martes, 27 de marzo de 2012

Jueves Santo, Misa in Coena Domini (Actualizado)

El Jueves Santo por la tarde, como oficio vespertino, terminada la Cuaresma a la hora de Nona (sobre las tres de la tarde), una celebración litúrgica especial congrega al pueblo cristiano para abrir el tiempo santísimo del Triduo pascual. 



La Iglesia se reúne en una única Eucaristía en cada iglesia, para conmemorar la institución de la Eucaristía por el Señor en el marco de la Ultima Cena, la Cena pascual, la institución del sacerdocio (en virtud del “haced esto” dicho a los apóstoles) y el mandato del amor fraterno. 

 Esta Misa vespertina del Jueves Santo “en la Cena del Señor” es el oficio de Vísperas que nos permite entrar en el inicio del Triduo pascual, el gran prólogo a todo el Misterio pascual que viviremos el Viernes y Sábado Santos y el Domingo de Pascua. Ésta es la perspectiva justa para vivir espiritualmente la Misa in Coena Domini: una solemne introducción a los días grandes y santos. Y si es introducción, significa que el centro, el núcleo, es lo que viene después, la Acción litúrgica del Viernes Santo y la Eucaristía del Triduo pascual, aquella que es celebrada en la noche pascual.


De esta Misa del Jueves Santo poseemos testimonios de la Tradición, por ejemplo de san Agustín, o más cercano a nosotros, san Isidoro de Sevilla, quien escribe:


“La Cena del Señor se celebra el jueves último de Cuaresma, cuando Nuestro Señor y Salvador, después de observar íntegramente la pascua simbólica, pasó a la Pascua verdadera y entregó el misterio de su Cuerpo y de su Sangre por primera vez a los Apóstoles, al tiempo que, tras los celestiales sacramentos, el discípulo falaz y traidor, recibía dinero de los judíos y vendía la Sangre de Cristo. Aquel día el Salvador, levantándose de la cena, lavó los pies a los discípulos (Jn 13, 4-5), para dar lecciones de humildad, virtud que había venido a enseñar, como Él mismo había manifestado. Cosa era muy conveniente que, con hechos, diese ejemplo de lo que iba a exigir a los discípulos.

De aquí viene que en ese día se laven altares, paredes y pavimentos de los templos y se purifiquen los cálices consagrados al Señor. También en ese día se consagra el santo crisma, recordando que, dos días antes de la Pascua, María ungió con perfumes la cabeza y los pies del Señor. Y, asimismo, que el Señor dijo a sus discípulos: sabéis que dentro de dos días se celebrará la Pascua y el Hijo del hombre será entregado para que lo crucifiquen (Mt 26,1-2)” (De eccl. Off., I, 29).

Durante siglos la Misa vespertina del Jueves Santo se desplazó a la mañana del Jueves Santo (¿era esa hora ritual conveniente para conmemorar la Cena del Señor?, ¿es esa hora matinal la conveniente para un oficio vespertino?), revestida de grandísima solemnidad, convirtiéndose casi en la única celebración litúrgica en la que participaban los fieles, desplazando la asistencia del Oficio del Viernes y sobre todo anulando la Vigilia pascual (que perdió igualmente el carácter nocturno para desplazarse a la mañana del sábado).

Gracias a la reforma del Ordo de la Semana Santa de Pío XII, las distintas celebraciones quedaron enmarcadas en su horario natural, aun cuando el peso de muchos siglos se hace sentir aún, y el empeño en participar y la misma solemnidad que se le da a la Misa in Coena Domini, no se le da ni mucho menos a la gran Vigilia pascual, ésta sí, la máxima celebración anual. Por tanto, el peso litúrgico y espiritual que ahora recae exclusivamente sobre la celebración vespertina del Jueves Santo en tantas parroquias y monasterios, debe –y esto es tarea de la educación litúrgica y espiritual- volver a su lugar primigenio, la noche de la Pascua: la solemnidad y belleza de los cantos, el exorno floral, las mejores alfombras, los mejores cálices y patenas, las vestiduras litúrgicas más bellas, el ambiente espiritual... Por ejemplo, aún hoy, el mejor cáliz se reserva para el día de Navidad y el Jueves Santo, pero no para la Vigilia pascual; el Jueves Santo se ha extendido la costumbre laudable de distribuir la Comunión con las dos especies, pero en la Noche santísima de la Pascua, se distribuye sólo con la especie de pan, sin Comunión con la Sangre del Señor.
 
Se trata de un retorno al equilibrio del Triduo pascual que va en línea ascendente desde la Misa in Coena Domini a su punto álgido la noche de Pascua y el domingo de Resurrección. Para ello habrá ayudado la predicación constante sobre el Triduo pascual y la Vigilia en homilías, catequesis y retiros, que enfocarán correctamente la Cuaresma hacia los sacramentos pascuales. Si no fuere así, todo se vive fragmentado: la Cuaresma como un todo en sí mismo sin ninguna finalidad más que ella misma; el Domingo de Ramos y el Jueves santo enraizado en las prácticas de piedad, y el declive de participación, vivencia y cuidado en la Liturgia del Viernes Santo y en la Vigilia pascual.

En cuanto a la liturgia del Jueves Santo, realmente entrañable, incluso conmovedor, las normas actuales prescriben:

"El sagrario ha de estar completamente vacío al iniciarse la celebración. Se han de consagrar en esta misa las hostias necesarias para la comunión de los fieles y para que el clero y el pueblo puedan comulgar el día siguiente.
Para la reserva del Santísimo Sacramento prepárese una capilla, convenientemente adornada, que invite a la oración y a la meditación; se recomienda no perder de vista la sobriedad y la austeridad que corresponden a la liturgia de estos días, evitando o erradicando cualquier forma de abuso.
Cuando el sagrario está habitualmente colocado en una capilla separada de la nave central, conviene que se disponga allí el lugar de la reserva y de la adoración.

Mientras se canta el himno “Gloria a Dios”, de acuerdo con las costumbres locales, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta el “Gloria a Dios” de la Vigilia pascual...
 El lavatorio de los pies que, según la tradición, se hace en este día a algunos hombres previamente designados, significa el servicio y el amor de Cristo, que “no ha venido para que le sirvan, sino para servir”. Conviene que esta tradición se mantenga y se explique según su propio significado.

Los donativos para los pobres, especialmente aquellos que se han podido reunir durante la Cuaresma como fruto de la penitencia, pueden ser presentados durante la procesión de ofrendas, mientras el pueblo canta “Ubi caritas est vera”.

Será muy conveniente que los diáconos, acólitos o ministros extraordinarios lleven la Eucaristía a la casa de los enfermos que lo deseen, tomándola del altar en el momento de la comunión, indicando de este modo su unión más intensa con la Iglesia que celebra.

Terminada la oración después de la comunión, comienza la procesión, presidida por la cruz en medio de cirios e incienso, en la que se lleva el Santísimo Sacramento por la iglesia hacia el lugar de la reserva. Mientras tanto, se canta el himno Pange lingua u otro canto eucarístico.

El traslado y la reserva del Santísimo Sacramento no han de hacerse si en esa iglesia no va a tener lugar la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo.

El Sacramento ha de ser reservado en un sagrario o en una urna. No ha de hacerse nunca una exposición con la custodia o el ostensorio. El sagrario o la urna no han de tener la forma de un sepulcro. Evítese la misma expresión “sepulcro”: la capilla de la reserva no se prepara para representar “la sepultura del Señor”, sino para conservar el pan eucarístico destinado a la comunión del Viernes de la Pasión del Señor.

Invítese a los fieles a una adoración prolongada durante la noche del santísimo Sacramento en la reserva solemne, después de la misa “en la Cena del Señor”. En esta ocasión es oportuno leer una parte del Evangelio según san Juan (capítulos 13-17).


Pasada la medianoche, la adoración debe hacerse sin solemnidad, dado que ha comenzado ya el día de la Pasión del Señor. Terminada la misa se despoja el altar en el cual se ha celebrado... No se encenderán velas o lámparas ante las imágenes de los santos".
(Carta sobre las fiestas pascuales, nn. 48-57).
En la reserva eucarística solemne del Jueves Santo, se guardan los copones con las formas consagradas necesarias para que el pueblo cristiano pueda comulgar el Viernes Santo así como los enfermos y moribundos. Pero ninguna Hostia grande consagrada puesto que bajo ningún concepto hay exposición del Santísimo; se trata precisamente de "reservar", de "conservar" el Cuerpo sacramental del Señor para la comunión, como cualquier sagrario durante el resto del año, pero de manera más solemne.


Sobre la reserva eucarística, orando ante Cristo para adentrarnos ya en el Misterio de su Pascua, el Directorio sobre piedad popular y liturgia, dice:

"La piedad popular es especialmente sensible a la adoración al santísimo Sacramento, que sigue a la celebración de la misa en la cena del Señor. A causa de un proceso histórico, que todavía no está del todo claro en algunas de sus fases, el lugar de la reserva se ha considerado como “santo sepulcro”; los fieles acudían para venerar a Jesús que después del descendimiento de la Cruz fue sepultado en la tumba, donde permaneció unas cuarenta horas.

Es preciso iluminar a los fieles sobre el sentido de la reserva: realizada con austera solemnidad y ordenada esencialmente a la conservación del Cuerpo del Señor, para la comunión de los fieles en la celebración litúrgica del Viernes Santo y para el viático de los enfermos, es una invitación a la adoración, silenciosa y prolongada, del Sacramento admirable, instituido en este día. Por lo tanto, para el lugar de la reserva hay que evitar el término “sepulcro” (“monumento”), y en su disposición no se le debe dar la forma de una sepultura; el sagrario no puede tener la forma de un sepulcro o urna funeraria: el Sacramento hay que conservarlo en un sagrario cerrado, sin hacer la exposición con la custodia. Después de la medianoche del Jueves Santo, la adoración se realiza sin solemnidad, pues ya ha comenzado el día de la pasión del Señor” (n. 141).
Se quiso explicar alegóricamente la Reserva eucarística del Jueves Santo a modo de la sepultura de Jesús: en ella estuvo aproximadamente 40 horas. Se buscaba dramatizar así el entierro de Cristo y no era extraño que acabase llamándose a la Reserva el "monumento", el monumento funerario mientras se velaba el Cuerpo sepultado del Señor. Es el juego de la alegoría que pierde el contenido místico-sacramental en favor de lo más sensible y visual.

La Eucaristía del Jueves Santo nos sostenga en el ayuno y oración del Triduo pascual. Prestemos atención no sólo a las preciosas lecturas de esa Misa, sino también a las oraciones que el sacerdote pronunciará (colecta, sobre ofrendas, postcomunión, así como Prefacio y plegaria eucarística) que poseen una honda teología sacramental.

La Misa in Coena Domini inspire en nosotros deseos santos y la espera de la Vigilia pascual.
Os adjunto un díptico sobre la liturgia de la Misa in Coena Domini, esperando que sirva para la lectura, la catequesis y el apostolado de difusión. 

Actualización:

Además del díptico anterior, para la tarde-noche de oración ante la Reserva eucarística, os ofrezco una Hora Santa.  Cada año, desde que soy sacerdote, la redacto y preparo y tal vez os pueda ser de provecho. Este año se basa en las oraciones del Propio de la Misa in Coena Domini. Se divide en cuatro partes para intercalar cantos si se hace en comunidad o parroquia.

31 comentarios:

  1. Toda la historia de la salvación es la historia del amor de Dios por el hombre tal y como recordamos en las lecturas de la Vigilia pascual. Nochebuena me conmueve, Jueves Santo y Viernes Santo me estremecen, y la noche del Sábado Santo, la Pascua, el paso de Cristo al Padre me da un reposo, una serenidad alegre; esa noche soy compañera de María Magdalena en su camino al sepulcro, en su encuentro con el Resucitado, quizá porque soy mujer y me siento identificada con la de Magdala (de ella el Señor expulsó 7 demonios, el número de la plenitud para el pueblo judío).

    La Cena del Señor (¡del Señor!) y Getsemani se funden para mí, es la noche de la decisión, de una sublime entrega consciente porque ha llegado la Hora: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros…Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre…” En el Evangelio del Jueves Santo, Jesús nos dirá: “…Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos… también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. En el reduccionismo que casi siempre acompaña a las explicaciones humanas, solemos reducir estas palabras a servicio como ayuda material o afectiva bien intencionada y más o menos acertada pero yo creo que Jesús va más allá, mucho más allá.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Así es, amiga: Jesús va más allá. Él lava los pies con agua anticipando el baño completo que, con su Sangre y el agua de su costado, va a realizar a todos los hombres.

      Los pasos del hombre perdido, enfangando, tienen que ser lavados para que anden por un Camino nuevo: es una purificación completa. Quien no se deja lavar por Cristo, ya no tiene nada que ver con Él.

      Es una interpretación patrística antigua.

      Nosotros nos lavaremos los pies unos a otros, cargando con los pecados de nuestros hermanos, ayudándolos a purificarse y encontrarse con el Señor.

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    2. La interpretación moralizante del lavatorio de los pies es cansina y totalmente secularizada. Todo es una mirada horizontal más el repetitivo lenguaje demagógico de "los pobres", "el compromiso", "la solidaridad". Al final la redención y el don Pascual del Señor se convierten simplemente en justicia social ideologizada.

      Dicho lo cual: ¿va mejorando? ¿Siente la cercanía de todos sus hermanos en este blog? Un beso en la frente y la bendición.

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    3. Así es , la interpretación moralizante del lavatorio es insoportable . Gracias D. Javier por sus catequesis y Julia Maria por tus comentarios. Espero que con vuestra ayuda y la del Espíritu Santo sepa explicárselo a mis hijos.

      Julia María : espero que mejorando para poder asistir a la gran Vigilia pascual.

      Un abrazo

      María M.

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    4. María M:

      Si mi memoria no me falla, ¿vd. no solía imprimir la catequesis y leerla junto a su marido? ¿No dejaba la fotocopia de la catequesis al alcance de sus hijos?

      Además del texto de la catequesis hoy hay ración triple: descargar el díptico sobre el Jueves Santo que es un material de apoyo para esta catequesis, para explicarla, transmitirla, y además la Hora Santa.

      Ya nos contará qué tal.

      Un abrazo

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  2. Me alegro que Julia Mª y d. Javier hayan sacado este tema.
    Es cierto que lo único que se suele oir en homilías, etc., respecto al lavatorio de los pies, es el ejemplo de humildad y servicio que Cristo nos ha dado.

    Pero "Jesús va más allá. Él lava los pies con agua anticipando el baño completo que, con su Sangre y el agua de su costado, va a realizar a todos los hombres".
    Yo imagino que en las casas acomodadas de aquel tiempo, los que lavaban los pies a los visitantes, eran los esclavos, los sirvientes o siervos de aquella casa.
    Al hacerlo Jesús esa noche les estaba diciendo que El es el verdadero Siervo de Yahveh porque nos lavaría a todos con su Sangre unas horas más tarde, en el sacrificio de la Cruz, del que, el lavatorio de los pies es sólo una imágen.

    Jesús continúa lavándonos hoy por medio de la Iglesia en los sacramentos del bautismo y la penitencia y "quien no se deja lavar por Cristo, ya no tiene nada que ver con Él", no tiene parte con El, no tiene parte en su Muerte y Resurrección que nos salvan.

    Don Javier ¿recuerda así de memoria las citas patrísticas que hacen esta interpretación del lavatorio de los pies? Si no las recuerda, no tiene que buscarlas, que no quiero darle trabajo extra. (Y si mi comentario es repetición de otros anteriores, bórrelo, pues yo no me acuerdo).

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    1. Aprendiz2:

      ¡Ay qué cosas me pedís!!!!!! Pero tenéis razón: las cosas que solicitáis son las normales en una catequesis de adultos. Voy allá.

      Con lo poco que tengo a mano en mi biblioteca (el grueso de ella no lo tengo aquí), podemos entresacar algunas ideas que darían para una catequesis entera sobre el lavatorio de los pies.

      Vamos primero con san Agustín:

      1) Relaciona el lavatorio de los pies con la Encarnación del Señor y la obra de la redención:

      "¿Qué tiene de particular, si se levantó de la cena y depuso sus vestidos quien, aunque existía en forma de Dios, se vació a sí mismo? Y ¿qué tiene de particular, si se ciñó con un paño quien, al tomar forma de esclavo en el porte fue hallado como hombre? ¿Qué tiene de particular, si en el barreño echó agua con que lavar los pies de los discípulos quien al suelo derramó su SANGRE con la que diluir la inmundicia DE LOS PECADOS? ¿Qué tiene de particular, si con el paño con que estaba ceñido secó los pies que había lavado quien con la carne de que estaba vestido consolidó las huellas de los evangelistas? Y, por cierto, para ceñirse con el paño, depuso los vestidos que tenía; en cambio, para tomar forma de esclavo cuando se vació a sí mismo, no depuso lo que tenía, sino que asumió lo que no tenía. Para ser crucificado fue enteramente despojado de sus vestidos; muerto, fue envuelto en paños y esa su entera pasión es nuestra PURIFICACIÓN. Así pues, quien iba a padecer desastres, presentó sus respetos no sólo a esos por quienes iba a sufrir la muerte, sino incluso a quien iba a entregarlo a la muerte" (San Agustín, In Ioh. ev., 55,7).

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    2. 2) Sentido de purificación y penitencia ordinaria, venial diríamos, después del bautismo

      "El Señor, dice, la Verdad habla, que aun ese que se ha bañado tiene necesidad de lavarse los pies. ¿Qué, hermanos míos, qué suponéis, sino que en el santo bautismo se lava ciertamente al hombre entero, no excepto los pies, sino entero absolutamente? Sin embargo,c uando después se vive entre las cosas humanas, se pisa la tierra, evidentemente... Por eso nos lava cotidianamente los pies quien interpela por nosotros. Y que tenemos necesidad de lavarnos cotidianamente los pies, esto es, de que enderecemos lso caminos de los pasos espirituales, en la oración dominical lo confesamos cuando decimos: perdónanos nuestras deudas..." (S. Agustín, In Ioh. ev., 56,4).

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    3. Habría que añadir a San Ambrosio, en el "De Sacramentis" 3,4-6, que no tengo a mano, en que defiende la costumbre milanesa, desconocida por Roma, de lavar los pies de los neófitos después del bautismo, subrayando así la redención de Cristo para participar limpios en el banquete eucarístico.

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    4. Ay don Javier, que me estoy haciendo especialista en darle mucho trabajo, cuando no era esa mi intención.

      Cuando le decía si recordaba de memoria las citas patrísticas, no me refería a que me las "recitara de memoria". Ni en un exámen a cátedra exigirían tanto.
      Sólo le pedía si recordaba el lugar donde yo podía acudir a leer esa interpretación, en qué Padre de la Iglesia y en qué obra.
      Quiero recordar que busqué esa interpretación del lavatorio en el Catena Aurea y no supe hacerlo en más sitios.
      De todos modos, muchísimas gracias.

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    5. Aprendiz2:

      Lo que pasa es que si alguien aquí pregunta o pide algo que valga la pena, o una consulta más explícita, creo que es mi deber intentar responder porque para eso es un blog de formación.

      De memoria sabía lo de san Ambrosio, pero pensé que era mejor completarlo.

      Un abrazo!!!!!

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  3. Buenas tardes don Javier. El rito de lavar los pies durante la estricta celebración de la Pascua judía debió dejarlos sorprendidos. En cierta medida servir a los hermanos es como lavarlos pensando que fueran cálices cada uno y que ellos mismos contienen gotas de la preciosísima sangre que derramó nuestro amado por ellos que tanta sed tenía el Señor allí clavado (por nuestras culpas)que causa mucha pena y gran misericordia.Un abrazo.

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  4. Permítame un comentario al margen.

    Sus post litúrgicos me parecen cada día más completos.

    No adolecen de lo que adolecen algunas catequsis litúrgicas que he leído por ahí basadas sólo en "lo rúbrico".

    Sus post tienen el rojo y el negro, por decirlo así, son compactos, como decía Pascher, el profesor de Liturgia de J Ratzinger,

    que enseñaba que no hay que centrarse sólo en las rúbricas, sino sobre todo en las "nígricas",

    de forma que la catequsis enseñe plenamente el Evento sobrenatural grandioso que está aconteciendo entre nosotros y que está reflejado en los textos litúrgicos.

    Un abrazo

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  5. En definitiva, que tiene que haber una unidad orgánica entre lo rojo" y "lo negro", de forma que cuerpo y alma de la Liturgia sean un compuesto sustancial y no queden escindidos sino unidos en santidad total.

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    1. Eso que vd. subraya, elaborar una teología litúrgica o un lenguaje mistagógico (de introducción renovada), a partir de las rúbricas y de los textos y ritos, del rubrum y del nigrum, es lo que llevo haciendo años.

      Convencido de ese método, intento aplicarlo aquí, ofrecerlo aquí a todos, porque creo que es lo que falta hoy a tanta diatriba estéril sobre la liturgia: conocerla, en sus fuentes, textos, rúbricas, oraciones, ritos, teología y espiritualidad.

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    2. Pues eso que lleva haciendo años,

      a mí, al menos, me parece más armonioso cada vez

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    3. Muchas gracias, amigo, sus palabras me vienen hoy muy bien y me reconfortan.

      También demuestran que después de tanto tiempo aquí, con nosotros, ha asumido las claves y el lenguaje con el que aquí se trabaja, que tal vez otros no llegan aún a percibir y no descubren el método empleado para la liturgia.

      Reitero mi agradecimiento por sus palabras de reconocimiento.

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  6. No hay de qué.

    Yo tengo la impresión, y corríjame si me equivoco, pues soy metafísico y no liturgo,

    que con el antropocentrismo postconciliar vino una especie de hiper-rubricismo que no era más que moralismo.

    Como si el moralismo se hubiera colado en la liturgia, para contrarrestar la nefasta creatividad de muchos, pero equivocadamente, como cosificando la liturgia.

    En fin, no sé, es una impresión mía.

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  7. Es decir, que hay un moralismo que intenta cosificar el rubrum y con ello lo vuelve humanotrópico, pues lo desgaja de la vida del nigrum.

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  8. Algo así como si se hipervalorara la parte humana secundaria de lo rúbrico, y se confundiera con esa parte de la Liturgia que nos ha sido dada por el Verbo y que es algo que talmente no nos pertenece, que forma parte de aquello que no podemos modificar como si fuera propiamente nuestro.

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  9. Esto lo he visto en ciertos ambientes cofrades, y en otros círculos neoconservadores.

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  10. Y digo "ciertos" ambientes, nada más, ciertos ambientes, donde la Liturgia es moralina cosificada. No me refiero por supuesto al mundo cofrade en general (que es muy aprovechable si tiene buena orientación) ni a parte de la iglesia en particular, sino a actitudes neoliberales que surgieron por doquier en los años 90.

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    1. Dudo de que haya captado todo cuanto vd. ha querido decir. Pero, a lo que entiendo, aportaré mi leve reflexión.

      El hiper-rubricismo es verdad que esconde un antropocentrismo gigantesco; se olvidan los textos, las plegarias (el nigrum, lo que está escrito en negro), para subrayar sólo lo que está en rojo (el rubrum, las rúbricas o normas).

      Y este hiper-rubricismo adopta dos modalidades:

      a) la de quienes inventan sus propias rúbricas y esas sí que son intocables: el acto penitencial se hincha con un supuesto "canto de perdón", las preces se redactan cada domingo y cada petición la tiene que leer un lector distinto ("es para que participen"), las ofrendas reciben una nueva rúbrica han de ser simbólicas (un libro, un balón, una guitarra, una Biblia) y cada una de ellas va acompañada de una monición explicativa, leer una "acción de gracias" después de la comunión, o en las celebraciones penitenciales algún "símbolo" extraño como quemar los papeles con los pecados en un brasero, o en las Confirmaciones la lectura de un "Manifiesto" o compromiso de los confirmandos, etc. etc.

      b) El hiper-rubricismo de quienes sólo buscan la celebración exacta en sus prescripciones, pero con rutina, dejadez, recitación apresurada, desconocimiento de los textos y poco espíritu de oración... Este hiper-rubricismo o se agobia con el cumplimiento de las rúbricas (las del Misal, o las de las costumbres, o las del Movimiento o grupo...) o cae en el formalismo de la estética (lo único importante, que sea muy estética en todos: puro esteticismo que no estética teológica).

      En el fondo, es poner al hombre en el centro.

      ¿Quiénes, de todos estos hiper-rubricistas, saborean los textos litúrgicos, los meditan, los predican incluso, los trabajan en oración? ¿Quiénes profundizan paso a paso en la mistagogia de cada sacramento, teniendo en cuenta ritos y oraciones, así como los prenotandos de cada libro litúrgico?

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    2. Le agradezco mucho su completo y certerísimo comentario.
      Creo que ha respondido vd muy bien a mi cuestión, y la conclusión es la misma, el hiperubricismo es antropocentrismo, y gigantesco, como vd bien apunta.

      Su comentario me aclara muchas cosas y me sirve para que yo pueda reflexionar mejor sobre el tema, y tal vez pueda exponerle más claramente lo que pretendía decir con mis comentarios anteriores.

      Un abrazo muy fuerte y gracias de nuevo

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    3. Alonso, espero que la respuesta haya sido iluminadora, aunque no la creo suficiente para los temas filosóficos que vd. planteaba.

      Retomando el tono de humor de otras veces, le pregunto: ¿ve cómo no puede conmigo? ¿Ve cómo tengo respuesta para casi todo? (jejeje)

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    4. Es vd imposible, desde luego tiene respuestas para todo, ya voy escarmentando, pero algun día le pillaré...

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    5. Y hablando en serio,
      lo que le puedo asegurar es que sintonizo con el espiritu de sus escritos, he captado perfectamente el rojo y el negro de su mentalidad teológico-eclesial, por así decir,

      y a menudo me identifico con sus planteamientos. Tal vez porque leerle todos los días me ha ido moldeando en este sentido.

      Su teología litúrgica está elaborada como a base de estampas espirituales o cuadros de doble cara, como en acordes de notas simultáneas consonantes .

      A pesar de la diferencia de nuestras posiciones de fondo, pues yo soy más lógico y analítico, y eso me lleea veces a discreparle insidiosamente, je, je,

      y usted es más fervoroso y plástico en sus intelecciones.Yo siempre parto del Doctor Angélico, y soy más frío en mis análisis, y vd parte más del espíritu de las Confesiones y de la Ciudad de Dios

      Pero lo que debo reconocer es su influencia teológica sobre mí, es justo decirlo.

      Pero no se lo crea mucho, además ya le digo que algún día le pillaré sin respuestas, je, je...

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    6. Está bien que reconoza lo que aquí recibe cotidianamente e incluso que vaya "aprendiendo" o "modificando" puntos de vista para adquirir otra forma más (forma teológica, en sentido balthasariano).

      No entiendo muy bien su descripción: "Su teología litúrgica está elaborada como a base de estampas espirituales o cuadros de doble cara, como en acordes de notas simultáneas consonantes ". Deduzco por el comentario que será bueno pero no sé interpretarlo.

      Aprendí así yo solo a comprender la liturgia y vivirla, casi como reacción alérgica a lo que me inculcaron y a lo que tuve que vivir (padecer) casi desde pequeño.

      A eso hay que sumarle que también solo descubrí a san Agustín y luego a santa Teresa de Jesús... y me abrieron caminos nuevos.

      Un abrazo

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  11. En un acorde escuchamos de una sóla vez varios sonidos simultáneos, que forman como un sonido compuesto de varios colores.

    Es un sonido rico y profundo cuya riqueza no se agota en la superficie sonora, frente al sonido solo, que es plano y simple.

    El cuadro de doble cara es un cuadro que tiene otro superpuesto, y que juntos forman dos imágenes en acorde. Es una pintura profunda: detrás de una imagen se ve otra que la complementa y enriquece.Es la técnica textual de la veladura.Unas frases enriquecen a otras como por dentro, y se forman planos de significación

    Hay una filsofía y una teología que no es plana, sino que, tras lo dicho, se muestran otras verdades subyacentes, en otro plano más profundo, como por estratos.

    Lo de estampas espirituales se refiere a cuadros, a textos que ofrecen verdades, a imágenes, y no talmente a un sistema analítico.

    De las Confesiones de San Agustín se dice que son estampas espirituales a partir de hechos y sucesos vitales --esto se lo escuché a un sacerdote agustino recientemente, y me gustó la analogía.

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  12. De sus palabras sobre Liturgia, san Agustín y santa Teresa parece se desprende como un sabor a autodidactismo espiritual.

    Pero yo le calificaría a vd más bien de teodidacta.

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