lunes, 28 de febrero de 2011

Novedades del blog

Hoy, como habéis visto, no había catequesis programada; una situación que puede que se dé más de un día. ¡Habrá que habituarse! Porque las programadas desde el verano o desde navidades no cubren, evidentemente, los 365 días del año; quedan huecos y me es ahora difícil preparar nuevas catequesis.


Quería destacar en cuanto al blog lo siguiente:

En la columna derecha hay tres nuevas imágenes con sus enlaces correspondientes para prestar un servicio en el blog.




1º. El evangelio de cada día. Con el Papa con el Evangeliario, la imagen nos permite acceder a la lectura del Evangelio de cada día con un breve comentario.




 
2º. Un enlace con la meditación diaria de "Hablar con Dios" de Francisco Fernández-Carvajal al Evangelio diario. Sumamente recomendable.











3º. El enlace para rezar Laudes y Vísperas cada jornada, ya que ésta es la gran oración de la Iglesia que debe alimentarnos y a la cual debemos unirnos. Me agradaría muchísimo que cada jornada pincháseis en esa imagen y rezásemos la oración litúrgica todos.

Por lo demás, poco más que añadir. Las estadísticas nos reflejan unas 170 personas cada día y más de 300 visitas al día. Espero que se consolide cada día más el blog como "comunidad católica virtual".

Con todo mi afecto.

domingo, 27 de febrero de 2011

Lo que es la humildad (y lo que no es)

    ¿A qué viene este interés por la humildad? ¿Y a qué tanta insistencia? Es decir, ¿qué es la humildad? ¿Para qué en tiempos de orgullo, autonomía del hombre y autosuficiencia del espíritu humano? ¿A qué la humildad cuando todos saben de todo, hablan de todo, no admite nadie consejos de otro, ni que nadie le enseñe? ¿A qué en un mundo -en una Iglesia también, en cualquier comunidad que está formada por hombres- competitiva, donde existen envidias y celotipias?

    La humildad no ha gozado de buena reputación entre los cristianos, ni se la ha tomado en serio, más bien se la ha desfigurado, arrojando en ella cosas que nada tienen que ver con ella, o confundiendo la humildad con otras actitudes del espíritu humano. Desvirtuándola en su ser, presentándola mal y, sobre todo, relegándola como algo a veces infamante y "humillante", la hemos olvidado.

    Digamos primero lo que no es. La humildad no es modestia. Son dos virtudes parecidas, que suelen caminar a la par, pero distintas en sí mismas. La modestia es la virtud de no hablar de sí mismo, de disimular lo que uno es y vale por prevención frente al orgullo y, sobre todo, frente la soberbia espiritual.

    La humildad no es apocamiento. Las personas débiles, con poco espíritu, temerosas, timoratas, que a veces rondan en complejos de inferioridad, no es humildad. Es, simplemente, una autoestima baja o una debilidad del ser humano: "yo no valgo, yo no sirvo", "yo no hablo", "yo no, yo no, soy indigno... no valgo nada".

    La humildad no es enterrar los talentos. Ocultar los dones, virtudes y virtualidades, la potencialidad propia del ser humano, para no querer destacar, para que nadie piense que voy a "lucirme"... Eso es egoísmo, ya que el Señor nos encargó negociar con los talentos y que diesen, al menos, el doble de lo entregado. Y fue castigado no el que negoció más, sino el que lo enterró. Muchos llevan enterrados sus talentos, so capa de humildad. Pero en verdad, todo lo que tenemos, lo hemos recibido del Señor:

sábado, 26 de febrero de 2011

Píldoras para confesarse

Me mandó este correo un amigo... y me parece sugerente.

Hemos de reconocer que el sacramento de la Penitencia ha sido bastante postergado en la vida espiritual de los católicos y en la misma práctica pastoral (los sacerdotes difícilmente se sientan cada día en la sede penitencial porque los penitentes no van... y los penitentes no van porque no ven a los sacerdotes allí).

Por cierto, "pastoral", "ser muy pastoral"... es también sentarse diariamente en el confesionario media hora o una hora...

Pero pensemos ahora cada cual:

-Si doliese el alma como nos duele el cuerpo, habría largas colas en los confesonarios.

-Si fuera tan fácil salir de prisión como confesar los pecados, las cárceles se vaciarían.

-Si fuera tan fácil dormir en paz como decir  los pecados, sobrarían los barbitúricos.

-Si la gente sintiese vergüenza de confesarse a un hombre, sobrarían las televisiones.

-Si los confesores  fuesen  ángeles, no nos entenderían y se extrañarían de nosotros.

viernes, 25 de febrero de 2011

Mirada de fe a lo cotidiano

Partamos de un texto del papa Benedicto:

"Aunque nuestra vida sea muy distinta, también vale lo mismo para nosotros: todo lo esencial de nuestra existencia nos ha sido dado sin nuestra aportación. El hecho de que yo vivo no depende de mí; el hecho de que me hayan sido dadas personas que me han introducido en la vida, que me han enseñado qué es amar y ser amado, que me han transmitido la fe y me han abierto la mirada a Dios: todo esto es gracia y no está “hecho por mí”. Por nosotros mismos no habríamos podido hacer nada si no nos hubiera sido dado: Dios nos precede siempre, y en cada vida hay cosas bellas y buenas que podemos reconocer fácilmente como gracia suya, como rayo de luz de su bondad. Por esto debemos estar atentos, tener siempre abiertos los “ojos interiores”, los de nuestro corazón. Y si aprendemos a conocer a Dios en su bondad infinita, entonces seremos capaces también de ver, con asombro, en nuestra vida – como los santos – los signos de ese Dios, que está siempre cerca de nosotros, que es siempre bueno con nosotros, que nos dice: “¡Ten fe en mí!"" (Benedicto XVI, Homilía en Sulmona (Italia), 4-julio-2010).


La mirada de la fe es capaz de leer la realidad de lo que nos rodea, interpretarla y ver en la vida los signos de Dios, sus actuaciones o intervenciones salvadoras. Dios con su amor constantemente interviene, dirige, actúa, en nuestra vida cotidiana, en lo concreto y pequeño. Él no se desentiende de nuestra existencia, su Providencia es constante. Pero hay que saber mirar para saber ver. Llamamos a esto mirada de fe o visión sobrenatural.

La oración y el discernimiento personal incluyen leer estos "signos" en la propia vida: ver lo que Dios hace, por dónde nos lleva, de qué modo ha actuado, qué señales nos ha dejado de su Paso salvador.

Esto tanto en lo grande como en lo pequeño: todo nos es dado, todo es Gracia. Lo esencial de nuestra vida nos ha sido dado por el Señor: la vida, los padres, la familia; nos ha sido dado un amor incondicional que nos ha hecho crecer, desarrollarnos y saber amar. También nos ha sido dada la fe como una transmisión preciosa de lo más importante. Nada de esto nos lo hemos dado nosotros a nosotros mismos, sino que nos ha sido dado por pura gracia.

jueves, 24 de febrero de 2011

¿Alguna sugerencia?

Hoy os va a tocar trabajar a vosotros, amigos.


Este blog se va escribiendo sobre todo en los días de vacaciones que tengo en el año (Navidad, verano) y algún día en que saco un rato y escribo varias catequesis a la vez. Todo programado: hay catequesis ya distribuidas para este año, para el 2012, 2013... Sería imposible, creo que lo entenderéis, escribir cada día una catequesis entera.

Dejo también algunos huecos de dos en dos días en esa programación para temas nuevos, o cosas que vea que haya que ir abordando.

Sabiendo esto, como si estuviéramos en un salón parroquial de convivencia, hoy os provoco.

¿Qué temas os interesan? ¿Qué catequesis queréis?

Recuerdo que tenemos pendientes algunas y no las he preparado aún:

-la Tradición

-Una iniciación a la oración

-Ayer me pedían por email "la libertad de los hijos de Dios".

Os toca a vosotros escribir: temas de catequesis, dudas, sugerencias... sabiendo que no es para contestar en una semana, sino para irlas escribiendo y programando.

Espero los comentarios y el diálogo entre todos.

Si alguien, por lo que sea, no quiere escribir en los comentarios del blog, que lo haga a mi correo:

javierpbro@hotmail.com

Feliz jornada. +

miércoles, 23 de febrero de 2011

Catequesis sobre la Iglesia

Vamos directamente al texto, un artículo de Ratzinger. Éste, profundamente imbuido de la doctrina conciliar, la expone, la desarrolla, la profundiza, la presenta. No en vano fue perito consultor del Concilio. Y sus textos hay que leerlos y conocerlos, porque hoy en día se le atribuyen cosas, frases, pensamientos, sin haberle conocido y que por tanto no corresponden a la verdad. A Ratzinger hay que leerlo.

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Dirá y explicará:

"Nada más terminar la primera guerra mundial, Romano Guardini forjó una frase que se hizo pronto célebre en el ámbito del catolicismo alemán: "Acaba de iniciarse un acontecimiento de incalculable significación: la Iglesia despierta en las almas". El fruto de aquel despertar ha sido el Concilio Vaticano II...

"La Iglesia despierta en las almas". Cuando Guardini pronunció esta frase sabía muy bien lo que se decía, porque justamente en ella se expresaba el hecho de que la Iglesia se había por fin reconocido y experimentado como realidad interior, que no se yergue frente a nosotros como una institución cualquiera, sino que vive en nosotros mismos.

Si hasta entonces la Iglesia se había visto, sobre todo, como estructura y organización, ahora, por fin, se toma conciencia de que nosotros mismos somos la Iglesia; ésta es más que una organización: es el organismo del Espíritu Santo, una realidad vital que nos abraza a todos desde nuestra raíz más íntima. Esta nueva conciencia de Iglesia encontró su expresión lingüística en el concepto de "Cuerpo Místico de Cristo". En esta fórmula se expresa una experiencia nueva y liberadora de Iglesia, que Guardini, al final de su vida, precisamente en el año de la publicación de la constitución conciliar sobre la Iglesia, describió una vez más de esta manera: la Iglesia "no es una institución imaginada y construida por los hombres, ... sino una realidad viviente... Ella sigue viviendo a través de los tiempos; se desarrolla como todo ser vivo; cambia... Sin embargo, en su realidad más profunda, permanece siendo la misma, y su núcleo más íntimo es Cristo... Mientras consideremos a la Iglesia sólo como una organización...; como un aparato...; como una asociación... no acertaremos a vivirla adecuadamente. Porque ella es realidad viviente, y nuestra relación con ella debe ser vida también".

Resulta difícil dar una idea del entusiasmo y de la alegría que entonces despertó esta toma de conciencia... Se veía en la Iglesia católica un aparato fosilizado que se oponía tenazmente a las conquistas de nuestro tiempo... 

martes, 22 de febrero de 2011

Pequeños detalles

Me vais a disculpar que más que una catequesis, sea una advertencia o una breve corrección, por si alguien cae en ella o si tiene que educar a alguien en catequesis o donde fuere.

El lenguaje de la ideología de género, tan políticamente correcto, ha penetrado en la liturgia. Suenen las sirenas y las alarmas ante tal aberración. Rásguense las vestiduras llenos de estupor.

Sí, sí ha entrado.

Antes de comulgar el sacerdote invita a acercarse al Misterio Sacramental: "Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor". Dos frases bíblicas unidas.

¿Qué se responde? Con una frase bíblica: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme".

Respondemos con las palabras del centurión, creyente profundo, y ni en Israel encontró el Señor tanta fe.

Los fieles antes de comulgar repiten una frase evangélica.

Pero el lenguaje de "miembros y miembras" la ha transformado en "Señor, no soy dignA..." en caso de ser pronunciada por mujer, seglar o religiosa.

No se trata del sentimiento personal de dignidad, sino de repetir las palabras del centurión con fe.

¿Se imagina alguien a un varón, recitando el Ángelus, y diciendo: "aquí está EL esclavO del Señor, hágase...". No. Repite en femenino las palabras de la Virgen ("aquí está LA esclavA del Señor..."): simplemente recuerda y repita lo que dijo Ella.

Pues antes de la comunión, los fieles, sean varones o mujeres, repiten lo mismo del centurión: "no soy dignO".

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Segundo.

Aunque no tenga la mayor importancia teológica y espiritual, se suele cambiar una respuesta en labios de los fieles, provocando que no sea una voz del pueblo cristiano, sino múltiples voces. Atenta claramente con la uniformidad de respuestas.

Dice el diácono: "Podéis ir en paz", "Ite, Missa est".

Se responde: "Demos gracias a DIOS", "Deo gratias".

Sin embargo con mucha libertad, unos dicen "Demos gracias a Dios", otros "Demos gracias al Señor".

Contestemos correctamente y se oirá una sola voz: "Podéis ir en paz. - Demos gracias a Dios".

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lunes, 21 de febrero de 2011

Pensamientos de San Agustín (II)

Nuestro amigo Miserere sigue recopilando citas de san Agustín; y como a mí me fascina, aprovecho su trabajo para ofrecerlas aquí de manera conjunta.


San Agustín en su oratoria y en su estilo de escribir, con concisión latina y juego de palabras, ofrece una serie de sentencias o de máximas, fáciles de memorizar, para grabar en el lector y sobre todo en su auditorio, los pensamientos que quiera destacar.

Pongámonos hoy a la escucha del gran Maestro de la Gracia como buenos discípulos.

Sobre la Comunión de los santos, donde aportamos a la Iglesia y donde todo el bien de los demás nos pertenece y repercute en nuestro propio bien:
No hay más que una unidad de Cristo y una única Iglesia. Donde quiera que se realice una obra buena, nos pertenecerá también a nosotros si nos alegramos de ella (Sermones 356,10).
También trata san Agustín, en su faceta de filósofo, de los medios y los recursos puestos por Dios en nuestra estructura humana, para poder conocer a Dios:
La imagen de Dios se halla dentro, no en el cuerpo; no está en estos oídos que veis; no está en los ojos, ni en la nariz, ni en el paladar, ni en los pies, ni en las manos; sin embargo, ha sido hecha. Allí en donde se halla el entendimiento, en donde se halla la mente, en donde se encuentra la razón para investigar la verdad, en donde se encuentra la fe, vuestra esperanza, vuestra caridad, allí tiene Dios impresa su imagen (Comentario al Salmo 48,2,11).
San Agustín gozaba de la amistad, necesitaba amigos con quienes compartir su vida, comunicar su interioridad y que avanzasen juntos a Dios, sin compadreos ni el falso concepto de "amistad" reinante hoy (más parecido al de "pandilla" que a la comunicación de vida, afecto, fidelidad):
No hay amistad verdadera sino entre aquellos a quienes Tu (el Señor) aglutinas entre si por medio de la caridad (Confesiones 4,4,7).
Cierto es que muchas veces los amigos nos pervierten adulando, así como los enemigos nos corrigen insultando (Confesiones 10,8,18).
Amas al amigo cuando odias lo que le daña (Sermón 49,5).

domingo, 20 de febrero de 2011

El humanismo cristiano: precisiones

Hoy se mira como sospechoso hablar y tratar del humanismo cristiano, como si éste fuera la negación del carácter sobrenatural del cristianismo y de la vocación eterna del hombre. Muchos propugnan sólo y exclusivamente el concepto de "teocentrismo" y valoran como heterodoxo o modernista hablar de humanismo cristiano, como una traición al depósito de la Revelación.

Pero el humanismo cristiano está en la entraña del cristianismo.

No vamos a entretenernos en refutar los ataques al humanismo. Creo mejor leer, meditar, sopesar e integrar la doctrina de la Iglesia misma, ésta por voz de Pablo VI (hoy cuestionado y arrinconado, su palabra puesta en entredicho, como si hubiera Papas cuya doctrina es de primera categoría y exige obediencia y respeto, y Papas de segunda categoría cuya doctrina sí puede discutirse, reinterpretarse o silenciarse).

¿Qué es el humanismo cristiano? 

"Hoy día muchos sustituyen la teología por la antropología. Ven en el cristianismo un valor humano aceptable para todos; pero no ven la verdad divina que da a aquel valor humano su razón de ser y su valor infinito.

sábado, 19 de febrero de 2011

La oración nos hace fraternos

La oración nos hace fraternos.

¿Cómo, de qué forma, en qué sentido?


Desterremos, desde luego, la idea de que la oración es un refugio en el que aislarse.

Desechemos, asimismo, la falsa imagen de la oración como el lugar y momento en que me desahogo con Dios, no le dejo tiempo a Él para nada, y salgo liberado.

Ni qué decir tiene que la oración, ni mucho menos, es el recitar a la carrera unas oraciones "para cumplir", sin saber ni lo que decimos ni por dónde vamos, todo precipitado.

La oración es un encuentro entre Cristo y cada uno de nosotros. Una experiencia de amistad, donde se comparte la vida con Cristo y Él comparte su vida con nosotros. Una relación fluida, a veces con silencios, otras con palabras, otros momentos sólo con miradas. ¡Depende de tantas cosas la oración! No siempre fluye igual, no siempre "sacamos de la oración" algún fruto (pero tampoco vamos para "sacar nada", sino para ESTAR).

viernes, 18 de febrero de 2011

Hablar y callar

Éste es un post-catequesis para leer tranquilamente, tal vez para imprimirlo, y llevárselo al Sagrario.

Su autora, Capuchino de Silos, en su blog, con el título "El arte de hablar y la virtud de callar"; escrito en forma de máximas, da juego para replantear nuestras palabras y nuestros silencios, nuestro callar y nuestro hablar. Realmente, piénsese que somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras; que un hombre vale más por sus silencios elocuentes que por sus palabras atropelladas y que el mucho hablar no está exento de error, por lo que aconseja la Escritura: 


En el mucho hablar no falta el pecado, el que refrena sus labios es sabio" (Prov 10,19).

Vamos pues a las máximas de Capuchino de Silos:


Sí, hablar es fácil, callar, requiere prudencia y dominio. Cristo como hombre, estuvo callado vivió en silencio e ignorado durante treinta años, para poder hablar como Dios por espacio de tres años solamente.


La Palabra de Cristo al promulgar su obra redentora, fue amable, atrayente, pero decisiva penetrante y convincente. Llamó al pan, pan, y al vino, vino sin rodeos y con sencillez. Pero cuando calló, no se defendió contra las infamias, calumnias acusaciones, injusticias, atropellos y crímenes. Porque es inútil y contraproducente hablar a personas de antemano predispuestas.


Nos dio los siguientes ejemplos:


Hablar oportunamente, es ACIERTO
Hablar frente al enemigo, es CIVISMO
Hablar ante una injusticia, es VALENTÍA
Hablar por rectificar, es un DEBER
Hablar para defender, es COMPASIÓN
Hablar ante un dolor, es CONSOLAR
Hablar para ayudar a otros, es CARIDAD
Hablar con sinceridad, es RECTITUD
Hablar de sí mismo, es VANIDAD
Hablar restituyendo fama, es HONRADEZ
Hablar aclarando chismes, es OBLIGACIÓN
Hablar disipando falsos, es de CONCIENCIA
Hablar debiendo callar, es NECEDAD
Hablar por hablar, es TONTERÍA
Hablar de DIOS, significa MUCHO AMOR.

jueves, 17 de febrero de 2011

Sobran moniciones y explicaciones, falta celebrar bien

La mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía bien celebrada. Entonces entran por los ojos los signos, la ritualidad, el respeto, la adoración, la Presencia.

A veces hemos rellenado la celebración litúrgica de moniciones explicativas de todo y luego el rito se realiza de modo insignificante, poco elocuente.

¿De qué sirve explicar con moniciones y en catequesis que el incienso es oración, si luego en la Eucaristía se inciensa aprisa y corriendo, y el incensario apenas hecha humo? ¿Eso expresa la oración y la ofrenda?

¿De qué sirve una larga monición antes del prefacio, si después la plegaria eucarística se recita corriendo, con mala entonación, como una parte que hay que ejecutar rápido para no aburrir?

¿De qué sirve hablar del Espíritu Santo si luego la imposición de las manos en la epíclesis de la Misa pasa fugaz, mientras los fieles se están arrodillando, con un gesto sacerdotal rapidísimo y casi invisible?

¿De qué sirve una monición o una catequesis sobre la fracción del pan, si después al partir el Pan consagrado no esperamos que todos se hayan dado la paz y se parte casi de forma invisible la Hostia en dos trozos?

¿De qué sirve hablar, hacer moniciones, catequesis sobre la adoración, si luego la genuflexión la hacemos precipitadamente, las inclinaciones profundas las convertimos en inclinaciones de cabeza sencillitas, y cuando hay que inclinar la cabeza (al nombre de Jesucristo, de la Virgen María y del santo del día) la omitimos sin más?

¡Y cuántos ejemplos más se podrían traer a colación!

En general, una liturgia verbalista (con verborrea) es inversamente proporcional a la solemnidad, dignidad y respeto de los ritos litúrgicos. Al final, como siempre, todo es mucho más fácil: celebrar bien. Esto de por sí es elocuente.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Bendición de los enfermos (añado una Post data)

Para los enfermos que ya han recibido la Unción y permanecen estables, sin mejoras pero tampoco agravándose, y están así durante años, el Bendicional ofrece el rito de Bendición de los enfermos que puede alcanzarles la ayuda divina. Esta Bendición sí se puede repetir, por ejemplo, anualmente, con la Jornada del Enfermo o por la Pascua del Señor.


De esta manera conocemos otro rito más de la liturgia de la Iglesia y podemos saborear sus textos. Omitimos algunas rúbricas y los textos ad libitum, que se pueden encontrar consultando el Bendicional, para quedarnos con lo esencial de este rito.

293. Existe la antiquísima costumbre, que tiene su origen en la manera de obrar del mismo Cristo y de los apóstoles, de que los enfermos sean bendecidos por los ministros de la Iglesia. Los ministros, cuando visitan a los enfermos, deben observar diligentemente lo que se dice en el Ritual de la unción y de la pastoral de los enfermos, núms. 87-90; pero sobre todo les han de poner de manifiesto la solicitud y el amor de Cristo y de la Iglesia.

295. El rito que aquí se describe puede utilizarlo el sacerdote, el diácono y también el laico, con los ritos y preces previstos para el laico; todos estos, respetando la estructura y los principales elementos del rito, adaptarán la celebración a las circunstancias concretas de los enfermos y del lugar.


Reunida la comunidad, el ministro dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Luego el sacerdote o diácono saluda a los enfermos y a los presentes, diciendo:

La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes. –Y con tu espíritu.

El ministro dispone a los enfermos y a los presentes a recibir la bendición con estas palabras u otras semejantes:

Jesús, el Señor, que pasó haciendo el bien y curando todas las dolencias y enfermedades, encomendó a sus discípulos que cuidaran de los enfermos, que les impusieran las manos y que los bendijeran en su Nombre. En esta celebración, encomendaremos a Dios a nuestros hermanos enfermos, para que los ayude a soportar con paciencia los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, sabiendo que si son compañeros de Cristo en el sufrir, también lo serán en el buen ánimo.

Luego se proclama la lectura bíblica (2Co 1,3-7, o bien Mt 11,28-30).

martes, 15 de febrero de 2011

Cristo y el cristiano

Vayamos hoy al fundamento y centro de todo: Cristo y el cristiano, no vaya a ser que entre tantos temas, entre tanta actividad, la catequesis (y eso es lo que quiere ser siempre este blog) se pierda de vista la esencia misma del cristianismo, el núcleo grandioso de la Redención.

Y todo se cifra en una palabra, en el Misterio de una Persona: ¡Jesucristo! El cristianismo es la vida de Jesucristo que se comunica; pero no es ideología, moral, ética o voluntarismo; no es una caridad social anónima (la de una ONG), ni el culto religioso para agradar a la divinidad. El cristianismo es Jesucristo.
«Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.» (Deus Caritas est, nº: 1).

La vida cristiana es una continua y progresiva comunión con la Persona del Señor, fruto de un encuentro, y este encuentro es tan decisivo que cambia la vida, la conforma con una nueva orientación. ¡Sólo Jesucristo! Si esto es así, la primacía la tendrá el contacto con Cristo en la liturgia y en la oración privada, y será una necesidad conocerle a Él.

lunes, 14 de febrero de 2011

Una bienvenida y unas orientaciones

De vez en cuando se incorporan algunas personas al blog, con gran alegría para todos, para crecer junto con todos en la vida de fe mediante esta formación de adultos continuada.

¡Sed todos bienvenidos!

Pero, ¿qué es este blog? ¿Qué pretende? ¿Qué se hace aquí? ¿Qué línea o qué orientación se sigue?

La descripción -que entre todos podríamos ir completando- está debajo del título del blog:

Éste es un blog que pretende ser formación y catequesis de adultos, mistagogia de la liturgia, pensamiento teológico, vida espiritual y aliento para la santidad. Y lo pretende con fidelidad a la Iglesia, al sentir eclesial y a la Tradición. ¡Sé bienvenido!

Aquí ni se admite el disenso, ni la crítica a la Iglesia, ni esto es un foro de discusión (los hay de todo tipo en Internet): aquí se vive en un clima de compartir la experiencia cristiana, de búsqueda, de compartir, de opinar, de intercambiar textos, de preguntar, de dialogar con otros comentaristas.

Cada catequesis (artículo o post) es un tema de formación y suele ir con alguna foto, en muchísimas ocasiones,  de algún Sagrario o del Santísimo expuesto, señalando con Quién hemos de leer el blog, con Quién hemos de discernir y a Quién hemos de elevar el corazón al leer.
Dos artículos o entradas que me parecen pueden iluminar lo que aquí hacemos desde julio de 2009 son las siguientes, con sus enlaces:

El objetivo de este blog en el conjunto de Internet (de 18 de septiembre de 2009) y cómo este blog es una "comunidad católica virtual".

Después de la lectura de estos artículos creo que estamos suficientemente orientados.

Pero ahora viene un segundo elemento: responder a una pregunta que me hicieron ayer muy cariñosamente. Alguien recién llegado, se encuentra con tanto escrito ya: ¿qué hacer?

-Primero comenzar a leer la catequesis de cada día, meditarla, aplicarla y, si le apetece, escribir un comentario. Como cada día suele ser un tema diferente, en poco tiempo se capta bien la línea del blog y se va creando una "mentalidad cristiana".

-Segundo, si se tiene algún día algo más de tiempo, ir a las "etiquetas" de la columna derecha y ver los distintos temas tratados, pinchando allí donde veamos algo que despierte un interés (cultura, silencio, oración, social, trabajo, santidad...) y leer los artículos correspondientes. Así poco a poco, uno se irá poniendo al día.

domingo, 13 de febrero de 2011

Universal, id est, por todos los hombres (Oración de los fieles VII)

La oración de los fieles es llamada también oración universal por la razón de que en esta plegaria entran las necesidades de toda la Iglesia, del mundo y de los hombres y no de manera exclusiva las necesidades concretas de estos fieles que oran. La plegaria eucarística por su naturaleza no es universal sino eclesial, recalcando que se ora en comunión con el Papa y el Obispo, con la Iglesia que peregrina, con la Iglesia que se purifica –los difuntos- y con la Iglesia del cielo:
“En las intercesiones de la Plegaria eucarística se trata también de algo distinto de la Oración de los fieles. La Plegaria eucarística la pronuncia solamente el sacerdote y da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena, y la oblación del sacrificio de Cristo se hace por todos sus miembros, vivos y difuntos, cuya fe y entrega bien conoces y que nos han precedido con la señal de la fe, algunos de los cuales son especialmente recomendados a causa de la celebración de un sacramento, o de la muerte o de una especial participación en la oblación. Este es el sentido de la recitación de los nombres (lectura de los Dípticos) que se hace en diversas liturgias en este momento, y para la que se proponen diversos textos en las plegarias eucarísticas del Misal romano (Intercesiones particulares)” (Orientaciones pastorales..., n. 4).
Sin embargo, aquí, en la oración de los fieles, entran los problemas, angustias y esperanzas de todos
“Si la Iglesia local debe representar del modo más perfecto posible a la Iglesia universal, los fieles deben hacer suyas, ante todo, las necesidades que afectan a todo el pueblo de Dios y al mundo por el cual intercede siempre la Iglesia. Laudablemente se pide también por las intenciones de los que se han reunido” (Orientaciones pastorales... n. 2b).

En esta plegaria, la Iglesia ofrece “súplicas por la salvación de todos”, con un corazón grande, universal, como el de Cristo mismo, el Redentor. “Conviene que esta oración se haga de ordinario en las Misas con participación del pueblo, de tal manera que se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren diversas necesidades y por todos los hombres y por la salvación de todo el mundo” (IGMR 69).

De esta forma, las intenciones que se proponen a la oración de los fieles se agrupan en cuatro grandes campos que deben estar siempre presentes si no queremos que deje de ser “universal”. No significa que deban ser siempre cuatro las intenciones, pueden ser más en número, pero deben incluir estas cuatro realidades y normalmente por este orden:

-La Iglesia
-Gobernantes y autoridades
-Necesidades de los que sufren
-Los participantes en esta Eucaristía.


El Misal lo señala diciendo:


sábado, 12 de febrero de 2011

El carácter de la teología

La teología conlleva, como disciplina, unos requisitos y unos presupuestos, sin los cuales la teología se convierte en mera filosofía, o, lo que es peor, en una ideología al vaivén de los tiempos y las modas de pensamiento.
Una verdadera teología posee un sabor sapiencial, de amor y contemplación de Dios, junto al estudio y la lectura y la investigación. Las palabras del Papa Benedicto señalan muy bien los fundamentos de la teología.

Existe realmente una teología que quiere sobre todo ser académica, parecer científica, y olvida la realidad vital, la presencia de Dios, su presencia entre nosotros, su hablar hoy, no sólo en el pasado. Ya san Buenaventura distinguió dos formas de teología, en su tiempo; dijo: “hay una teología que viene de la arrogancia de la razón, que quiere dominar todo, hace pasar a Dios de sujeto a objeto que estudiamos, mientras debería ser sujeto que nos habla y nos guía”. Existe realmente este abuso de la teología, que es arrogancia de la razón y no nutre la fe, sino que oscurece la presencia de Dios en el mundo. Después hay una teología que quiere conocer más por amor al amado, está estimulada por el amor y guiada por el amor, quiere conocer más al amado. Y esta es la verdadera teología, que viene del amor de Dios, de Cristo, y quiere entrar más profundamente en comunión con Cristo (Benedicto XVI, Diálogo con los sacerdotes, 10-junio-2010).

 A veces el peligro de la teología es su cientifismo, queriendo aparecer rigurosa en sus formulaciones, con un gran aparato crítico y notas a pie de página. Pero, aun cuando es ciencia y necesita de un rigor en el pensamiento y en el método, la teología debe nacer del amor a Cristo, ser guiada por el amor a Cristo y conducir al amor de Cristo.

¿Cuáles son los peligros de la teología hoy?
En realidad, las tentaciones hoy son grandes; sobre todo se impone la llamada “visión moderna del mundo” (Bultmann, modernes Weltbild), que se convierte en el criterio de cuanto sería posible o imposible. Y así, precisamente con este criterio de que todo es como siempre, que todos los acontecimientos históricos son del mismo tipo, se excluye precisamente la novedad del Evangelio, se excluye la irrupción de Dios, la verdadera novedad que es la alegría de nuestra fe. ¿Qué hacer? Yo diría ante todo a los teólogos: tened valor. Y quisiera decir un gran “gracias” también a muchos teólogos que hacen un buen trabajo. Hay abusos, lo sabemos, pero en todas partes del mundo hay muchos teólogos que viven verdaderamente de la Palabra de Dios, se nutren de la meditación, viven la fe de la Iglesia y quieren ayudar para que la fe esté presente hoy día. A estos teólogos quisiera decir un gran “gracias”. Y diría a los teólogos en general: "¡no tengáis miedo de este fantasma de la cientificidad!". Yo sigo la teología desde 46; comencé a estudiar teología en enero de 1946, y he visto por tanto a tres generaciones de teólogos, y puedo decir: las hipótesis que en aquel tiempo, y después en los años 60 y 80 eran las más nuevas, absolutamente científicas, absolutamente casi dogmáticas, ¡con el tiempo han envejecido y ya no valen! Muchas de ellas parecen casi ridículas. Por tanto, tener el valor de resistir a la aparente cientificidad, de no someterse a todas las hipótesis del momento, sino de pensar realmente a partir de la gran fe de la Iglesia, que está presente en todos los tiempos y que nos abre el acceso a la verdad. Sobre todo, también, ¡no pensar que la razón positivista, que excluye lo trascendente – que no puede ser accesible – sea la razón verdadera! Esta razón débil, que presenta sólo las cosas experimentables, es realmente una razón insuficiente. Nosotros teólogos debemos usar la razón grande, que está abierta a la grandeza de Dios. Debemos tener el valor de ir más allá del positivismo a la cuestión de las raíces del ser. Esto me parece de gran importancia. 

viernes, 11 de febrero de 2011

Dos salmos para la esperanza

El panorama actual se nos presenta difícil. Vemos la tele, oímos la radio, leemos el periódico, curioseamos las páginas de Internet y parece que todo sea conflicto, angustia, división; oteamos entonces el horizonte y lo vemos todo negro. La vida de cada persona pasa también sus momentos malos, de crisis y oscuridad. Ante un suceso inesperado, un problema, no se ve salida, incluso no parece que uno se pueda fiar de nada ni de nadie y, por consiguiente, ¿qué esperar? ¿en quién confiar y esperar? 

 El hombre pretende, orgullosamente, hacerlo él todo, arreglarlo todo, y en el presente caduco que vivimos, instalarnos cómodamente porque el futuro no existe ni nadie puede construirlo. Se vive, pues, en la desesperación, en la angustia. Es uno de los dramas de nuestra época. Se camina sin ilusión y sin esperanza, hastiados, aburridos de todo. Falta algo que es superior: la esperanza, que, para ser esperanza auténtica, sólo se puede poner en Dios, que nunca falla, que nunca abandona a sus hijos. Si al otear el horizonte, éste se ha visto negro y oscuro, es porque no se ha mirado arriba, al cielo, a Dios, donde un rayo de luz anuncia al hombre algo hermoso: que hay un futuro que se va a hacer realidad, que hay algo más, el proyecto de Dios sobre cada persona, que se va a realizar en tiempo oportuno.

    Esta esperanza anima al hombre, lo resitúa. La realidad, el sufrimiento, la enfermedad, se iluminan: ¡vale la pena esperar en Dios! Mejor aún, esperar, sólo se puede esperar en Dios. En situaciones “desesperadas”, en problemas que agobian, es bueno, es necesario, acudir al Señor y poner en Él el corazón, como dice la Escritura: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11,28). El salmo 61 es un buen salmo para la esperanza: “Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar, no vacilaré... pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio”

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. 
 
¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa? 

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen. 

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. 

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.


jueves, 10 de febrero de 2011

Foto de un leccionario: para llorar

Las fotos del artículos son el elemento básico para la catequesis de hoy.

Hace tiempo fui a decir Misa en una parroquia y me encuentro lo que ven en la imagen: una tachadura de bolígrafo BIC de gran parte de la lectura en un Leccionario. Tristísimo.


Particularmente me surgen varias consideraciones.

-El leccionario es un Libro con valor de signo, es el texto escrito de la Palabra de Dios para ser proclamado en la acción litúrgica, y cobra su eficacia por la fuerza del Espíritu Santo. Merece un respeto grande. Y no cuadra con este respeto la libertad que se tomaron en tachar con bolígrafo u otras cosas que a veces se hacen con los leccionarios.

"Los libros de donde se toman las lecturas de la palabra de Dios, así como los ministros, las actitudes, los lugares y demás cosas, hacen recordar a los fieles la presencia de Dios, que habla a su pueblo. Por tanto, hay que procurar que los libros mismos, que son signos y símbolos de las realidades del cielo en la acción litúrgica, sean verdaderamente dignos, decorosos y bellos" (Ordo Lectionum Missae, 35).

Y también, por si acaso:
"Los libros de las lecturas que se utilizan en la celebración, por la dignidad que exige la palabra de Dios, no deben ser sustituidos por otros subsidios de orden pastoral, por ejemplo, por las hojitas que se hacen para que los fieles preparen las lecturas o las mediten personalmente" (OLM 37).

¡Qué horror cuando se saca una fotocopia doblada del bolsillo para hacer una lectura o cantar un salmo! ¡Qué pobreza, qué poco amor a la Palabra de Dios, qué poco respeto!

miércoles, 9 de febrero de 2011

Cristo revelándose en la zarza ardiente (Ex 3)

Si ya san Ireneo apuntaba a que el Verbo de Dios muy bien podía ser Quien se revelase en la zarza a Moisés, san Agustín va a señalar la misma identidad. Al fin y al cabo Dios siempre se revela por su Verbo, Cristo, y ya comenzaba a hacerlo de forma solemne en el monte Horeb.

 Para el Doctor gratiae, es el Hijo (así lo llama él) quien revela y quien dialoga en todas las teofanías del Antiguo Testamento. Aduce como criterio hermenéutico que el “ángel del Señor” que dice el libro del Éxodo 3-4, representado en el icono como imagen distinta del personaje de la zarza, es nombre que corresponde a quien es mensajero y enviado, por tanto al Hijo, y no al Padre que es quien envía. Citemos en primer lugar un sermón agustiniano:

           “Algunos dicen que se llama ángel del Señor y Señor porque era Cristo, de quien claramente dice el profeta que es “ángel del gran consejo”. Porque ángel es nombre de función, no de naturaleza. Se dice ángel en griego a quien en latín llamamos mensajero. Mensajero es vocablo de acción: obrando, es decir, anunciando, se llama nuncio. ¿Y quién niega que Cristo nos anunció el reino de los cielos? Además, el ángel, es decir, el nuncio, es enviado por alguien que por medio de él anuncia una cosa. ¿Y quién duda de que fue enviado Cristo, el cual dice tantas veces: “no vine a hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquel que me envió?” Por eso es propiamente enviado...

    Pues del mismo modo Dios, aunque apareció en el fuego, no es fuego; si apareció en el humo, no es humo; si apareció en un sonido, no es sonido. Estas realidades no son Dios, sino que indican a Dios. Habida cuenta de esto, creemos con seguridad que el Hijo, que se apareció a Moisés, era el Señor y el ángel del Señor” (Sermón 7, 3.4).

  

martes, 8 de febrero de 2011

El don y la virtud de la humildad

La humildad es madre de todas las virtudes, así como la soberbia es la madre de todos los pecados y vicios. La experiencia espiritual y la tradición mística así lo atestiguan. El cimiento sólido para todo el edificio cristiano, para edificar una personalidad cristiana es la humildad. Sin ella, nada hay válido, ni duradero.


Situémonos con dos textos del gran san Agustín:

Si quieres llegar a la verdad, no busques otro camino que el que trazó el mismo Dios, que conoce nuestra enfermedad. Ahora bien, el primero es la humildad, el segundo es la humildad, el tercero es la humildad, y cuantas veces me lo preguntases te respondería la misma cosa. No quiero decir que no haya otros mandamientos, sino que la humildad debe preceder, acompañar y seguir a todo lo bueno que hacemos... si no el orgullo nos lo arrebata todo (S. Agustín, Epist. 118,22).

        Sigamos, pues, los caminos que él nos mostró, sobre todo el de la humildad. Tal se hizo él para nosotros. Nos mostró el camino de la humildad con sus preceptos y lo recorrió él mismo padeciendo por nosotros. No hubiera sufrido si no se hubiera humillado. ¿Quién sería capaz de dar muerte a Dios si él no se hubiese rebajado? Cristo es, en efecto, Hijo de Dios, y el Hijo de Dios es ciertamente Dios. Él mismo es el Hijo de Dios, el Verbo de Dios, de quien dice San Juan: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. Él estaba al principio junto a Dios. Por él fueron hechas todas las cosas y sin él no se hizo nada. ¿Quién daría muerte a aquel por quien todo fue hecho y sin el cual nada se hizo?  ¿Quién sería capaz de entregarle a la muerte si él mismo no se hubiese humillado? Pero ¿cómo fue esa humillación? Lo dice el mismo Juan: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. El Verbo de Dios no podría ser entregado a la muerte. Para que pudiera morir por nosotros lo que no podía morir, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. El inmortal asumió la mortalidad para morir por nosotros, para con su muerte dar muerte a la nuestra. Esto hizo Dios; esto nos concedió. El grande se humilló; después de humillado se le dio muerte; muerto, resucitó y fue exaltado, para no abandonarnos muertos en el infierno, sino para exaltarnos consigo en la resurrección final a quienes exaltó ahora mediante la fe y la confesión de los justos. Nos dejó la senda de la humildad.” (S. Agustín, Sermón 23 A,3-4).

lunes, 7 de febrero de 2011

Normas de vida (una ayuda de la catequesis de adultos)

 La catequesis de adultos parroquial tiene mucho de conversión y seguimiento de Cristo, no sólo formación doctrinal (¡con lo necesaria que es!), sino que debe proporcionar herramientas adecuadas para "cristificar" y "cristianizar" la vida cotidiana.

Una ayuda para integrar personalmente todas las dimensiones formativas de la catequesis de adultos (doctrinal, litúrgica, moral y espiritual) e irlas concretando, pasado algún tiempo de catequesis (un año por lo menos), será la proposición seria de un plan de vida o de unas normas de vida, que cada cual debe "escribir" en conciencia y ante Dios, para que la catequesis vaya modelando el vivir diario. Es simplemente un instrumento pedagógico que permite ver todas las dimensiones de la catolicidad vivida y vayan plasmando con sinceridad su adhesión a Cristo en cosas concretas, ¡porque Cristo tiene que ver con toda la vida, con todo lo concreto!

La santidad es un proyecto de vida y ha de configurar nuestra existencia, y está al alcance de todos. Su gracia no va a faltar... pero habremos de poner orden y colaborar con la gracia porque la santidad no se improvisa.

    Unas normas de vida son una ayuda fundamental para vivir cada jornada en presencia de Dios. En su conjunto, nos pueden parecer muchos elementos, demasiadas cosas y que absorben todo el tiempo; si somos realistas vemos que no es así. Necesitamos una pedagogía que eduque nuestra alma, un orden en nuestra vida que dé unidad a todo lo que somos y vivimos.

Las normas de vida abarcan lo diario, y esa es la propuesta ("obligatoria") de la catequesis de hoy:
  • ofrecimiento de obras, oración personal, Santa Misa diaria, Ángelus, Rosario y visita al Sagrario
  • lectura y formación personal, retiro, confesión mensual
  • y, por último, el apostolado concreto: matrimonio-familia, parroquia, trabajo, etc., como exigencia que brotaba del propio bautismo, o si no nos gusta la palabra "exigencia", digamos como respuesta personal al Señor y colaboración con la Gracia.     

domingo, 6 de febrero de 2011

El sacerdote: su propia humanidad


El sacerdote, como Cristo, es hombre entre los hombres, hombre de Dios para los hombres. No se puede desvirtuar su propia humanidad, olvidar lo humanum en el sacerdote (muchas veces descuidado), sino una vivencia plena y renovada de su propia humanidad a la luz de la Humanidad santísima, glorificada, del Señor.

"El otro elemento es que el sacerdote debe ser hombre. Hombre en todos los sentidos, es decir, debe vivir una verdadera humanidad, un verdadero humanismo; debe tener una educación, una formación humana, virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador, del Redentor, porque sabemos que el ser humano está herido y la cuestión "qué es el hombre" queda ofuscada por el hecho del pecado, que ha herido hasta lo más intimo la naturaleza humana. Así se dice: "ha mentido", "es humano"; "ha robado", "es humano"; pero este no es el verdadero ser humano. Humano es ser generoso, es ser bueno, es ser hombre de justicia, de prudencia verdadera, de sabiduría. Por tanto, salir, con la ayuda de Cristo, de este ofuscamiento de nuestra naturaleza para alcanzar el verdadero ser humano a imagen de Dios, es un proceso de vida que debe comenzar en la formación al sacerdocio, pero que después debe realizarse y continuar en toda nuestra vida. Pienso que las dos cosas fundamentalmente van juntas: ser de Dios, estar con Dios, y ser realmente hombre, en el verdadero sentido que ha querido el Creador al plasmar esta criatura que somos nosotros. 
 
Ser hombre: la carta a los Hebreos subraya nuestra humanidad de un modo que nos sorprende, porque dice: debe ser una persona con "compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza" (5, 2) y también —todavía mucho más fuerte— "habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su temor reverencial" (5, 7). Para la carta a los Hebreos un elemento esencial de nuestro ser hombre es la compasión, el sufrir con los demás: esta es la verdadera humanidad. No es el pecado, porque el pecado nunca es solidaridad, sino que siempre es falta de solidaridad, es vivir la vida para sí mismo, en lugar de darla. La verdadera humanidad es participar realmente en el sufrimiento del ser humano, significa ser un hombre de compasión —metriopathein, dice el texto griego—, es decir, estar en el centro de la pasión humana, llevar realmente con los demás sus sufrimientos, las tentaciones de este tiempo: "Dios, ¿dónde estás tú en este mundo?".

sábado, 5 de febrero de 2011

Himno eucarístico al Corazón de Jesús (Textos de los Padres - IX)

Del cielo de los cielos se ha desprendido aquel carbón que hoy es consagrado y respetuosamente llevado en las manos de los sacerdotes, de estos hermanos y compañeros de ministerios de los ángeles celestiales, los cuales, con perfecta armonía, levantan su voz temblando ante ti.
También nosotros, aunque enrededados en pecados, queremos, como ellos, cantar y clamar:
Santo eres tú, ¡oh Dios mío!, que das lo santo a los santos.
Santifícanos por tus misterios celestiales a nosotros que clamamos a ti.
Santo eres tú, ¡oh Fuerte!, que con tu fuerza poderosa has descubierto el fraude del maligno y nos has deparado armas para vencerlo y vernos libres de sus intrigas.
Santo eres tú, ¡oh Inmortal!; te alabamos porque has sido crucificado por nosotros. Pues por la puerta de tu costado abierta en la cruz ha sido santificada la tierra, la cual antes estaba maldita por la transgresión que Adán hizo del mandamiento.
Alabanza sea a ti, ¡oh Señor sobre todas las cosas!

(Rábulas de Edesa, Himno eucarístico, 2).

viernes, 4 de febrero de 2011

La Iglesia nacida del Costado de Jesús (Textos de los Padres - V)


"... Pero ¿cómo podrá demostrar que la Iglesia ha salido constituida del costado de Cristo? También esto nos lo indica la Escritura. Pues después de que Cristo expiró clavado en lo alto de la cruz: Acercándose uno de los soldados, le traspasó el costado y salió sangre y agua (Jn 19,34); y toda la Iglesia está formada de aquella agua y de aquella sangre. Nos lo atestigua Él mismo al decir: Quien no renaciere de agua y espíritu no puede entrar en el Reino de los cielos (Jn 3,5); a la sangre llama espíritu. Y realmente, nacemos por el agua del bautismo y nos nutrimos con la sangre. ¿Ves cómo somos de su carne y de sus huesos (cf. Gn 2,23), nosotros, que hemos nacido y nos hemos alimentado de la sangre aquella y del agua? Y de la misma manera que la mujer fue creada estando Adán dormido, así fue formada la Iglesia del costado de Cristo ya muerto".

S. Juan Crisóstomo (Homilía sobre las cualidades de las esposas, 3,3).

Tú que exaltado en la cruz quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,
-sana nuestras heridas.


Tú que elevado sobre la cruz hiciste que de la herida de tu costado manara agua junto con la sangre,
-alegra con este manantial a la ciudad de Dios.

______

Y un recordatorio:

jueves, 3 de febrero de 2011

Los pecados más leves (textos isidorianos)

1. Muchos pueden llevar una vida sin vicios, pero no sin pecado. Pues, aunque uno resplandezca en esta vida por un gran brillo de santidad, con todo, jamás se ve totalmente libre de la escoria del pecado, como lo atestigua el apóstol Juan, que dice: “si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1Jn 1,8).

2. Existen algunos hechos que se parecen a los pecados; pero, si se realizan con intención recta, no constituyen pecado; por ejemplo, el poder cuando se castiga al reo no por deseo de venganza, sino con el propósito de corregirlo.

3. Asimismo, hay pecados leves que los incipientes los borran con la satisfacción cotidiana, pero que los varones perfectos evitan cual si fueran grandes delitos. Así, pues, ¿qué no debieran hacer los hombres pecadores con sus grandes crímenes, cuando los perfectos lloran incluso cualesquiera faltas leves como muy graves?


4. No sólo hay que evitar los pecados graves, sino también los leves, porque muchos pequeños constituyen uno grande, como suelen los grandes ríos acrecer su caudal de gotas muy pequeñas, pues un gran número de ellas, reunido en un todo, produce copiosa abundancia.


5. Los pecados que para los incipientes son leves, para los varones perfectos se consideran graves.


6. Un pecado se juzga tanto mayor cuanto por más distinguido se tiene a quien lo comete, pues la magnitud del delito aumenta conforme a la cuantía de los méritos; y así, con frecuencia, lo que se disculpa en los inferiores, se tiene en cuenta en los más elevados.

(San Isidoro, Sentencias, II, c. 18).

miércoles, 2 de febrero de 2011

Meditación al hilo del día

Me ha llamado poderosamente la atención la cláusula final del prefacio de la Misa de hoy cuando lo cantaba bien tempranito en la Misa de mis monjas:

"Por eso, nosotros, llenos de alegría,
salimos al encuentro del Salvador,
mientras te alabamos con los ángeles y los santos,
cantando sin cesar: Santo..."

¡Salimos al encuentro del Salvador!

El Señor hoy, a los cuarenta días de su Natividad, entra en el Templo para cumplir lo prescrito por la ley. Él viene a nosotros y en un mismo movimiento, nosotros salimos para encontrarnos con Él. Es la fiesta de la Luz, del Encuentro, del Abrazo. "Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel", por eso salgamos al encuentro del Señor con las lámparas encendidas (que decía una antífona de Adviento) y seremos iluminados por Él.

Su luz nos hará ver la luz, Él que es la Luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo; Él, que es la Luz del mundo y así quien le sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida.

Me atrevería a afirmar que la teología de la Fiesta de hoy y su plácida meditación en los distintos temas los podemos hallar en las preces del Oficio divino, tanto de Laudes como de Vísperas.

1) El tema de la luz y del encuentro:
  • Consuelo de Israel, a cuyo encuentro salió el justo Simeón en el templo, haz que también nosotros salgamos a tu encuentro en la persona de nuestros hermanos.
  • Cristo Salvador, que eres luz para alumbrar a las naciones, ilumina a los que no te conocen, para que crean en ti, Dios verdadero.
  • Redentor nuestro, que eres gloria de tu pueblo Israel, haz que tu Iglesia brille entre las naciones.

martes, 1 de febrero de 2011

Unidad Cristo-Iglesia... y amor a la Iglesia

La Iglesia es el sacramento de Jesucristo, lo cual quiere decir, que la Iglesia se encuentra en cierta relación de identidad mística con Jesucristo. Todas las metáforas, imágenes y tipos de la Iglesia en la Escritura y en la Tradición reflejan esta identidad mística: Cuerpo de Cristo, Esposo y Esposa, Tabernáculo de su Presencia, Edificio en el que Cristo es el Arquitecto y la piedra angular, Templo de Cristo donde Él enseña, Arca y Columna, Paraíso en que Cristo es el árbol de vida, la Luna que refleja al Sol que es Cristo... Baste recordar un buen número de estas imágenes en el capítulo I de la Constitución Lumen Gentium. Por eso,  apartarse de la Iglesia es apartarse de Cristo; segregarse de la Iglesia es ser arrancado de Cristo quedando sin la comunicación de la Gracia, de la Redención y de la Verdad.
“Si de alguna manera no se es miembro del cuerpo, tampoco se recibe el influjo de la Cabeza. Si no se adhiere a la única Esposa, no se es amado del Esposo. Si se profana el tabernáculo, se queda privado de la Presencia Sagrada. Si se abandona el Templo, no se oye la Palabra. Si se rehúsa entrar en el edificio o refugiarse en el Arca, no se puede encontrar a Aquel que está en su centro y en su cima. Si se desprecia el Paraíso, se queda sin abrevarse y sin nutrirse. Si se cree que puede prescindirse de la luz participada, se queda sumido para siempre en la noche de la ignorancia...” (De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, p. 169). Si esto se entendiera así, y se viviera de esta forma, la aversión eclesial de determinadas “comunidades populares”, de ciertos “profetas” que se erigen y se autoconstituyen por encima de la Iglesia (¡¡diciendo que es el Espíritu el que los impulsa a hablar así contra la Iglesia!!), algunas asociaciones de teólogos y teólogos que se autocalifican de “progresistas”, el fenómeno de la “contestación” y del disenso, la crítica feroz y amarga contra la Iglesia, nada de esto tiene una justificación ni lógica ni racional ni espiritual ni cristiana.

    Hay una identidad entre Cristo y su Iglesia por lo que nadie puede jactarse de, situándose fuera de la Iglesia, poder permanecer en la “sociedad de Cristo”. Al contrario, dirá de Lubac, debemos decirnos con San Agustín: “para vivir del Espíritu de Cristo, es preciso vivir en su Cuerpo” (Epist. 185, II, 50), y “en la misma medida en que se ama a la Iglesia de Cristo, se posee también el Espíritu Santo” (In Io., tract. 32, n. 8).