miércoles, 27 de febrero de 2013

Padre... santificado sea tu nombre... (III)

La oración del Señor es precioso documento con el cual Cristo, el Hijo eterno de Dios, nos enseña a nosotros, hijos por adopción, cómo tratar al Padre y qué pedir de verdad, las peticiones fundamentales que son un filtro, un crisol, de todas las peticiones personales que podamos hacer.


Sólo estando bautizados somos "hijos", regenerados en Cristo, con el Espíritu Santo que nos hace hijos y nos permite orar.

"n. 5. Vosotros, pues, decid: Padre nuestro que está en los cielos. 

De lo que se deduce, como veis, que comenzasteis a tener a Dios por padre. Pero le tendréis cuando hayáis nacido (por el bautismo).

Ahora, aunque no habéis nacido, habéis sido ya concebidos de su estirpe, como en la matriz de la Iglesia que os alumbrará en la fuente. 

martes, 26 de febrero de 2013

La meta de la Cuaresma es la Pascua



            El peso de los siglos aún se nota, y cuando durante siglos la liturgia del Triduo pascual se ha celebrado temprano, por la mañana, durante el Jueves y el Viernes Santo, y la Vigilia pascual –con su juego de la luz en la noche- se pasó a la mañana del Sábado Santo para convertirse en un erróneo “Sábado de gloria”, las tardes fueron vividas única y exclusivamente de modo devocional: vía crucis, procesiones, etc. Estas devociones, en sí buenas, que son una ayuda y un complemento, no tuvieron más remedio que convertirse en un sustituto de la liturgia para llenar el alma de los fieles.




            Así, ese peso de los siglos se nota aún tanto que muchos no viven, ni asisten, ni participan, a las celebraciones solemnes de la tarde del Jueves y Viernes Santo y la Vigilia pascual, corazón del año litúrgico, permanece casi desconocida, con escasa participación.

            Parecería que la Cuaresma, entonces, es un fin en sí misma con la multiplicación de ejercicios de piedad, cultos, quinarios, etc., perdiendo su perspectiva auténtica: la de ser una preparación intensa para vivir la Pascua. La Cuaresma está en función y sirve de verdad si prepara a todos y cada uno de los católicos a vivir renovados, con piedad, las solemnes liturgias del Triduo pascual y, sobre todo, la santísima Vigilia pascual. La Cuaresma servirá de veras si enciende en cada uno el deseo de participar y asistir a las celebraciones del Jueves y Viernes Santo y vivir, con inmenso fervor, la Vigilia de la noche de Pascua. La Cuaresma, bien vivida y entendida, alentará una renovación personal, comunitaria y eclesial para vivir renovados la santa Vigilia pascual. La Cuaresma, con su austeridad penitencial, desembocará en la alegría de la noche de Pascua y educará a todos para comprender que la Cuaresma es un camino penitencial pero para llegar a una meta, la santa Pascua, y luego vivirla intensamente durante los cincuenta días que dura, hasta Pentecostés.

            Los textos que se rezan en la Misa y en la Liturgia de las Horas están llenos de referencias a la Pascua que queremos vivir y a la que nos preparamos. Basta tener el oído atento cuando el sacerdote los reza en la Misa para asumirlos e integrarlos personalmente.

     

lunes, 25 de febrero de 2013

La Palabra en la II semana de Cuaresma

Para esta semana cuaresmal, el contenido de la Palabra de Dios diaria en el leccionario, puede tener esta línea directriz para cada día:




Lunes II – 25 de febrero:

            Dios es compasivo y aguarda a darnos su perdón si acudimos arrepentidos a Él. El sacramento de la Penitencia comunica su perdón y su paz… pero hemos de cuidarlo más, frecuentarlo, acudir con un buen examen de conciencia, dolor de los pecados (no rutina) y propósito de enmienda.


Martes II – 26 de febrero:

            La Cuaresma es tiempo oportuno para aprender a obrar el bien, no con palabras y discursos, sino con obras concretas y reales. La gracia de Dios no nos faltará para obrar el bien con humildad, sencillez y discreción.


domingo, 24 de febrero de 2013

¿Conocemos a Jesucristo? Lección de la Transfiguración

                "Meditemos juntos, con atención, el pasaje de San Mateo que nos acaba de presentar la liturgia. Es la narración de la Transfiguración del Señor. Una página de la historia de Cristo de las más bellas, espléndidas y misteriosas.


                Cristo, de noche, sobre una montaña, al aire libre, quizá en la primavera, con tres de sus discípulos: Pedro, Juan y Santiago. Mientras éstos, cansados por la ascensión, se detienen a reposar sobre la hierba, Cristo se aleja un poco para orar, como hacía siempre durante la noche: “erat pernoctans in oratione”, nos recuerda San Lucas.



                En la profunda oscuridad, de repente los tres que dormían son despertados por un deslumbrante rayo de luz. Y sobrecogidos, contemplan a Cristo –San Marcos da algunos detalles- brillante como el sol y sus vestiduras blancas como la nieve.


                Sol y nieve. Es la fiesta de la luz. En aquel triunfo los discípulos descubren a dos excelsas figuras del Antiguo Testamento: Moisés y Elías, en coloquio con Cristo.


                San Pedro no cabe en sí de alegría y de entusiasmo. Después de exclamar: ¡Qué hermoso es estar aquí!, propone erigir tres tiendas para la estancia permanente de los tres personajes.


                Al mismo tiempo, los tres Apóstoles ven formarse una blanca nubecilla que envuelve todo aquel cuadro de gloria y escuchan una voz potente que sale de la nube: “Este es mi Hijo querido, escuchadlo”.


                Pedro, Juan y Santiago quedan aterrados y no se atreven a levantar la vista. Unos momentos más tarde sienten que alguien les toca. Es Cristo, pero privado del prodigioso fulgor de poco antes; los invita a descender del monte y les prohíbe contar lo sucedido hasta que –otro motivo de estupor para los Apóstoles- el Hijo del Hombre (título que Cristo se daba a sí mismo) no haya resucitado de entre los muertos.

El conocimiento pleno de Cristo

                Se podría escribir un volumen para ilustrar este pasaje del Evangelio. Pero hoy sólo pretendemos exponer algún tema de importancia inmediata.


                ¿Qué problema plantea el episodio de la Transfiguración? Puede condensarse en una pregunta que cualquiera se puede hacer. ¿Conocéis de verdad a Cristo? ¿Tenéis un conocimiento real, positivo y concreto de Él? ¿Sabríais decir realmente quién es? ¿Lo tenéis presente en vuestras almas?


sábado, 23 de febrero de 2013

El cristiano, hombre consagrado a Dios (fe)

La fe nos ha comunicado una nueva vida, la vida divina, la vida de los hijos de Dios, la adopción filial, una configuración con Cristo, una estrecha relación con el Espíritu Santo.


La fe nos ha recreado -mediante los sacramentos de la redención-, nos ha convertido en un pueblo santo, el pueblo Dios, y a cada uno de nosotros lo ha constituido en profeta en medio del mundo, rey ante la esclavitud del pecado, sacerdote que ofrece en el altar de su corazón los holocaustos de una vida santa y de una plegaria constante y asidua ante Dios.

El cristiano es un creyente, es decir, un hombre que cree, que vive de la fe y que la fe es el sostén de su vida, el todo de su existencia, y que, por tanto, ha sido consagrado a Dios mediante los sacramentos. Ya vive en Dios y para Dios: ¡pertenece a Dios!

Anda por el mundo el cristiano como un consagrado a Dios, con el sello de Dios en su vida y, tal vez, se ha ido olvidando del estilo de vida que como consagrado le pertenece; y, tal vez, no ha descubierto la grandeza y la verdad de esta consagración bautismal.

Redescubrir y considerar la fe -un Año de la fe- es redescubrir y considerar cómo Dios ha situado al cristiano en el mundo como un consagrado. Vive ya de otra manera en el mundo. Vive y obra con conciencia clara de a Quién pertenece y para Quién dedica todas sus obras y sus más íntimos afectos.

Buena tarea sería en este Año recuperar y vivir plenamente nuestra condición de consagrados, su dignidad, su vocación, su misión en el mundo, su plegaria.

"La Iglesia está en un período de renovación. Esta renovación puede consistir en dar nuevas formas a la organización externa y social de la Iglesia y también en brindar nuevas actividades a los miembros de la Iglesia, nuevo fervor, nuevo movimiento, y también puede consistir en despertar en el pueblo de Dios, en el clero y en los fieles, una nueva conciencia: la conciencia de su vocación, de su elevación, de su destino; la conciencia de su carácter mesiánico, de su santidad, de su contribución, en la misión profética de la Iglesia, de su renovación sobrenatural con Dios, de configuración en la unidad y dignidad del Cuerpo Místico de la Iglesia.

Este despertar de la conciencia, en la Iglesia y de la Iglesia, de su ser, de su misterio, que hace de los hombres seguidores de Cristo un pueblo elegido y especial, ha sido particularmente estudiado por el Concilio Ecuménico, celebrado hace poco; ciertamente, fue una de sus principales intenciones ilustrarlo y promoverlo, como uno de los factores principales de la renovación cristiana. Resultado de este esfuerzo de claridad interior y de búsqueda de la raíz renovadora de la vida de la Iglesia ha sido la mejor valoración del carácter sagrado de los que pertenecen a la misma Iglesia, la profundización en el "sacerdocio real", con que están investidos todos los cristianos. De esta suerte, se ha hablado ampliamente del sacerdocio real, es decir, del sacerdocio común a todos los fieles.

viernes, 22 de febrero de 2013

Introducción al Padrenuestro (II)

Nuestra catequesis cuaresmal nos lleva a seguir profundizando en el sentido e importancia del Padrenuestro, en su contenido místico y también, en general, cómo la vida de oración es algo propio e irrenunciable en la vida de todo bautizado.


Sí, así es. Por el bautismo somos un pueblo sacerdotal, hemos sido todos configurados con el sacerdocio común o bautismal, y este sacerdocio pide que ofrezcamos el culto agradable a Dios con la santidad de vida y la oración. Todo cristiano, fruto del dinamismo sacramental, es un orante, un contemplativo en el mundo, lleno de Dios y en contacto con Dios, modelando las realidades temporales con espíritu sobrenatural.

Ser iniciados en la oración no es algo reservado a un club de comprometidos y laicos especializados, sino que ser iniciados en la oración forma parte del bagaje normal de la vida cristiana.

jueves, 21 de febrero de 2013

El canto en la liturgia cuaresmal

Repitamos catequesis, porque anualmente es bueno recordar los principios fundamentales, las nociones básicas, y así irlas actualizando e incorporando a nuestra comprensión y vivencia de la liturgia.

El canto en la Cuaresma tiene sus modalidades propias, y no se puede nunca cantar cualquier cosa en la liturgia con tal de cantar. El Directorio Canto y música en la celebración ofrece una visión panorámica que cualquier coro litúrgico debe, simplemente, adoptar y realizar, sin falsas creatividades.
"Son tan ricos y característicos los textos de este tiempo preparatorio de la Pascua que difícilmente pueden sustituirse por otros. Lo importante es musicalizarlos debidamente o saber escoger los cantos más acertados.

Merecen especial atención como días clave los domingos, pero también los viernes de Cuaresma y el miércoles de ceniza con que se abre.


No se debe usar música instrumental durante las celebraciones litúrgicas –misa y oficio especialmente- si no es para sostener el canto. Se permiten el 4º domingo (“Laetare”), solemnidades y fiestas.


El canto de entrada ha de hacer captar desde el principio de la Misa que estamos en domingo cuaresmal.
El primer domingo de Cuaresma se podría empezar con las letanías de los Santos para entrar en el ejercicio cuaresmal y como signo del bautismo, pues la invocación de los santos nos evoca la que se hace en la renovación de las promesas en la Vigilia pascual.

En los domingos de Cuaresma no se sustituye el salmo responsorial por otros cantos penitenciales.

El aleluya no se canta ni se dice en Cuaresma, incluidas solemnidades y fiestas. Al ser sustituido por una breve aclamación, se hace ver que estamos en camino hacia la Pascua en que se volverá a entonar el Aleluya.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Cultura secularizada en los días de hoy

Con algunos textos podríamos reflexionar sobre las raíces del mal que aquejan a toda esta cultura occidental, que nació cristiana; las raíces del mal es la secularización de la cultura y, por tanto, la fragmentación del hombre de hoy, interna, y la fragmentación de los saberes.


Los presupuestos de la modernidad (la Ilustración) y la búsqueda de la emancipación de Dios por parte del hombre para ser éste la fuente autónoma de la verdad y del bien, han provocado la destrucción de la cultura y del mismo hombre, generando divisiones profundas y, por definirlo de alguna manera, una "anti-cultura".

Uno de los principios de esta cultura secularizada es división del hombre entre lo privado y lo público, lo secular y religioso, la razón y la fe, sin que sea posible la unidad y la relación entre ambos polos.

martes, 19 de febrero de 2013

Introducción al Padrenuestro (I)

En el tiempo de Cuaresma, ya sobre la quinta semana, a los catecúmenos que ya eran "elegidos" y que iban a ser bautizados en la próxima Vigilia pascual, se les entregaba en un rito litúrgico primero el Credo, y a las dos semanas, el Padrenuestro, la Oración dominical.

Esto era ocasión para que el Obispo -o el catequista- impartiese unas catequesis tanto a los "elegidos" como a los fieles sobre cada uno de los documentos de nuestra fe.


Como la Cuaresma es tiempo bautismal porque mira a la Pascua, vamos a situarnos junto a los catecúmenos y recibir la catequesis sobre la Oración dominical.

Prestemos atención a las palabras de San Agustín, interioricemos cuanto él diga, apliquemos sus enseñanzas viviendo conforme a ellas.

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"n. 1. Para mostrar que, antes de que llegasen, fueron predichos por los profetas estos tiempos en que habían de creer en Dios todos los pueblos, el bienaventurado Apóstol adujo este testimonio de la Escritura: Y sucederá que todo el que invocare el nombre del Señor será salvo

lunes, 18 de febrero de 2013

La Palabra en la I semana de Cuaresma

A modo de pequeño guión para una homilía diaria, o de una orientación para la reflexión personal, vamos a ir presentando por semanas cuaresmales la idea central de la Liturgia de la Palabra diaria, teniendo muy presente, no tanto la exégesis, cuanto el momento litúrgico en que se lee, y el porqué la Iglesia ofrece este leccionario cuaresmal para las ferias.

Seguimos rigurosamente el leccionario de Cuaresma, sin atender a los días que por ser Fiesta o Solemnidad poseen lecturas propias.

Espero que sea de ayuda para todos.




Lunes I – 18 de febrero:

            Hasta la IV semana de Cuaresma, las lecturas feriales son cada día una catequesis sobre un tema de la vida cristiana: eran las catequesis que se impartían a los catecúmenos. Hoy nosotros necesitamos volver a ser evangelizados-catequizados, para llegar renovados a la Vigilia pascual.



Martes I – 19 de febrero:

            La vida cristiana se define por hacer la voluntad del Padre –como Cristo hizo-. Nuestra paz es cumplir su voluntad (S. Gregorio Nacianceno).


domingo, 17 de febrero de 2013

Renovar el sacramento de la Penitencia

Nadie se asuste: no propongo una revisión del rito del sacramento de la Penitencia; en todo caso, diría que se aplicase bien el rito, en su forma A (confesión y absolución individual) y en su forma B (celebración comunitaria con confesión y absolución individual).


Más bien me refiero a eso que suele denominarse "pastoral" del sacramento de la Penitencia: eso es lo que hay que renovar. Se suele ya, después de una época de silencio, predicar más sobre este sacramento, mostrarlo mejor en la catequesis, y confesar a todos, niños y jóvenes, antes de la Primera Comunión y de la Confirmación, y en algunos momentos más. Son pequeños brotes de esperanza para la vivencia de este sacramento. Pero, ¿sería suficiente?

viernes, 15 de febrero de 2013

Para la liturgia cuaresmal (sugerencias y anotaciones)

Sería bueno tener en cuenta unas cuantas sugerencias para la liturgia durante el tiempo cuaresmal (que acaba a la hora de Nona del Jueves Santo), favoreciendo así un mismo tono, una tonalidad constante. Serían sugerencias para todos los días y así se da una unidad a todo el tiempo de la Santa Cuaresma.

El saludo sacerdotal al inicio de la santa liturgia:

"La gracia y el amor de Jesucristo,
que nos llama a la conversión,
estén con todos vosotros".


La fórmula para invitar al acto penitencial que más insiste en la conversión:

"Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos".

Y realizar la primera forma del Acto penitencial cada día: "Yo confieso...", cantando luego "Señor, ten piedad", o bien "Kyrie éleison". De esta forma se realza algo más el acto penitencial de la Misa en el tiempo santo de penitencia y conversión. Es preferible esta forma primera, y dejar la tercera para la Pascua: "Tú, que... Señor, ten piedad".

Siempre hay que hacerlo, pero vamos a recordarlo; el sacerdote dice "Oremos" y se hace una amplia pausa de silencio para que sea verdad que todos oran recogidos en su corazón. Tras esta amplia pausa de silencio el sacerdote extiende las manos (sin elevarlas demasiado, in modum crucis) y recita la oración colecta dándole sentido orante a lo que recita: "el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse “colecta” y por la cual se expresa el carácter de la celebración" (IGMR 54).

lunes, 11 de febrero de 2013

La fe pide vida interior y de ahí al apostolado

La fe requiere el alimento y el cultivo constante de la vida interior, entendida ésta como la relación orante con Jesucristo, tanto con la liturgia como con la meditación personal. Sin esta vida interior, la fe se debilita o se puede convertir en un intelectualismo más, una mera conjunción de ideas que degeneran en moralismo o ética social.


La vida de fe es vida interior, asimilación personal, diálogo con Jesucristo, santificación. Es comunión con la fuente de la Gracia, porque sin Él no podemos hacer nada (Jn 15,5). ¡Si conociéramos el don de Dios...!, entonces la fe buscaría el agua pura que vivifica, riega, fecunda. 

Pero la vida interior, con semejante agua regada, se desborda fecundando otros campos que están áridos o secos; la vida interior se desborda en la forma peculiar y concreta del apostolado. Para que éste sea tal, y no mero proselitismo, nacerá siempre de la vida interior y volverá una y mil veces a fortalecerse en la vida interior. Y es el la vida interior es el alma del apóstol.

La renovación de la fe provoca entonces dos frutos claros: mayor intensidad en la vida interior, mayor dinamismo en la vida apostólica.

"¿Qué os tenemos que decir esta vez? Unas sencillas palabras, que creemos que ilustran toda la vida cristiana, considerada en sus circunstancias actuales.

sábado, 9 de febrero de 2013

La paciencia (Exht. a un hijo espiritual - VI)

"Hijo, ármate de paciencia, que es la mayor virtud del alma, para que puedas rápidamente ascender a la sublime perfección. 


No le pidas a nadie un pago por tu paciencia, para que en el futuro puedas recibir del Señor eterno un pago eterno. 

La paciencia es un gran remedio para el alma, pero la impaciencia es la ruina del corazón. 

Pues gracias a la paciencia se aguarda con esperanza el bien futuro; y, así, lo que no se ve lo abraza como si fuera lo que sí se ve"

(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 6)

jueves, 7 de febrero de 2013

La lógica del poder, el poder de la humildad

Cuando san Pablo al introducir el himno de la Kénosis de Cristo (Flp 2,5-11) indicaba "nada por rivalidad ni por vanagloria", sabía bien lo que decía.

La experiencia en cualquier comunidad cristiana (parroquia, grupo, etc.) es que el pecado existe realmente en el corazón de los hombres y, por cualquier rendija, se cuelan la ambición, el orgullo, la arrogancia, creando envidias entre unos y otros, aspirando a estar en el sitio que ocupa el otro, encargado de las responsabilidades que el otro tiene, viciando el clima cristiano con la mirada recelosa o el comentario mordaz.


En la vida eclesial también entra el pecado (¡somos hombres!) pero este dato de experiencia no justifica una resignación ante estas ambiciones mediocres, celos y envidias, sino un purificar constantemente el corazón, una mirada limpia y una disponibilidad absoluta a Cristo para que Él nos sitúe a cada cual en el sitio que Él quiera.

Las suspicacias en la Iglesia, los comentarios caritativos que son puñales, el orgullo que hace pensar que uno merece mucho más destruyen la concordia, la unión, la caridad en la vida cristiana. Se da en todos los ámbitos de la Iglesia. Es el pretender "hacer carrera", el "subir más arriba"... y quien vive así por dentro sufre una envidia tremenda de quien, no buscando nada, brilla con luz propia o es querido o reconocido por lo demás sin buscarlo.

Benedicto XVI ha dedicado a esto algunas de sus reflexiones y palabras.

Comentando el Papa el pasaje de los discípulos que se indignan ante la petición de los Zebedeos, explica lo alejada que está la lógica del poder del verdadero poder de la humildad para la vida de la Iglesia:

La petición de Santiago y Juan y la indignación de los «otros diez» Apóstoles plantea una cuestión central a la que Jesús quiere responder: ¿Quién es grande, quién es «primero» para Dios? Ante todo la mirada va al comportamiento que corren el riesgo de asumir «aquellos que son considerados los gobernantes de las naciones»: «dominar y oprimir». Jesús indica a los discípulos un modo completamente distinto: «No ha de ser así entre vosotros». Su comunidad sigue otra regla, otra lógica, otro modelo: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos». El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio, sino el servicio; la diaconía es la ley fundamental del discípulo y de la comunidad cristiana, y nos deja entrever algo del «señorío de Dios». Y Jesús indica también el punto de referencia: el Hijo del hombre, que vino para servir; es decir, sintetiza su misión en la categoría del servicio, entendido no en sentido genérico, sino en el sentido concreto de la cruz, del don total de la vida como «rescate», como redención para muchos, y lo indica como condición para seguirlo. Es un mensaje que vale para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, vale sobre todo para aquellos que tienen la tarea de guiar al pueblo de Dios. No es la lógica del dominio, del poder según los criterios humanos, sino la lógica del inclinarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la cruz que está en la base de todo ejercicio de la autoridad. En todos los tiempos la Iglesia se ha esforzado por conformarse a esta lógica y por testimoniarla para hacer transparentar el verdadero «señorío de Dios», el del amor (Benedicto XVI, Alocución en el Consistorio público, 20-noviembre-2010).

miércoles, 6 de febrero de 2013

Salmo 42: Envía tu luz y tu verdad...

El salmo 42 es un salmo que es un salmo de deseo del Templo, de memoria de Dios. 

En primer lugar la lectura cristológica. ¿Qué dice Cristo? “Hazme justicia, ¡oh Dios! Defiende mi causa contra gente sin piedad. Sálvame del hombre traidor y malvado”


Cristo en la tierra por su Encarnación  está como en un exilio, un destierro de su patria celestial; Cristo “siendo Dios tomó la condición de esclavo”, se rebajó, su sitio no es éste. Es Dios, de naturaleza divina, su sitio es el cielo. Por eso clama y se aplica este salmo al deseo de Cristo de entrar en el Templo, el Templo de la Presencia de Dios, de la Gloria de Dios. 

En este destierro Cristo es perseguido, es calumniado, es insultado; como Él mismo señala en el evangelio, tiene “que ser desechado por los sumos sacerdotes y ancianos, padecer, morir y resucitar al tercer día”. Por eso la plegaria de este salmo: “hazme justicia, ¡oh  Dios! Defiende mi causa contra gente sin piedad”, que tienen la maldad metida en el corazón, que no dejan de tramar planes de iniquidad y no dejan de hacer daño. Cristo clama “hazme justicia”, dame tu salvación, “contra gente sin piedad; sálvame del hombre traidor y malvado”. El hombre que acecha, que se burla de todo, que no tiene conciencia alguna o si la tiene, la tiene absolutamente deformada, y que está persiguiendo a Cristo.  

Dice Cristo en el salmo: “Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?” 

Cristo está en absoluta oscuridad, no le beneficia en ese sentido, el hecho de ser Dios: padece exactamente como nosotros, sufre como nosotros.  Su conciencia humana sabe que está haciendo la voluntad del Padre, pero al mismo tiempo que su conciencia sabe que está haciendo la voluntad del Padre, su sensibilidad humana  está en oscuridad, está sufriendo. No tenía ventaja por el hecho de ser Hijo de Dios; como hombre padeció como nosotros. Y es legítimo, el preguntarle a Dios el porqué de las cosas, eso no es pecado; lo que es ilegítimo es la pregunta a modo de exigencia y recriminación. Distinto es el preguntarle: “¿Por qué me rechazas?”; no se rebela, pregunta al Señor en la oscuridad.

lunes, 4 de febrero de 2013

Salmo para proclamar el amor de Dios

Por encima de toda adversidad, de toda dificultad, de todo sufrimiento, de toda soledad y abandono; superando la enfermedad, la oscuridad o la crisis; trascendiendo todo gozo, todo amor a las criaturas; traspasando el pasado, el presente y el futuro, hay una realidad inabarcable, infinita: el amor de Dios. Este amor de Dios acompaña al hombre en todo momento, lo sostiene, lo cuida, lo guarda de todo mal, y el hombre puede encontrar su felicidad y su plenitud respondiendo, libremente, al amor de Dios. Porque Dios ha amado al hombre primero, gratuitamente, entregando a su propio Hijo, la persona, toda persona, en toda cultura y en todo momento histórico, puede responder a este Amor con amor, entregándose del todo al Todo. El amor de Dios precede, suscita y acompaña la respuesta y la entrega del hombre.


El cristianismo es una maravillosa historia de Amor: del Amor condescendiente y misericordioso de Dios al hombre en Jesucristo y de la entrega confiada del hombre a su Salvador y Redentor. Este Amor sí que es único y eterno. 

El amor humano, el amor de las criaturas, es finito y caduco, como finito y caduco es el propio hombre, sólo el Amor de Dios permanece para siempre (cf. 1Cor 13) porque el Amor de Dios espera, disculpa, cree, aguanta sin límites: ¡el Amor no pasa nunca! La historia de cada persona, enigmática a veces, otras dolorosa, otras feliz, es una historia de Amor. El Amor de Dios está ahí, en el corazón y en la historia del hombre:

“desde que comienza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección” (S. BASILIO MAGNO, Regla Monástica Mayor, Respuesta 2,1). 

El Amor de Dios no puede enseñarse: ¡basta abrir los ojos del corazón para descubrirse tremendamente amado por el Señor! A su lado el amor de las criaturas parecerá nada, “palillos de romero seco” que diría Sta. Teresa.

domingo, 3 de febrero de 2013

Magisterio: sobre la evangelización (III)

"La conmemoración del medio milenio de evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso, no de re-evangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión". 

(Juan Pablo II, Discurso al CELAM, Haití, 9-marzo-1983).
Son palabras de sobra conocidas pero... ¿a que son un revulsivo cuando se releen?

La nueva evangelización, "evangelización nueva", es un compromiso de todo el Cuerpo eclesial.

Se evangelizó, bien y mucho. No se trata de negar o de renegar del pasado. Heroicos misioneros y evangelizadores, en todas las épocas, extendieron el evangelio, edificando la Iglesia.

viernes, 1 de febrero de 2013

La Tradición en la Iglesia

Cuando uno encuentra a alguien que explica bien un tema, o le da un enfoque luminoso y claro, mejor es no tocarlo, sino leerlo, releerlo, integrarlo. Eso me ha pasado al leer, hace tiempo, esta explicación sobre qué es la Tradición y su valor en la Iglesia. Nos la ofrece don Giussani. Y creo que puede servirnos para educar nuestra visión eclesial.


"El cristiano llega a las verdades divinas que propone la Iglesia por una vía ordinaria, que es la misma vida de la comunidad. La condición es que ésta sea verdaderamente eclesial, es decir, que esté unida al obispo, a quien se supone a su vez unido al obispo de Roma, el Papa. Esta es, pues, la fuente normal de un conocimiento último seguro: no el estudio teológico ni la exégesis bíblica -que son instrumentos en manos de la autoridad que guía-, sino las articulaciones de la vida común de la Iglesia unida al magisterio ordinario del Papa y de los Obispos que están en comunión con él.

Son varios los instrumentos esenciales para reconocer la conciencia de la comunidad que camina. Pueden construir señales de esa vida las encíclicas o los discursos del Papa, los documentos y las cartas de un Obispo a su diócesis, en cuanto esté unido a la pastoral del Pontífice, o los documentos de una comunidad en cuanto estén implícitamente aprobados por el Obispo.

Si el magisterio ordinario es la garantía del modo en que se declina la vida de la comunidad, el mayor instrumento de comunicación de lo verdadero de la Iglesia es su misma continuidad. Esto es lo que se llama tradición. La tradición es la conciencia de la comunidad que vive ahora con la memoria cargada de la riqueza de todas sus vicisitudes históricas.