Todo
exorcismo es una plegaria dirigida a Dios pidiendo la liberación de algo o de
alguien del poder de Satanás para que se reintegre al servicio de Dios. Así
purificada la materia o la persona, será libre en el servicio del Señor. Se
prolonga de este modo el poder de Cristo sobre los demonios, tantas veces
aparecido en el Evangelio, por medio de la acción de la Iglesia.
Exorcismo
mayor
Hay
un ritual propio de exorcismo para el caso más grave de posesión o influjo
diabólico. Es el exorcismo mayor dirigido a expulsar al demonio de una persona.
La
Iglesia lucha contra Satanás invocando a su Señor para ayudar a los fieles que
experimentan la posesión diabólica, librarlos de las insidias del demonio y de
toda perturbación.
Es
una auténtica liturgia: aspersión con agua bendita, letanía, salmos, Evangelio,
imposición de manos, el Credo, el crucifijo que es besado, la fórmula
deprecativa invocando a Dios y la fórmula imperativa “por la que en nombre de
Cristo se conjura directamente al diablo para que salga del fiel vejado” (REx
28). Termina el rito con una fórmula de acción de gracias, oración y bendición.
La
larga fórmula deprecativa es una invocación a Dios para que libere al fiel del
demonio (REx 61):