domingo, 31 de enero de 2016

Magisterio sobre la evangelización (XXXII)

Una formación de adultos debe, sin lugar a dudas, poner a todos en contacto con las fuentes originales, con el Magisterio de la Iglesia, de manera que todos lean y tengan acceso a documentos, homilías y discursos. Un blog, en este caso, debe también difundir esa doctrina magisterial.


El Magisterio pontificio contemporáneo, como vamos viendo, ha sido y sigue siendo fecundo en lo referente a la evangelización y la nueva evangelización. Son palabras luminosas por su claridad, pero vinculantes para todos; no entra en lo optativo, sino en las directrices básicas que a todos incumben.

Prestamos un asentimiento racional al Magisterio y recibimos su enseñanza como una orientación clara para nuestras acciones, apostolados, compromisos y misión.

Con ese tono, y con el deseo de formación, vamos a trabajar el discurso de Benedicto XVI a los nuevos evangelizadores.


"Habéis elegido como lema para vuestra reflexión de hoy la expresión: «La Palabra de Dios crece y se multiplica». Varias veces el evangelista Lucas utiliza esta fórmula en el libro de los Hechos de los Apóstoles; en distintas situaciones afirma, de hecho, que «la Palabra de Dios crecía y se multiplicaba» (cf. Hch 6, 7; 12, 24). Pero en el tema de esta jornada habéis modificado el tiempo de los dos verbos para evidenciar un aspecto importante de la fe: la certeza consciente de que la Palabra de Dios está siempre viva, en todos los momentos de la historia, hasta nuestros días, porque la Iglesia la actualiza a través de su fiel transmisión, la celebración de los sacramentos y el testimonio de los creyentes. Por esto nuestra historia está en plena continuidad con la de la primera comunidad cristiana, vive de la misma savia vital. 

¿Pero qué terreno encuentra la Palabra de Dios? Como entonces, también hoy puede encontrar cerrazón y rechazo, modos de pensar y de vivir que están lejos de la búsqueda de Dios y de la verdad. El hombre contemporáneo a menudo está confundido y no consigue hallar respuestas a tantos interrogantes que agitan su mente con respecto al sentido de la vida y a las cuestiones que alberga en lo profundo de su corazón. El hombre no puede eludir estos interrogantes que afectan al significado de sí mismo y de la realidad, ¡no puede vivir en una sola dimensión! En cambio, no raramente, es alejado de la búsqueda de lo esencial en la vida, mientras se le propone una felicidad efímera, que satisface un instante, pero enseguida deja tristeza e insatisfacción.

viernes, 29 de enero de 2016

Lo que la Iglesia hizo en el Concilio Vaticano II

Hemos de entender, valorar y situar el Concilio Vaticano II atendiendo a la voz de la Iglesia y, en este caso, de uno de sus protagonistas, Cabeza del Concilio, el Papa Pablo VI.

Aunque surjan corrientes con poderosos altavoces que niegan validez y hasta legitimidad a dicho Concilio, pidiendo su revisión, nadie en su sano juicio dejará de reconocer que es un Concilio más en la lista de Concilios de la Iglesia, sancionado y promulgado por un Papa.


¿Qué pretendía el Concilio? ¿Qué hizo la Iglesia durante él, qué se propuso?

Una presentación, breve, pero con visión panorámica, dio Pablo VI a un mes de su clausura en un discurso. En este discurso, Pablo VI expresaba aquello que movió el ánimo de los padres conciliares y lo que reflejan los documentos del Concilio. La segunda parte de dicho discurso -que otro día veremos- centra la relación de la Iglesia con el mundo moderno.

Veamos pues qué es el Concilio y cuál fue su interés, su objeto, su fin. 

miércoles, 27 de enero de 2016

Encarnación, pelagianismo, tentación...

Realmente es diabólica la tentación del pelagianismo, y sin embargo se ha extendido ampliamente.

¿Pelagianismo? ¡Sí! Creer que el hombre es bueno, que todo el mundo es bueno, y que si el hombre se lo propone, él tiene las fuerzas y los recursos para todo, para arreglar su vida y arreglar el mundo, para salvar su alma y ser santo. Dios sobra, más aún, estorba. Es un hombre poderoso.


El pelagianismo incluso puede nacer hasta de una buena intención: hacerlo todo por Dios, pero acaba haciéndolo "sin Dios". Es el momento en que el hombre se erige en pequeño dios, confía ciegamente en su razón -el racionalismo es su último extremo-, en su técnica y en su planificación. Cree que cambiará el mundo él solo, basta un poco de buena voluntad, estrategia y planificación.

Esta es la tentación hecha ya pecado en la forma de situarse el hombre en el mundo y en la forma también de situarse en la Iglesia ante Dios.

martes, 26 de enero de 2016

De catequesis y catequistas

La catequesis es una realidad viva e importantísima en la Iglesia porque es la transmisión de la fe eclesial. Lo recibido se transmite para que los demás tengan vida abundante. Es una educación en la fe, acompañando en una vida cristiana que vaya progresando, perfeccionándose, tomando la forma de Cristo Jesús, para que cada uno, al participar en la catequesis, se parezca más a Cristo, pensando como Él, sintiendo como Él, amando, entregándose, viviendo como Él.

La catequesis es una acción pastoral de la Iglesia que incluye a todos: niños y jóvenes, pero también adultos, matrimonios, familias, y probablemente estos adultos con más urgencia aún, como una propuesta habitual, normal, en la vida de una parroquia.

Pero la catequesis no es cuestión simplemente de un libro y de una pedagogía didáctica, o con las modas actuales, de unas dinámicas interactivas de grupo; la cuestión no es cambiar el libro por otro renovado, ni la preocupación por hacer entretenida la sesión catequética. Miremos cómo el centro de toda catequesis es la transmisión íntegra del tesoro de la fe y el acompañamiento de los catequizandos para su inserción cada día más vital en el seno de la Iglesia. Esto no lo hace un libro u otro, sino un catequista verdadero, que responda a ese nombre y misión eclesial: "La formación de los catequistas, analizada en el segundo capítulo, es elemento decisivo en la acción catequizadora. Si es importante dotar a la catequesis de buenos instrumentos de trabajo, más importante es aún preparar buenos catequistas" (Directorio General de Catequesis, 216).

domingo, 24 de enero de 2016

Participamos en la liturgia ofreciéndonos (I)



 “Instruidos por la Palabra de Dios, reparen sus fuerzas en el banquete del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino también juntamente con él, y se perfeccionen día a día, por Cristo Mediador, en la unidad con Dios y entre sí” (SC 48). 


          Los fieles participan de verdad (plena, consciente, activa, interior, fructuosamente) cuando se ofrecen juntamente con la hostia inmaculada. Ya Pío XII, ampliamente, lo expuso en la encíclica Mediator Dei. Trataba de la “participación, en cuanto que deben ofrecerse también a sí mismos como víctimas”, señalando la ofrenda de cada uno junto con Cristo: “Mas para que la oblación con la cual en este sacrificio los fieles ofrecen al Padre celestial la víctima divina alcance su pleno efecto, conviene añadir otra cosa: es preciso que se inmolen a sí mismos como hostias” (Mediator Dei, n. 120).

            Tratemos de comprender este grado de la participación real de los fieles en la Misa: ofrecerse con Cristo. 
 La gran tradición litúrgica de la Iglesia nos enseña que, para una participación fructuosa, es necesario esforzarse por corresponder personalmente al misterio que se celebra mediante el ofrecimiento a Dios de la propia vida, en unión con el sacrificio de Cristo por la salvación del mundo entero” (Benedicto XVI, Exh. Sacramentum caritatis, n. 64).

viernes, 22 de enero de 2016

Sólo evangelizan los santos

La evangelización, la vida pastoral cotidiana de nuestras mismas parroquias, sólo cobrarán impulso y eficacia sobrenatural, si es llevada adelante por santos, por personas -laicos, sacerdotes, religiosos- que vivan en santidad y tengan deseos de santidad.

La mediocridad es estéril. La tibieza jamás hace nada bueno. La rutina mata el Espíritu y el celo apostólico. Solamente la santidad puede dar algún fruto digno de Dios y que sirva a los hombres.

Recordemos a este respecto las palabras de Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris missio:



La solución, la clave, es abrirse a la Gracia, a la acción de Dios y al impulso del Espíritu Santo que, purificando, nos une a Cristo y nos transforma para luego enviarnos.

miércoles, 20 de enero de 2016

Consolación y alegría

La acción del Espíritu Santo es eficaz en las almas. Lo sabemos y vivimos de esta acción invisible a la par que real.

Ya san Pablo en Gal 5,22s señala los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, bondad, afabilidad, dominio de sí... No nacen sin más del sentimiento humano ni de su mundo afectivo, sino que provienen del Espíritu como frutos sobreanturales de su presencia inhabitadora en nosotros.


Incluso en circunstancias adversas, donde humanamente podría reinar la tristeza, el Espíritu ofrece paz y alegría; en momentos de sufrimiento, Él ofrece consuelo... y así se podrían seguir enumerando sus frutos que dependen, en exclusividad de Él.

lunes, 18 de enero de 2016

Espiritualidad de la adoración (VIII)

Los contemplativos son especialmente maestros de vida cristiana porque han adquirido una 'sapientia cordis', una sabiduría de corazón, por su contacto asiduo y amoroso con el Misterio.


El peso de las palabras de un contemplativo, cuando nos habla de Cristo, es un peso específico y único: no habla de memoria, ni suelta un discurso ya establecido, acomodado a las circunstancias, sino que el verdadero contemplativo rezuma amor a Cristo y habla de ese amor que él ha descubierto porque el Señor se lo ha entregado. Sus palabras merecen atención para que dejen un poso interior.

Carlos de Foucauld es el gran contemplativo de la Eucaristía, cuya vocación y misión en la Iglesia fue adorar al Santísimo para que la vida de Cristo llegase a todos. Simplemente estuvo horas y horas cada día a los del Santísimo expuesto.

domingo, 17 de enero de 2016

El rostro de un católico santo (Palabras sobre la santidad - XXII)

Dibujar la santidad hoy, para cualquier católico en medio del mundo, implicaría multitud de líneas, puntos, perspectivas, elementos que la formarían. 

¿Cómo sería el rostro de un católico santo? 
¿Cómo vivir la santidad hoy cualquier católico, cualquier seglar, cualquier joven?


Un Mensaje del papa Benedicto XVI ofrece los rasgos fundamentales de la santidad para vivirla hoy. Es una presentación realista, capaz de orientar a todos, capaz de despertar en todos el deseo de vivir así.

"Tras las huellas de los Magos, animados por el anhelo de averiguar la verdad, jóvenes de todos los rincones de la tierra se dieron cita en Colonia para buscar y adorar al Dios hecho hombre, y después, transformados por el encuentro con él e iluminados por su presencia, volvieron a su país, como los Magos, "por otro camino" (cf. Mt 2, 12). Así también vosotros volvisteis a Holanda deseosos de comunicar a todos la riqueza de la experiencia vivida, y hoy queréis compartirla con vuestros coetáneos.

viernes, 15 de enero de 2016

Ante Cristo Médico

Acudir a Cristo Médico es siempre el primer paso para la salvación. En Él está la salud y la vida para quien las quiera y necesite. Pero hay que acercarse a Él confiadamente, dejar que Él nos examine, vea nuestro mal, aplique los remedios necesarios. Ante Él no se pueden ocultar los síntomas de nuestra enfermedad ni disimularlos.


A Él se llega quien se reconoce enfermo, se ve enfermo, y tiene un deseo de salvación, porque es el deseo lo que nos mueve en todo.

"Aunque Dios no nos otorga lo que queremos, nos otorga lo adecuado para nuestra salvación. ¿Cómo actuaría un médico al que pidieras algo que te daña, sabiéndolo él? No es cierto que no te escuche el médico cuando, tal vez, tú le pides un vaso de agua fría; si te es provechosa, te la da al instante; si no lo es, te la niega. ¿Se ha de decir que no te escuchó porque no te satisfizo tu voluntad o más bien que te escuchó en lo referente a tu salvación?" (S. Agustín, In I. Io., 6,9).

El Médico celestial siempre busca lo mejor para nosotros, enfermos. Sus remedios y medicinas tal vez no sean agradables ni gratas, pero son curativas y así se han de recibir.

miércoles, 13 de enero de 2016

Teología y santidad

Tan relacionadas están la teología y la santidad, que son inseparables, y con este criterio podríamos discernir cualquier obra y cualquier presunta santidad.

La teología será buena, verdadera, hermosa, cuando su autor ha renunciado al academicismo y a las categorías ideológicas y elabora su teología con una santidad de vida personal grande y firme. Escribe, piensa, enseña, delante de Dios, ante Dios y para la gloria de Dios.


La santidad es verdadera, y no moralismo o apariencia de compromiso ético, cuando piensa a Dios y ora a Dios y vive de Dios; entonces sus palabras no serán soflamas ideológicas de hombres "comprometidos", sino palabras llenas de sabiduría, fe y Espíritu Santo.

La conjunción siempre es teología y santidad. Los grandes teólogos siempre serán los que intenten vivir la santidad y su conjunto doctrinal tendrá una belleza que hiere el alma; los grandes santos siempre son teólogos que saben hablarnos de Dios y llevarnos a Dios.

No tenemos que olvidar que cuando se produce un fallo en la coherencia personal, la verdad siempre pierde algo. Decía Rosmini: "La ciencia es común a todos, buenos y malos, pero la verdad del Evangelio, viva, puesta en práctica, sólo pertenece a los buenos". Un "maestro de teología" debe ser también, sobre todo, ante todo, partiendo de su propia experiencia, un "maestro de santidad" porque si no, habría que dudar de la naturaleza de su teología, de su peso específico cristiano.

lunes, 11 de enero de 2016

Pensamientos de san Agustín (XXXVII)

Las frases bien construidas de san Agustín, tan matizadas, con su juego de palabras habitual, hacen que sean verdaderas sentencias o máximas de pensamiento cristiano, donde con pocos elementos, se afirman muchas cosas.

Este método agustiniano facilita la memorización de grandes principios para la vida cristiana y hoy, cuando nos ponemos a leerlos y asumirlos, pueden ejercer el mismo influjo que en su tiempo logró para sus oyentes o sus lectores.

La vida cristiana debe estar en función del Señor y, por tanto, disponible para lo que Él requiera, disponible para las necesidades de la Iglesia. A veces, perder la contemplación, la serenidad de la contemplación, por ejemplo en sus monjes, hacía que la Iglesia estuviese mermada en sus fuerzas. San Agustín ve que antes está el bien de la Iglesia que el propio ocio contemplativo, por muy santo que sea.
No antepongáis vuestra contemplación a las necesidades de la Iglesia, pues si no hubiese buenos ministros que se determinasen a asistirla, cuando ella da a luz, no hubieseis encontrado medio de nacer (San Agustín, Carta 48,2)
Exhorta al martirio y dispone a los fieles a él por si llega el momento, y es que cualquier tiempo, cualquier época y cualquier lugar, son posibles para el martirio ya que la persecución va a durar hasta que el Señor vuelva en la claridad de su gloria.


viernes, 8 de enero de 2016

El ejercicio de la teología en von Balthasar (y II)

Ser teólogo, dedicarse al pensamiento teológico, es una vocación al servicio de la Iglesia.

Con humildad, y un gran sentido de fe, con alma eclesial y no con un espíritu contestatario que mueva al disenso, el teólogo tiene mucho que hacer, reflexionar, proponer.


Balthasar, teólogo suizo, impregnado de la espiritualidad ignaciana que marcó su vida, con conocimiento profundo de la Tradición cristiana, abrió nuevos caminos, cuestionó la deriva de muchas corrientes teológicas que se estaban convirtiendo en ideologías, elaboró un sistema teológico completo con su trilogía (Gloria, Teodramática, Teológica).

Al recibir el Premio internacional "Pablo VI" de manos de Juan Pablo II, éste pronunció un discurso denso sobre qué es la verdadera teología. Parece que estaba describiendo al galardonado. A esa descripción hay que sumarle las palabras elogiosas de Juan Pablo II a Balthasar que, sin lugar a dudas, destacan el lugar eclesial que hay que asignarle al conjunto de su teología.

lunes, 4 de enero de 2016

Conocer al que se revela





                "En esta nuestra breve meditación de la audiencia general no podemos dejar de tocar el gran tema del momento, la Navidad y, sobre todo, por acercarnos a otra gran solemnidad referente a la venida de Cristo al mundo, la Epifanía, la cual, como todos sabéis, conmemora y celebra la manifestación de Cristo. Lo mismo que la Navidad, la Epifanía nos llama al conocimiento de Cristo; a un conocimiento no sólo relativo al hecho histórico del nacimiento del Señor, sino más profundo, más esencial y misterioso; a un conocimiento que hace fermentar el espíritu de quien lo acoge, y también de quienes, teniendo alguna noción de él lo rechazan; es el conocimiento teologal, en el que se lleva a cabo un fácil, pero complejo proceso cognoscitivo, que termina en el acto de fe. 

            No os vamos a hablar de esto hoy a vosotros; tendríamos mucho que decir; nos es suficiente llamar vuestra atención sobre el gran deber que se deriva para todo entendimiento humano, del hecho histórico y real de la Encarnación, el de estudiar ese hecho, considerarlo, verlo irradiar en el mundo –en el mundo de las almas especialmente- su luz oculta y sorprendente al mismo tiempo. Es preciso, ante todo, acercarnos a Cristo y reconocer quién es Él. 

sábado, 2 de enero de 2016

Oración por la paz


Señor, Dios de Paz,
que has creado a los hombres,
objeto de tu benevolencia,
para hacerles partícipes de tu gloria;
te bendecimos y te damos gracias porque nos enviaste a Jesús,
tu Hijo amadísimo,
e hiciste de Él,
en el misterio de su Pascua,
el artífice de toda salvación,
la fuente de toda paz,
el abogado de toda fraternidad.

Te damos gracias por los deseos, los esfuerzos, las realizaciones
que tu espíritu de paz ha suscitado en nuestro tiempo,
para sustituir el odio con el amor,
la desconfianza con la comprensión,
la indiferencia con la solidaridad.