FE fuera de mi, en esa ingente de pequeñas acciones en mi vida cotidiana?. Después del pasmo, con frecuencia me viene la despreocupación. Despreocupación de la mano de la frase: "¡Qué más da!, DIOS es el que mueve. No me hace ninguna falta que yo me entere. DIOS actúa, si el desea que otro vea en mi la FE, no hace falta que yo haga nada. DIOS lo hará". Pero aún después de eso me quedo pensativo, eso si, muy sereno. Alabado sea DIOS. Dios le bendiga, Padre, sigo rezando.

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    1. Antonio Sebastián:

      ¡Qué solos nos hemos quedado aquí vd. y yo! ¡Qué pocos comentarios!

      El texto es de Pablo VI, evidentemente, cuyo contenido y forma son claramente suyas. ¡Qué bien escribía!, ¡qué precisión!, ¡qué adjetivación!

      La fe no es ciega o irracional, como si la razón fuera enemiga o contraproducente a la fe. Ya lo sabemos. Ya lo repito. Por eso su frase "No me hace ninguna falta que yo me entere", me llama la atención. Porque sigue siendo vigente la pregunta confiada de la Virgen: "¿Cómo será eso?", y enterarse para mejor colaborar disponiblemente.

      En las pequeñas acciones diarias, pienso que lo mejor es, desde luego, ofrecer la jornada (ese es el sentido de Laudes y sobre todo de las preces de Laudes) y después renovar en mil detalles (hasta cortando cebolla...) alguna jaculatoria bíblica dirigida al Señor.

      Saludos cordiales.

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  2. Tal vez, Padre, pudiera ser que ya no necesitara comprender nada, enterarme de nada. A mi también me llama la atención que esa frase haya salido de mi. A veces, uno colabora mejor sin enterarse de nada y con una disponibilidad total. También tengo un par de jaculatorias que repito ya casi compulsivamente.
    Respecto a PABLO VI, realmente es magistral lo que escribe y como lo escribe. Yo lo estoy redescubriendo gracias a Usted. He de confesarle que hay alguna cosa que se me escapa, pero es por ignorancia mía. Estoy en ello, en comprenderlo mejor, en reflexionar sobre lo que dice, en asimilar sus enseñanzas. Muchas gracias, Padre, DIOS le bendiga. Abrazos y afecto.

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