miércoles, 4 de mayo de 2011

Juan Pablo II, ¡beato! (y II)

    4. “No dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad” (NMI 30). Estas palabras de la carta Novo millennio ineunte desempeñan un papel programático y a la vez una clave hermenéutica. Papel programático pues orienta los pasos del camino pastoral de la Iglesia y centra objetivos y fuerzas que podrían dispersarse; y clave hermenéutica que nos otorga una nueva luz y más profunda comprensión sobre este dilatado y singular pontificado.

    La santidad era para Juan Pablo II el reto eclesial: ¡cuántas veces dijo: “no tengáis miedo a ser los santos del tercer milenio”! La pastoral de la Iglesia debía ser una pastoral para la santidad; cada miembro de la Iglesia, viviendo su vocación, debía ser santo y aspirar a la santidad. “Hacer hincapié en la santidad –nos decía- es más que nunca una urgencia pastoral” (NMI 30). Ciertamente, “poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias” (NMI 31). “Este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos “genios” de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno... Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este “alto grado” de la vida cristiana ordinaria” (NMI 31). Cuando muchos gritaban clamando por más y más reformas, exigiendo métodos pastorales nuevos, pensando que con cambiar las formas y suavizar las exigencias evangélicas y morales, todo estaría resuelto, a costa de traicionar la Tradición de la Iglesia, la respuesta de Juan Pablo II fue magistral: “No basta renovar los métodos pastorales, ni organizar y coordinar mejor las fuerzas eclesiales, ni explorar con mayor agudeza los fundamentos bíblicos y teológicos de la fe: es necesario suscitar un nuevo “anhelo de santidad” entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana” (Redemptoris missio, 90).

    La santidad era clave hermenéutica de su pontificado. Impulsó al pueblo cristiano a vivir radicalmente el bautismo, esto es, a ser santos. Sus viajes apostólicos eran llamadas constantes a la santidad, porque “sólo la santidad salvará al mundo”. Las tan criticadas canonizaciones y beatificaciones buscaban proponer modelos asequibles y cercanos de santidad: santos de todas las edades; santos de todas las razas y de muy diferentes países; santos, además, que no sólo eran sacerdotes y religiosos, sino multitud de seglares y muchísimos mártires, testigos del Señor; santos con muy distintos caris-mas y sensibilidades espirituales. Todos podremos hallar modelos y ejemplos para imitar su santidad, para saber que, siguiendo las mociones de la gracia, podemos ser santos, debemos ser santos: ¡es lo que Cristo espera de cada uno de nosotros! “Los santos son el fruto maduro de la Redención de Cristo”.

    5. “Pedro, ¿me amas más que éstos? –Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”.
    Esta misma ha sido la respuesta del papa Juan Pablo II. Amó a Cristo, y porque le amó, le entregó su vida, su labor apostólica, su ancianidad joven, su apagarse sufriente.


    La Iglesia tiene sobrados motivos para agradecer al santo Padre estos veintiséis años de pontificado. La Iglesia, con sentimientos de gratitud, eleva estos días plegarias fervientes por el descanso eterno del alma de quien hasta hace poco, ha sido el Sucesor de Pedro. Es deber de justicia y, al mismo tiempo, deber filial, pedir al Señor Resucitado que ahora “le otorgue la corona de gloria que no se marchita”, tal y como piden las oraciones exequiales por un Papa: “concede a tu siervo, nuestro papa Juan Pablo II, que presidió en caridad tu Iglesia santa, alcanzar el premio del siervo bueno y fiel junto al pueblo que le fue confiado”. Y porque la Iglesia es peregrina, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, comencemos a orar por quien sea elegido nuevo Papa: “te rogamos que, por tu misericordia infinita, concedas  la Iglesia un pastor que te agrade por su santidad y sea útil a tu pueblo por su vigilante dedicación pastoral”.

    Gracias, Señor Resucitado, por habernos concedido durante veintiséis años, la guía pastoral del papa Juan Pablo II.

    Gracias por su vida entregada y su ministerio apostólico.

    [Ahora, Señor, que descanse en la paz porque sus obras le acompañan.
    Ahora, Señor, admítele en tu gozo sin fin, en el festín eterno.
    Descanse en paz]. Amén.

****************************************

Ésta era la homilía que escribí y pronuncié en la Misa funeral que celebramos.

Ahora ya no hay que pedir por su eterno descanso: ¡hay que pedir que interceda por nosotros!

Él fue un Papa que devolvió la esperanza y la presencia pública de la Iglesia, la rejuveneció y la impulsó; le confirió a la Iglesia una vitalidad que estaba adormecida.

Dejó una Iglesia más sólida, más compacta, más fuerte.
Ahora tampoco deja de trabajar: en la gloria, su trabajo de amor es seguir suplicando e intercediendo, cuidando a la Iglesia.

¡Beato Juan Pablo II!
Acoge las oraciones, súplicas, necesidades de todos y cada uno de nosotros, miembros de este blog, de esta pequeña comunidad católica virtual.
Intercede por nosotros y presenta ante el Padre todo cuanto necesitamos.
Amén.

8 comentarios:

  1. ¡¡Amén!!
    Buenos días don Javier,¡Vaya homilía! debieron llorar de gozo todos sus feligreses aquel día, este fin de semana yo he sido muy feliz, inmensamente feliz hasta las lágrimas.Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Juan Pablo II, uno de los grandes amores de mi vida y de tantas vidas que en él encontraron al buen padre, lleno de Dios y de Misericordia, que hoy en dia no se encuentra con facilidad.
    Tenemos un gran intercesor en el Cielo. Pidámosle con audacia, como los pequeños los hacen con sus padres.
    Gracias, Don Javier, un placer leerle, como siempre.
    Un saludo cordial a todos.
    :O)

    ResponderEliminar
  3. Desde Sevilla04 mayo, 2011 11:15

    Hoy me quedo con esta llamada a la santidad de Juan Pablo II tan bien expresada por don Javier. Imprimo la oración final para hacerla cada día.
    Gracias, gracias, gracias :) Saludos a todos.

    ResponderEliminar
  4. ¡ Tengo los pelos de punta después de leer esta homilía¡

    Ayer me paso algo parecido viendo La Última Cima, me pase un buen rato llorando, emocionada y con los pelos de punta. ¡ La Iglesia necesita más hombres así!

    ResponderEliminar
  5. Me ha encantado -también- esta 2ª parte de la homilia . Juan Pablo II le dió a la Iglesia una vitalidad enorme , como nos dice , y poniendo el acento en la santidad a la que hemos sido llamados todos, siempre que se han hecho , y se hacen " inventos " para que la Iglesia resulte atractiva, se pierde el tiempo y nos desviamos ( y desviamos a otros ) del camino a seguir .

    Carolina: estoy segura de que en la Iglesia, entre los sacerdotes , hay muchos Pablo Dominguez , unos más simpáticos, otros menos; unos mas inteligentes, otros menos etc pero , cada uno en su estilo enamorados de Cristo y ayudándonos en nuestro camino de santidad

    Maria M.

    ResponderEliminar
  6. Yo también estoy segura, pero mucas veces no es esa la parte que se ve, esa es la lástima.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Me doy un paseo antes de meterme en la cama. Les he tenido presentes en Roma. En todas las Iglesias que visité y oré ante el sagrario. En las misas que asistí: la de la acción de gracias por la beatificación y en una dentro de la Basílica de San Pedro. Así que siéntase un poco peregrinos a través mía.

    Sobre la entrada, quizás resaltar al inmensa piedad y felicidad que vi entre los miles de polacos que abarrotaban Roma de parte a parte. El Beato Juan Pablo les llena el corazón mientras su ejemplo les guía. El "sensus fidei" que portaban era alucinante.

    Que Dios les bendiga. :)

    ResponderEliminar