domingo, 20 de marzo de 2011

La arrogancia desarmada

La humildad vence cuanto se le ponga por delante. Es atractiva, dulce y suave y lo es porque va asociada a la Verdad y al Bien. Es un modo ajustado y realista de percibirse a uno mismo, de ser, de pensar, de sentir, de situarse ante los demás. No exagera: no se estima en menos de lo que vale pero tampoco alardea de lo que es imponiéndose a los demás. Por eso la humildad engendra tantas virtudes.


La arrogancia, por el contrario, es terrible. Entra arrollando, avasallando, imponiendo y esperando la rendición incondicional de todos los demás, haciéndose paso a codazos y de manera altanera. Vive en una mentira, la de creerse la propia perfección y la de constituirse en norma de perfección (despreciando a los demás). Esa arrogancia o altanería, esa soberbia u orgullo, ciega, y uno se conduce pensando que todo le es debido, que los demás son deudores porque él es merecedor de todo.

La humidad, más realista, más humana y sobrenatural a un tiempo, ve con mucha más claridad, y al ver así, no se atribuye nada, ni avasalla. Espera, en todo caso, que lo descubran, que lo reconozcan y lo sitúen, avanzando con amabilidad y sencillez.

Una buena dosis de humildad nos hace falta a todos para ir por la vida.

La arrogancia queda desarmada y más puesta en evidencia aún cuando al lado hay una persona humilde que, aun sin hablar, está logrando que la arrogancia quede al descubierto.

En el Evangelio (Lc 14,1.7-14)... encontramos a Jesús como comensal en la casa de un jefe de los fariseos. Dándose cuenta de que los invitados elegían los primeros puestos en la mesa, Él contó una parábola, ambientada en un banquete nupcial. “Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio' ... Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio” (Lc 14,8-10). El Señor no pretende dar una lección sobre etiqueta, ni sobre la jerarquía entre las distintas autoridades. Él insiste más bien en un punto decisivo, que es el de la humildad: “el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Lc 14,11). Esta parábola, en un significado más profundo, hace pensar también en la posición del hombre en relación con Dios. El “último lugar” puede representar de hecho la condición de la humanidad degradada por el pecado, condición por la cual sólo la encarnación del Hijo Unigénito puede ensalzarla. Por esto el propio Cristo “tomó el último lugar en el mundo – la cruz – y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente” (Enc. Deus caritas est, 35).

Al final de la parábola, Jesús sugiere al jefe de los fariseos que invite a su mesa no a sus amigos o parientes o vecinos ricos, sino a las personas más pobres y marginadas, que no tienen modo de devolvérselo (cfr Lc 14,13-14), para que el don sea gratuito. La verdadera recompensa, de hecho, al final, la dará Dios, “que gobierna el mundo... Nosotros le prestamos nuestro servicio en lo que podamos y hasta que Dios nos dé la fuerza para ello” (Enc. Deus caritas est, 35). Una vez más, por tanto, vemos a Cristo como modelo de humildad y de gratuidad: de Él aprendemos la paciencia en las tentaciones, la mansedumbre en las ofensas, la obediencia a Dios en el dolor, a la espera de que Aquél que nos ha invitado nos diga: “Amigo, sube más arriba” (cfr Lc 14,10); el verdadero bien, de hecho, es estar cerca de Él. San Luis IX, rey de Francia – cuya memoria se celebraba el pasado miércoles – puso en práctica lo que está escrito en el Libro del Eclesiástico: “Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor" (3,18). Así lo escribía en su “Testamento espiritual al hijo": "Si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas" (Acta Sanctorum Augusti 5 [1868], 546)" (Benedicto XVI, Ángelus, 29-agosto-2010).

En la Cuaresma, lugar y tiempo de renovación y trabajo bautismal, purifiquemos lo que en cada uno pueda haber de arrogancia y altanería y adquiramos esa humildad verdadera mirando a Aquel que es el Humilde hasta rebajarse al madero de la cruz.

8 comentarios:

  1. Gracias D. Javier. Precioso.
    La humildad la comparaba Santa Ángela con la flor de la violeta, porque florece de noche y desprende su maravilloso olor cuando es pisada.
    ¿Cabe más humildad? ¡Bendita virtud!

    Feliz domingo de Cuaresma a todos.

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  2. Cuanto he sufrido a causa de la arrogancia....que he visto en mi a causa de la soberbia.....Amo la Humildad y su entrada de Hoy me causa una gran Alegria pues en mi he visto ya la presencia de esta hermosisma virtud. Doy Gracias Dios po esta Gracia infinita. Gracias D Javier

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  3. "Una buena dosis de humildad nos hace falta a todos para ir por la vida"

    ¿Dónde se encargan las dosis...? que las necesitamos como el agua. Cuanta soberbia cargamos encima de nuestras espaldas. Dios nos ayude a dejarla de lado y aprender de santos como San Francisco de Asís.

    Gracias D. Javier. Que Dios le bendiga :)

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  4. Gracias, Don Javier, por su comentario y por invitarme a visitar su blog.

    Verdaderamente Dios se derrite ante la humildad, el mejor hecho concreto de la humidad lo tenemos en María Virgen (he aquí la esclava del Señor, hagase en mí tú voluntad ó según tú palabra).

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  5. ¡Qué belleza! D. Javier.

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  6. Es muy hermoso este post y la descripción de la humildad. Aún no logro comprenderla hasta el fondo ( de mi capacidad, claro ). Eso debe ser porque no la vivo bien. La altanería ha sido un pecado mío durante mucho tiempo. Espero tenerle cogidos los cuernos al toro, al menos, y poder, con la Gracia de Dios, pararle un poco lo pies.
    Un post precioso, repito. Para léerselo varias veces y meditarlo.
    Feliz semana a todos.
    ;O)

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  7. VILLAVICIOSA DE CÓRDOBA.

    Precioso, cuanta humildad nos falta a todos!! y que sobrados vamos por la vida de arrogancia!!

    A causa de esto, que fria se esta convirtiendo nuestra sociedad.

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  8. Veo que la catequesis de hoy ha gustado, o mejor, para ser más exactos, nos ha servido a todos para ajustar conceptos y arreglar el interior.

    La arrogancia es un pecado muy repulsivo. Más que otros que tal vez le damos mucha importancia.

    Pero la arrogancia lo destruye todo y no deja espacio para la caridad. Vigilemos para no caer; extingamos cualquier signo de arrogancia en el hablar, en el tono de voz, en la mirada, en las frases hirientes que pueden subestimar a quien tengamos al lado.

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