miércoles, 9 de marzo de 2011

Meditación inicial a partir de las Cenizas

 De la mano de Pablo VI, un miércoles de Ceniza, vamos a introducirnos nosotros en el ritmo espiritual de la Cuaresma que hoy inauguramos.

Es oportuno recoger un poco los pensamientos y expresar alguno de los sentimientos que invaden el espíritu en el lugar sagrado y en el momento propicio.
    Ante todo, el primer sentimiento que se experimenta es el de una serena alegría, que ciertamente no está en discordancia con la austeridad del rito y la severidad del período penitencial que se acaba de inaugurar. Esta nota de gozo –los sacerdotes la recordarán- la encontramos indicada en la primera lección de maitines del día de ceniza. La destaca así San Agustín: “Es evidente que según estos preceptos hemos de dirigir nuestra intención al gozo interior...”. Aun en medio de las más severas invitaciones a la penitencia, al arrepentimiento, habrá siempre limpio y luminoso un acento de alegría espiritual...
    Es sabido que con qué interés, con qué insistencia los sumos pontífices, y todos los que han tra-tado de interpretar su magisterio y ministerio, han alentado no solamente el recuerdo y la evocación arqueológica pura y simple de los ritos y de las memorias antiguas, sino la primavera, la reviviscencia de la vida espiritual romana que se encuentra en estas fuentes y raíces.
    Es un intenso consuelo y viva esperanza el poder destacar que éstas proporcionan ubérrimos frutos. Todos los presentes –es consolador suponerlo- tienen el propósito de vivir con profundidad y la participación efectiva todos los ritos de la grande y pedagógica de la Iglesia. Son propósitos para cada una de las almas fervorosas, son beneficios que puede derivarse de ello para los demás fieles.

Cuaresma, oración y penitencia

    Para conseguir este noble fin hay que insistir en el aspectos fundamentales de la reunión, visiblemente indicados por el mismo rito estacional: la oración y la penitencia.
    En esto consiste la cuaresma. En estos dos elementos fundamentales queda expresado como en síntesis todo el programa de la vida cristiana. En primer lugar la oración, que nos recuerda la necesidad de Dios, sus deseos, su longanimidad y asistencia; la necesidad que tenemos de estar unidos a Él, nuestra vida.
    Luego la penitencia, que es el ofrecimiento de nuestras pobres cosas, de nuestros errores, de nuestras mortificaciones para ser dignos del diálogo con Dios. San Agustín sintetiza en una sola palabra todos los esplendores y los beneficios de este binomio: la Misericordia. Puede afirmarse que ahí que está encerrado todo el cristianismo. Dios, que actúa en cada uno de nosotros y hace llover sobre el género humano, sobre nuestra historia, sobre nuestros designios su bondad y su ansia de ponerse en contacto con nosotros, quiere hacer de nuestras almas otros tantos espejos que reflejen su luz y su bondad. Es obligado, por tanto, concentrar sobre estos dos puntos la atención y el programa de nuestra mayor capacidad.
    A la oración, tanto la personal como la comunitaria y litúrgica, nos invita de forma especial, el reciente documento que la Iglesia reunida en Concilio ha dictaminado para sí y para los siglos venideros; la Constitución de la Sagrada Liturgia. Aunque en algunos aspectos es una simplificación, una más fácil ejecución del programa de oraciones de la Iglesia, es una gran exigencia de perfección y plenitud de oración. Es un enriquecimiento y nos quiere a todos como alumnos y discípulos, respondiendo a esta invitación de la Iglesia Maestra. Es decir, demos aprender a sacar provecho de estos días sagrados, para orar más y mejor; orar con el más encendido fervor de nuestro espíritu; orar con sinceridad y a coro con las almas que comparten con nosotros  la gracia de la vocación cristiana; orar, en una palabra, con la comu-nidad de los fieles, con toda la Iglesia, y formar una sola voz con la Humanidad que cree y confía en Cristo.
    Es preciso también animar la oración litúrgica en este período con atento recogimiento y seria aplicación personal de nuestra alma, para llegar, con naturalidad, al segundo punto de la participación cuaresmal, a la penitencia. Hoy esta palabra parece un término casi fuera de moda, una reminiscencia medieval que no tiene realización práctica en nuestro tiempo, dedicado a quitar todo malestar e inconve-niente y a rodear la vida en todos los sentidos por la comodidad, por todos los tipos de confort que las conquistas de la técnica ponen a nuestra disposición.

Asistencia y fortaleza

    Aunque hoy la penitencia se traslade de la parte material, podríamos decir, a la espiritual, de la del cuerpo a la del alma, no por ello es menos necesaria y actual. Ante todo trataremos de observar las posibles penitencias –las que prescribe la Iglesia- con adherencia textual y puntual, ansiosos de demostrar que bajo esta obediencia hay un espíritu y una pedagogía que nos hace bien a todos. Sin embargo, nos esforzaremos en practicar sobre todo el espíritu de la penitencia, comenzando por la norma sabia no digamos pagana, sino y humana del “abstine et sustine” (abstente y mantente), que muy bien se puede aplicar a la vida cristiana. Si queremos llevar a lo íntimo de nuestro ser la penitencia, vemos un vasto campo de sacrificios meritorios, de renuncias, florecillas, ejercicios de dominio de sí mismo en el “abstine”, es decir, en la renuncia a muchas curiosidades superfluas que la vanidad del mundo pone ante nosotros con una procacidad casi agresiva. Y también ¡cuánta pereza interior podremos superar, nosotros que estamos todos los días invitados por la escuela moderna a defender que la duda del espíritu, es decir, el no adherirse a la verdad, sino quedar siempre en suspenso, es signo de libertad; pero es desidia espiritual que nos abandona en la penumbra y en el crepúsculo de las cosas inciertas, cuando estamos llamados a la luz, a la decisión, a la elección de la verdad, y por la verdad y con la verdad a darnos, si fuera preciso, nosotros mismos, nuestras cosas y nuestra vida!
    “¡Abstine!”. Tratamos precisamente de alejar de nosotros las tentaciones que debilitan nuestra vida espiritual y corroboramos las energías del “sustine”, del hacer el bien, del adiestrarse en aumentar nuestra capacidad profunda en actos justos, de acciones meritorias que nos sirvan para nuestra mejor educación cristiana y sean medio de caridad  externa. Encontraremos esta exigencia todos los días en la liturgia de la cuaresma. Aumentar las obras buenas no es sólo practicar actos especiales de culto o de abstinencia, que nos mejora y nos hace santos, sino la práctica de la reina de las virtudes, la caridad. Hacer el bien al prójimo acrecienta el potencial de nuestra caridad en este período bendito.
    ¿Adónde tiende la preparación?  Al encuentro con el Salvador, a nuestra perenne conversión con Él; a nuestro comprender lo más posible sus misterios; a aplicar el Evangelio a nuestras almas; a acoger dignamente en el corazón los esplendores de la Pascua, de nuestra resurrección y regeneración en Cristo.
    En el himno Laudes, del tiempo de cuaresma, la Iglesia nos propone esta esperanzadora oración: “Viene  el día, tu día –en el que vuelven a florecer todas las cosas-; gocémonos nosotros, que seguimos el camino, guiados por tu diestra”.
    A esta primavera de las almas, a este florecimiento de todas las virtudes cristianas nos exhorta e invita la Madre iglesia. Continuemos con generosidad el camino obligado y ascendamos, en la escuela del Redentor, hasta la cima del monte donde se irradia el sublime misterio Pascual de la salvación. Pongámonos en las manos de Dios con la oración y la penitencia (PABLO VI, homilía en el miércoles de Ceniza, 12-2-1964).

11 comentarios:

  1. En primer lugar la oración, que nos recuerda la necesidad de Dios...
    Luego la penitencia, que es el ofrecimiento de nuestras pobres cosas, de nuestros errores, de nuestras mortificaciones para ser dignos del diálogo con Dios...

    ¡Estupendo!. Pensar de qué hay que ayunar para dedicar más tiempo a estar con el Señor en lo escondido (en la oración), para escucharle y así poder alejar las tentaciones, como señala también Pablo VI. Toda una preparación para la Pascua, el paso del Señor...

    Gracias. Feliz Miércoles de Ceniza a todos.

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  2. La penitencia es un concepto que no se comprende con facilidad. Sobre todo en la sociedad de las apariencias en que vivimos. Parece que en la penitencia lo importante es sufrir, porque eso agrada a Dios.

    Desde mi humilde punto de vista esta simplificación conlleva un peligro importante: la perdida de sentido de los actos penitenciales y la caracterización de Dios como un ser que "disfruta" al venos sufrir.

    Pero, lo importante no es dolor y el sufrir, sino todo lo que conseguimos a partir de ello. A que nadie le echa en cara a un deportista todos los sufrimientos que se infringe para superarse.

    Agrada a Dios que nos despojemos de los aparente y superficial y le agrada por el bien que nos hacemos con ese costoso acto voluntario.

    Que el inicio de cuaresma nos lleve a los frutos que necesitamos. Dios les bendiga :)

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  3. Hola don Javier, es precioso el texto que ha traido de Pablo VI, habla de serena alegría, y es verdadera esa paz al saber que Dios nos conoce y nos ama y también aprovecharé la cuaresma para realizar con sencillez el ofrecimiento de mis pequeñas cosas.Un abrazo.

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  4. Si diariamente y de continuo intentamos estar pendientes de nuestros pensamientos, palabras y obras, comienza un tiempo en el que se nos increpa a buscar qué omitimos en nuestro día a día.
    Ser sinceros con Dios nos exige ser sinceros con nosotros mismos, reconocer nuestras perezas, egoismos, faltas de caridad, ..., escudriñar en nuestro corazón y buscar qué es lo que aun no soy capaz de dar de mí misma, qué me quedo para mi y no consiento que nadie me lo quite.
    Dice un refrán, que "el que parte y reparte, se queda la mejor parte". Nosotros partimos y nos repartimos en la medida que cada uno tiene de sí mismo y de los demás, ¿qué parte me quedo de mi misma? Me guardo mi tiempo, mis ilusiones, mis esperanzas, mis consuelos, mi paz, mi tranquilidad, ..., pero... ¿acaso no son esas cosas las que Dios me pide muchas veces?. Y pataleamos como niños pequeños, esas cosas son justas que las disfrutemos cada cual, no son malas, pero ..., renunciar a ellas en pos de que otros usen de mi tiempo, otros alcancen sus ilusiones, otros crezcan en verdadera esperanza, otros logren consuelo y paz, ..., bien merece que yo renuncie a lo bueno mio.
    Espero la Gracia para poder trabajar en lo que me ilumina el Espíritu y de igual modo espero que os colme a cada uno de los que aquí nos encontramos.

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  5. La Cuaresma nos invita a intensificar la oración, que nuestro ayuno sea sincero y que no temamos a la penitencia. También la ceniza me ha recordado la fragilidad de la vida.

    A todos feliz Miércoles de Ceniza.

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  6. El periodo cuaresmal es el es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.

    Buen comienzo de Cuaresma para feliz término en la Pascua, con nuestra oracioens nos encontraremos en el camino.

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  7. Hijos de mi alma, de esta "comunidad virtual":

    ¿Qué tal el día? ¿Cómo fue la vivencia interior de esta liturgia penitencial?

    A mí me impacta profundamente escuchar "Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes..." Eso y después imponer las cenizas en la cabeza a cada me conmueve.

    Veremos cómo la vamos viviendo, pero ojalá sea en serio, un parón en nuestra vida, caminando por el desierto cuaresmal hasta la noche de la Vigilia pascual.

    Vosotros diréis. +

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  8. de villaviciosa de cordoba.
    Estimado Padre Javier:
    Hace poco tiempo que me paseo por su blog, que descubri por casualidad, y debo de decir que me inspira usted mucha confianza.
    Es por esto que hoy, me decido a escribirle para hacerle un pregunta.
    ¿QUE PIENSA USTED DEL CAMINO NEOCATACUMENAL?

    Ha llegado a mi parroquia, y la verdad es que no es Santo de mi devocion.
    A mi me enseñaron a seguir el camino de Nuestro Señor Jesucristo, y no a este tal Kiko.
    He leido , que no creen en la transustanciacion del cuerpo de cristo en la eucaristia y muchas cosas mas que me hacen llevarme las manos a la cabeza.
    Si eso es asi, como es que el parroco guarda en el sagrario el pan que utilizan en su eucaristia?

    Gracias de antemano, se que sabra disipar mis dudas y temores.

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  9. Ay D. Javier, poca concentración he tenido hoy en la ceniza. La cotidianidad me ha raptado desde media mañana hasta la noche. Pero ahora tendré un rato de oración que todo lo cura y recompone.

    Que Dios les de un descanso reparador. :)

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  10. Villaviciosa de Córdoba:

    Le agradezco su confianza en mí.

    Me pide una opinión, pero aquí, en el blog, sólo se puede dar formación según la Iglesia, según el Magisterio. Mis opiniones personales de un tema u otro, de una noticia u otra de actualidad, de un carisma, de un Movimiento, de una espiritualidad, no quiero que entren aquí. Precisamente por ser "opiniones" y no Verdad, entran en el ámbito íntimo, familiar. Aunque a mí se me ve venir fácilmente.

    Sólo puedo decir: el Camino Neocatecumenal está aprobado por la Iglesia con sus Estatutos, es un "itinerario válido de formación católica". Con eso basta. Es decir, aceptamos lo que la Iglesia acepte.

    Tampoco eche cuenta sin más de lo que se diga de las comunidades: suele entrar mucha exageración y distorsión.

    Un cordialísimo saludo.

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  11. de Villaviciosa de Cordoba.

    Gracias Padre Javier.

    He de decir que , confio plenamente en el Padre Mariano, y que espero que todo vaya bien por mi parroquia.

    Gracias de nuevo.

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