sábado, 18 de mayo de 2024

El beso (Ritos y gestos - IX), 1ª parte



            En la liturgia, entra el gesto del beso, a elementos materiales o a personas, con una ambivalencia: es expresión o de veneración o de comunión eclesial.


Venerar con un beso el altar y el Evangeliario



            El altar siempre es venerado con un beso por parte de quien preside una acción litúrgica (y acompañado también por los concelebrantes y el diácono en este gesto). Destaca el beso al altar al comienzo y al final de la Misa (IGMR 49; 90) y cuando un ministro ordenado preside la Liturgia de las Horas (cf. CE 196; 208).

            Es un signo de honor al altar que representa al mismo Cristo, ungido y revestido con mantel y luces. El altar no es una mesa cualquiera, ni se puede tratar de cualquier forma. Merece el honor, el respeto y la veneración de todos; por eso se besa al inicio de la santa liturgia.

            En el rito de dedicación, el altar no se besa al inicio de la liturgia al no estar consagrado aún, sino en el ofertorio, una vez consagrado y revestido (CE 908). Sin embargo, desnudo el altar, no se besa el Viernes Santo (cf. CE 316-317).

            Besar el altar es un gesto que proviene de la antigüedad cristiana. Desde antiguo (hay testimonios ya en el siglo III) estaba prescrito que al llegar al altar se besase. “El beso, pues, iba dirigidio al altar como tal, en cuanto símbolo de Cristo y “Mensa sacramentidonatrix”, como cantaba el poeta Prudencia [Peristefanon, XI, 17]. La prescripción del ósculo al altar se halla ya en el Ordo Romano I, el cual manda que lo besen incluso los diáconos de los lados” (Righetti, II, 177).

jueves, 16 de mayo de 2024

Tus siete dones - Veni Creator Spiritus!



Tu septiformis munere,
Dextrae Dei tu digitus,
tu rite promissum Patris,
sermone ditans guttura.



            Tu septiformis munere - Tú derramas sobre nosotros los siete dones

            Enriquece las almas con los siete dones y con sus frutos, capacitándonos así para obrar el bien, la belleza y la verdad, como Cristo, configurándonos con Cristo, hechos semejantes a Cristo.

            Los siete dones del Espíritu Santo perfeccionan nuestro ser y nuestro obrar adaptándolos a los modos divinos de actuar, dándoles connaturalidad con el modo de Dios al actuar. Son, los siete dones, participación en Cristo, el Ungido: espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Es la “septiforme gracia del Espíritu Santo”, que dice la Tradición en los antiguos textos litúrgicos.


            “El nombre de dones del Espíritu Santo, en el lenguaje teológico y catequético, se reserva a las energías exquisitamente divinas que el Espíritu Santo infunde en el alma para perfeccionamiento de las virtudes sobrenaturales, con el fin de dar al espíritu humano la capacidad de actuar de modo divino” (Juan Pablo II, Audiencia general, 3-abril-1991).


domingo, 12 de mayo de 2024

Silencio en la celebración del Viernes Santo (Silencio - XL)



El silencio pesa, es elocuente y denso, en el inicio de la gran celebración del Viernes Santo; silencio de penitencia y austeridad, silencio de adoración ante el gran Misterio, predispone muy bien a vivir interiormente esta sobria y santísima celebración:



“El sacerdote y los ministros se dirigen en silencio al altar sin canto alguno. Si hay que decir algunas palabras de introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros.
El sacerdote y los ministros, hecha la debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa tanto la humillación “del hombre terreno”, cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia.
Los fieles durante el ingreso de los ministros están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio” (Carta Prep. y celebración de las fiestas pascuales, 65).

            El silencio, igualmente, acompaña la solemne proclamación de la liturgia de la Palabra, incluyendo el momento de gracia, ¡memorial!, en que en la Pasión se dice: “y Jesús, inclinando la cabeza, entregó el espíritu”, cuando “todos se arrodillan y hacen una pausa”, como marca el leccionario.

miércoles, 8 de mayo de 2024

El discernimiento, virtud (II)



3. El discernimiento es un arte (por tanto, tiene una técnica, una teoría, pero hace falta la inspiración, la gracia), un arte que es la comunicación y comprensión recíproca entre Dios y el hombre, y es bueno desentrañar y conocer sus dinámicas profundas. El discernimiento es el arte de seguir a Cristo, tanto en las grandes opciones de vida, de trabajo y apostolado, como en lo pequeño y cotidiano, que es donde nos santificamos. Así el discernimiento lleva a una madurez eclesial y a una fidelidad probada.



Entre el creyente y su Señor existe una comunicación verdadera, donde Dios se adapta al modo humano, comunicándose en lenguaje humano, sensible, en los pensamientos y sentimientos del hombre. Es el lenguaje de Dios con cada alma. 

El discernimiento es oración, un arte propio y verdadero en la vida del Espíritu y forma parte de las relaciones de Dios con el hombre. 

El discernimiento permite al creyente verse con los ojos de Dios, percibirse según la fe, en el gran plan de la historia de la salvación personal que Dios realiza. Los sacerdotes reciben ese discernimiento para los demás en virtud del carácter sacramental del Orden; algunos hombres y mujeres verdaderamente espirituales, que siempre han sido grandes maestros espirituales, también lo reciben para los demás.