domingo, 30 de noviembre de 2014

Adviento, un nuevo despertar

Cada nuevo Adviento supone un estímulo, una llamada de alerta, para despertar. Así, constantemente, la liturgia nos hará oír la apremiante invitación de san Pablo:

"Ya es hora de despertar del sueño; la noche está avanzada, el día se echa encima. Dejemos las actividades de las tinieblas..."


Un nuevo Adviento, es decir, un nuevo tiempo de gracia para vigilar y despertar del sueño, hermano de la muerte, que nos paraliza. Despiertos y con las lámparas encendidas, vigilantes, atentos para que cuando venga el Señor y llame, se le abra inmediatamente la puerta.

Embotar los sentidos espirituales y el alma es cerrarse a percibir los signos, la presencia y la voz del Señor. No es eso lo nuestro, lo específicamente cristiano; más bien es la vigilancia, el cuidado atento, y nace de un corazón que ama y espera a Cristo como lo mejor y más deseado.

Por eso el Adviento marca bien y profundamente la vida cristiana, si nos dejamos empapar de sus claves litúrgicas y espirituales: nos hará salir de nuestro letargo.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Mi 2ª conferencia teresiana (audio)

Como ya comenté, en este Año Jubilar teresiano he sido invitado, entre otras cosas, a impartir 9 conferencias-pláticas sobre santa Teresa de Jesús en dos sitios distintos de mi diócesis.




Muy amable y eficazmente, la Delegación Diocesana de Medios de comunicación de mi diócesis les ha puesto un banner en la página inicial de www.diocesisdecordoba.com y sube el audio de cada conferencia mensual.

Aquí tenemos ya la 2ª conferencia, pronunciada el pasado 15 de noviembre en la parroquia de Santa Teresa de Jesús, de Córdoba:

http://www.diocesisdecordoba.com/conferencias-con-motivo-del-jubileo-teresiano/

Deseo que este trabajo os sea útil.

Dios dé fecundidad a este ministerio de predicar, enseñar, formar.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Las ofrendas de la Misa (II)



2. A la luz de la historia

Entenderemos mejor, sin duda, qué se lleva como ofrendas en la Misa, por el sentido que tienen, si acudimos un poco a la historia de la liturgia, evitando así las cosas tan sorprendentes y extrañas que hoy se hacen.



 Sabemos, por las fuentes antiguas, cómo era esta procesión. Hipólito, en su obra la “Traditio Apostolica”, señala cómo los diáconos llevan al altar, el pan, el vino y el agua; san Justino, a mediados del siglo II, lo describe en su I Apología: “seguidamente se presenta al que preside sobre los hermanos pan y una copa de agua y vino mezclado: cuando lo ha recibido, eleva al Padre de todas las cosas alabanzas y gloria” (I, 65). Poco tiempo después, sobre el siglo IV, los fieles mismos llevaban al altar pan y vino (al no ser pan ázimo, aumentaba más y se procuraba llevar suficientes panes para que todos pudieran comulgar una vez fraccionados) y alimentos y ropas para los pobres y también para el sostenimiento de los sacerdotes:


            “también en el siglo VI la presentación de las ofrendas incluye una intención caritativa, pues los fieles llevan más de lo necesario con el objeto de subvenir a las necesidades de la Iglesia, del clero y de los pobres. La presentación de las ofrendas era considerada como un deber y un privilegio de los fieles, pues si éstos tenían la obligación de llevarlas sólo podían hacerlo quienes estaban en comunión con la Iglesia”[1].


            Más desarrollada es la presentación de los dones en los siglos VII-VIII, según el Ordo Romanus I, el rito de una Misa solemne del Papa. Aunque la descripción es amplia y detallada, ilumina mucho ver el valor que se le daba a este rito ofertorial, ceñido al pan y al vino, donde todos aportan. Es el pontífice quien se acerca a recogerlas en la nave de iglesia según los distintos órdenes jerárquicos y grupos de fieles, y también los subdiáconos. Todos ofrecen o pequeñas ánforas con vino o panes.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Sentido de los milagros, explicado por los Padres

Los milagros y curaciones que narran el evangelio, no son relatos míticos, sino reales, actuaciones concretas que hizo Jesús. Pero más que la curación de unos enfermos concretos, los milagros y curaciones son un signo del obrar divino de Jesús, un signo de su mesianidad, de que el Reino de Dios ha llegado.

La moderna teología y exégesis liberal niegan su carácter de verdad a las curaciones y milagros y las ven como símbolos liberadores de la opresión, de la opción por los pobres, negando su historicidad y su valor salvador. Pero la exégesis católica coincide con la lectura e interpretación que en su momento hicieron los Padres de la Iglesia.

El sentido de los milagros va más allá de la materialidad de una curación. Adquieren un carácter de testimonio, de auto-revelación de Jesús.

"El Señor de las potencias y el iniciador de la salvación humana, como Dios bueno y misericodioso, daba con abundancia la curación de la medicina celeste: liberaba a los oprimidos por el diablo, ahuyentaba a los espíritus inmundos y eliminaba todo padecimiento y enfermedad corporal mediante la palabra de su poder divino; para mostrar que había venido a traer la salvación del género humano y para evidenciar por medio de semejantes prodigios que era Dios, ya que nadie puede realizar signos tan grandes de poder, sino sólo Dios" (Cromacio de Aquileya, Com. Ev. San Mateo, trat. 40,3).

sábado, 22 de noviembre de 2014

Magisterio: sobre la evangelización (XXII)

¡El evangelizador es el santo!

Un santo evangeliza por la fuerza de su propia existencia. Se convierte en testigo cualificado a la par que maestro. Y el mundo hoy, si bien es verdad que necesita verdaderos maestros, prestará oídos a los maestros que sean siempre a la vez testigos.


La nueva evangelización poseerá el impacto de los santos o no será nueva evangelización. Estos santos son quienes han tenido un encuentro con Cristo tan vital, tan fuerte, que sus vidas han cambiado y ya no la pueden entender sin referencia a Cristo. El acontecimiento definitivo en sus vidas ha sido el encuentro con Cristo. Y allá donde van, donde aman, donde trabajan, caminan, comparten, conducen a todos a Cristo, los llevan a Cristo para que realicen ese mismo encuentro personal con Él.

"Verdaderamente, los tiempos en que vivimos exigen una nueva fuerza misionera en los cristianos, llamados a formar un laicado maduro, identificado con la Iglesia, solidario con la compleja transformación del mundo. Se necesitan auténticos testigos de Jesucristo, especialmente en aquellos ambientes humanos donde el silencio de la fe es más amplio y profundo: entre los políticos, intelectuales, profesionales de los medios de comunicación, que profesan y promueven una propuesta monocultural, desdeñando la dimensión religiosa y contemplativa de la vida. En dichos ámbitos, hay muchos creyentes que se avergüenzan y dan una mano al secularismo, que levanta barreras a la inspiración cristiana. Entre tanto, queridos hermanos, quienes defienden con valor en estos ambientes un vigoroso pensamiento católico, fiel al Magisterio, han de seguir recibiendo vuestro estímulo y vuestra palabra esclarecedora, para vivir la libertad cristiana como fieles laicos" (Benedicto XVI, Encuentro con los Obispos, Portugual, 13-mayo-2010).

viernes, 21 de noviembre de 2014

Los fieles participamos cantando


            Participar es cantar. He aquí otra afirmación muy sencilla de lo que es la participación en la liturgia por parte de los fieles. Se participa cantando y eso es lo mismo que decir que se participa rezando mediante el canto, sin necesidad de intervenir realizando algún servicio litúrgico. Todos pueden llegar a este grado de participación uniendo la voz y el corazón a los cantos de la liturgia. Basta cantar con todos los fieles aquello que es propio de todos, o responder cantando al sacerdote en las partes cantadas (saludos, aclamaciones) o unirse con silencio y recogimiento al coro en los cantos que sólo éste ejecuta.





            Potenciar la solemnidad, la oración y el canto en la liturgia, es cultivar un gran medio de participación activa de todos para unirse al Misterio. Todo buen coro es un servicio grande para que todos participen, porque participan todos cantando, no sólo el coro. Es un ejercicio de servicio que el coro apoye y lleve adelante el canto para que todos se unan, aunque algunos cantos los realice solamente el coro en ciertos momentos de la liturgia: 


“Entre los fieles, los cantores o el coro ejercen un ministerio litúrgico propio, al cual corresponde cuidar de la debida ejecución de las partes que le corresponden, según los diversos géneros de cantos, y promover la activa participación de los fieles en el canto” (IGMR 103).

jueves, 20 de noviembre de 2014

Las pruebas de los santos (Palabras sobre la santidad - IX)

No les fueron ahorradas pruebas ni dificultades a los santos; experimentaron dificultades externas y persecuciones incluso en el seno de la misma Iglesia, y experimentaron dificultades exteriores, con períodos de cruz, de oscuridad.


La cruz de Cristo reposa sobre sus santos. Las pruebas y las adversidades purifican a los santos para que busquen sólo a Cristo y su amor, quitando las adherencias de pecado que pueda haber. Bien sabemos que no se puede busca a Cristo sin cruz y que el cristiano no existe sin cruz. Esta ley la vemos cumplida en los santos.

De un modo u otro, como una gran cruz en sus vidas en un momento concreto, o como diversas cruces más pequeñas pero constantes; como una etapa de años de oscuridad, o etapas diversas a lo largo de su vida, bebieron el cáliz del Señor. Dios usa una pedagogía distinta para cada uno. 

martes, 18 de noviembre de 2014

1ª Conferencia sobre santa Teresa

Con motivo del Año Jubilar teresiano, cinco siglos de su nacimiento, la Iglesia está de fiesta: ¡bien lo merece santa Teresa de Jesús!



Los días 15 de cada mes me invitó un compañero y amigo sacerdote a que en su parroquia, que lleva el título de "Santa Teresa", impartiera una conferencia para dar a conocer la persona y el magisterio de esta Doctora de la Iglesia. Las mismas conferencias las estoy impartiendo también los primeros viernes de mes en el Convento de Carmelitas Descalzas de Córdoba y en algunos otros sitios como clases o "Curso teresiano". Forma parte del ministerio como profesor de teología en mi diócesis: enseñar, predicar, a tiempo y a destiempo.

El programa de las conferencias es éste:


1) Teresa de Jesús: trayectoria vital, la Gracia en ella

2) Maestra de orantes, doctora de la Iglesia

3) Reformadora, fundadora y caminante (Libro de las Fundaciones)

4) Cristología teresiana: “¡de Jesús!”

5) Camino de perfección, el catecismo teresiano

6) El amor-fraternidad del verdadero orante

7) El proceso y la meta (Las Moradas del Castillo interior)

8) Criterio de discernimiento: la paz (Meditaciones sobre el Cantar)

9) Una mística para el apostolado y las obras



Mi obispo -al que le agradezco sumamente el detalle- encargó a mi compañero y párroco de Sta. Teresa que se grabasen en video o en audio las conferencias y subirlas a la web de mi diócesis (www.diocesisdecordoba.com) para darle mayor difusión.

Aquí tenéis el enlace donde están la 1ª conferencia: http://www.diocesisdecordoba.com/conferencias-con-motivo-del-jubileo-teresiano/

En vez de leer -como siempre en este blog- toca escuchar a este servidor. Es otro modo virtual.

¿Os agradará? ¡Espero que sí!


lunes, 17 de noviembre de 2014

Magisterio: sobre la evangelización (XXIII)

La nueva evangelización impulsa a salir más allá, a ir más allá, salir al encuentro de los hombres de hoy en sus ambientes, en sus búsquedas, en su mundo y cultura.

Muchos hoy viven un agnosticismo práctico -pese a estar bautizados, pero jamás evangelizados- y otros se sumergen en la postura de un ateísmo de nuevo cuño, marcado, probablemente, con el uso de la razón cerrada realmente a lo razonable, endiosando sus propios límites.

Pero, qué duda cabe, en ese mundo de agnosticismo y ateísmo, normalmente con personas de formación cultural y académica nada desdeñable, hay una búsqueda más o menos conscientes de la Verdad, pues el deseo de la Verdad siempre permanece aunque se pretenda ahogarlo. El diálogo es método para buscar la Verdad. Y ese diálogo es hoy compromiso para una nueva evangelización.

Esa iniciativa toma forma y nombre con Benedicto XVI, "el atrio de los gentiles", impulsado por el convencimiento profundo y claro de la unión entre fe y razón -cosa no tan clara en muchos sectores de la Iglesia-. Se trata de dialogar y mostrar la Belleza de la fe y su razonabilidad interna. 

"Considero importante sobre todo el hecho de que también las personas que se declaran agnósticas y ateas deben interesarnos a nosotros como creyentes. Cuando hablamos de una nueva evangelización, estas personas tal vez se asustan. No quieren verse a sí mismas como objeto de misión, ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad. Pero la cuestión sobre Dios sigue estando también en ellos, aunque no puedan creer en concreto que Dios se ocupa de nosotros. En París hablé de la búsqueda de Dios como motivo fundamental del que nació el monacato occidental y, con él, la cultura occidental" (Benedicto XVI, Discurso a la curia romana, 21-diciembre-2009).

domingo, 16 de noviembre de 2014

Talentos y juicio

Ahora es el tiempo de la laboriosidad y la diligencia. Ahora, nuestra vida, está marcada por una colaboración con la acción de Dios para ser productivos.

La parábola de los talentos, al final del año cristiano, despierta del sueño a quienes entierran atemorizados aquello que Dios les confió y nos hace mirar a lo eterno, al juicio y discernimiento que Dios hará de toda nuestra vida.


Los talentos eran cantidades ingentes de oro: cada talento equivale a unos 35/40 kg. de oro. Ya de por sí, este dato, subraya la absoluta confianza del Señor en sus siervos, en nosotros, que tanto y tan bueno es capaz de poner en nuestras manos y tardar mucho en volver. Confía en nosotros y se fía de la gestión que podamos hacer.

A tal confianza de Dios, debe responder nuestra responsabilidad.

"La Palabra de Dios de este domingo -el penúltimo del año litúrgico- nos advierte de la fugacidad de la existencia terrenal y nos invita a vivirla como una peregrinación, manteniendo la mirada en la meta, en aquél Dios que nos ha creado y, porque nos ha hecho para sí (cfr San Agustín, Conf. 1,1), es nuestro destino último y el sentido de nuestro vivir. Paso obligado para llegar a tal realidad definitiva es la muerte, seguida del juicio final. El apóstol Pablo recuerda que “el día del Señor vendrá como un ladrón de noche” (1 Ts 5,2), es decir sin previo aviso. La conciencia del retorno glorioso del Señor Jesús nos impulsa a vivir en una actitud de vigilancia, esperando su manifestación en la constante memoria de su primera venida.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Las ofrendas de la Misa (I)


Cuando el sacerdote recita la oración sobre las ofrendas, si lo hace de modo claro, y todos los fieles escuchan atentamente interiorizando, se puede llegar a descubrir lo evidente: que las ofrendas que se presentan son pan y vino; éstos son los dones principales que se aportan al altar y sobre los cuales se reza.

 Esto es lo evidente y, sin embargo, parece que pasa desapercibido confundiendo ofrendas con cualquier elemento que -¡hasta con una monición por ofrenda, y girándose hacia los fieles, levantando la ofrenda para que se vea, dando la espalda al altar y al sacerdote!- se lleva en procesión. Pero esto es una corruptela que se ha introducido en el modo de celebrar el rito romano, un elemento distorsionante.



           1. Pan y vino

            Los dones verdaderos, la ofrenda real, es la materia del sacrificio eucarístico: todo el pan y todo el vino necesarios para consagrar y distribuir en la sagrada comunión. Pues algo tan evidente ha quedado desfigurado y extraño en la liturgia.

            La Ordenación General del Misal Romano, que es norma y pauta obligatoria, lo explica:

            “Terminada la oración universal, todos se sientan y comienza el canto del ofertorio…
            Es conveniente que la participación de los fieles se manifieste en la presentación del pan y del vino para la celebración de la Eucaristía o de otros dones con los que se ayude a las necesidades de la iglesia o de los pobres” (IGMR 139-140).

            El desarrollo ritual es claro: comienza el canto del ofertorio (no hay monición al ofertorio ni monición a cada ofrenda) y los fieles aportan pan y vino para la Eucaristía, o también dones para las necesidades de la iglesia o para los pobres. Nada más, nada menos.

martes, 11 de noviembre de 2014

El don sacramental en la Unción de enfermos

Quizás porque sea el sacramento de la Unción el más desconocido, habrá que urgir más en mostrar el sentido, el contenido, los efectos sacramentales que confiere esta santa Unción.

Sigue pesando mucho en la mente popular el nombre de "Extremaunción", con lo que se piensa que es el último paso (curioso, el último paso es el Viático, no la Unción), cuando no queda nada que hacer y que prepara para la muerte que va a ocurrir en brevísimo lapso de tiempo. El sacramento de los moribundos es el Viático (la última comunión solemne) y la Unción es el sacramento para la enfermedad grave (o un gran debilitamiento por la ancianidad) que puede durar mucho tiempo pero que provoca luchas y pruebas interiores. Son realidades sacramentales distintas.

La Unción de los enfermos confiere una gracia específica a quien lo recibe. Tratemos de comprenderla:

"En la Carta de Santiago leemos que la unción y la oración sacerdotal tienen como efecto la salvación, la confortación y el perdón de los pecados. El Concilio de Trento (DS 1696) comenta el texto de Santiago diciendo que, en este sacramento, se comunica una gracia del Espíritu Santo, cuya unción interna, por una parte, libra al alma del enfermo de las culpas y de las reliquias [restos] del pecado y, por otra, la alivia y fortalece, inspirándole gran confianza en la bondad misericordiosa de Dios. Así, le ayuda a soportar más fácilmente los inconvenientes y las penas de la enfermedad, y a resistir con mayor energía las tentaciones del demonio. Además, la unción a veces obtiene al enfermo también la salud del cuerpo, cuando conviene a la salvación de su alma" (Juan Pablo II, Audiencia general, 29-abril-1992).

lunes, 10 de noviembre de 2014

Una parroquia viva...

Creo que lo mejor es leer serenamente algunos textos, sin prejuicios y sin proyectar de antemano lo que nosotros podamos creer que es una parroquia.


A partir de ahí es cuando se puede trabajar en una línea común.

¿Qué es una parroquia?

"La comunión eclesial, aún conservando siempre su dimensión universal, encuentra su expresión más visible e inmediata en la parroquia. Ella es la última localización de la Iglesia; es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas.

Es necesario que todos volvamos a descubrir, por la fe, el verdadero rostro de la parroquia; o sea, el «misterio» mismo de la Iglesia presente y operante en ella. Aunque a veces le falten las personas y los medios necesarios, aunque otras veces se encuentre desperdigada en dilatados territorios o casi perdida en medio de populosos y caóticos barrios modernos, la parroquia no es principalmente una estructura, un territorio, un edificio; ella es «la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad», es «una casa de familia, fraterna y acogedora», es la «comunidad de los fieles»

domingo, 9 de noviembre de 2014

Encendida la lámpara

Con esta parábola, las lecturas y los sentidos que se encuentran en ella son innumerables, enriquecedores para la vida cristiana. Es un alto en el camino que, sin lugar a dudas, suscita la esperanza.

El Señor vendrá, y vendrá como el Esposo para el banquete de bodas con su Esposa, la Iglesia, semper reformanda. No tememos a quien amamos, sino que velamos con el deseo de que llegue.


Sugestiva la imagen: vírgenes prudentes con lámparas encendidas en procesión con el Esposo para entrar en la sala del banquete. Nosotros, en la liturgia, la plasmamos ritualmente en un rito delicioso que hemos de entender espiritualmente: la noche de la santa Vigilia pascual -¡oh noche que resplandeces!-, se bendice el fuego nuevo, se enciende el cirio y de él las velas de los fieles, y en la oscuridad de la noche (y del templo) entramos en procesión tras Cristo-Luz, iluminados por Él, a la sala preparada para el Banquete pascual, la Vigilia de la noche de Pascua y la Eucaristía, anunciando -pregustando- el banquete eterno.

El aceite de las lámparas contiene muchos simbolismos; en la misma Liturgia de las Horas, en el común de vírgenes, oramos diciendo: "Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes esperaban, concédenos vivir en vela, esperando tu retorno glorioso", y también: "Oh Cristo, a cuyo encuentro salieron las vírgenes santas con sus lámparas encendidas, no permitas que falte nunca el óleo de la fidelidad en las lámparas de las vírgenes que se han consagrado a ti".

 San Hilario de Poitiers explica la parábola:

sábado, 8 de noviembre de 2014

La liturgia educando: ofrecer ofreciéndonos (y IV)


La originalidad del culto cristiano está en que no se ofrecen ni cosas simbólicas-inventadas, exteriores a uno mismo, sino que es un culto en Espíritu y Verdad (cf. Jn 4,23), en el que está implicada la persona cristiana, su corazón, su existencia toda.
 



Ya san Pablo exhortaba a ofrecerse a sí mismo como hostia viva, santa, siendo éste el “culto racional”, el “culto razonable” (Rm 12,1). Al celebrar la Eucaristía, y presentar los dones eucarísticos, es la propia vida la que se pone en el altar para ser transformada en Cristo, para ser ofrenda permanente entregada a Dios.

            Hermosamente lo explicaba Benedicto XVI en la exhortación Sacramentum caritatis:


            “La Celebración eucarística aparece aquí con toda su fuerza como fuente y culmen de la existencia eclesial, ya que expresa, al mismo tiempo, tanto el inicio como el cumplimiento del nuevo y definitivo culto, la logiké latría. A este respecto, las palabras de san Pablo a los Romanos son la formulación más sintética de cómo la Eucaristía transforma toda nuestra vida en culto espiritual agradable a Dios: “Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable” (Rm 12,1). En esta exhortación se ve la imagen del nuevo culto como ofrenda total de la propia persona en comunión con toda la Iglesia. La insistencia del Apóstol sobre la ofrenda de nuestros cuerpos subraya la concreción humana de un culto que no es para nada desencarnado… La doctrina católica afirma que la Eucaristía, como sacrificio de Cristo, es también sacrificio de la Iglesia, y por tanto de los fieles. La insistencia sobre el sacrificio –“hacer sagrado”- expresa aquí toda la densidad existencial que se encuentra implicada en la transformación de nuestra realidad humana ganada por Cristo (cf. Flp 3,12)” (n. 70).


viernes, 7 de noviembre de 2014

Ser y misión del laico (y II)

A poco que se conozca -¡y se asimile!- la doctrina de la Iglesia, tanto en el Concilio Vaticano II como en su desarrollo posterior, se verá que no hay fundamento alguno ni razón teológica para lo que se ha vivido y se ha visto en tantas ocasiones: los seglares desarrollando tareas sólo intraeclesiales, abdicando de su inserción en las realidades temporales, y los presbíteros empeñados en tareas extraeclesiales, sociales, renunciando al oficio de presidir, enseñar y regir la parcela del Pueblo de Dios que se les ha confiado. Ha sido la "clericalización" de los seglares y la "secularización" de los sacerdotes.


Vocaciones distintas en un mismo Cuerpo, con tareas por tanto distintas, se han invertido en muchos casos o se han suplantado. Por esa misma lógica, la unidad se ha visto rozada por rivalidades y una silenciosa lucha de poderes: algo absurdo si se conociera bien la enseñanza de la Iglesia y cada cual se entregara a vivir santamente el estado de vida cristiano propio.

No faltarán tampoco los "círculos" de seglares que han apropiado de un protagonismo tal que, lejos de servir, les ha servido para creerse "católicos comprometidos" que no permiten que otros realicen esas tareas; voces que se presentan sutilmente como 'colaboradores' pero cuyo protagonismo es evidente y acaparador.

Sin negar, ni mucho menos, las tareas eclesiales que corresponden a la naturaleza del laicado (en el campo de la liturgia, de la música, de la caridad, de la catequesis, etc.), habrá que poner más énfasis en la vocación al mundo del seglar que, permaneciendo fiel a Cristo y a la Iglesia, se inserta en las realidades temporales sin privatizar su fe: su matrimonio y familia, su propia profesión y el apostolado en la enseñanza, la política, la cultura, la economía, el arte... de manera privada o asociada. Sí, el mundo es el campo del laico.

Pero ¿habrá de vivir su apostolado y vocación por libre, aisladamente, autoconstituido en guía de sí mismo? ¿Al margen o en contra de la jerarquía de la Iglesia? Además, ¿podrá vivirlo sin una sólida vida interior, una espiritualidad recia, litúrgica, sacramental, orante?

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Salmo 144: Te ensalzaré, Dios mío, mi rey, bendeciré...

 Unas veces en los salmos hemos ido escuchando la voz de Jesucristo orando al Padre; otras veces hemos considerado el salmo, en lo que se llama la lectura moral, y nos lo hemos aplicado a nosotros, haciéndolos nuestra propia oración. El salmo de hoy, salmo 144, es la plegaria, la alabanza, que la Iglesia le dirige a Cristo su Señor y su Esposo; también en los salmos podemos oír la voz de la Iglesia que habla al Señor Jesucristo. Canta lo bueno que es el Señor.

Motivos de acción de gracias no nos faltan, ciertamente.

En primer lugar que hemos sido “arraigados en Cristo” y esto es un don de Dios y una bendición: conocer a Cristo y vivir unidos a Él. Cristo es Cabeza de toda la humanidad, ¡Cristo es Señor!, y por Cristo hemos obtenido nuestra plenitud. 

Luego una segunda bendición es que nuestra plenitud como personas sólo la podemos hallar en la persona de Cristo. Es san Pablo quien escribe que “por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo y hemos resucitado con el Señor”. Por tanto, estamos unidos a la cruz y la resurrección de Cristo, y por la Resurrección, tenemos vida. Mayor grandeza este Misterio porque “estábamos muertos por nuestros pecados” pero Cristo nos ha perdonado los pecados; en la cruz “se clavó el protocolo que nos acusaba”, es decir, el protocolo que nos acusaba es la sentencia, como en un juicio, donde se dice “culpable por esto y con tal condena” sumando todos los cargos y dando sentencia de condenación.  Sin embargo, todas las sentencias de cada uno de nosotros y de la humanidad entera, están clavadas, no existen. Cristo pagó por nosotros aquello que nosotros teníamos que haber pagado por nuestros pecados. “Borró el protocolo que nos acusaba”.

 Si toda esa es la acción de Dios en la Persona de Cristo, con razón la Iglesia le dice a Cristo en este salmo: “Te ensalzaré Dios mío, mi Rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás”

lunes, 3 de noviembre de 2014

Ser y misión del laico (I)

La naturaleza del fiel seglar, su vocación y su misión, así como su inserción y lugar propio en la Iglesia, vienen determinadas por la impronta del Bautismo y de la Confirmación. Es importante descubrirlo, es necesario reconocerlo.

La Iglesia, con el Concilio Vaticano II, ha pronunciado palabras importantes sobre el laicado, no atribuyéndole nada que antes no tuviera o no fuera, sino impulsando a vivir con hondura y señalando el horizonte hacia el cual encaminarse. Han sido palabras -en sus documentos- de ánimo, estímulo y envío.


Tampoco ha sido una inversión de la Iglesia misma, ni mucho menos, otorgando una ficticia independencia "a la base" en palabras tan manejadas, oponiendo "la base" a la jerarquía. El laicado está en la Iglesia, es parte vivísima de la Iglesia y la jerarquía, o sea los pastores legítimamente constituidos, son los responsables de la guía pastoral de la Iglesia sin pretender crear una división de clases, una lucha de clases y una oposición nada evangélica.

Catequesis ésta sobre el laicado para considerar la naturaleza y la dignidad del fiel laico correctamente sin desviaciones ni reduccionismos ideológicos ni prejuicios provenientes de la secularización.

"En el curso de esta breve conversación nos parece indispensable resumir algunas afirmaciones fundamentales, lo que la Iglesia piensa de vosotros, queridos seglares católicos. Como los navegantes, en el curso de su itinerario a través de la inmensidad del mar, “fijan el rumbo”, es decir, determinan su posición y su orientación, así también nos parece que vuestro tercer Congreso mundial requiere que se pongan en evidencia las adquisiciones doctrinales proclamadas por la Iglesia en esta fase más reciente de su historia, y especialmente en el Concilio Vaticano II.

Reconocimiento solemne de la Iglesia a los seglares

No se trata de cosas nuevas, pero sí de cosas ciertas, importantes, y, para vosotros que las escucháis y las meditáis aquí, cosas fecundas y de una inmensa riqueza vital. He aquí la primera: la Iglesia ha tributado al seglar, miembro de la sociedad a la vez misteriosa y visible de los fieles, un reconocimiento solemne. He ahí, permítasenos la palabra, una antigua novedad. La Iglesia ha reflexionado sobre su naturaleza, sobre su origen, sobre su historia, sobre su aspecto “funcional”, y ha dado la más digna y rica definición del seglar que a Ella pertenece: le ha reconocido como incorporado a Cristo, sin desconocer, por ello, su característica peculiar, que es la de ser un hombre de este siglo, un ciudadano de este mundo que se ocupa de las cosas terrestres, que ejerce una profesión profana, que tiene una familia, que se entrega, en todos los dominios, a los estudios y a los intereses temporales.