sábado, 28 de febrero de 2015

El sufrimiento que se ilumina

Probablemente, lo peor del sufrimiento, del tipo que sea, no es el sufrimiento en sí, sino el sentido de ese sufrimiento, el porqué.

Lo que en principio es absurdo e ilógico, y atenta contra ese instinto de vida grabado en nosotros, el sufrimiento, recibe una iluminación distinta y adquiere un sentido nuevo, una respuesta a sus interrogantes, en la contemplación del Señor crucificado. El bien vino por la cruz; la redención se obró por medio del sufrimiento del Señor, no por el dolor en sí mismo, sino por el amor entregado hasta el extremo, hasta el límite.

El sufrimiento, por Cristo, queda incluido en los planes de la redención, sólo si se vive con un amor de entrega y es ofrecido. El cristianismo tiene una palabra que ofrecer para vivir el misterio doloroso del sufrimiento:

"En el sufrimiento humano hay una certeza que debería darle consuelo y hacerlo tolerable, y es que el sufrimiento no es inútil... Entre las grandes maravillas llevadas a cabo por el cristianismo está también la de haber enseñado a sufrir con paciencia y a descubrir tesoros de humanidad y gracia en el dolor y la desdicha" (Pablo VI, Audiencia general, 17-mayo-1978).

La Cruz del Señor, como siempre, es la clave de comprensión de todo; en ella se encuentra una sabiduría que parece locura para el mundo y escándalo para quien conoce a Dios sólo de oídas, sin experiencia real.

viernes, 27 de febrero de 2015

Venga a nosotros tu Reino (III)

Venga a nosotros tu Reino, suplicamos, y podemos legítimamente entender que venga a nosotros el Hijo, el Salvador, a quien aguardamos en su segunda venida, ya glorioso, Señor de cielo y tierra.


Nuestra esperanza es una espera activa. Nuestra plegaria acelera la venida del Reino de Dios, que es Jesucristo; con la santidad de vida, la inserción en las realdiades temproales, contribuimos al crecimiento del Reino, pero es sobre todo nuestra oración la que nos hace vivir en tensión, vigilantes y no dormidos, y es nuestra oración la que hace crecer el Reino de Dios y llama al Corazón del Padre para que venga, finalmente, el Hijo, pisotee la muerte y establezca su Reino.

Con esta petición del Padrenuestro vamos disponiendo, además, nuestro propio corazón de manera que crezca el deseo de Cristo, el deseo de su salvación, la esperanza sobrenatural. Así nuestra mirada será siempre una mirada al cielo, la de quien espera con amor que venga su Señor.

jueves, 26 de febrero de 2015

Magisterio: sobre la evangelización (XXV)

En el 2010, el santo Padre Benedicto XVI instituyó el "Consejo Pontificio paa la promoción de la Nueva Evangelización", una iniciativa amplia configurada para dialogar y mostrar razonablemente el Evangelio a las generaciones marcadas por una cultura secularista. El "atrio de los gentiles" fue la primera expresión de este Consejo.


La Iglesia, por su propia naturaleza, es evangelizadora. El Señor la llamó, la convocó, para anunciar el Evangelio de la salvación a todos los hombres y Ella, en las diferentes circunstancias, culturas, lenguas, épocas, proclama el Evangelio y se embarca en todo tipo de actividades que sean evangelizadoras. Así es fiel a su Señor y a su propia naturaleza.

martes, 24 de febrero de 2015

Santidad y teología (Palabras sobre la santidad - XI)

Cuando teología y santidad caminan unidas, piensan unidas, rezan unidas, entonces esa alianza se vuelve muy fructuosa para la Iglesia y para el pensamiento. El mejor teólogo es el santo, el hombre que piensa, investiga, reflexiona, escribe y explica con un claro compromiso personal de santidad y por eso vive contemplativamente, es orante verdadero que conoce por la fe y por la razón.


La teología sin santidad, lo sabemos, se vuelve mero academicismo, una preocupación histórica alejada vitalmente, y difícilmente conduce a Dios.
La teología sin santidad, buscará su estatuto de ciencia en la historia misma y no en la revelación, y buscará un derivado en la ética y el compromiso; en el plano formal, su preocupación será sólo metodológica, apasionada por la manera correcta de citar en nota a pie de página, pero será árida, con sabor amargo, para quien reciba esa teología sin alma.

lunes, 23 de febrero de 2015

Santificado sea tu nombre (II)

Dios es Santo, el tres veces Santo, y, sin embargo, suplicamos en el Padrenuestro que su nombre sea santificado. ¿Acaso lo necesita? ¿Acaso no era ya santo?


Más bien habremos de considerar que la súplica espera que "sea santificado su nombre en nosotros", de manera que nosotros seamos santos con la santidad que viene de Él; que sea santificado en nosotros y ninguna acción, palabra, sentimiento o disposición interior empañe la santidad de Dios en nosotros, sino que la refleje mejor.

Si la voluntad de Dios es nuestra santificación y el Señor mismo dice que seremos santos porque Él, el Señor, es santo, esta petición del Padrenuestro pide el cumplimiento de esas promesas de santidad y santificación.

viernes, 20 de febrero de 2015

El valor del Padrenuestro

El ciclo de la Cuaresma nació como preparación intensa, espiritual, litúrgica y catequética, de los catecúmenos que en la próxima Vigilia pascual ya eran considerados dignos de recibir los sacramentos pascuales e incorporarse al Misterio pascual del Señor. La Cuaresma posee un dinamismo bautismal que desemboca en la Vigilia pascual y la hermosa cincuentena de Pascua.

 
En la Cuaresma, los catecúmenos, llamados ya "elegidos" o "competentes" recibían primero el Credo y, una o dos semanas después, el Padrenuestro, la Oración dominical. La Iglesia les comunicaba aquello que es la síntesis de lo que cree y de lo que reza.

Entonces, tanto los elegidos como sus padrinos, así como todos los fieles que pudieran, asistían a las catequesis que desglosaban tanto el contenido del Símbolo como el del Padrenuestro. Eran amplias catequesis recibidas en la memoria y en el corazón, que educaban de manera firme en la vida cristiana que iban a iniciar.

Ahora, en la Cuaresma, tiene razón de ser que volvamos a ser partícipes y oyentes de estas catequesis, si las acogemos limpia e íntegramente, modelando nuestro ser según la enseñanza de la Iglesia.

sábado, 14 de febrero de 2015

Salmo 149: Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza...

El salmo 149, el penúltimo del libro del Salterio, es uno de los salmos llamados, en latín, “Laudate”, porque comienza por la alabanza, o salmo “aleluyático”, porque como estribillo tiene la palabra “Aleluya” en el original hebreo.

Son invitaciones no sólo para alabar al Señor, sino hasta para saltar de júbilo por las obras del Señor. “Cantad al Señor un cántico nuevo”. ¿Quién canta el cántico nuevo? Dirá San Agustín: canta el cántico nuevo, el hombre nuevo, el hombre que celebra la alianza nueva y eterna, el que vive en el Nuevo Testamento, el que vive el mandamiento nuevo, “amaos unos a otros como yo os he amado”. Todo es nuevo: la alianza, las promesas, el mandamiento, la salvación que Cristo nos ha conseguido por su sangre.

    “Cantad al Señor un cántico nuevo”. ¡Que cante la voz, que cante el corazón, que canten nuestras costumbres! ¡Que seamos nosotros mismos el cántico nuevo para el Señor que tanto nos ama!

    “Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles”. La asamblea de los fieles es la Iglesia; que resuene, pues, su alabanza en la Iglesia. Que el pueblo cristiano, cuando nos reunimos para aclamar a Cristo, el Señor, salte su corazón en la alabanza; que no sean nuestras caras, caras tristes o, caras de pena, caras que vienen a cumplir a la iglesia, caras que casi están temiendo al Señor como si fuere temible; mudos que apenas responden ni cantan en la liturgia, asistiendo como mudos y pasivos espectadores. ¡No! La alabanza brota del amor y la experiencia sincera de Dios desemboca en la alabanza, alegre, festiva, adorante. “Resuene su alabanza”. Haya alegría al celebrar nuestra liturgia; haya alegría de corazón, serenidad, consuelo. “Resuene su alabanza” en la Iglesia.

  

jueves, 12 de febrero de 2015

Elementos del culto: el recogimiento (y II)

Continuamos con las palabras de Romano Guardini sobre el recogimiento. 

Visto qué es en sí el recogimiento y la urgencia para el crecimiento del hombre en su interioridad, dadas las prisas y el nerviosismo en los que vive, pasa el autor a su consideración en la liturgia, con sencillas fórmulas, cargadas de realismo.


Silencio y recogimiento son condiciones de la verdadera participación en la liturgia; una pastoral que merezca tal nombre los cuidará y potenciará para que todos entren en el ámbito de la liturgia con la atención interior puesta en el Señor y en su acción salvadora a través de los misterios de la liturgia.

martes, 10 de febrero de 2015

Recuperar lo sencillo de la vida cristiana

Tal vez lo más básico y sencillo se olvida con más facilidad; y aquello que se omite, va desvirtuando los contornos. La identidad como católicos parece en algunos momentos desdibujada, con perfiles borrosos, difuminados, porque en ocasiones los elementos fundamentales, sencillos, los tenemos algo olvidados.


La identidad católica debe ser reafirmada, sin mezclas extrañas, sin síntesis con otras formas de vida, para dar un testimonio claro y elocuente de lo que somos y de lo que vivimos. Difuminada o disimulada la identidad católica, podríamos ser una sal que ya no sazona nada o una luz que se oculta y no ilumina. Esta identidad hemos de fortalecerla, sencillamente, sin imponer a nadie, en el plano personal (cada uno), en el familiar y en el comunitario.

domingo, 8 de febrero de 2015

Asociados al sufrimiento del Redentor

El sufrimiento del Señor en su pasión y su cruz fue un sufrimiento redentor y vicarial: por nosotros y en nuestro lugar; así fuimos salvados con el alto precio de la sangre del Cordero. Él, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, fue inmolado por nosotros.


La redención, motivo de la Encarnación del Verbo, se obró por la pasión y la cruz del Señor que miraba a nuestro bien. 

Pero hoy, en este tiempo, su sufrimiento es compartido también por los miembros de su Cuerpo; incluso algunos especialmente han sido elegidos para que, viviendo una existencia martirial de múltiples formas, completen en el presente la redención en favor de la totalidad del Cuerpo (cf. Col 1,24).

viernes, 6 de febrero de 2015

Oración en lo interior

La oración nos adentra en la zona más reservada y más sublime: en lo interior de uno mismo, allí donde Dios es más interior que uno mismo, y donde mora el Espíritu haciendo de nosotros su Templo.


En la oración empezamos a contemplar el Misterio de Dios y se nos descubren horizontes insospechados y gratuitos. Se le conoce a Él y el alma se va conociendo a sí misma. Por lo que la oración se muestra como recurso imprescindible y como vida del alma.

Hay que entrar en lo interior, superando los recuerdos, las sensaciones y la imaginación; afrontando las múltiples llamadas exteriores que nos reclaman y la dispersión que nos fragmenta como personas. Entrando en lo interior, allí vemos y oímos al Maestro de la verdad.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Las ofrendas de la Misa (IV)

Después de ver lo que el Misal romano marca sobre las ofrendas de la Misa, la lección siempre esclarecedora de la historia, y por último, la comparación con otros ritos y familias litúrgicas (bizantina e hispano-mozárabe), vamos a la praxis del rito romano hoy.





4. Lo propio de nuestro rito romano

El rito romano, mucho más sobrio, ofrece una procesión de ofrendas de los elementos que se van a consagrar, la materia del sacrificio, a los que se pueden añadir donaciones para la iglesia o para los pobres, acompañado el rito con un canto. Las oraciones sobre las ofrendas resaltan exclusivamente los dones que van a ser transformados, consagrados, santificados:


“Señor, recibe con bondad nuestros dones y al consagrarlos con el poder de tu Espíritu, haz que se conviertan para nosotros en dones de salvación”[1]; “acepta, Señor, nuestros dones, en los que se realiza un admirable intercambio, para que al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo[2]; “el mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poderlas entrañas de María, la Virgen Madre, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar”[3].


Es la misma liturgia con sus oraciones la que nos ayuda a centrar la procesión de ofrendas en las verdaderas ofrendas, la del pan y la del vino, la de todo el pan eucarístico necesario y el vino, despojando esta procesión de los aditamentos y elementos que se le han superpuesto y la han trastocado tanto en un sentido muy antropocéntrico y moralizante (“te ofrecemos… signo de nuestro compromiso por…”).

lunes, 2 de febrero de 2015

El valor perenne de la teología de von Balthasar

Hay afirmaciones o escritos que son de compromiso, y se nota que son de compromiso: se recurre a tres lugares comunes, tres tópicos que no comprometen, y se sale airoso del paso. Esto también sirve, en ocasiones, para el Magisterio pontificio, que, con suavidad, debe a veces ser tan sutil que hay que leer entre líneas ciertos Mensajes, Cartas o Discursos, ya que junto a una somera alabanza inicial de la persona o del acontecimiento, viene luego una carga de profundidad, escrita o dicha tan suavemente, que los torpes o encegados no quieren o no saben descubrir.


Pero hay muchas otras ocasiones, también en el Magisterio, donde sin trabas, se ve ardor, pasión, recalcando algo.

Éste es el caso de un Mensaje del papa Benedicto XVI a un Congreso sobre von Balthasar. No es un telegrama, o una nota breve, de adhesión impartiendo la Bendición Apostólica al final, sino una glosa de la persona de Hans Urs von Balthasar, donde no se ahorran elogios, y luego una descripción del volumen y alcance de su teología.

Este Mensaje de Benedicto XVI bien podría servir como una guía inicial para conocer y captar los núcleos del pensamiento teológico de Balthasar.

De paso, y no menos importante, es destacar cómo tanto Balthasar como su teología, está en absoluta sintonía eclesial y es un Papa quien lo ensalza. Jamás se le puede tachar de liberal, modernista o progresista: es una Papa quien reconoce el valor de Balthasar.



"Señores cardenales;

venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;

ilustres señoras y señores:



Con gran placer me uno espiritualmente a vosotros en la celebración del centenario del nacimiento de Hans Urs von Balthasar, insigne teólogo suizo, al que tuve la alegría de conocer y tratar. Creo que su reflexión teológica conserva intacta hasta hoy una gran actualidad e impulsa aún a muchos a adentrarse cada vez más en la profundidad del misterio de la fe, llevados de la mano por un guía tan autorizado. En una ocasión como esta es fácil caer en la tentación de volver a los recuerdos personales, a causa de la sincera amistad que nos unía y por los numerosos trabajos que emprendimos juntos, afrontando los numerosos desafíos de aquellos años. La fundación de la revista Communio, inmediatamente después del concilio Vaticano II, es el signo más evidente de nuestro compromiso común en la investigación teológica. Sin embargo, ahora no quiero hablar de recuerdos, sino más bien de la riqueza de la teología de von Balthasar.