miércoles, 28 de febrero de 2018

¡Una parroquia!

Breves palabras, mensaje grande:


"¿Qué significa "parroquia"?

Parroquia quiere decir: la presencia de Cristo entre los hombres. Parroquia quiere decir un conjunto de personas, quiere decir una comunidad en la que y con la que Jesucristo reconfirma la presencia de Dios. La parroquia es una parte viva del Pueblo de Dios".

(Juan Pablo II, Hom. en la Parroquia de San Gregorio Magno, en la Magliana,  18-febrero-1979).


¿Tendremos esta mirada amplia?
¿Alcanzaremos esta perspectiva?
¿Reconoceremos así a nuestras parroquias?

lunes, 26 de febrero de 2018

En el estado de vida sacerdotal (Palabras sobre la santidad - LII)

El ejercicio del ministerio sacerdotal es objetivo, es decir, independientemente de la santidad personal del sacerdote, la gracia fluye por sus manos en favor de los cristianos. La gracia de los sacramentos no está supeditada a la dignidad y santidad personal del ministro, sino a la objetividad de la acción de Cristo a través del ministro ordenado.


En ese sentido siempre hay que tener claro aquello que escribiera y predicara san Agustín frente a la herejía donatista:  "Si bautiza Pedro, es Cristo quien bautiza; si bautiza Pablo, es Cristo quien bautiza; y si bautiza Judas, siempre es Cristo quien bautiza" (In Ioh. ev. 6,7). Por eso el Catecismo explica:

"Puesto que en último término es Cristo quien actúa y realiza la salvación a través del ministro ordenado, la indignidad de éste no impide a Cristo actuar (cf Concilio de Trento: DS 1612; 1154). San Agustín lo dice con firmeza:
«En cuanto al ministro orgulloso, hay que colocarlo con el diablo. Sin embargo, el don de Cristo no por ello es profanado: lo que llega a través de él conserva su pureza, lo que pasa por él permanece limpio y llega a la tierra fértil [...] En efecto, la virtud espiritual del sacramento es semejante a la luz: los que deben ser iluminados la reciben en su pureza y, si atraviesa seres manchados, no se mancha» (In Iohannis evangelium tractatus 5, 15)" (CAT 1584).

Sin embargo, evidentemente, siempre será mejor y más deseable la santidad personal del ministro ordenado: "la santidad de los presbíteros contribuye poderosamente al cumplimiento fructuoso del propio ministerio, porque aunque la gracia de Dios puede realizar la obra de la salvación, también por medio de ministros indignos, sin embargo, Dios prefiere, por ley ordinaria, manifestar sus maravillas por medio de quienes, hechos más dóciles al impulso y guía del Espíritu Santo, por su íntima unión con Cristo y su santidad de vida, pueden decir con el apóstol: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Gal., 2, 20)" (PO 12), enseña el Concilio Vaticano II.

¿Cómo es santo un sacerdote o un obispo?
¿En qué consistirá su santidad?
¿Debe copiar modos específicos de los monjes, o de los religiosos, o tal vez parecerse al laicado inserto en el mundo secular?

domingo, 25 de febrero de 2018

La meta y el camino

El segundo domingo de Cuaresma se nos presenta lleno de luz y consuelo. Es demasiado para los apóstoles, como para nosotros mismos, el anuncio de la pasión y de la cruz. Nos escandaliza, es decir, nos hace tropezar, choca con nuestra forma de pensar y ver las cosas.


Pero Jesús anticipa la gloria de la resurrección transfigurándose, mostrándose anticipadamente glorioso, tal como lo verán el día de Pascua. Los consuela así y ellos se llenan de gozo y alegría espiritual.

La meta es la resurrección, y el camino es la cuaresma; la meta es la Pascua gloriosa, y el camino la penitencia cuaresmal. De hecho ahora vivimos abrazados a la cruz de modo particular, pero en la Vigilia pascual la gloria de la Resurrección del Señor es expresada incluso con el juego de la luz y del fuego, el lucernario inicial de la Vigilia pascual con la bendición del fuego, el cirio pascual y la procesión de todo el pueblo cristiano que entra en la iglesia con las velas encendidas en sus manos para proclamar la gloria de la Pascua. Para que esto sea verdad es necesario un previo recorrido cuaresmal, penitencial, purificador.

La meta es la resurrección y el camino es la pasión. Lo cantaremos en el prefacio dominical:

viernes, 23 de febrero de 2018

Espiritualidad de la adoración (XXX)

El himno a la kénosis de san Pablo en la carta a los filipenses (2,6-11) ofrece la perspectiva salvífica del misterio de la Encarnación, pasión, muerte, resurrección y glorificación de Cristo. Es la síntesis del Misterio.

Parte de una clave fundamental: Cristo "se vació", "se despojó", "se rebajó", y si lo hizo no fue por otra cosa más que por amor para salvarnos. Vivió despojado de sí mismo, asumiendo lo que no era (nuestra naturaleza humana) para que nosotros recibiéramos aquello de lo que carecíamos (la naturaleza divina, la divinización).


Recordemos el himno paulino cantado habitualmente en las I Vísperas del domingo:


Cristo, a pesar de su condición divina, 
no hizo alarde de su categoría de Dios; 
 al contrario, se despojó de su rango 
y tomó la condición de esclavo, 
pasando por uno de tantos. 

Y así, actuando como un hombre cualquiera, 
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, 
y una muerte de cruz. 

miércoles, 21 de febrero de 2018

Humildad y verdad

La Verdad os hará libres (Jn 8,32), señala Cristo, Él que es la Verdad. La Verdad nos hará libres mientras que la mentira hace esclavos e hijos del padre de la mentira.


La Verdad es liberadora, la mentira es esclavizadora. Y la verdad de nosotros mismos es nuestra pobreza, nuestro vacío, nuestro pecado, nuestro ser pequeño. La mentira, soberbia, nos esclaviza incluso a nosotros mismos pretendiendo ser y aparentar lo que no somos.

La Verdad es liberadora y nos hace libres. Por eso, y siempre, la humildad es andar en verdad, reconociendo la verdad de lo que somos. El humilde no teme a la Verdad porque nada tiene que ocultar. El soberbio se horroriza ante la Verdad y prefiere la tiniebla a la luz para que no se vean sus obras.

El humilde nada tiene que esconder, nada que disimular. Su ámbito es la luz. Así lo explicaba santa Teresa en las Moradas del castillo interior:

domingo, 18 de febrero de 2018

Las tentaciones del Señor

Cada primer domingo de Cuaresma, señalándonos aquello mismo que ahora todos vamos a vivir, se proclama el evangelio de las tentaciones del Señor en el desierto.


Este evangelio, situado así al inicio del desierto cuaresmal, marca lo que la Iglesia entera va a vivir: la lucha de los catecúmenos para prepararse a su inmediato Bautismo en la Vigilia pascual; la lucha de los penitentes hasta alcanzar la Reconciliación en la mañana de Jueves Santo; la lucha de los fieles para vivir renovados y purificados el Triduo pascual.

Hacemos aquello mismo que hizo el Señor: enfrentarse al mal, apartándose de todo para entrar en el desierto y comenzar la Pascua como Israel; del desierto a la patria, de la lucha a la victoria.

El cual, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento,
inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal,
y al rechazar las tentaciones del enemigo
nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado;
de este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua,
 podremos pasar un día a la Pascua que no acaba
(Prefacio I domingo Cuaresma).

viernes, 16 de febrero de 2018

El bien de la paciencia (San Cipriano, I)

Tras haber visto el más antiguo tratado sobre la paciencia, el del escritor africano Tertuliano, pasaremos a leer el trabado "sobre el bien de la paciencia" de San Cipriano, el obispo africano de Cartago, mártir en el s. III.


Al considerar, bajo diferentes argumentos, la virtud de la paciencia, hemos de desearla, entenderla, asimilarla, por lo importante que es que logremos ser "hombres virtuosos", esto es, no tener un acto de paciencia una vez aislada, en alguna ocasión, sino ser siempre pacientes.

Con la paciencia, su raíz, su objeto, su fin, alcanzaremos los bienes definitivos. Sean éstas unas catequesis patrísticas de verdad morales, educando nuestro ser en la moral cristiana, no en el moralismo, y pidiendo desde ya el don de Dios en los corazones.



"1. Habiendo de tratar de la paciencia, hermanos amadísimos, y debiendo ponderar sus beneficios y ventajas, por dónde empezar mejor que diciéndoos que ahora mismo necesito de la vuestra para escucharme, pues sin ella no podéis oírme ni aprender de mí; un razonamiento bien concertado se capta con provecho y eficacia cuando se escucha con paciencia. Y, a la verdad, no encuentro un razonamiento más útil para la vida o más eficaz para la gloria que practicar por completo la paciencia siguiendo los preceptos del Señor con espíritu de temor y de entrega.

lunes, 12 de febrero de 2018

La vida eucarística - I

            Sean las palabras del Papa pronunciadas al inaugurar el Año de la Eucaristía, las que igualmente nos sitúen para vivir la Eucaristía celebrada y adorada. Así, con sentido de Iglesia, abriremos el corazón al horizonte eucarístico.

            “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).



            Reunidos ante la Eucaristía, experimentamos con particular intensidad en este momento la verdad de la promesa de Cristo: ¡Él está con nosotros!

            El punto de encuentro es Jesús mismo, realmente presente en la Santísima Eucaristía con su misterio de muerte y resurrección, en el cual se unen el cielo y la tierra, y se encuentran los pueblos y culturas diversas. Cristo es “nuestra paz, haciendo de los dos un solo pueblo” (Ef 2,14).

            ¡Misterio de luz! De luz tiene necesidad el corazón del hombre, oprimido por el pecado, a veces desorientado y cansado, probado por sufrimientos de todo tipo. El mundo tiene necesidad de luz, en la búsqueda difícil de una paz que parece lejana al comienzo de un milenio perturbado y humillado por la violencia, el terrorismo y la guerra.

sábado, 10 de febrero de 2018

Lo nuestro es la santidad

Simplemente, y para pensar:

"Así pues, leemos que está escrito: 'Sed santos, porque yo soy santo, dice el Señor Dios'.

No se ha de poner sin más la semejanza de la santidad en Dios y en los hombres: pues de Dios se dice que es 'santo', mientras que los hombres, como si no lo fueran siempre, se les manda que 'se hagan santos'.

En griego, donde nosotros tenemos 'sed santos', esta expresión más bien suena 'haceos santos'. Pero nuestros traductores pusieron indiferentemente 'sed' por 'haceos'. Cada uno de nosotros, pues, desde que llega al temor de Dios y recibe en sí la divina doctrina, desde que se consagra a Dios, si de corazón se ha consagrado, se vuelve por ello 'santo'. Este puede decirse 'santo santificado'; pero verdaderamente y siempre 'santo' sólo es Dios.

¿Quieres que, por medio de las divinas Escrituras, muestre la diferencia? Escucha de qué modo se expresa Pablo, escribiendo a los Hebreos: 'El que santifica y los que se santifican, proceden todos de uno solo'.

jueves, 8 de febrero de 2018

El mundillo intelectual (y también la teología)

Para que la intelectualidad sea tal, y no degenere en ideología, o en un pensamiento débil, que se mueve al compás de las modas y los tiempos, renunciando a la Verdad, podremos intentar hoy asimilar los conceptos que Benedicto XVI nos ofreció en una homilía.

La Verdad nos ha sido dada, se nos ha entregado, se ha revelado. Es, por tanto, un Don. Pero hoy, decir que se conoce la Verdad en la Persona de Cristo, ¿no suena a intolerancia?, ¿no nos llegamos a creer que somos intolerantes? ¿No disimulamos acaso, señalando que cada uno tiene "su verdad", y que es respetable?

La Verdad, por definición, es una y a ella hay que aspirar; en ella vivimos y la verdadera intelectualidad, el pensamiento, la cultura, deberá profundizar en sus abismos y dejarse sanear por la Verdad.

"Si leemos hoy, por ejemplo, en la Carta de Santiago: «Sois generosos por medio de una palabra de verdad», ¿quién de nosotros se atrevería a alegrarse de la verdad que nos ha sido donada? Nos surge inmediatamente la pregunta: ¿cómo se puede tener la verdad? ¡Esto es intolerancia! Los conceptos de verdad y de intolerancia hoy están casi completamente fundidas entre sí; por eso ya no nos atrevemos a creer en la verdad o a hablar de la verdad. Parece lejana, algo a lo que es mejor no recurrir. Nadie puede decir «tengo la verdad» —esta es la objeción que se plantea— y, efectivamente, nadie puede tener la verdad. Es la verdad la que nos posee, es algo vivo. Nosotros no la poseemos, sino que somos aferrados por ella. Sólo permanecemos en ella si nos dejamos guiar y mover por ella; sólo está en nosotros y para nosotros si somos, con ella y en ella, peregrinos de la verdad.

Creo que debemos aprender de nuevo que «no tenemos la verdad». Del mismo modo que nadie puede decir «tengo hijos», pues no son una posesión nuestra, sino que son un don, y nos han sido dados por Dios para una misión, así no podemos decir «tengo la verdad», sino que la verdad ha venido hacia nosotros y nos impulsa. Debemos aprender a dejarnos llevar por ella, a dejarnos conducir por ella. Entonces brillará de nuevo: si ella misma nos conduce y nos penetra" (Benedicto XVI, Homilía, 2-septiembre-2012).

Con esto se disipa sin lugar a dudas el relativismo, la dictadura del relativismo que ha crecido de manera alarmante y tiránica.

martes, 6 de febrero de 2018

La humildad a base de golpes

Lo que nosotros no hacemos, a veces son las circunstancias exteriores las que lo hacen en nosotros. Y si por nosotros mismos no hemos sido humildes, y no ha habido un grandísimo amor a Cristo para vivir humildes como Él, serán las pruebas, cruces, dificultades, humillaciones, las que se encarguen de pulirnos.


Lo que muchas veces nos supera y no está en nuestra mano, sólo podemos recibirlo sumiéndonos en el Misterio y dejando que Dios haga su obra, la de cincelarnos, con golpes secos. La humildad nace y es educada por las pruebas y sufrimientos, mientras se sea capaz de asumirlos, integrarlos, ofrecerlos.

Pensábamos que éramos grandes, que podíamos con todo, y soberbiamente nos erigíamos bien en alto; pero la adversidad se presenta, una etapa difícil, o una persecución del tipo que sea, y vemos que no éramos tan humildes ni tan valiosos ni tan grandes ni tan poderosos. Hemos de aprender a ser pequeños, hemos de aprender a ser niños que se abandonan confiadamente a Dios Padre.

Es la experiencia común de los santos. Será nuestra experiencia si abrazamos la cruz y dejamos que nos modele con la humildad del Crucificado.

Pero, y sobre todo, el vacío: ni méritos, ni arrogancia de obras buenas o de algunas virtudes vacías, sino el vacío para ser llenado y colmado con Dios. Es aquello de santa Teresita de Lisieux: "tengo las manos vacías...", y Dios las llena.

domingo, 4 de febrero de 2018

Curaciones, milagros, salvación

"Curó a muchos enfermos..."

Es éste un estribillo que los evangelistas repiten con frecuencia señalando la actuación salvadora de Cristo. Su Palabra, predicada con tranquilidad a los hombres, sana el corazón; pero también, como expresión de esa misma salvación, cura a muchos enfermos.


¡Jesucristo es el Salvador!

Nada se resiste a su poder y a su vida. Para eso ha venido: para que tengamos vida abundante.

Al mismo tiempo, muestra el valor de la enfermedad, su sentido sobrenatural, y revela cómo Él está cerca del enfermo, de quien sufre, confiriendo a esa enfermedad un sentido y una dignidad que, desde luego, el mundo no conoce.

jueves, 1 de febrero de 2018

La paciencia (Tertuliano - y XVI)

Terminamos el tratado enjundioso de Tertuliano sobre la paciencia. 

Siempre se ha considerado que la meditación sobre una virtud ilumina la inteligencia, enciende el deseo por adquirirla y ofrece pasos válidos para que se convierta en un hábito para nosotros. Es el procedimiento que hemos intentado desarrollar al leer esta pequeña obra.


La paciencia cristiana en su forma exterior es igual a la paciencia de los paganos, de los estoicos, de los filósofos, pero su contenido y su raíz difieren: lo nuestro es imitar la paciencia de Dios, vivir la paciencia de Dios en nosotros, conformando nuestro ser con la paciencia divina.

Tertuliano, sin embargo, con el rigor acostumbrado (terminó en la secta montanista), omite la paciencia pagana como virtud y la remite a la astucia de quien sabe obrar el mal agazapado.

Viviendo la paciencia cristiana reproduciremos en nosotros aquella paciencia que radica en el corazón de Dios. Entonces alcanzaremos los bienes prometidos.