lunes, 31 de marzo de 2014

El consuelo de Dios

Un aspecto hermosísimo del Corazón de Dios es su ternura con sus hijos. A los que ve sufrir, a los que ve solos, angustiados, Dios se acerca, los acaricia, los consuela internamente.


Dios es Dios de consuelo y esperanza. Lo que significa que Dios ama con pasión a sus hijos, y el dolor de éstos, del tipo que sea, no le es indiferente.

El consuelo de Dios es sobreabundante, como inmenso en su amor. Lo vemos en el hecho mismo de la Encarnación del Verbo, próximo a esta humanidad, para consolarla. Lo vemos, más aún, en la compasión divina. Padece con el hombre, cargando sobre él el dolor del hombre. Así los salmos cantan que "el Señor es compasivo y misericordioso" y su rostro más concreto, el de Jesucristo, comunican el consuelo de Dios hasta el punto de compadecerse por nosotros.

sábado, 29 de marzo de 2014

Prefacio del ciego de nacimiento (Domingo IV de Cuaresma)

La Cuaresma puede ser una buena ocasión para profundizar y orar sobre algunos textos propios de este tiempo litúrgico. Para ello, dos buenos amigos nos hemos dado la mano (Corazón Eucarístico de Jesús y El Ciento por Uno) para elaborar una serie de entradas de tipo teológico-espritual y litúrgico-musical para aquellas personas que quieran orar con los textos de los prefacios de los domingos de Cuaresma del Ciclo A.

El prefacio del Domingo IV de Cuaresma lleva por título "El ciego de nacimiento" y guarda estrecha relación con el evangelio proclamado en este domingo (Juan 9, 1-41).

[Cristo] Que se hizo hombre
para conducir al género humano, peregrino en tinieblas,
al esplendor de la fe;
y a los que nacieron esclavos del pecado,
los hizo renacer por el bautismo,
transformándolos en tus hijos adoptivos.




“Se hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe”. Como un nuevo Moisés que guía al pueblo esclavo a la libertad, Cristo, por su encarnación conduce a la humanidad a la fe, a la luz y libertad, sacándola de las tinieblas del pecado, de la muerte, del sinsentido.

“A los que nacieron esclavos del pecado”. Por Adán reinaba el pecado y la muerte, y nosotros vivíamos recibiendo esa maldita herencia. Cristo rompe la maldición, nos salva del pecado como nuevo Adán para que donde abundó el delito, se desborde su misericordia.

“Los hizo renacer por el bautismo”. Salvados por las aguas bautismales pertenecemos a un nuevo linaje, el linaje del nuevo Adán, Cristo, y, por tanto, miembros de un pueblo nuevo, la Iglesia. ¡Es otra vida!, y como herencia, la patria celestial y la gloria con Cristo.

“Transformándolos en tus hijos adoptivos”. Todo lo habíamos perdido en Adán, pero por el Bautismo, Dios nos da más aún: ¡hijos!, hijos adoptivos, hijos en el Hijo, con los derechos del Hijo, con la intimidad del Hijo, llevando la imagen del Hijo en nosotros.

Como recurso para los sacerdotes que lo deseen compartimos también el audio de este prefacio del IV domingo de Cuaresma según la versión musicalizada del Misal Romano.






viernes, 28 de marzo de 2014

Resucitó, subió al cielo, vendrá... (IV)

Artículo central, gozoso y fuente de esperanza, es la confesión en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en su glorificación y en la espera de su retorno glorioso como Juez y Señor.


Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. Si Él no está vivo, todo cae. No confesamos nuestra fe en una ideología, en una causa ética o revolucionaria, ni siquiera en un código moral lleno de "buenismo" (ser "buenas personas"), sino en una Persona, viva, glorificada, que es Jesucristo, el Hijo de Dios, que ha pisoteado la muerte y el pecado, y ha sido glorificado, convertido en Señor y Fuente del Espíritu Santo.

Con razón la santa Vigilia pascual -tan desconocida incluso entre practicantes- tiene ese carácter único y solemne que llena de alegría todo el año: porque el Señor resucitó.

Tampoco nuestra fe se agota en ese misterio; la fe va junto a la esperanza: el Señor glorioso viene en los sacramentos, en la liturgia y en la Palabra como una venida intermedia y esperamos su última y definitiva venida en gloria, como Juez, como centro y discernidor de la historia y de la trayectoria de cada hombre.

jueves, 27 de marzo de 2014

El pecado y el desierto, temas cuaresmales (Preces de Laudes de Cuaresma - IV)



3.3. El pecado presente

            Como sólo necesitan médico los enfermos, no los sanos (cf. Mt 9,12), el primer paso es mostrar las llagas del pecado y no esconderlas, descubrir ante el Salvador la propia verdad personal.

            La Cuaresma es tiempo de perdón y reconciliación y por ello es tiempo de confesión del propio pecado. Este aspecto penitencial está muy presente para que se dé un verdadero proceso de conversión.


           Se confiesa una situación de debilidad interior, de un espíritu herido y sufriente por el pecado: “Tú, Señor, que eres médico de los cuerpos y de las almas, sana las dolencias de nuestro espíritu, para que crezcamos cada día en santidad” (Dom I). Se comienza la jornada cuaresmal con una viva conciencia del pecado e impetrando misericordia: “Reconocemos, Señor, que hemos pecado; perdona nuestras faltas por tu gran misericordia” (Mart I). No ocultamos ni creemos, farisaica y soberbiamente, que somos buenos, justos e impolutos, sino que descubrimos nuestro ser pecador ante Dios: “Perdona, Señor, nuestros pecados, y dirige nuestra vida por el camino de la sencillez y de la santidad” (Juev II).

            Y como los pecados no son neutros, sino que afectan al orden y lesionan la justicia, merecen su castigo justo que retribuya el daño hecho. Sólo reconociéndolo y pidiendo perdón podemos hallar misericordia y salvación: “Concédenos la abundancia de tu misericordia, y perdona la multitud de nuestros pecados y el castigo que por ellos merecemos” (Sab I).

            La confianza radica en Jesús crucificado que ofrece el perdón: “Tú que clavado en la cruz perdonaste al ladrón arrepentido, perdónanos también a nosotros, pecadores” (Vier II).

            Los pecados siempre son concretos y no generalidades abstractas, difusas. En las preces de Laudes tenemos ejemplos claros, pidiendo perdón por pecados concretos que iluminan la conciencia moral y, de paso, la forman. Un pecado real es todo aquello que genera divisiones y enfrentamientos, rompiendo la concordia y la comunión, también los que afectan a la comunión eclesial: “Perdona, Señor, las faltas que hemos cometido contra la unidad de tu familia y haz que tengamos un solo corazón y un solo espíritu” (Lun I), “haz que, con tu ayuda, venzamos toda disensión” (Dom II).

            El pecado es malicioso, es decir, contiene maldad e intención y no es meramente un fallo de carácter, por eso se ruega: “aleja de nuestra vida toda maldad” (Vier I). Es la voluntad personal que se opone a Dios y al Bien, lo rechaza, no se somete y emprende caminos tortuosos, como Israel, “casa rebelde” (Ez 2,5; 12,1): “sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes y llénanos de tu gracia y de tus dones” (Vier I).
           

miércoles, 26 de marzo de 2014

La Hora de Jesús

Aún no había llegado su hora...

Y de pronto, ya, comenzamos a escuchar que se acercaba su hora, que para esta hora ha venido, y que llegada la hora en que había de ser glorificado, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.

Ratzinger ofrece una explicación-meditación clarísima. Que él tenga hoy la palabra:

"Detengámonos por el momento en Juan, que, en su narración sobre la última tarde de Jesús con sus discípulos antes de la Pasión, subraya dos hechos del todo particulares. Nos relata primero cómo Jesús prestó a sus discípulos un servicio propio de esclavos en el lavatorio de los pies; en este contexto refiere también el anuncio de la traición de Judas y la negación de Pedro. Después se refiere a los sermones de despedida de Jesús, que llegan a su culmen en la gran oración sacerdotal. Pongamos ahora la atención en estos dos puntos capitales.

"Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (13,1). Con la Última Cena ha llegado la "hora" de Jesús, hacia la que se había encaminado desde el principio con todas sus obras (cf. 2,4). Lo esencial de esta hora queda perfilado por Juan con dos palabras fundamentales: es la hora del "paso" (metabaínein - metábasis); es la hora del amor (agápe) "hasta el extremo".

martes, 25 de marzo de 2014

Cuaresma: tiempo bautismal y de redención (Preces de Laudes de Cuaresma - III)



3. Preces


            3.1. Tiempo de preparación bautismal

            El origen primitivo de la Cuaresma es puesto de nuevo de relieve: era –y es- el tiempo de preparación más intensa e inmediata de los catecúmenos por los sacramentos de la Iniciación cristiana. La perspectiva de la Cuaresma es bautismal con la meta de la santa Pascua.

  
          Todos los fieles cristianos se asocian al misterio sacramental preparándose a vivirlo y renovarlo: “Cristo vida nuestra, tú que por el bautismo nos has sepultado místicamente contigo en la muerte, para que contigo también resucitemos, concédenos caminar hoy en una vida nueva” (Dom I). Recordamos el bautismo y suplicamos actualizarlo y vivir bautismalmente: “Señor de misericordia, que en el bautismo nos diste una vida nueva, te pedimos que nos hagas cada día más conformes a ti” (Lun I).

            Incluso en las preces de Laudes, que no poseen el carácter de intercesión o súplica universal, se recuerda y se ora por los catecúmenos que serán bautizados: “Tú que en el arca salvaste a Noé de las aguas del diluvio, salva por el agua del bautismo a los catecúmenos” (Dom II).

            Y así como los catecúmenos serán incorporados a la Iglesia, todos habremos de descubrir el misterio de la Iglesia, vivirlo, sentir eclesialmente: “Concédenos vivir con toda plenitud el misterio de la Iglesia, a fin de que nosotros y todos los hombres encontremos en ella un sacramento eficaz de salvación” (Juev II).


lunes, 24 de marzo de 2014

Adoración eucarística - II

Un breve recorrido histórico sobre el culto a la Eucaristía fuera de la Misa puede ayudar a situarnos.




            La comprensión teológica del sacramento, a lo largo del tiempo, desembocó en la adoración que se tributaba al Cuerpo del Señor que permanece después de la celebración en la sustancia del Pan. Como prolongación del sacramento celebrado y acto de adoración, la exposición del Santísimo se fue extendiendo poco a poco. La mirada de la fe provocaba la adoración del corazón y la reflexión teológica iba a desempeñar un papel importante en la pastoral y en la liturgia de este sacramento.



            En Oriente siempre se ha tratado a la Eucaristía con especial respeto y veneración. Se daba un sumo cuidado y respeto en los diáconos y acólitos al llevar la Eucaristía a los enfermos y ausentes. La asamblea se inclinaba y postraba, aún hoy, cuando en la liturgia bizantina el sacerdote hace la gran entrada en el santuario con los dones ya consagrados. Se reservaba la Eucaristía en un lugar aparte del santuario (pastoforios), la iglesia era el lugar de oración y celebración, y el altar era el punto de emergencia de todas las miradas y oraciones.

            En Occidente, el proceso y el recorrido de la adoración de la Eucaristía es muy distinto. Las expresiones del culto eucarístico son significativas: la oración se dirige a Cristo, allí presente en el Pan, mientras que, en la celebración de la misa, se sigue la estructura trinitaria de la eucología: ad Patrem per Filium in Spiritum. Junto a esto, en el corazón de los cristianos nace el deseo del diálogo orante con el Señor Jesucristo, "un anhelo de intimidad más profunda".

domingo, 23 de marzo de 2014

El valor de los santos (Palabras sobre la santidad - II)

Los santos, tan presentes en la vida de la Iglesia, poseen un valor teológico más allá de la simple devoción con la que son rodeados.

¿Qué entender al hablar de la santidad? Más aún, ¿qué es un santo? Cualquier santo nos desvela las notas teológicas comunes a la santidad misma. Para ello hay que acercarse con una mirada escrutadora de la fe que supere las anécdotas o las narraciones de milagros, propias de una literatura que exalta así al personaje, para penetrar más allá y descubrir la esencia de la santidad.

El secreto de la santidad, aquel que constituye su esencia y naturaleza, y por tanto puede ser compartido perfectamente por todos y cada uno, es la amistad con Jesucristo. Un santo es un amigo de Jesucristo en largas jornadas con Él de convivencia, amistad, obediencia, fidelidad.

"El secreto de la santidad es la amistad con Cristo y la adhesión fiel a su voluntad" (Benedicto XVI, Disc. a los seminaristas, Colonia-Alemania, 19-agosto-2005).

Hasta tal punto han sido amigos de Jesucristo, que han llegado a parecerse a Él en su forma de amar, trabajar, sentir, pensar; el Evangelio que leían fue una Palabra viva para sus existencias hasta el punto de encarnarse en sus vidas, con modulaciones distintas, mostrando aspectos del Evangelio en circunstancias y épocas distintas. Pero se atrevieron a plasmar el Evangelio, releyéndolo con la propia vida.


sábado, 22 de marzo de 2014

Prefacio de la samaritana (Domingo III de Cuaresma)

La Cuaresma puede ser una buena ocasión para profundizar y orar sobre algunos textos propios de este tiempo litúrgico. Para ello, dos buenos amigos nos hemos dado la mano (Corazón Eucarístico de Jesús y El Ciento por Uno) para elaborar una serie de entradas de tipo teológico-espritual y litúrgico-musical para aquellas personas que quieran orar con los textos de los prefacios de los domingos de Cuaresma del Ciclo A.

El prefacio del Domingo III de Cuaresma lleva por título "La Samaritana" y guarda estrecha relación con el evangelio proclamado en este domingo (Juan 4, 5-42).

[Cristo] Quien, al pedir agua a la Samaritana,
ya había infundido en ella la gracia de la fe,
y si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer
fue para encender en ella el fuego del amor divino.


“Al pedir agua a la Samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe”. Nada es casual en Cristo, todo en Él es redentor y mira a la redención. Todo encuentro con Cristo llega hondo y transforma. ¡Dejemos que Cristo venga, estemos con Él, siempre será fecundo!

“Al pedir agua a la Samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe”. La fe es un don gratuito; Cristo se lo otorgó a esta mujer y ella se convirtió en buscadora de la Verdad, descubrir a Dios... aún con los pecados de idolatría del corazón (¡cinco maridos!). 

“Si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer”. Cristo deseaba la conversión, la fe de aquella mujer. ¡Tenía sed! ¡Sed de almas!, como pastor solícito que viene a dar vida a la oveja perdida y extenuada.

“Fue para encender en ella el fuego del amor divino”. Tenía sed de la fe de aquella mujer para conducirla bien lejos, al culto verdadero en espíritu y verdad y que se entregase incondicionalmente al amor de Dios, el único que sacia tanto vacío llenado por nuestros ídolos... que fatigan y nos destrozan interiormente.

Como recurso para los sacerdotes que lo deseen compartimos también el audio de este prefacio del III domingo de Cuaresma según la versión musicalizada del Misal Romano.






viernes, 21 de marzo de 2014

Padeció, fue sepultado... (III)

La redención de Cristo al hombre se produce por su Misterio pascual. Para eso ha venido, aceptando voluntariamente la pasión.


Creemos que en un tiempo histórico concreto, datable, "bajo Poncio Pilato", padeció su pasión y su cruz por nuestros pecados; fue sepultado porque verdaderamente murió en la carne; descendió a los infiernos, anunciando la salvación a los justos que aguardaban en sombras de muerte y rescatándolos; al tercer día, resucitó.

Ni es un mito ni es un relato simbólico para deducir que Jesús vive "en" los corazones, sino que son acontecimientos históricos salvadores, puesto que se dieron en la historia y hay testigos que anuncian lo que han visto, oído y tocado con sus manos.

jueves, 20 de marzo de 2014

Magisterio: sobre la evangelización (XV)

La evangelización nueva, respondiendo a las situaciones actuales del hombre post-moderno, es una acción eclesial. Toda la Iglesia evangeliza, toda la Iglesia emprende la nueva evangelización, toda la Iglesia responde al mandato de su Señor.

Nunca la Iglesia lo dejó de hacer. En cada época fue afrontando retos nuevos y misiones en territorios aún no evangelizados, y sus hijos se lanzaron con abnegación y espíritu de fe.

La nueva evangelización no ofrece ideas éticas, ni más compromisos morales, ni ideología alguna adaptada a lo que los hombres prefieren escuchar para seguir cómodamente instalados en su vida. Ofrece a Cristo, a Cristo vivo, Señor de la historia, y su Presencia eficaz que sigue salvando.

"En tiempos pasados, vuestro ir en busca de otros pueblos no ha impedido ni destruido los vínculos con lo que erais y creíais, más aún, habéis logrado transplantar experiencias y particularidades con sabiduría cristiana, abriéndoos a las aportaciones de los demás para ser vosotros mismos, en una aparente debilidad que es fuerza. Hoy, al participar en la construcción de la Comunidad Europea, lleváis la contribución de vuestra identidad cultural y religiosa. En efecto, Jesucristo, del mismo modo que se unió a los discípulos en el camino de Emaús, camina también con nosotros según su promesa: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Aunque de modo diferente a los Apóstoles, también nosotros tenemos una experiencia auténtica y personal de la presencia del Señor resucitado. Se supera la distancia de los siglos, y el Resucitado se ofrece vivo y operante por medio de nosotros en el hoy de la Iglesia y del mundo. Ésta es nuestra gran alegría. En el caudal vivo de la Tradición de la Iglesia, Cristo no está a dos mil años de distancia, sino que está realmente presente entre nosotros y nos da la Verdad, nos da la Luz que nos hace vivir y encontrar el camino hacia el futuro.


martes, 18 de marzo de 2014

Plegaria: Pasión

Elevemos hoy nuestra plegaria a Dios y sea el esto de la misma plegaria, realizada personalmente, una catequesis que evangelice las fibras de nuestro corazón.

Son los santos grandes orantes, grandes evangelizadores; y en este caso, sea san Juan de Ávila el que guíe nuestra plegaria a la Pasión del Señor, considerándola y despertando el afecto hacia el Señor.



           "¡Jesús benditísimo!, que verte por fuera atormentado quiebra el corazón del cristiano, y verte por dentro quebrantado por algunos dolores, no hay vista ni fuerza que lo pueda soportar.

            Tres clavos, Señor, rompieron tus manos y tus pies con fuertes dolores; setenta y tantas espinas se dice que penetraron tu divina cabeza; tus bofetadas e injurias fueron muchísimas; y de los crueles azotes que recibió tu delicadísimo cuerpo, se dice que pasaron de cinco mil.

            Por esto, y por otras muchas penas que concurrieron en tu pasión, tan graves que otro que tú, que las pasaste, no las alcanza, se había dicho refiriéndose a ti mucho tiempo antes: Todos los que pasáis por el camino, atended y mirad si hay dolor igual al mío (Lm 1,12).

lunes, 17 de marzo de 2014

Los tiempos de la tribulación

Dios tiene una medida distinta a la humana; los ritmos de Dios no son, ni mucho menos, los ritmos del hombre y en su pedagogía divina, sufrimientos y tribulaciones son educativos y requieren su propio tiempo que acrisolan al hombre, aunque éste, sumergido en oscuridad y dolor, desea una salida inmediata.

Dios, como Médico, ofrece sus remedios al sufrimiento, pero a su debido tiempo, formando parte de su plan salvador.

"¿Por qué permite que nos atribulemos y no viene inmediatamente en nuestro socorro? ¿Por qué? Para que nos ocupemos asiduamente de solicitar su auxilio, nos refugiemos en Él y le llamemos constantemente en nuestro auxilio. Esto explica los dolores físicos, la carestía de frutos, el hambre: para que por estas tribulaciones, estemos siempre pendientes de Él y de este modo, mediante las tribulaciones temporales, logre hacernos heredar la vida eterna.

De manera que también por ello debemos dar gracias a Dios, pues por tantos medios es médico y salvador de nuestras almas" (S. Juan Crisóstomo, Hom. IV sobre la conversión, n. 5).

La tribulación engendra paciencia y la paciencia virtud probada, fortaleciendo al hombre interior. Son pues momentos de grandes bienes y de crecimiento, aunque éste sea lento y doloroso. Sabemos, por experiencia, que este proceso es el que da madurez y hondura a la persona, mientras que, quien no pasa por la tribulación, suele permanecer muy infantil, inmaduro, caprichoso, arbitrario.

domingo, 16 de marzo de 2014

El prefacio dominical II de Cuaresma

La Cuaresma puede ser una buena ocasión para profundizar y orar sobre algunos textos propios de este tiempo litúrgico. Para ello, dos buenos amigos nos hemos dado la mano (Corazón Eucarístico de Jesús y El Ciento por Uno) para elaborar una serie de entradas de tipo teológico-espritual y litúrgico-musical para aquellas personas que quieran orar con los textos de los prefacios de los domingos de Cuaresma del Ciclo A.

El prefacio del Domingo II de Cuaresma lleva por título "La Transfiguración del Señor" y guarda estrecha relación con el evangelio proclamado en este domingo (Mateo 17, 1-9).

[Cristo] quien,
después de anunciar su muerte a los discípulos,
les mostró en el monte santo
el esplendor de su gloria,
para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas,
que la pasión es el camino de la resurrección.


“Quien, después de anunciar su muerte a los discípulos”. La Santa Transfiguración, contemplada en Cuaresma (distinta de su fiesta el 6 de agosto), considera este momento santo como una señal para los discípulos aterrorizados por la idea de la muerte de Jesús, confirmándolos en la fe y señalándoles la meta última.

“Les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria”. Su gloria es su transfiguración, Él mismo anticipando algo de lo que será la gloria de la Resurrección, descubriendo su divinidad bajo los velos de su carne humana. Esto fortalece y consuela, señala cuál es el Misterio pascual en su totalidad salvadora.

“Para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas”. La ley y los profetas, las Escrituras enteras, anunciaban la muerte y la vida del Siervo de Dios que cargando con el pecado lo destruía. Resumidos en Moisés y Elías, todo apunta a que está llegando el cumplimiento de lo anunciado.

“La pasión es el camino de la resurrección”. Robustece a la Iglesia que peregrina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, saber que la resurrección es real, que está ahí, que es la promesa, y para alcanzarla hay que pasar por la pasión. Ésta queda así iluminada definitivamente. Se nos muestra la Gloria del Resucitado. ¡Deseemos llegar a ella!

Como recurso para los sacerdotes que lo deseen compartimos también el audio de este prefacio del II domingo de Cuaresma según la versión musicalizada del Misal Romano.






sábado, 15 de marzo de 2014

Ser luz de Cristo para el mundo

El cristiano es hijo de la luz, realiza las obras de la luz aborreciendo las obras de las tinieblas, porque se ha dejado iluminar por Cristo que es la Luz del mundo.

¿Cuándo? ¿Cuándo recibió esa luz? ¡En el Bautismo!, llamado por los Padres, especialmente orientales, "iluminación" (fotismós).


Cristo hace pasar de las tinieblas a la luz viendo la Verdad y saliendo de la mentira (siempre escurridiza, nunca de frente sino de espaldas, susurros, cuchicheos, a escondidas). Desde esa iluminación bautismal, el cristiano es hijo de la luz, camina a la luz del Señor. Pensemos -cercana la Pascua- cómo además del Bautismo, todo el rito del lucernario de la Vigilia pascual es una vivencia mistagógica y espiritual. Cristo ilumina la noche, rompe la oscuridad, "disipa las tinieblas del corazón y del espíritu".

Iluminados así, somos luz del mundo. Una luz participada que refleja la Luz verdadera que es Cristo, pero luz -pequeñas luminarias- para los hombres, nuestros hermanos, para nuestro mundo.

viernes, 14 de marzo de 2014

Creo en Jesucristo, su Hijo (II)

Nuestra fe es profundamente cristocéntrica. Dios no es un ser solitario, un monoteísmo unipersonal, sino una Comunión de Personas divinas. Dios se ha revelado y se ha manifestado y se nos ha dado en su Hijo, el Logos, el Verbo, que, por amor, se hizo hombre, se hizo carne, para redimir al hombre.

Nosotros creemos en Jesucristo, el Hijo único de Dios; a Él amamos porque Él nos amó primero.


Creemos en Jesucristo y descubrimos en Él el Camino para llegar al Padre; la Verdad, la Vida. Y Él es Dios y hombre, una sola Persona divina con dos naturalezas, divina y humana.

Sin Él, nada podemos hacer, nada somos.

Por eso profesamos:

jueves, 13 de marzo de 2014

Medicinas para la conversión y antídotos

"-¿Cómo es posible, pues, que nos salvemos?, me preguntas.


-Aplicando las medicinas contrarias a cada pecado:

la limosna, la oración, la compunción, la penitencia, la humildad, la contrición de corazón, el desprecio de las cosas presentes.

Como nos decidamos a prestarle atención, Dios nos ha abierto infinitos caminos de salvación.

Atendámosle, pues, y tratemos por todos los medios de curar nuestras heridas:

haciendo limosna, perdonando a los que nos han ofendido, dando gracias a Dios por todas las cosas, ayunando conforme a nuestras fuerzas, orando fervorosamene, procurándonos amigos de la riqueza de iniquidad"

(S. Juan Crisóstomo, In Matt., hom. 41,1).


Hay un bendito hospital que es la Iglesia; una Casa que es Casa de Salvación, donde habita el Médico espiritual que a nadie rechaza y a todos cura: en la Iglesia, Cristo nos da las medicinas para cada pecado y los antídotos para no caer en otras enfermedades.


miércoles, 12 de marzo de 2014

Orando en conversión (Preces de Laudes de Cuaresma - II)



2. Respuestas a las preces


            Las respuestas a las peticiones van en consonancia con lo visto, sintetizando los aspectos principales del tiempo cuaresmal.


            La súplica y el deseo de renovación llevan a esperar la promesa de la profecía de Ezequiel (36,1ss): “un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo”. Por eso se ruega: “Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo” (Dom I), “Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo” (Miérc I), “Renuévanos con tu gracia, Señor” (Sab I) “Ayúdanos, Señor, con tu gracia” (Sab II).

            El santo tiempo cuaresmal es humilde y reiterada súplica de renovación y de gracia, en definitiva, súplica implorando el Santo Espíritu: “Danos, Señor, tu Espíritu Santo” (Mierc II).

            La imagen de la Cuaresma como una peregrinación, un éxodo a través del desierto, está muy presente, orientándonos: “Guíanos por tus senderos, Señor” (Lun I), y así su Palabra va marcando la vida eclesial y la existencia de cada cristiano: “Que tu palabra, Señor, sea luz para nuestros pasos” (Juev I), “Ilumínanos, Señor, con tu palabra” (Lun II). Recordando el deseo de la carta a los Colosenses (3,15), suplicamos: “Que la palabra de Cristo habite en nosotros con toda su riqueza” (Mart II).


martes, 11 de marzo de 2014

Creo en Dios (I)

El primer artículo del Credo es la profesión de fe en Dios, que es Padre todopoderoso. Una amplia catequesis nos permitirá reconocer la naturaleza de Dios, su acción creadora y salvadora. Se verá su poder así como el sentido mismo de la creación, salida buena de la mano de Dios.


Esta catequesis, además, resituará la creación y lo creado en su justa perspectiva, ante el abuso de un falso ecologismo que endiosa la naturaleza en lugar de respetarla y cultivarla, cuidando igualmente del hombre (y de la vida humana incipiente).

Ésta es hoy nuestra catequesis cuaresmal.

lunes, 10 de marzo de 2014

Los días de perdón y salvación (Preces de Laudes de Cuaresma - I)



1. Encabezamientos


            Los días de Cuaresma son días santos, especialmente proclives a la acción purificadora de Dios en nosotros: “nos concede estos días de perdón” (Dom I) y son días de esperanza en el Señor, por lo que brota la alabanza a Dios viviendo plenamente el ejercicio de la santa Cuaresma: “nos concede ofrecerle el sacrificio de alabanza cuaresmal” (Lun II).


           Jesús mismo ha abierto el camino de la salvación, Él ha inaugurado la práctica cuaresmal, el tiempo de desierto y la renovación para el bautismo. Se muestra Salvador: “Bendigamos a Jesús, nuestro Salvador, que por su muerte nos ha abierto el camino de la salvación” (Lun I). Su muerte es contemplada en el tiempo cuaresmal como puerta abierta a la esperanza: la salvación del pecado es posible; el mundo, roto y desfigurado por el pecado, se va a renovar por la Pascua del Señor: “Bendigamos al Autor de nuestra salvación, que ha querido renovar en sí mismo todas las cosas” (Mierc I) y “al morir en al cruz nos dio la vida” (Viern I), “Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección” (Viern II).

            Ahora la acción de Dios es ya purificadora, renovadora, santificadora: “por la acción de su Espíritu purifica nuestros corazones y los llena de su amor” (Mierc II).

domingo, 9 de marzo de 2014

El prefacio dominical I de la Cuaresma

La Cuaresma puede ser una buena ocasión para profundizar y orar sobre algunos textos propios de este tiempo litúrgico. Para ello, dos buenos amigos nos damos la mano (Corazón Eucarístico de Jesús y El Ciento por Uno) para elaborar una serie de entradas de tipo teológico-espritual y litúrgico-musical para aquellas personas que quieran orar con los textos de los prefacios de los domingos de Cuaresma del Ciclo A.

El prefacio del Domingo I de Cuaresma lleva por título "Las tentaciones de Jesús" y guarda estrecha relación con el evangelio proclamado en este domingo (Mateo 4, 1-11).

[Cristo] El cual,
al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento,
inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal,
y al rechazar las tentaciones del enemigo
nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado;
de este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua,
podremos pasar un día a la Pascua que no acaba.


“El cual, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal”. Siguiendo el modelo de combate que contemplamos en Cristo, la Iglesia durante la Cuaresma practica la penitencia que fortalece el alma. Es un largo camino recorrido con Cristo y como Cristo.

“Y al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado”. El pecado tiene una fuerza atroz cuando se despliega, comenzando por simples insinuaciones (tentaciones). Mirando a Cristo no sólo rechazamos las tentaciones con su gracia, sino que aprendemos a amansar la fuerza del mal en nuestro corazón.

“De este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua”. Vivir con sinceridad implica la entrega al misterio de esta Pascua, morir con Cristo para vivir con Él, ya resucitados. Plantearse la inmersión de todo el corazón en el misterio pascual de Cristo es aprovechar el tiempo de salvación que Él nos da.

“Celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba”. Al vivir de verdad esta Pascua, en este año, muriendo y resucitando, matando algo más a nuestro hombre viejo para que crezca en nosotros el hombre nuevo, esperamos y deseamos vivir la Pascua que no se acaba, la Pascua eterna, el cielo, la glorificación de nuestra carne.

Como recurso para los sacerdotes que lo deseen compartimos también el audio de este prefacio según la versión musicalizada del Misal Romano.





sábado, 8 de marzo de 2014

¡Convirtámonos a nuestro Dios!

La conversión es un proceso permanente, cotidiano, intensificado en diversos momentos o tiempos de gracia, como unos Ejercicios espirituales, un retiro, el tiempo de Cuaresma...


Es verdad que la conversión fundamental se produce una vez en la vida para siempre: se descubre a Cristo y todo cambia definitivamente.

Pero hay un estado de conversión, en el que hemos de vivir, donde cada día al corazón del hombre que se desvía unos grados del camino hay que ponerlo en el camino justo, detrás de Cristo, en dirección a Cristo.

viernes, 7 de marzo de 2014

Introducción al Credo

Después de un año o más de catecumenado, al inicio de la Cuaresma los catecúmenos han entrado en la etapa previa a los sacramentos pascuales. Ya se llaman 'competentes' o 'elegidos' y se intensifican tanto las catequesis como los ritos litúrgicos marcando la progresividad de la iniciación cristiana.


En esta Cuaresma previa a su Bautismo, los 'competentes' van a recibir el Credo en una liturgia, llamada la "entrega del Credo" o "traditio symboli", y durante este tiempo recibirán catequesis apropiadas para que fijen el contenido del Credo en su memoria y conozcan las verdades de la fe que se encierran en esos artículos del Credo.

A esas catequesis asistían los catecúmenos, sus padrinos, aquellos que le brindaban su hospitalidad para estar en la ciudad toda la Cuaresma y todos los fieles cristianos que pudieran.

Ahora nosotros nos situamos también con ellos y recibimos las catequesis sobre el Credo, de manos de san Agustín, con espíritu cuaresmal. Así renovaremos la fe cristiana para llegar bien dispuestos a la santa Vigilia pascual.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El ministerio sacerdotal

Veamos algunos rasgos, algunos de los oficios que conlleva el ministerio sacerdotal para edificar la Iglesia.


Son las palabras del Papa Benedicto las que nos ayudarán hoy para considerar el ministerio sacerdotal. Sin ser una exposición completa de todas las dimensiones del ministerio, sí subraya algunas con particular vigor.

Tal vez, a veces, nos hacemos ideas inexactas o parciales de lo que es el ministerio sacerdotal, o reduciéndolo a lo cultual, o asimilándolo a un colega o compañero, o demandando unos derechos (supuestos derechos) que obligamos a que el sacerdote satisfaga. Tampoco faltará quien mire al sacerdocio en una perspectiva meramente humana y se acerque a él buscando un reconocimiento público, una distinción, e identifique el ministerio sacerdotal y aprecie el ministerio sacerdotal sólo en la persona de un sacerdote concreto, al que considera "amigo".

martes, 4 de marzo de 2014

Sigue vigente la penitencia

La penitencia es una virtud por la cual reparamos nuestros pecados (y los de los demás) ante Dios, ofrecemos un sacrificio de alabanza al Señor y crecemos en el dominio de nuestra carnalidad.

¿Pasada de moda? ¡No! Urgente y actual: la penitencia sigue siendo necesaria aun cuando el clima hedonista rechaza cualquier penitencia y cuando, incluso, hemos convertido la penitencia en mero sentimiento interior, privado de actos concretos que expresen y refuercen la virtud interior.


La penitencia doma al hombre viejo que tantas veces resurge con fuerza en nosotros, y hace crecer al hombre nuevo. Este es el tiempo de la gran penitencia eclesial: los hijos de la Iglesia practican la penitencia en un ejercicio constante y avanzan en la vida cristiana para llegar a la Pascua. Es la gimnasia del alma, la ascesis interior, manifestada en miles de elementos que convergen: ayuno, oración, limosna, caridad, postración, pequeños sacrificios, rezo prolongado, recogimiento, ausencia de diversiones exteriores...

Todo este conjunto, no lo dudemos, no lo olvidemos, está vigente, es actual, necesario, purificador. Aun cuando apenas se oiga hablar ni predicar ni catequizar, la penitencia es, también, un signo de vida cristiana que se purifica y crece para el Misterio pascual.


                "Por la gracia del Señor, nos encontramos aquí este año al comienzo del largo período penitencial que la Iglesia antepone a la celebración del Misterio pascual. Todos somos conscientes de los motivos espirituales y ascéticos que nos traen aquí para iniciar el camino de la santa cuaresma.

                Un camino de penitencia. Llegados a esta conclusión y, creemos, a su correspondiente propósito, surgen en la mente de todos una duda muy fácil, una pregunta casi espontánea: ¿Qué queda hoy de la penitencia en la disciplina y en el espíritu de la Iglesia?


domingo, 2 de marzo de 2014

Camino bautismal de la Cuaresma

La imposición de las cenizas en nuestra cabeza desencadena un proceso. ¿Cuál?

Lo podemos reducir a un acto tradicional, asistiendo por costumbre, sin dejar que desencadena su fuerza, y ésta es la de iniciar un proceso de ajuste y reajuste. Es un proceso bautismal, o si lo preferimos, un proceso que desemboca en el Bautismo o en su renovación, adecuando nuestra vida a la gracia del Bautismo.


Veamos una visión panorámica del conjunto y del proceso, y así marquemos nuestras pautas de vida para que la Cuaresma responda en cada cual a su propia finalidad.

La catequesis del papa Benedicto ofrece la perspectiva y, me gustaría subrayarlo, le da una gran fuerza a la participación e interiorización de la vida litúrgica. Fijaos en sus alusiones a la liturgia.


"Queridos hermanos y hermanas:
 
Hoy, marcados por el austero símbolo de la Ceniza, entramos en el tiempo de Cuaresma, comenzando un itinerario espiritual que nos prepara para celebrar dignamente los misterios pascuales. La ceniza bendita impuesta sobre nuestra cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a intensificar el compromiso de conversión para seguir cada vez más al Señor.