jueves, 30 de octubre de 2014

Cuando se va poco...

El calendario de la vida de una parroquia está lleno de celebraciones en las cuales los asistentes son ocasionales; apenas viven la fe ni participan de la vida eclesial pero asisten acompañando a unos amigos a su boda, al bautismo de un hijo, a la primera comunión de un familiar o a un rito exequial.





Están en el templo sin saber muy bien qué ocurre y cómo transcurre. Normalmente, recibirán poco, tal vez, como mucho, puedan percibir algo del Misterio y sentir lo sagrado, allí presente y comunicándose. 


La buena voluntad, a la vista de tantos asistentes que no suelen ir nunca, suele llenar la liturgia celebrada de multitud de moniciones, un activismo inmenso en torno al altar, movimiento y un gran número de intervinientes para que parezca algo movido, entretenido. Se adopta el tono secularista en las moniciones -¿realmente son necesarias?- y quien va allí difícilmente tendrá la impresión de vivir el Misterio de Dios y ser herido por su Belleza, sino de estar en un festival, en un encuentro, en una catequesis o en una actuación teatral.

martes, 28 de octubre de 2014

Dentro de la Comunión de los santos

El Señor nos ha introducido en una Sociedad maravillosa, una Sociedad del Espíritu Santo, en la que todos estamos relacionados, vinculados, "conectados".


Los más grandes, sin dudas, fueron aquellos que vivieron conscientemente su pertenencia a esta Comunión, y se expropiaron, sin reservarse nada para sí, sino entregando todo en las manos del Señor para que distribuyera ampliamente, como Él quisiera, los distintos tesoros de virtudes, gracias, santidad. 

Hay almas, especialmente tocadas por el Señor, cuya existencia ha sido prácticamente martirial, a la que no se le ahorraron sufrimientos y contradicciones de todo tipo, que estaban destinadas a ofrecer, a vivir reparando y expiando por los demás. Lo hicieron porque sabían el bien mayor que construían, el de la Comunión de los santos, la edificación de la Iglesia.

domingo, 26 de octubre de 2014

Plegaria: Cristo medianero (S. Juan de Ávila)

Un solo Mediador tenemos, Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote, en el Santuario del cielo.

Allí muestra sus llagas gloriosas ante el Padre e intercede por nosotros; desde allí, derrama el Espíritu Santo sobre sus hermanos y su Esposa la Iglesia.


Es el Mediador, el medianero -en palabras de san Juan de Ávila, doctor-. A Él podemos recurrir confiados en su omnipotencia salvadora.

A Él oramos hoy con palabras de san Juan de Ávila, para así, de paso, conocer y saborear la doctrina y estilo de este doctor de la Iglesia.



Cristo mediador


            Gracias, Señor, sean dadas a tu nombre, pues por él somos escuchados.

            Que no te contentas con ser nuestro medianero, para merecernos la gracia que de ti recibimos, ni con ser nuestra cabeza, que nos enseña y mueve a orar por tu Espíritu, como conviene, sino que también quieres ser nuestro pontífice en el cielo, para que, presentando a tu Padre la sagrada humanidad que tienes, y la pasión que recibiste, alcances el efecto de lo que en la tierra pedimos invocando tu nombre.

sábado, 25 de octubre de 2014

Los santos viven del amor de Cristo (Palabras sobre la santidad - VIII)

Como la santidad no es una opción ética, ni un razonamiento existencial, ni un voluntarismo moral, hay algo que es común a todos los santos, y es que todos, sin excepción, vivieron del amor de Cristo y su vida fue una respuesta al amor de Cristo.


La memoria, la inteligencia y la voluntad, los afectos, la sensibilidad y la acción, todo fue sellado por el amor a Cristo como una respuesta absoluta e íntegra a un amor mayor que ellos habían descubierto, el amor de Jesucristo. Cristo los amó primero y ellos amaron al saber amados. Sus vidas cambiaron por completo, se transformaron, se transfiguraron, al descubrir este mayor amor de Cristo y desde entonces y para siempre, nada ansiaban ni buscaban ni deseaban sino poder amar a Cristo.

La santidad encuentra su ser más hondo en el amor de Jesucristo.

jueves, 23 de octubre de 2014

¡¡Beato Pablo VI!!

Timonel en tiempos convulsos, guió la barca de la Iglesia con oleajes extremos. 

Sufrió lo indecible, siendo mártir sin derramamiento de sangre.

Amó a la Iglesia, amó a Cristo, amó a los hombres a los que quería conducir hacia el Señor.



Su Magisterio es lúcido a través de encíclicas (Ecclesiam suam, Mysterium fidei, Sacerdotalis Coelibatus, Populorum progressio, Humanae vitae...) y exhortaciones apostólicas (Paterna cum benevolentia, Marialis cultus, Evangelii nuntiandi, Evangelica testificatio, Gaudete in Domino...); sus discursos son obra de orfebrería en el lenguaje cuidado, en la doctrina brillantemente expuesta, en la unción con la que se comunica.

Ni populista ni popular, fue el Papa que vio la descomposición de Occidente, la secularización y la crisis cultural de mayo del 68; las aplicaciones arbitrarias del Concilio Vaticano II durante el aciago y turbulento postconcilio. 

Oró, amó, sirvió, se humilló.

Tenía fuerza interior, fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda. El beato Pablo VI sabía comunicar la palabra de la fe.


miércoles, 22 de octubre de 2014

Pensamientos de San Agustín (XXVIII)

Un sello de los grandes maestros, como es el caso de san Agustín, es la profundidad con la que aborda todas las facetas de la vida cristiana, de la fe, del dogma, de la moral, de la oración, sin tener una visión reducida quedándose en un solo aspecto, así como la capacidad de hacer que lo más profundo y hondo se exprese con palabras sencillas, con claridad, para que todos podamos asimilarlas y entenderlas. La farragosidad o la oscuridad en el pensamiento no es signo de saber más, sino más bien de una vanidad intelectual. San Agustín es claro porque sólo busca sembrar un bien objetivo en los oyentes.


Aquí intentamos ir conociendo estos pensamientos de san Agustín por la amplitud que ofrece y porque así bebemos de las fuentes de la Tradición para nutrir nuestra alma católica.

Gracias al trabajo de Miserere, poseemos ya una buena colección de pensamientos breves pero sustanciosos. Sintámonos discípulos de san Agustín, saboreemos con la inteligencia y el corazón su doctrina.

¿Por qué es necesaria la oración? San Agustín da una razón de futuro, de esperanza; pero hemos de partir de la base que la oración sosegada ante el Señor, cada jornada, forma parte del bagaje cotidiano del cristiano. Ora el cristiano ante el Señor. ¿Para qué?
La oración nos es más necesaria por lo que seremos que por lo que hemos sido, de ahí que nos sea más molesto o vergonzoso no saber lo que pedimos que ignorar nuestro origen (San Agustín, De nat. et anim., 4,9,13).
La obra de Cristo Redentor con nosotros fue admirable, desbordante. Olvidarse de ella, es caer otra vez en el abismo y enfriar la caridad en el corazón, pero hacer memoria de la redención de Cristo nos sitúa de nuevo en el camino correcto.

lunes, 20 de octubre de 2014

Magisterio: sobre la evangelización (XXI)

La Iglesia, para ser fiel a sí misma, es evangelizadora. ¿Acaso no resulta esto de sus propias notas: "apostólica", "católica"?

¡Evangelizar! Y asumir una nueva evangelización ajustándonos a los retos y dificultades de hoy, con métodos de hoy, con nuevas expresiones hoy, pero con idéntico contenido pues Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.


La metodología de tantos discursos sobre la nueva evangelización ofrece siempre un análisis de la realidad para pasar, posteriormente, a alentar el impulso evangelizador y señalar algunas pistas para lanzarnos mar adentro.

"El mismo Concilio Vaticano II ha sido un don del Espíritu: si es comprendido y aplicado adecuadamente, ofrece los medios adecuados al aggiornamento eclesial para llevar o reconducir a Cristo al mundo contemporáneo. También en nuestros tiempos la Iglesia continúa siendo Madre de santos. La novedad perenne del Evangelio, como produjo en el pasado figuras de hombres y mujeres capaces de cambiar el mundo, así puede suscitar y de hecho suscita también en nuestros días maravillosos fermentos de bien. En muchos sectores se nota un despertar a la vida de oración y de contemplación, una creciente necesidad de sólida espiritualidad, una búsqueda de lo "sagrado" y un redescubrimiento de la verdad cristiana, una disponibilidad de fuerzas y de recursos morales, que son una prometedora garantía para el futuro" (Juan Pablo II, Discurso a los obispos del Lazio, 12-abril-1986).


viernes, 17 de octubre de 2014

La liturgia educando: "con espíritu de fe" (III)



La liturgia sólo con espíritu de fe sobrenatural puede ser entendida y vivida; sólo con un gran espíritu de fe puede ser celebrada, y, sin este espíritu de fe, la liturgia parecerá algo externo a uno mismo, un ceremonial complicado y ajeno, o un simple medio instructivo –con la excusa religiosa- para reforzar el propio “yo” de la comunidad o grupo, de forma divertida y entretenida, reinventando la liturgia a cada paso.



Ese espíritu de fe conduce a vivir con la mayor hondura posible el Misterio de Dios en la liturgia y así, espiritualmente, unirse a Cristo por la ofrenda de su Cuerpo y de su Sangre. La fe descubre y adora la presencia y la acción de Jesucristo en la liturgia, y si crece esa mirada de fe, pronto cualquier falsificación de la liturgia o su secularización, deja el corazón insatisfecho. O sea, aunque parezca lo contrario, pero una liturgia tan secularizada, participativa, inventada, caprichosa, en principio tal vez parezca entretenida y atrayente para algunos, pero acaban tan vacíos que se cansan de ese estilo secularizado: necesitan algo más, ¡buscan algo más!

            La sacralidad de la liturgia, máxime de la santísima Eucaristía, nos viene dada por el mismo Señor. La Iglesia reconoce esta sacralidad, la cuida en sus acciones litúrgicas, la preserva de cualquier secularización o modo profano de entender o celebrar la liturgia.

            Ya Juan Pablo II, casi al inicio de su pontificado, escribió sobre esta santidad y sacralidad; son reflexiones y enseñanzas que no pueden pasar desapercibidas:

lunes, 13 de octubre de 2014

La Eucaristía: perspectiva escatológica

Un aspecto de la Eucaristía, teológicamente considerada, sería verla como una anticipación real del cielo nuevo y de la tierra nueva, de la nueva creación de la que nos habla la Escritura.


El pan y el vino son elementos creados, materiales, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, y sin embargo, por la fuerza del Espíritu Santo y las palabras de Cristo, esta materia es transformada en su ser más íntimo, traspasadas por el Espíritu para ser realmente, sustancialmente, el Cuerpo y la Sangre del Señor resucitado.

En este tiempo que vivimos, aguardando la venida de Cristo y la plenitud de la salvación, solamente hemos conocido la realidad de la nueva creación, de la materia "espiritualizada", transformada por el Espíritu Santo, en el cuerpo del Señor que resucitó y en el pan y en el vino transformados. Son ya "materia" creada que manifiestan las posibilidades últimas de lo creado y señalan la nueva creación.

sábado, 11 de octubre de 2014

Los textos litúrgicos (y II)

Continúa el texto de Guardini, describiendo el sentido, el contenido y la forma de las oraciones de la Misa. Su enseñanza puede muy bien educar nuestro paladar espiritual para saborear estos preciosos textos de la Misa, las oraciones.


    "Pero en otro sentido, estas oraciones tienen un significado pleno, precisamente por la orientación que la plegaria adopta en ellas. El Catecismo afirma que rezar significa “eleva el corazón hacia Dios”, porque Dios está por encima de nosotros, razón por la cual nuestro camino hacia él se dirige hacia las alturas. Él está también en nosotros, por eso el camino hacia él conduce hacia nuestro santuario interior. 

jueves, 9 de octubre de 2014

La fortaleza que nos viene dada

"Descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.


...Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro,
mira el poder el pecado cuando no envías tu aliento

Sana el corazón enfermo, lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero" (Secuencia de Pentecostés).

"Virtute firmans perpeti" (Himno Veni Creator).

La fortaleza interior nos viene dada como un don precioso del Espíritu Santo. "Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor" (Sal 36) pero reconocemos que "el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad" (Rm 8). Sin Él, nada podemos.

¿Quién es fuerte? ¿Quién es imbatible? Las fuerzas humanas se agotan y debilitan, dejándonos expuestos a las luchas interiores y a las tentaciones; difícilmente podemos resistir persecuciones exteriores sin una gracia particular del Espíritu Santo, su don de fortaleza.

La fortaleza, recordemos, posee una doble dimensión: nos lleva a resistir pacientemente los males que nos afligen comunicándonos entereza y, por otra parte, la fortaleza es activa para acometer obras buenas, y grandes, y santas por el Señor, sin abandonarlas por las dificultades que se presenten.

Lo expresa muy bien una oración colecta:

miércoles, 8 de octubre de 2014

¿Misa participativa? Escuchar las oraciones con atención

Al hablar de "participación" o de "Misa participativa", se suele decir si intervienen muchas personas, haciendo algo cada una de ellas. La liturgia se convierte en un espectáculo, celebrándose a sí misma, buscando cada uno un cierto protagonismo, y dejando de lado la sacralidad propia de la liturgia.


Se justifican dichos comportamientos afirmando que es "para que todos participen"; una mentira absoluta, porque no todos van a intervenir, sino unos cuantos. ¿Y el resto del pueblo santo de Dios? ¿Qué hacen entonces si no intervienen directamente, si no desempeñan un servicio litúrgico, si no suben al presbiterio para hacer algo?

Realmente una "Misa participativa" será otra cosa; será aquella en la que se promueve una verdadera, interior, activa, consciente, piadosa, fructuosa participación interna y externa de todos y cada uno de los fieles.

Entre las formas de participación en la liturgia está aquella modalidad que consiste en escuchar interiormente, con el corazón, de manera orante y disponible la Palabra de Dios que un lector proclama. El lector es un servidor (no participa más que nadie), y la participación de todos es escuchar a Dios que sigue hablando a su pueblo y responderle con la obediencia de la fe. Y también es escuchar cordialmente, con atención y recogimiento, las oraciones de la liturgia, para hacerlas propias, interiorizarlas.


lunes, 6 de octubre de 2014

La liturgia educando: "reverente" (II)


La liturgia es algo santísimo y de naturaleza espiritual, no invento humano que pueda funcionar a capricho o a golpe de creatividad del sacerdote, del grupo, de los fieles. El estilo desenfadado y en ocasiones hasta vulgar, el cambio o mutilación de los ritos, la alteración incluso de los mismos textos litúrgicos, por no hablar de formas superficiales al celebrar (aplausos, diálogos improvisados, etc.), afectan a la liturgia misma que es Opus Trinitatis, Opus Dei.



Nadie puede ampararse en el Concilio Vaticano II para ese juego secular que convierte a la liturgia en algo profano, improvisado y divertido, porque nada del Vaticano II avala esa secularización de la liturgia; por el contrario, dice este Concilio:

            “En esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno” (SC 7).

            “Es acción sagrada por excelencia” (SC 7).

            “Nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia” (SC 22).

Ese mismo sentido sagrado, tantas veces velado, ocultado, fue puesto de relieve, casi con urgencia, por el magisterio pontificio posterior: la naturaleza teologal de la liturgia –es decir, viene de Dios que santifica y hace presente el Misterio pascual del Señor- hace que la liturgia sea sagrada y debe celebrarse con espíritu religioso, entrando en la sacralidad de la liturgia sin secularizarla ni transformarla en catequesis, didáctica o fiesta muy humana:

viernes, 3 de octubre de 2014

El rito de la paz en la Misa romana (y III)

Para una digna realización del rito de la paz en la Misa, que refleje la verdad de lo que se hace -la paz de Cristo- y se evite lo que lo desfigura (meros saludos y abrazos sin más, intentando saludar a todos), la Congregación para el Culto divino, con carta de 8 de junio de 2014, ha recordado lo que ya estaba marcado.



Recoge citas del Misal romano y, explicando el sentido de este rito, recuerda cómo hay que realizarlo y cuáles son las maneras defectuosas que se han introducido.




6. El tema tratado es importante. Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:

a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por circunstancias concretas, o se retiene pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice: “Deinde, pro opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].

b) En base a las presentes reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más apropiados.


jueves, 2 de octubre de 2014

Salmo 112: el Señor se eleva sobre todos los pueblos...

Este salmo 112, “alabad siervos del Señor, alabad el nombre del Señor”, era el salmo con el que se inauguraban los cantos en la Cena pascual, por tanto, el primer salmo que cantó Cristo en la Última Cena; también era el salmo con el que el viernes por la noche, en las vísperas, o lo que eran algo parecido a las vísperas, en los hogares del pueblo de Israel se encendían las primeras lámparas saludando al sábado que llegaba. La lámpara la encendía el ama de casa, y mientras toda la familia reunida, cantaba. Este salmo lo cantaba la Santísima Virgen encendiendo las lámparas. El signo de la alabanza, de la bienvenida al Señor, que para el pueblo de Israel venía, se hacía presente, cercano, en el descanso, en el sábado.

    “Alabad siervos del Señor, alabad el nombre del Señor”. Dice San Agustín: “se invita a la alabanza, y al invitar a la alabanza, ya se está alabando”. Este alabar que nosotros ya usamos con la palabra “Aleluya” es una invitación y a la vez ya se está realizando la alabanza. “Alabad siervos del Señor, alabad el nombre del Señor”. Y se contempla admirado. 

Todo salmo de alabanza suele enumerar acciones de Dios, o suele ir sobreponiendo sentimientos, uno tras otro, contemplando la grandeza y la majestad de Dios. En este caso, el salmo en la primera parte, lo único que dice es “¡qué grande es el Señor!”, y lo dice de distintos modos. Una vez que se ha invitado a la alabanza, sigue: “bendito sea el nombre del Señor”, “de la salida del sol hasta su ocaso”, tanto en la duración  del tiempo, a lo largo de todo el día, como desde Oriente a Occidente, toda la tierra, sea bendecido el nombre del Señor, en todos los hombres, en todos los pueblos.  El Señor, se sigue contemplando admirado, como el sol que se levanta, “el Señor se eleva sobre todos los pueblos su gloria sobre los cielos”. A los salmos les gusta mucho utilizar los elementos de la naturaleza y los aplica al Señor. A Cristo se le llamará “Sol de justicia”, y cantamos en el Benedictus, “nos visitará el sol que nace de lo alto”.