lunes, 13 de diciembre de 2010

La sacramentalidad (Cristo y la Iglesia)

Decir que la Iglesia es un misterio, equivale a decir que es un sacramento, el gran sacramento que contiene y vivifica a todos los demás, el sacramento de Jesucristo, al igual que Jesucristo, por su humanidad, es el sacramento de Dios. Toda realidad sacramental presenta una doble característica: es signo de otra cosa distinta y debe ser atravesado totalmente sin detenernos en el signo mismo. Y, al mismo tiempo, el signo tiene una relación esencial con lo significado y no puede ser cambiado a capricho o tener un carácter provisional: sólo a través de él se alcanza la realidad que es significada. Una cosa es lo que vemos, la realidad ante nuestros ojos, y otra es aquello que la realidad significa y contiene, que va mucho más allá. ¡Eso es un sacramento!

    Este doble carácter se realiza en Cristo: “quien me ve a mí, ha visto al Padre” (Jn 14), y por tanto Cristo es el sacramento de Dios por el cual hay que pasar para llegar al Padre y no puede ser suprimido.  Se ve a Cristo, su carne, su cuerpo, pero quien le ve a Él, ve un sacramento que va más allá, ve al Padre, ve la divinidad de Jesucristo. El único acceso verdadero, pleno y definitivo a Dios es Jesucristo, que al ser su Sacramento, se constituye en "camino, verdad y vida", y ya "nadie va al Padre sino por mi" (Jn 14,6). No es un camino al lado de otros caminos... sino el Camino, el único. Desde que Dios se quiso revelar y mostrarse por su Hijo, el único camino verdadero y pleno a Dios es Jesucristo.
     La Iglesia también es un sacramento, “cuyo fin es el mostrarnos a Cristo, llevarnos a él y comunicarnos su gracia, lo que equivale a decir que la única razón de su existencia es la de ponernos en comunicación con él” (De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, p. 164). Es más, y en tiempos de desafección eclesial suena más rotunda la afirmación del autor. “Si el mundo perdiera a la Iglesia, perdería la Redención” (ibíd.).

     La Iglesia no es un conglomerado humano, una fuerza asociativa... sino un verdadero sacramento; quien mire a la Iglesia debe poder descubrir en ella al mismo Cristo, al que ella, como Cuerpo suyo, visibiliza y hace presente en el mundo. Si se pierde esta mirada sobre la Iglesia, se caerá pronto en la secularización de ver la Iglesia con criterios mundanos, ya sean políticos, ideológicos, transformadores-revolucionarios, culturales, caritativo-sociales, etc...

6 comentarios:

  1. La Iglesia no es un conglomerado humano, una fuerza asociativa... sino un verdadero sacramento; quien mire a la Iglesia debe poder descubrir en ella al mismo Cristo, al que ella, como Cuerpo suyo, visibiliza y hace presente en el mundo.

    ¿Cómo puede la Iglesia ser signo de Jesucristo?. Él mismo nos lo ha dicho:

    Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que como yo os he amado, así os améis también los unos a los otros. EN ESTO CONOCERÁN TODOS QUE SOIS DISCÍPULOS MÍOS, si os tenéis amor los unos a los otros. Jn. 13,34-35.

    Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, PARA QUE EL MUNDO CREA QUE TÚ ME HAS ENVIADO. Jn. 17, 21b.

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  2. Hola don Javier: Comprendo ahora mucho mejor que la Iglesia es sacramento de salvación para los que pertenecemos, incluso para el resto puesto que sin ella perderían la Redención posible porque sólo por Jesús hay Salvación.

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  3. Esta categoría, la sacramentalidad, es una de las ideas-clave de la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II; para mí, que mucho más que la de "Pueblo de Dios", de la que se ha abusado con una interpretación sociológica y no bíblico-teológica.

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  4. Estupenda reflexión D. Javier.

    A la mayoría de los católicos nos falta profundizar en lo que hay detrás de unas cuantas palabras, que parecen demasiado "antiguas" para tenerlas en cuenta en la vida actual.

    Una de ellas es la palabra "sacramento". A muchos se nos hace sinónimo de algún tipo de ritual costumbrista.

    Por eso asimilar la Iglesia con un sacramento nos suena chino o nos lleva a entenderla como una serie de costumbres bonitas que nos sirven para reunirnos de vez en cuando.

    Nos falta entender, sentir y vivir la unión con Dios que se nos dona por medio de sacramentos. Nos cuesta descubrir la dimensión espiritual, como algo real desde la que podemos vivir lo material.

    Dios le bendiga :)

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  5. Gracias por hacernos comprender mejor el Espíritu y unión de Dios Nuestro Señor y su Esposa en esa comunión sacramental. Todo es un misterio maravilloso.

    Es verdad que siempre, por lo menos yo, cuando me dirijo, me dirijo al Señor, no me dirijo a Dios. Solo en algunas ocasiones digo ¡Dios mío!. Sabiendo que son la misma persona, para mí el más cercano y el que quiero que viva en mi interior es Cristo. A Dios lo siento más lejano y le tengo como más "respeto". Al Espíritu Santo, sin embargo, le tengo muchíiiisima ternura. Lo amo más cerca de mí, y cuando algo me resulta muy difícil lo llamo como llamaba a un pajarito que tuve que lo hacía volar cada día para luego volver por la tarde. Es mi Aliado. El que me une al Señor de manera oculta.
    Todo es maravilloso y misterioso, pero un misterio que se apodera de nosotros desapareciendo y haciéndose Verdad. No sé explicarme. Algo que el que no lo sabe se pierde. ¡Qué lástima!

    Gracias, muchas gracias. Me ha encantado.

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  6. Como el impulso que siente el amor hacia el amado,
    así siento yo un impulso hacia ti,
    Tú el Inmortal, la plenitud de los tiempos.
    Tú eres el Camino,como es maravilloso,
    Tú eres el Camino,Tú eres el Amor.
    Tu eres el Camino, Tú eres la Vida.
    Tú eres el Camino, Tú eres la Verdad.
    Te hiciste como yo, para que te recibiera,
    en el aspecto como yo, para que de Ti me revistiera,
    y así no tuviera miedo al encontrarte,
    a Ti, el Inmortal, la plenitud de los tiempos.
    Oda 7 de Salomón.

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