sábado, 30 de diciembre de 2023

La delicadeza como virtud (I)


"El amor [la caridad] no es maleducado ni egoísta”, o, en otra traducción, es “decoroso”. El amor es hasta tal punto entrega al otro, un darse al otro, que lo respeta en todo incluso hasta límites insospechados, y, en ese respeto en todo al otro, incluye la delicadeza, que es suavidad y paciencia en el crecimiento del otro, que es educación en el trato.
 



Se aprende esta delicadeza de alma, verdadera virtud, muy exquisita, al mirar la delicadeza de nuestro Señor. Dios es muy delicado en el trato con cada alma; es un amor educado y suave. 

La historia de la salvación es un fluir de infidelidad del hombre, pero fidelidad de Dios, y Él renueva la alianza, la amplía. No destruye, aguarda paciente a que el pueblo de Israel recapacite, se convierta, vuelva a su Señor. Tan delicado es su amor fiel, que se da y se revela progresivamente según Israel sea capaz de acoger y comprender.

jueves, 28 de diciembre de 2023

Silencio durante la imposición de manos (Silencio - XXXIII)



“La imposición de manos y la Plegaria de Ordenación son el elemento esencial de todas las Ordenaciones… Mientras se imponen las manos, los fieles oran en silencio, pero participan en la Plegaria de Ordenación escuchándola…” (PR 7).



            Se reitera en las rúbricas; en la ordenación episcopal: “El obispo ordenante principal impone en silencio las manos sobre la cabeza del elegido. A continuación, acercándose sucesivamente, lo hacen los demás Obispos también en silencio” (PR 45); en la ordenación de presbíteros: “El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los elegidos. Después de la imposición de manos del Obispo, todos los presbíteros presentes, vestidos de estola, imponen igualmente en silencio las manos sobre cada uno de los elegidos” (PR 130); por último, en la ordenación diaconal: “El obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los elegidos” (PR 206).

            No suena el órgano, no se canta nada, nada se dice. Es el silencio de la acción del Espíritu Santo comunicándose por la imposición de manos.

            Con la belleza acostumbrada y dominio de la palabra, explicaba Benedicto XVI este silencio:

lunes, 18 de diciembre de 2023

Una obra de la gracia (Palabras sobre la santidad - CXVI)



            Algo más hay en los santos que cualidades naturales o rasgos de temperamento: la gracia potenció y elevó lo que en ellos había por naturaleza, y así los puso al servicio de Dios. Realmente un santo no es un superhombre o alguien muy especial y distinto porque hayan nacido así, sino porque Dios obró en ellos, la gracia actuó y los fue transformando. Si la santidad fuera sólo una naturaleza humana genial, diferente, ni los santos habrían sido santos y nosotros tendríamos que renunciar ya a completar nuestra vocación a la santidad. No podríamos ser santos.


            Es Dios quien hace santos, a cada uno de un modo distinto y confiriéndoles gracias distintas, diversas. Reza por ejemplo la liturgia: “Oh Dios, que diste a san Raimundo de Peñafort una entrañable misericordia para con los cautivos y los pecadores” (OC, 7 de enero). Este santo, tal vez por nacimiento, pudiera ser sensible al dolor y al sufrimiento ajeno, teniendo empatía, pero “la entrañable misericordia” que lo llevó a la santidad fue Dios quien se la dio.

            La oración colecta del gran san Eulogio de Córdoba prosigue en esa misma línea: “Señor y Dios nuestro: tú que, en la difícil situación de la Iglesia mozárabe, suscitaste en san Eulogio de Córdoba un espíritu heroico para la confesión de la fe” (OC, 9 de enero). Hay caracteres más apocados y otros más atrevidos y lanzados; caracteres más cohibidos y los hay más arriesgados… pero la defensa de la fe en la Iglesia mozárabe hasta el martirio no le vino a san Eulogio por su natural carácter, sino por una actuación de Dios que suscitó en él “un espíritu heroico”. La santidad es obra de Dios. Al ver lo que obró en los santos, le pedimos que actúe igualmente en nosotros ahora: “Te rogamos, Señor, nos concedas el espíritu de fortaleza…” (OC, 20 de enero, san Sebastián).

jueves, 14 de diciembre de 2023

Extender las manos (Ritos y gestos - II)



            Las manos son muy elocuentes, según la postura que tomen. Nuestra oración, sobre todo en la celebración litúrgica, sólo es completa y expresiva cuando el gesto y la acción se unen a la palabra. Todo el cuerpo se convierte en lenguaje: los ojos que miran, las posturas del cuerpo, el canto, el movimiento, las manos...


            Las manos son como una prolongación de lo más íntimo del ser humano. Representan una admirable fusión del cuerpo y del espíritu. Cuando la Biblia habla del poder de Dios, usa muchas veces "la mano de Dios", el "dedo de Dios", todo es "obra de sus manos" (Sal 18). El poder de la mano de Dios pasó a Cristo: "el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano" (Jn 3,35).

            También nosotros expresamos algo con las manos en la liturgia.

Brazos abiertos y elevados, manos extendidas


            Es la postura típica del hombre orante, que aparece en las pinturas de las catacumbas. "Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote" (Sal 62) "El alzar de mis manos como ofrenda de la tarde" (Sal 140). A los Padres les gustaba comparar esta figura con el Crucificado: los brazos extendidos son el Crucificado que ora por mi voz y el Padre escucha mi oración porque rezo unido a Cristo crucificado[1].

martes, 12 de diciembre de 2023

Para crecer: la fortaleza, la paciencia...



5. En el crecimiento y desarrollo del alma hasta alcanzar la imagen de Cristo, adquiriendo las distintas virtudes, es necesaria la virtud cardinal de la fortaleza para no desistir de alcanzar un bien arduo o difícil. 



La fortaleza enardece la voluntad para que no desista ni se canse, por grandes que sean las dificultades, sobre todo en los inicios donde el enemigo hará más daño, ya que “si el demonio conoce que no está con gran determinación de perseverar, no le dejará ni a sol ni a sombra” (Sta. Teresa, C 23,4).  

 En la vida espiritual y en el camino hacia la perfección, la virtud cardinal de la fortaleza se hace necesaria, porque en el camino de la virtud hay gran número de obstáculos y dificultades que es preciso superar con valentía si queremos volar hasta Dios y superar lo terreno y mundano que hay en nosotros. 

Para ello es menester mucha decisión o “determinada determinación” que dice Sta. Teresa, para emprender el camino cueste lo que cueste; mucho valor para no asustarse frente a los ataques del Maligno que querrá asustarnos y cansarnos; mucho coraje y valentía para atacarle, rechazando sus tentaciones y entregándonos a la oración, y mucha constancia y aguante para llevar el esfuerzo hasta el fin sin abandonar las armas en medio del combate. 

domingo, 10 de diciembre de 2023

Te Deum - y II (Respuestas - LV)



3. El lenguaje y los términos que emplea el Te Deum lo sitúan en el siglo IV o, como muy tarde, siglo V. Veamos algunos indicios que apuntan en esa dirección.

            Los títulos cristológicos más antiguos no se encuentran ya en el Te Deum como sí se encuentran en el “Gloria in excelsis” (que es más antiguo), títulos tales como Cordero de Dios, Señor, Padre todopoderoso. Se seguirán usando, pero no con tanta frecuencia porque hay una nueva sensibilidad cristológica y nuevas controversias con el dogma cristológico que requieren expresiones más precisas aún.



            Destacan las afirmaciones sobre la naturaleza divina de Jesucristo en plena polémica antiarriana: “Tú eres el Hijo único del Padre” o la expresión “Tú aceptaste la condición humana”. Cristo no es una criatura, ni un ser intermedio entre Dios y el hombre, sino el Hijo único y eterno del Padre.

            Otras expresiones nos ubican en el siglo IV: “el coro de los apóstoles… los profetas… el blanco ejército de los mártires”, señalando cómo la Iglesia ya daba culto a los apóstoles, a los profetas y a los mártires, celebrando el “dies natalis” de éstos, el día de su nacimiento al cielo por el martirio. San Cipriano tiene una expresión semejante a ésta del Te Deum. Escribe: “Allí el coro glorioso de los apóstoles, allí el gozoso grupo de los profetas, la multitud innumerable de los mártires”[1]. Con la suma de todos estos elementos, habrá que situar al anónimo autor del Te Deum en el siglo IV, y no faltan autores que indican a Nicetas de Remesiana como su autor, como lo parecen señalar la coincidencia de distintos manuscritos antiguos.

sábado, 2 de diciembre de 2023

Silencio en el Bautismo y Penitencia (Silencio - XXXII)



 En el bautismo de niños se cita la posibilidad de guardar unos momentos de silencio tras la homilía: 


“Esta celebración de la palabra de Dios consta de una o varias lecturas de la Sagrada Escritura, de la homilía, que puede acompañarse de un momento de silencio, y de la oración de los fieles…” (RBN 17).




También se marca el silencio para la celebración del Sacramento de la Penitencia en la forma B, es decir, celebración comunitaria con confesión y absolución individual.

            El rito inicial, tras el “Oremos” de la colecta, siempre deja el momento de silencio necesario para poder orar de verdad y que luego la oración del sacerdote “recolecte”, “recoja”, todas esas súplicas personales proferidas en silencio interior: “A continuación invita a todos a orar, y, después de un momento de silencio, dice la oración” (RP 23).