miércoles, 5 de marzo de 2014

El ministerio sacerdotal

Veamos algunos rasgos, algunos de los oficios que conlleva el ministerio sacerdotal para edificar la Iglesia.


Son las palabras del Papa Benedicto las que nos ayudarán hoy para considerar el ministerio sacerdotal. Sin ser una exposición completa de todas las dimensiones del ministerio, sí subraya algunas con particular vigor.

Tal vez, a veces, nos hacemos ideas inexactas o parciales de lo que es el ministerio sacerdotal, o reduciéndolo a lo cultual, o asimilándolo a un colega o compañero, o demandando unos derechos (supuestos derechos) que obligamos a que el sacerdote satisfaga. Tampoco faltará quien mire al sacerdocio en una perspectiva meramente humana y se acerque a él buscando un reconocimiento público, una distinción, e identifique el ministerio sacerdotal y aprecie el ministerio sacerdotal sólo en la persona de un sacerdote concreto, al que considera "amigo".

Pero junto a la misión y ministerio del sacerdote, un rasgo de espiritualidad sacerdotal, y éste es la necesidad de orar y no dejarse llevar por el activismo. Gran dominio de sí mismo requiere un sacerdote: primero, el Señor, antes que nada, su trato personal con el Señor. Luego el trabajo, la misión. Y tampoco podemos pensar mirando desde fuera que la oración del sacerdote, el tiempo que el sacerdote emplea en orar y estar ante el Sagrario, sea un tiempo perdido y que lo que tendría es que estar en el despacho o en otros menesteres.

Sean las palabras del Papa nuestra catequesis hoy.

"Comienzo por la palabra "Velad". Hace algunos días tuve la catequesis sobre san Pedro Canisio, apóstol de Alemania en la época de la Reforma, y se me quedó grabada una palabra de este santo, una palabra que era para él un grito de angustia en su momento histórico. Dice: "Ved, Pedro duerme; Judas, en cambio, está despierto". Esto nos hace pensar: la somnolencia de los buenos. El Papa Pío XI dijo: "El gran problema de nuestro tiempo no son las fuerzas negativas, sino la somnolencia de los buenos". "Velad": meditemos esto, y pensemos que el Señor en el Huerto de los Olivos repite dos veces a sus discípulos: "Velad", y ellos duermen. "Velad", nos dice a nosotros; tratemos de no dormir en este tiempo, sino de estar realmente dispuestos para la voluntad de Dios y para la presencia de su Palabra, de su Reino. 

"Velad por vosotros mismos" (v. 28): estas palabras también valen para los presbíteros de todos los tiempos.

Hay un activismo con buenas intenciones, pero en el que uno descuida la propia alma, la propia vida espiritual, el propio estar con Cristo. San Carlos Borromeo, en la lectura del breviario de su memoria litúrgica, nos dice cada año: no puedes ser un buen servidor de los demás si descuidas tu alma. "Velad por vosotros mismos": estemos atentos también a nuestra vida espiritual, a nuestro estar con Cristo. Como he dicho en muchas ocasiones: orar y meditar la Palabra de Dios no es tiempo perdido para la atención a las almas, sino que es condición para que podamos estar realmente en contacto con el Señor y así hablar de primera mano del Señor a los demás. 

"Velad por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios" (v. 28). Aquí son importantes dos palabras. En primer lugar: "el Espíritu Santo os ha puesto"; es decir, el sacerdocio no es una realidad en la que uno encuentra una ocupación, una profesión útil, hermosa, que le agrada y se elige. ¡No! Nos ha constituido el Espíritu Santo. Sólo Dios nos puede hacer sacerdotes; sólo Dios puede elegir a sus sacerdotes; y, si somos elegidos, somos elegidos por él. Aquí aparece claramente el carácter sacramental del presbiterado y del sacerdocio, que no es una profesión que debe desempeñarse porque alguien debe administrar las cosas, y también debe predicar. No es algo que hagamos nosotros solamente. Es una elección del Espíritu Santo, y en esta voluntad del Espíritu Santo, voluntad de Dios, vivimos y buscamos cada vez más dejarnos llevar de la mano por el Espíritu Santo, por el Señor mismo. 

En segundo lugar: "os ha puesto como guardianes para pastorear". La palabra que el texto español traduce por "guardianes" en griego es "epískopos". San Pablo habla a los presbíteros, pero aquí los llama "epískopoi". Podemos decir que, en la evolución de la realidad de la Iglesia, los dos ministerios aún no estaban divididos claramente, no eran distintos; evidentemente son el único sacerdocio de Cristo y ellos, los presbíteros, son también "epískopoi". La palabra "presbítero" viene sobre todo de la tradición judía, donde estaba vigente el sistema de los "ancianos", de los "presbíteros", mientras que la palabra "epískopos" fue creada -o encontrada- en el ámbito de la Iglesia por los paganos, y proviene del lenguaje de la administración romana. "Epískopoi" son los que vigilan, los que tienen una responsabilidad administrativa para vigilar cómo van las cosas. Los cristianos eligieron esta palabra en el ámbito pagano-cristiano para expresar el oficio del presbítero, del sacerdote, pero como es obvio cambió inmediatamente el significado de la palabra. La palabra "epískopoi" se identificó de inmediato con la palabra "pastores". 

O sea, vigilar es "apacentar", desempeñar la misión de pastor: en realidad de inmediato se convirtió en "poimainein", "apacentar" a la Iglesia de Dios; está pensado en el sentido de esta responsabilidad respecto de los demás, de este amor por el rebaño de Dios. Y no olvidemos que en el antiguo Oriente "pastor" era el título de los reyes: son los pastores del rebaño, que es el pueblo. Seguidamente, el rey-Cristo, al ser el verdadero rey, transforma interiormente este concepto. Es el Pastor que se hace cordero, el pastor que se deja matar por los demás, para defenderlos del lobo; el pastor cuyo primer significado es amar a este rebaño y así dar vida, alimentar, proteger. 

Tal vez estos son los dos conceptos centrales para este oficio del "pastor": alimentar dando a conocer la Palabra de Dios, no sólo con las palabras, sino testimoniándola por voluntad de Dios; y proteger con la oración, con todo el compromiso de la propia vida. 

Pastores, el otro significado que percibieron los Padres en la palabra cristiana "epískopoi", es: quien vigila no como un burócrata, sino como quien ve desde el punto de vista de Dios, camina hacia la altura de Dios y a la luz de Dios ve a esta pequeña comunidad de la Iglesia. Para un pastor de la Iglesia, para un sacerdote, un "epískopos", es importante también que vea desde el punto de vista de Dios, que trate de ver desde lo alto, con el criterio de Dios y no según sus propias preferencias, sino como juzga Dios. Ver desde esta altura de Dios y así amar con Dios y por Dios" (Benedicto XVI, Lectio con el clero de Roma, 10-marzo-2011).

8 comentarios:

  1. Me quedo con: Es una elección del Espíritu Santo. Guardianes, pastores, para vigilar, apacentar, alimentar; y proteger con todo el compromiso de la propia vida. Ve con el criterio de Dios y no según sus propias preferencias. “Antes de formarte en el vientre te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles… No les tengas miedo, que yo estoy contigo” dice el profeta Jeremías.

    Su propio amor, unido e identificado con el de Cristo el Buen Pastor, conforma su vida como camino de santidad para la entrega salvífica de Cristo sacerdote. “Considera lo que realizas, imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la Cruz del Señor”, le dice el obispo en la ordenación.

    No comparto el “colegueo” en ningún tipo de paternidad; el "colegueo" no es ni amistad ni afecto, no es una clase de amor. Se ha hablado mucho de problemas de identidad del sacerdote, del surgimiento de esos problemas no somos inocentes los laicos.

    Escribe San Ambrosio “el verdadero ministro del altar ha nacido para Dios y no para sí, y el Levítico, “En los cercanos a mí mostraré que soy santo”. Les debemos una inmensa gratitud, recemos continuamente por ellos. Señor, danos muchos y santos sacerdotes

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Julia María:

      De acuerdo: colegueo ninguno; a mí particularmente me molesta... y ¡se nota tanto cuando alguien te trata así!

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  2. Hace no demasiado tiempo, llamé a un sacerdote: "Su reverenda Paternidad". En general no me sale tutear a un sacerdote. Pero no sé muy bien, si el sacerdote prefiere el tuteo o no. Supongo que depende de quien se trate. Confieso que no tengo nada claro, nada claro eso de la amistad con el sacerdote. No sé si el sacerdote ha de ser amigo de los feligreses. Si que tengo mucho más claro que el sacerdote ha de AMAR a los feligreses, como el feligrés ha de AMAR a los demás incluido al sacerdote. El ser creyente pasa por encima de la vida personal, o la trasciende, o la sobrepasa, o la transforma o la convierte. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      Depende de cada uno. Normalmente yo prefiero el "usted", pero no excluye que haya personas que, aun tuteando, lo hacen con respeto.

      ¿Amigo de los feligreses? Primero ser padre..., la amistad es siempre don gratuito y libre que puede o no darse.

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  3. Antonio, como hace mucho tiempo que no hablamos y acabo de salir de una reunión “a gritos”, me relajo charlando con vd.

    Tal y como yo lo veo, un sacerdote como cualquier otra persona tiene amigos, personas a las que le une un vínculo de especial afecto, y los necesita hasta si ama la soledad; esos amigos suelen ser fieles católicos de una parroquia u otra con excepción de amigos sacerdotes o no creyentes. A veces la amistad se confunde con una relación de "colegas" como sucede entre nuestros jóvenes y esto es un error muy dañino, lo cual no es óbice para que los amigos, sacerdote y fiel católico, realicen juntos todo lo que es propio de la amistad sin que ello lleve a que disminuya ni en un ápice el respeto a su condición sacerdotal.

    Del mismo modo que entre los fieles católicos se dan relaciones de fraternidad y amistad o sólo de fraternidad, entre un fiel y un sacerdote se dan relaciones de paternidad y amistad o sólo de paternidad. La amistad no se da necesariamente, se encuentra a veces y es un gozo encontrarla. Señala vd una forma de dirigirse al sacerdote que actualmente no se usa y quizá pueda sorprender bastante al sacerdote al que se dirija en esos términos.

    En cuanto al término amar que es uno de sus preferidos, estoy de acuerdo siempre que entendamos por amar, siguiendo a santo Tomás, conocer cuál es el verdadero bien del otro y procurarlo.

    Un saludo.

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    1. Julia María:

      Parto de su comentario y hago una extrapolación más allá.

      La amistad es libre, gratuita, necesaria, gozosa, siendo amor de benevolencia, de querer el bien del otro y compartir la vida.

      Pero la amistad del sacerdote no debe ser nunca un incentivo para imponer a sus amigos en la parroquia o para que éstos sean los únicos que determinen cosas pastorales. Hay que saber distinguir y ser muy fino. Los amigos del pastor no son los "padres" de la parroquia..., y deben ser situados y saber situarse ellos en la vida del pastor como amigos y nada más.

      No sé si me explico bien del todo...

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    2. Pues si, Julia María, hace tiempo que no hablamos. Lo de las cosas pastorales y lo de la parroquia es algo que para mi sigue siendo desconocido. No sé muy bien, ni tampoco mal, como va eso. Mi relación con los sacerdotes, con los que he podido relacionarme, intuyo que ha sido bastante "poco convencional". Lo de reverenda paternidad, he de reconocer que me salió de dentro, espontáneo, pero el sacerdote al que se lo dije, no pareció molesto, ni tampoco dijo nada. En cuanto al término AMAR, no es que se mi favorito, es que es el núcleo de la LEY de DIOS, La esencia, la raíz, la base, el cimiento, el núcleo, bueno, no sé muy bien como expresarlo. Lo que entiendo por AMAR, es lo que se entiende en las Sagradas Escrituras, o sea, en los EVANGELIOS, es decir, eso que se llama la PALABRA de DIOS. Entiendo que el creyente entiende por AMOR eso. DIOS es CARIDAD. En mi caso personal, las veces que he acudido a un sacerdote, no he acudido con la idea o pretensión de encontrarme con un amigo. Más que nada ha sido pidiendo ayuda. Y con la referencia de que EL que ayuda es DIOS. Que LO haga a través de una persona o de otra, es otra cuestión. Una cuestión SUYA. Alabado sea DIOS.

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    3. Don Javier, se explica como un libro abierto...

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