sábado, 30 de diciembre de 2023

La delicadeza como virtud (I)


"El amor [la caridad] no es maleducado ni egoísta”, o, en otra traducción, es “decoroso”. El amor es hasta tal punto entrega al otro, un darse al otro, que lo respeta en todo incluso hasta límites insospechados, y, en ese respeto en todo al otro, incluye la delicadeza, que es suavidad y paciencia en el crecimiento del otro, que es educación en el trato.
 



Se aprende esta delicadeza de alma, verdadera virtud, muy exquisita, al mirar la delicadeza de nuestro Señor. Dios es muy delicado en el trato con cada alma; es un amor educado y suave. 

La historia de la salvación es un fluir de infidelidad del hombre, pero fidelidad de Dios, y Él renueva la alianza, la amplía. No destruye, aguarda paciente a que el pueblo de Israel recapacite, se convierta, vuelva a su Señor. Tan delicado es su amor fiel, que se da y se revela progresivamente según Israel sea capaz de acoger y comprender.

 
En Cristo contemplamos la delicadeza encarnada, reflejo de la suavidad misericordiosa del Corazón del Padre. Con suavidad, sin repugnancia, movido por el amor, toma de la mano a la suegra de Pedro, enferma con fiebre (Mc 1,31) y, compadecido de un leproso, extiende la mano, lo toca y lo cura (Mc 1,41). Con paciencia instruye en privado a sus torpes discípulos que difícilmente logran comprender la profundidad de las palabras del Maestro (“tenían la mente embotada”, Mc 6,52), y Él, amablemente, se lo explica todo en privado (Mc 4,34; 7,17ss; 9,31), con pedagogía, acompañando el proceso de la fe en sus Apóstoles durante el curso de su vida pública. 

Atento a los detalles, en su trato con los demás, aconseja dar de comer a la hija de Jairo tras haberla resucitado (Lc 8,55), e igualmente se da cuenta de cómo la muchedumbre que le escucha en su predicación está cansada, lejos de las aldeas y sin nada de comer, multiplicando los panes y los peces (Mc 6,30ss). Viendo a sus discípulos cansados pero felices después del primer envío apostólico, los invita a retirarse y descansar con él: “Venid también, vosotros aparte, a un lugar tranquilo, para descansar un poco” (Mc 6,31).

La delicadeza es una expresión de amor que, por tanto, repercute positiva y agradablemente, en todas las realidades humanas, desechando la negligencia, el descuido, la dejadez, la precipitación, la impaciencia, los modos groseros de comportarse y llevando al hombre a la exquisitez en el trato, la paciencia, la amabilidad, lo noble y justo, el esmero, la entrega, la educación, la finura de alma en todo y para todos.

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