domingo, 2 de enero de 2011

El Prefacio III de Navidad

Por él [por Cristo],
hoy resplandece ante el mundo
el maravilloso intercambio que nos salva:
pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición
no sólo confiere dignidad eterna
a la naturaleza humana,
sino que por esta unión admirable
nos hace a nosotros eternos.



“Hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva”. 

El misterio de la Natividad del Señor va más allá de la ternura afectiva despertada por la contemplación del recién nacido. Adoremos el plan salvador, elaboremos nuestra propia teología, alabanza, glorificación de Dios, porque aquí –como ensalzan tantas antífonas de la Liturgia de las Horas- se realiza un maravilloso e inesperado y desbordante intercambio: el Señor se hace esclavo para que los esclavos sean señores, libres para el Reino. Toma de lo nuestro para darnos de lo suyo. Por ese intercambio (“admirable comercio” dirían los Padres de la Iglesia), comienza el misterio pascual, la salvación de la humanidad.
“Pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición”. 

Se reviste, es decir, toma verdaderamente nuestra carne y naturaleza, y, bajo los velos de nuestra carne, se halla escondida la divinidad, todos “tesoros del saber y del conocer”. Es frágil nuestra condición, pequeña, caduca, débil, mortal... pero de María recibe lo nuestro y lo hace suyo realmente. Comienza el drama de la redención, el combate, la victoria. ¡Se cumplen las promesas de Dios!

“No sólo confiere dignidad eterna a la naturaleza humana”. 

¿Quién no quiere vivir para siempre? Todo estaba arruinado, perdido. Por el pecado la humanidad había perdido su dignidad primigenia, su vocación, su gracia. Postrados estábamos por nuestro pecado. Pero Él no temió asumir lo humano para redimirlo, y, al unirse a la naturaleza humana le transmite y hace partícipe de su dignidad de Hijo.
“Sino que por esta unión admirable”. 

¡Impensable! Dios ama a los hombres, es amigo de los hombres; por su condescendencia se ha dignado unirse a lo humano, herido y dañado, naciendo hombre y naciendo virginalmente. Asombra el Misterio, causa admiración, estupor, balbuceo... Adoramos lo impensable que supera todo lo racional. Dios ha salido a nuestro encuentro al modo humano. Y Cristo, dice el Concilio, “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia humana, amó con corazón humano...” (cf. GS 22).

“Sino que por esta unión admirable nos hace a nosotros eternos”. 

Se rebaja el Verbo pero es para elevarnos a nosotros. El tiempo no está cerrado en sí mismo y su última palabra es la muerte. ¡Cristo rompe el pecado y sus consecuencias! Parecía imposible... el cielo estaba cerrado, la muerte reinaba entre los hombres por el pecado de uno solo, y así, por un hombre –el Hijo de Dios- reina ya la Gracia. Somos llevados al cielo, y Navidad adquiere el color y la luz, la belleza y la forma, del cielo, de la eternidad, de la herencia de los hijos de Dios, conglorificados con Cristo.

3 comentarios:

  1. Más no se puede dar y esperar.
    El Amor, la Generosidad, la Humildad... inundan el mundo. Todo para salvarnos.

    Muchas gracias D. Javier

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  2. Qué comercio tan admirable... se reviste de nuestra frágil condición para que nosotros podamos revestirnos de Cristo. Me gusta pensar que los cristianos somos los que estamos revestidos de Cristo. ¡Si cayéramos en la cuenta!
    La aspiración a la unidad que todos los amantes del mundo desean, la ha realizado el Señor con nosotros con la fuerza y el poder de su amor.

    Son muy densos estos prefacios y dicen mucho en pocas palabras, tal vez demasiado pocas. Si uno en Misa no está totalmente alerta, pueden pasársele fácilmente inadvertidas, perdiéndose esa riqueza. Son palabras que, por ser breves y densas, tal vez el sacerdote debería decirlas lentamente, para darnos tiempo de ir asimilándolas, o tal vez deberíamos recuperar la costumbre preconciliar de ir a Misa con el misal para ir leyendo despacio lo mismo que va diciendo el sacerdote.
    Me parece que los textos de la liturgia hispano-mozárabe no son tan escuetos como los actuales y tal vez eso sea bueno.

    Feliz Año Nuevo para don Javier y los comentaristas y participantes del blog.

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  3. aprendiz:

    querido amigo, igualmente feliz año nuevo.

    El misal manual -misalito- yo lo considero más herramiento de trabajo personal para la formación, el estudio y la oración personal. En la celebración como tal, es preferible dejar impactarse por lo que se ve, por lo que se oye, se canta, se huele... y sumergirse en el Misterio. No es catequesis para retenerlo todo, sino la contemplación del Misterio.

    El misal, insisto, mejor para lo personal: orar y orar.

    Como comprenderán, el Misal y la Liturgia de las Horas han sido la fuente de mi oración personal durante años y lo siguen siendo.

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