domingo, 6 de febrero de 2011

El sacerdote: su propia humanidad


El sacerdote, como Cristo, es hombre entre los hombres, hombre de Dios para los hombres. No se puede desvirtuar su propia humanidad, olvidar lo humanum en el sacerdote (muchas veces descuidado), sino una vivencia plena y renovada de su propia humanidad a la luz de la Humanidad santísima, glorificada, del Señor.

"El otro elemento es que el sacerdote debe ser hombre. Hombre en todos los sentidos, es decir, debe vivir una verdadera humanidad, un verdadero humanismo; debe tener una educación, una formación humana, virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador, del Redentor, porque sabemos que el ser humano está herido y la cuestión "qué es el hombre" queda ofuscada por el hecho del pecado, que ha herido hasta lo más intimo la naturaleza humana. Así se dice: "ha mentido", "es humano"; "ha robado", "es humano"; pero este no es el verdadero ser humano. Humano es ser generoso, es ser bueno, es ser hombre de justicia, de prudencia verdadera, de sabiduría. Por tanto, salir, con la ayuda de Cristo, de este ofuscamiento de nuestra naturaleza para alcanzar el verdadero ser humano a imagen de Dios, es un proceso de vida que debe comenzar en la formación al sacerdocio, pero que después debe realizarse y continuar en toda nuestra vida. Pienso que las dos cosas fundamentalmente van juntas: ser de Dios, estar con Dios, y ser realmente hombre, en el verdadero sentido que ha querido el Creador al plasmar esta criatura que somos nosotros. 
 
Ser hombre: la carta a los Hebreos subraya nuestra humanidad de un modo que nos sorprende, porque dice: debe ser una persona con "compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza" (5, 2) y también —todavía mucho más fuerte— "habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su temor reverencial" (5, 7). Para la carta a los Hebreos un elemento esencial de nuestro ser hombre es la compasión, el sufrir con los demás: esta es la verdadera humanidad. No es el pecado, porque el pecado nunca es solidaridad, sino que siempre es falta de solidaridad, es vivir la vida para sí mismo, en lugar de darla. La verdadera humanidad es participar realmente en el sufrimiento del ser humano, significa ser un hombre de compasión —metriopathein, dice el texto griego—, es decir, estar en el centro de la pasión humana, llevar realmente con los demás sus sufrimientos, las tentaciones de este tiempo: "Dios, ¿dónde estás tú en este mundo?".
Esta humanidad del sacerdote no responde al ideal platónico y aristotélico, según el cual el verdadero hombre es el que vive sólo en la contemplación de la verdad, y así es dichoso, feliz, porque tiene amistad sólo con las cosas hermosas, con la belleza divina, pero "el trabajo" lo hacen otros. Eso es una suposición, mientras que aquí se supone que el sacerdote, como Cristo, debe entrar en la miseria humana, llevarla consigo, visitar a las personas que sufren, ocuparse de ellas, y no sólo exteriormente, sino tomando sobre sí mismo interiormente, recogiendo en sí mismo, la "pasión" de su tiempo, de su parroquia, de las personas que le han sido encomendadas. Así mostró Cristo el verdadero humanismo. Ciertamente su corazón siempre está fijo en Dios, ve siempre a Dios, siempre habla íntimamente con él, pero al mismo tiempo él lleva todo el ser, todo el sufrimiento humano, dentro de la Pasión. Hablando, viendo a los hombres que son pequeños, que andan sin pastor, sufre con ellos y nosotros los sacerdotes no podemos retirarnos en un Elíseo, sino que estamos inmersos en la pasión de este mundo y, con la ayuda de Cristo y en comunión con él, debemos intentar transformarlo, llevarlo hacia Dios".
(BENEDICTO XVI, Lectio en el encuentro con el clero de Roma,
18-febrero-2010).

Principales puntos, a modo de resumen:
  • Vivir una verdadera humanidad: el humanismo, el cultivo de las virtudes, la cultura.
  • Desarrollar todo el potencial humano: inteligencia, memoria, voluntad, afectos, sensibilidad...
  • Ser hombre es saber sufrir con los demás, la compasión, la empatía, la comunión (así el sacerdote debe vivir la compasión y saber sufrir con sus fieles sus penas, angustias, oscuridades, enfermedades...)
  • No aislarse para no sufrir, sino ser capaz de entrar en el sufrimiento de los otros.

6 comentarios:

  1. Cada vez que pedimos por los sacerdotes, debemos pedir para que sean buenos y santos.

    Muchas gracias.

    Feliz domingo.

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  2. Difícil equilibrio se les pide a los sacerdotes: ser para los hombres sin dejar de ser muy de Dios, estando totalmente anclados en El.
    Realmente, guardando las distancias, es lo que también se nos pide a todos, que no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó.
    Creo que los sacerdotes que tienen problemas con el celibato, es porque no viven esa entrega a los demás. Y ésto, lo sé por experiencia, no se puede sin una fuerte e íntima unión con Cristo. Sin ese difícil equilibrio, todo se desmorona.
    Ojalá los laicos también sepamos valorarlos, agradecerles, acompañarlos, etc.

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  3. ¡Cuánto más tenemos que dar gracias al Señor!
    Él sigue tomando para sí sacerdotes, que entrando sin miedo en el sufrimiento de sus fieles Y los llevan hasta Él, entregando su vida. Ésto de cumple hoy verdaderamente. Gracias don Javier.

    Yo vengo a reunir a todas las naciones.
    Vendrán y verán mi Gloria.
    Y pondré en ellos una señal y los enviaré a las naciones más lejanas, para que anuncien mi Gloria.
    Y traerán a vuestros hermanos, de entre todas las naciones, como oblación al Señor.
    Y DE ENTRE ELLOS TOMARÉ SACERDOTES PARA MÍ,
    SACERDOTES QUE ANUNCIEN MI GLORIA.Is.66,18-21.

    ¡¡¡Feliz día del Señor a todos!!!

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  4. A mi me parece que el sacerdote católico debe intentar actuar como Jesús. Ya sé que es una perogrullada pero creo que tan sólo entrando en los sentimientos del Corazón de Cristo es cómo el sacerdote logra vivir su vida personal y sacerdotal como Cristo quiere, a la manera como Él mismo vivió su vida terrena.
    Un saludo a todos.

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  5. Poco se puede añadir a los que Su Santidad indica en su Lectio.

    Me gustaría reseñar la soledad que viven muchos sacerdotes y lo ilógico de esta realidad. Más bien deberíamos estar cerca de sus necesidades y vivencias, a fin de que la comunidad esté enlazada y entrelazada lo más solidamente posible.

    Los domingos me gusta acordarme especialmente de nuestros sacerdotes y pedir a Dios por ellos a través del Padre Pío.

    Saludos a todos, especialmente a D. Javier. :)

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  6. Aprendiz:

    Los problemas -como Vd. dice- para vivir el celibato no suelen ser problemas derivados de la falta de entrega, sino de la desilusión al entregarse y no hallar respuesta y buscar un afecto compensatorio.

    Miserere:

    Le agradezco su cordial saludo y deseo, bastante más de lo que pueda incluso pensar.

    Le doy toda la razón: a los sacerdotes hay que respaldarlos, acompañarlos, y mucho. Pero todos en general. Por una parte hay un general desapego (dependiendo del tipo de parroquia, claro), y por otra se puede dar el peligro de un círculo cerradísimo en torno al sacerdote con vinculaciones afectivas acaparadoras. In medio virtus est. ¡Digo yo!

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