sábado, 31 de diciembre de 2011

Religión y religiones

¿No os ha llamado la atención la oración colecta de hoy? Encierra un contenido que se discute frecuentemente en esos ámbitos sincretistas donde se quiere hacer una mezcolanza de todo para hacer de todas las religiones una sola basada en una ética común de valores; irritará la oración colecta de hoy a todos aquellos, católicos modernistas incluidos, que sólo ven en Jesús a un personaje religioso más, uno entre tantos, tal vez más elevado, pero mero hombre bueno, filósofo.


Rezamos hoy, 31 de diciembre, la siguiente oración colecta:

Dios todopoderoso y eterno, 
que has establecido el principio y la plenitud de toda religión 
en el nacimiento de tu Hijo Jesucristo, 
te suplicamos nos concedas la gracia de ser contados siempre
entre los miembros vivos de su Cuerpo
porque sólo en él radica la salvación del mundo. 
Por nuestro Señor Jesucristo.

Habría que subrayar algunos elementos.

Todas las religiones son respetables, y expresan el deseo del hombre por Dios y la búsqueda de Dios. Pero el cristianismo es profundamente original y único. La religión cristiana no parte del deseo del hombre que organice un sistema espiritual y moral para llegar a Dios; el cristianismo es, por el contrario, la búsqueda que Dios mismo hace del hombre para salvarlo y redimirlo y lo hace encarnándose, asumiendo lo nuestro para redimirlo. El cristianismo es Cristo; el cristianismo es Dios buscando al hombre.

Resulta profunda esta expresión de Juan Pablo II para compendiar la novedad del cristianismo:

"El no se limita a hablar « en nombre de Dios » como los profetas, sino que es Dios mismo quien habla en su Verbo eterno hecho carne. Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo. Es lo que proclama el Prólogo del Evangelio de Juan: « A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que estaba en el seno del Padre, El lo ha contado » (1, 18). El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad: este cumplimiento es obra de Dios y va más allá de toda expectativa humana. Es misterio de gracia" (Tertio millennio adveniente, 6).

viernes, 30 de diciembre de 2011

Cantamos la liturgia de Navidad

El ciclo litúrgico de la Navidad es alegría, especialmente festivo, tras la discreta austeridad y moderación del Adviento. Motivos tenemos, sin duda, para cantar el Misterio de la Navidad, el Acontecimiento que cambió la historia para siempre: Dios sin dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era; Dios se ha hecho hombre para redimir al hombre.


El canto, que es connatural a la liturgia y no un adorno añadido, algo periférico que estorbe, debe responder siempre a la naturaleza de la liturgia: acción de Cristo y de la Iglesia, presencia y actuación del Misterio, y su letra ser confesante de la fe cristiana, inspirada en textos bíblicos, salmos o textos de la misma liturgia, así como su música y melodía que necesita una "bondad" de las formas, solemne, adecuada a la liturgia.

La buena intención no basta; es insuficiente conformarse con que "se cante", con que lo importante es cantar, sin atender ni a la música ni a la letra de lo que se canta, y el ciclo navideño parece ser la expresión cumbre: aquí se introduce lo "popular-folclórico" con total impunidad, atentando contra la belleza del Misterio. "No todo conviene" que diría san Pablo, aun cuando los villancicos populares "sean lícitos", anclados en el sentimiento popular. Éstos tienen su lugar propio, festivo, hogareño, pero no están pensados, ni mucho menos, para el ámbito sagrado de la liturgia.

Si la catequesis se titula "cantamos la liturgia de Navidad" es para resaltar que lo que se canta es LA liturgia de Navidad, no DURANTE la liturgia de Navidad cualquier canto popular o villancico o como si la liturgia pudiese ser el pretexto para cantar -fuera de contexto- los pocos villancicos simpáticos que nos sabemos.

Repasemos someramente los cantos de Navidad, aquello que hemos de cultivar con esmero.


jueves, 29 de diciembre de 2011

Lo nuevo comienza con Cristo

Recordemos el Apocalipsis: "He aquí que todo lo hago nuevo" (Ap 21,5).

¿Cuándo comenzó esta novedad?

¿En qué consistió?

¿Hasta dónde alcanza?


Cristo ha nacido. El Verbo de Dios ha entrado en la historia naciendo como hombre y así se inaugura ya el cielo y la tierra nuevos, el hombre nuevo, la gracia nueva.

Es la Pascua del Señor, su paso del cielo a la tierra, de la gloria del Padre a la debilidad humana.

"Es un mensaje de alegría. Primero por su fuente: viene del cielo; viene del horizonte misterioso e infinito del "reino de los cielos"; 

es una economía nueva,

un régimen nuevo que se inaugura sobre la faz de la tierra;

entre el cielo y el mundo se ha iniciado una relación sobrenatural"
 
(Pablo VI, Audiencia general, 4-enero-1978).

miércoles, 28 de diciembre de 2011

La Navidad: una presentación general

El tiempo de Navidad es relativamente breve: desde el 25 de diciembre hasta la fiesta del Bautismo del Señor. Su articulación está llena de fiestas y solemnidades porque es el gran ciclo de la Manifestación del Señor, de la Aparición del Señor.



En el tiempo de la Navidad, la revelación de Dios ha llegado a su plenitud, diciéndonos todo lo necesario en su Palabra, eterna y definitiva. 


En el tiempo de Navidad se realiza el admirable intercambio: Dios se hace hombre para que el hombre participe de la naturaleza divina; el Eterno entra en el tiempo para que el hombre caduco pueda participar de la eternidad de Dios y de la vida feliz y bienaventurada.

Se distribuye este tiempo de la siguiente manera:

"Después de la celebración anual del misterio pascual, la Iglesia tiene como más venerable el hacer memoria de la Natividad del Señor y de sus primeras manifestaciones: esto es lo que hace en el tiempo de Navidad.

El tiempo de Navidad va desde las primeras Vísperas de la Natividad del Señor hasta el domingo después de Epifanía, o después del día 6 de enero, inclusive.

La misa de la Vigilia de Navidad es la que se celebra en la tarde del día 24 de diciembre, ya sea antes o después de las primeras Vísperas.

El día de Navidad se pueden celebrar tres misas, según la antigua tradición romana, es decir, en la noche, a la aurora y en el día.


martes, 27 de diciembre de 2011

Apóstol, teológo y contemplativo: el método para nosotros

“Éste es Juan, que en la cena se recostó sobre el pecho del Señor: Dichoso el apóstol a quien fueron revelados los misterios celestiales. Bebió las aguas vivas del Evangelio de la misma fuente del pecho sagrado del Señor” (2º resp. Oficio Lecturas).
 

Es una maravillosa síntesis sobre el apóstol Juan, el teólogo y el contemplativo, el amigo del Señor “a quien tanto quería Jesús” y, para nosotros, un método hoy para ser apóstoles en el mundo y un método para hacer y pensar la teología.


a) Todo surgió del encuentro con Cristo (cf. Jn 1,29ss), en el cual Juan quedó fascinado, descubrió en Jesucristo aquello que ansiaba su corazón y, en su tierna juventud, se sintió conocido por Cristo y amado por Él. Su vida ya no podía entenderse sin esa referencia a Jesucristo. Lo amó, lo siguió, consagró a Cristo toda su vida. “Eran las cuatro de la tarde”. A partir de ese momento, Juan seguirá a Cristo, estará cerca de Él, compartirá los momentos de la redención, será testigo de la transfiguración, la cruz y su resurrección.

“No lo seguían como si ya le estuvieran adheridos, porque es manifiesto cuándo se le adhirieron porque los llamó de la barca… Y desde entonces se le adhirieron ya, para no retroceder. Respecto a que estos dos, pues, le siguen al instante, no le siguen como para no retroceder, sino que quieren ver dónde vive… Él les mostró dónde permanecía; vinieron y estuvieron con él. ¡Qué feliz día pasaron, qué feliz noche! ¿Quién hay que nos diga lo que ellos oyeron al Señor? También nosotros edifiquemos y hagamos una casa en nuestro corazón, para que venga él y nos enseñe; converse con nosotros” (S. Agustín, In Io. Ev., 7, 9).

Aquí tenemos la primera característica reseñable: para ser apóstol en el mundo y santificar las realidades temporales y para ser verdadero teólogo, que elabore una teología que sea verdadera y hermosa (en el sentido exacto del “pulchrum”), hay que haberse encontrado con Cristo, personalmente, de manera intransferible.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres...

Y una legión del ejército celestial, cantaba diciendo: "gloria a Dios en el cielo..."

La Iglesia, pronto, muy pronto, siglo II-III cantó la alabanza divina con un himno profundamente trinitario: al Padre, a Jesucristo Rey celestial, Hijo del Padre y al Espíritu Santo. Lo hizo comenzando por las palabras de los ángeles en la noche de Navidad y la liturgia lo incorporó pronto primero a la Navidad y luego por extensión a la Pascua -por su carácter de alabanza al Kyrios Resucitado-. Esto en apretada síntesis, ya que la historia es un poco más amplia de explicar.

¿Qué dice, qué significa ese inicio angélico?

"El Evangelio de Navidad nos relata al final que una multitud de ángeles del ejército celestial alababa a Dios diciendo: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama" (Lc2,14). La Iglesia ha amplificado en el Gloria esta alabanza, que los ángeles entonaron ante el acontecimiento de la Noche Santa, haciéndola un himno de alegría sobre la gloria de Dios. "Por tu gloria inmensa, te damos gracias". Te damos gracias por la belleza, por la grandeza, por tu bondad, que en esta noche se nos manifiestan. La aparición de la belleza, de lo hermoso, nos hace alegres sin tener que preguntarnos por su utilidad. La gloria de Dios, de la que proviene toda belleza, hace saltar en nosotros el asombro y la alegría. Quien vislumbra a Dios siente alegría, y en esta noche vemos algo de su luz.

Pero el mensaje de los ángeles en la Noche Santa habla también de los hombres: "Paz a los hombres que Dios ama". La traducción latina de estas palabras, que usamos en la liturgia y que se remonta a Jerónimo, suena de otra manera: "Paz a los hombres de buena voluntad". La expresión "hombres de buena voluntad" ha entrado en el vocabulario de la Iglesia de un modo particular precisamente en los últimos decenios. Pero, ¿cuál es la traducción correcta? Debemos leer ambos textos juntos; sólo así entenderemos la palabra de los ángeles del modo justo. Sería equivocada una interpretación que reconociera solamente el obrar exclusivo de Dios, como si Él no hubiera llamado al hombre a una libre respuesta de amor. Pero sería también errónea una interpretación moralizadora, según la cual, por decirlo así, el hombre podría con su buena voluntad redimirse a sí mismo. Ambas cosas van juntas: gracia y libertad; el amor de Dios, que nos precede, y sin el cual no podríamos amarlo, y nuestra respuesta, que Él espera y que incluso nos ruega en el nacimiento de su Hijo.

El entramado de gracia y libertad, de llamada y respuesta, no lo podemos dividir en partes separadas una de otra. Las dos están indisolublemente entretejidas entre sí. Así, esta palabra es promesa y llamada a la vez. Dios nos ha precedido con el don de su Hijo. Una y otra vez, nos precede de manera inesperada. No deja de buscarnos, de levantarnos cada vez que lo necesitamos. No abandona a la oveja extraviada en el desierto en que se ha perdido. Dios no se deja confundir por nuestro pecado. Él siempre vuelve a comenzar con nosotros. No obstante, espera que amemos con Él. Él nos ama para que nosotros podamos convertirnos en personas que aman junto con Él y así haya paz en la tierra.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Nos ha amanecido un día sagrado

¡Cantad al Señor un cántico nuevo!
¡Alégrese el cielo, goce la tierra!
Este día ilumina las tinieblas del mundo,
hoy nos ha nacido un Salvador, Cristo Jesús;
hoy la Palabra ha acampado entre nosotros;
hoy se ha manifestado la gloria del Señor.
¡Aclamad cielos, exultad tierra!


"Hoy ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos.
No es justo dar lugar a la tristeza cuando nace la vida
para acabar con el temor de la muerte
y llenarnos de gozo con la eternidad prometida.
Exulte el santo, porque se acerca el premio;
alégrese el pecador, porque se le invita al perdón;
anímese el pagano, porque se le llama a la vida"[1].

¡Admirable misterio!

¡Dios se hace hombre,
para que los hombres participemos de su divinidad!

"Reconoce ¡oh cristiano! tu dignidad,

pues participas de la naturaleza divina"[2].

Cristo, por ti, se ha hecho hombre;
Cristo, por ti, se te ha acercado;
Cristo, por ti, ha asumido todo lo humano;
Cristo, por ti, ha entrado en la tierra;
Cristo, por ti, ha venido a nuestro mundo;
Cristo, por ti, se ha despojado de su condición divina.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Ya, ya llega

La liturgia de las Laudes de hoy nos han situado en el clima de espera inminente, de deseo que va a ser colmado. Es tan grande la necesidad que tenemos de Jesucristo que le insistimos y urgimos:

Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes,
para que tu venida consuele y fortalezca 
a los que esperan todo de tu amor (Oración colecta).


Tal cual: apresúrate, ven ya. Es el grito del pobre hombre al Dios rico en misericordia, del enfermo aquejado al Médico celestial para sanarlo, del que está ardiendo en amor y quiere ver y abrazar a la Persona amada. Apresúrate, no tardes.

La esperanza se va a ver colmada. Ya decía el mismo responsorio breve de Laudes:

"Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra 
y sobre nosotros reinará el Salvador del mundo".

Ya es el momento: "A María le llegó el tiempo de dar a luz a su Hijo primogénito" (antífona Benedictus).

Todo está preparado: Dios va a entrar en el mundo mediante la carne humana del Verbo. María va a dar a luz al Sol que todo lo ilumina disipando las tinieblas.

No es momento de sentimentalismos navideños cuando el Salvador va a venir para redimirnos; ni es momento de desfigurar la Navidad hablando, tan alegóricamente, de que "Jesús nace en nuestros corazones", ni ocultar el Misterio tras el velo y la excusa de reuniones familiares. Es el momento del paso de Dios al mundo, de su primera Pascua, haciéndose hombre.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Bendición del Belén navideño

A poco que se mire el Bendicional, veremos la riqueza que contiene y que, sin embargo, se utiliza poco, tal vez por desconocimiento.

Entre esas Bendiciones, hallamos la bendición del belén navideño en dos formas: A) en el hogar familiar, B) en la iglesia. Pensando más bien en nuestras casas, traigo aquí la bendición del belén familiar.


Como dice el Bendicional, "es laudable la costumbre de instalar en las casas y en las iglesias un "belén" o "nacimiento", que recuerda y ayuda a vivir el misterio de la Navidad" (Bend 1243) y para que tenga un pleno sentido cristiano, la bendición puede muy bien marcar en el hogar el inicio de las fiestas navideñas.

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Reunida la familia, el padre o la madre de la misma dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden: Amén.

El que dirige la celebración puede decir:

Alabemos y demos gracias al Señor, que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo.

Todos responden: Bendito seas por siempre, Señor.

Luego el que dirige la celebración dispone a los presentes para la bendición con estas palabras u otras semejantes:

Durante estos días contemplaremos asiduamente en nuestro hogar este pesebre y meditaremos el gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos, pues, a Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe cristiana y nos ayude a celebrar más intensmaente estas fiestas de Navidad.

Uno de los miembros de la familia lee un texto de la Sagrada Escritura.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Contemplando el Misterio que se nos dará

Cada día, junto a las Laudes y Vísperas, la Iglesia celebra en la Liturgia de las Horas el Oficio de lecturas, la gran lectio divina de toda la Iglesia. En este Oficio de lecturas, después del himno y tres salmos (o un salmo extenso en tres partes) se proclama una lectura bíblica y otra lectura tomada de los Padres de la Iglesia o de otros santos y autores espirituales.



"El Oficio de Lectura se orienta a ofrecer al pueblo de Dios y principalmente a quienes se han entregado al Señor con una consagración especial, una más abundante meditación de la palabra de Dios y las mejores páginas de los autores espirituales. Pues si bien es verdad que en la misa de cada día es más rica la serie de lecturas bíblicas, no puede negarse que el tesoro de la revelación y de la tradición contenido en el Oficio de lectura es de grande provecho espiritual. Traten de buscar estas riquezas, ante todo, los sacerdotes, para que puedan transmitir a otros la palabra de Dios que ellos han recibido y convertir su doctrina en "alimento para el pueblo de Dios"" (IGLH 55).

La segunda lectura es unas veces una glosa o comentario de la lectura bíblica, otras una lectura continuada de alguna obra o tratado patrístico, y otras muchas son textos al hilo del tiempo litúrgico, verdaderas y preciosas catequesis que permiten, mediante la oración litúrgica, interiorizar el rico patrimonio espiritual de la Iglesia, acogiendo la Palabra, ofreciendo un asentimiento razonable a la revelación, contemplando las maravillas de Dios, dando al alma expresiones eclesiales de la fe, alejando el subjetivismo y sentimentalismo que tanto daño están haciendo.

¿Cuáles son los criterios que la Iglesia considera para esta lectura llamada "hagiográfica"? La Introducción General de la Liturgia de las Horas explica:

"163. La finalidad de esta lectura en ante todo, la meditación de la Palabra de Dios tal como es entendida por la Iglesia en su tradición. Porque la Iglesia siempre estimó necesario declarar auténticamente a los fieles la Palabra de Dios de modo que la línea de la interpretación profética y apostólica se guíe conforme a la norma del sentido eclesiástico y católico.

martes, 20 de diciembre de 2011

Ferias mayores: preparación, esperanza, deseo

El santo tiempo de Adviento, que es nuestro presente aguardando nuestro destino futuro, ha llegado a las ferias mayores, la semana previa del 17 al 24 de diciembre, ambos inclusive. Se acelera la preparación más inmediata a esta Natividad del Señor, litúrgicamente actualizada y hecha presente, en este año de gracia de 2011.



Todo en la liturgia apunta a esta primera venida en carne del Verbo, a su venida que ya aconteció. La mirada, la celebración, la espiritualidad, acrecienta el deseo de Cristo que viene y aguardamos, si me permitís, con ternura infinita, a que el Verbo que ahora se está gestando en el seno bendito de la Virgen, salga como el esposo de su alcoba (cf. Sal 18A), nazca, brille, muestre el esplendor de su gloria.

La intensidad espiritual -y la belleza- de estas ferias mayores conforman nuestro espíritu a imagen de María, para aguardar al Señor con el mismo amor inefable de su Madre, con su silencio orante, pudoroso y recogido, con el deseo de recibir a Quien viene a salvarnos por puro amor. Este es otro tono espiritual, rebosante de esperanza, de alegría contenida, de deseos santos.

La liturgia, maestra de vida espiritual, escuela de cristianismo, forja nuestra alma en estos días en tonos distintos.

Ya la misma liturgia de la Palabra en las ferias mayores ha cobrado un giro distinto. Ahora el peso fuerte recae en el Evangelio, proclamando todas las perícopas de los evangelios de la infancia, previos al nacimiento del Salvador en cierto orden cronológico: 

domingo, 18 de diciembre de 2011

El mismo Espíritu... Una oración para considerar

Hay una oración en la liturgia dominical de hoy, IV domingo del Adviento, que debería ser resaltada en nuestra contemplación y meditación y ser escuchada con atentamente en la Misa (si es bien recitada por parte del sacerdote). Es la oración sobre las ofrendas:


El mismo Espíritu que cubrió con su sombra 
y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, 
santifique, Señor, estos dones
que hemos colocado sobre tu altar. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.

O para quien prefiera la versión latina:
Altári tuo, Dómine, superpósita múnera
Spíritus ille sanctíficet, 
qui beátae Maríae víscera sua 
virtúte replévit. Per Christum.


sábado, 17 de diciembre de 2011

Convertir el corazón, preparar el camino

Aunque la penitencia no es el tono fundamental del Adviento, sí es cierto que en todo tiempo se ha de convertir el corazón al Señor. Así, en Adviento, la voz profética del Precursor, grita a quien quiera oírle: "preparad el camino al Señor", ya que él vino para convertir el corazón.


Ahora, en Adviento, el corazón ha de convertirse para preparar el camino al Señor; ahora es tiempo de que los corazones se preparen y Cristo encuentro un pueblo bien dispuesto. Nuestros pecados retardan la salvación de Cristo; apresuremos su venida, adelantémosla, ofreciendo el corazón sin valles ni montes, sino una calzada digna de ser transitada.

El ritual de la Penitencia viene en nuestra ayuda abriéndonos los tesoros de la liturgia para nuestro aprovechamiento y transformación interior. Siempre está la posibilidad de celebrar el Sacramento de la Reconciliación en la forma B, reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individual (la forma C, la absolución comunitaria, está restringida a tenor de la normativa de nuestra Conferencia episcopal). Pero además de la forma B del sacramento, el ritual de la Penitencia ofrece unas "celebraciones penitenciales", a modo de celebraciones de la Palabra, que pueden muy bien enriquecer la vida litúrgica de una parroquia, de un Monasterio o de una comunidad religiosa, como una ayuda y acicate para el reconocimiento del propio pecado, la escucha de la Palabra y la conversión personal, que desembocarán en la celebración del sacramento de la Penitencia cuando cada uno estime conveniente (se sobrentiende que antes de Navidad).

"Las celebraciones penitenciales son reuniones del pueblo de Dios para oír la palabra de Dios, por la cual se invita a la conversión y a la renovación de la vida, y se proclama, además, nuestra liberación del pecado por la muerte y resurrección de Cristo. Su estructura es la que se acostumbra a observar en las celebraciones de la palabra de Dios, y que se propone en el Rito para reconciliar a muchos penitentes" (RP 36).

Son, sencillamente, celebraciones de la Palabra, una catequesis interior que la misma liturgia ofrece para que cada uno llegue "al verdadero conocimiento del pecado y a la verdadera contrición del corazón, es decir, a lograr la conversión" (RP 36) sin que se confundan con celebraciones del sacramento de la Penitencia (cf. n. 37). ¿Para qué son útiles? Responde el ritual:

jueves, 15 de diciembre de 2011

Una iglesia vacía y un confesionario

Como a veces los criterios entre los mismos fieles están confusos, se valora a los sacerdotes según la actividad desbordante de un hombre simpático, que parezca que no tiene tiempo para nada con una agenda llena de reuniones (a las que llega tarde, si es que llega), que haga la liturgia distraída, original, pensando que así va a acudir más gente... Pero con esos criterios confundidos, lo esencial no se valora, sino que incluso se pone en sospecha o se mira con desprecio. Por ejemplo, hay fieles que si ven al sacerdote tranquilamente orando en el Sagrario pensarán que está perdiendo el tiempo en lugar de estar charlando en el despacho con los/las catequistas de turno. O si está recogido escribiendo una catequesis o estudiando y preparando un retiro o la homilía, si no lo ven con los brazos cruzados en el despacho echando la tarde o la mañana, "es que no hace nada".

Caso más grave aún la mirada sospechosa de algunos si el sacerdote pasa tiempo en el confesionario. Quienes van a sentarse un rato en la sacristía (en lugar de rezar) para comentar o chismorrear con el sacerdote verán una pérdida de tiempo el confesionario... Porque allí parece que no hace nada, tiempo perdido, apostolado estéril.

Es evidente que quienes así piensan nunca han estado en el confesionario, sentados una hora, quizás dos, con paciencia infinita, por si viene alguien, comunicando sólo Gracia y Misericordia de Cristo, porque entonces comprenderían que esto sí es verdadera "pastoral". Pero como estamos tan secularizados, no queremos verlo.

¡Cuántas conversiones, cuánto reorientar la propia vida, cuánta luz se entrega y se ofrece en el confesionario! El cristianismo mismo es asimilado e interiorizado desde el confesionario, con un trabajo delicadísimo como es forjar almas, labrarlas, animarlas, acompañarlas...

El cardenal Meisner, arzobispo de Colonia, dijo en el Congreso sacerdotal que se tuvo en junio de 2010 en Roma:

"un confesionario en el que está presente un sacerdote, en una iglesia vacía, es el símbolo más impresionante de la paciencia de Dios que espera".

Los fieles tienen que ver esto: la iglesia vacía porque tal vez falta una hora para la Misa, pero el sacerdote está allí, en el confesionario, rezando y leyendo con paz. Es todo un signo. Y quien haga esto, entonces estará siendo un sacerdote fiel, un sacerdote con todas las letras, haciendo la auténtica "pastoral", pero todos los días, no solamente uno porque le quedaba un rato libre. 

Entonces, tal vez, los fieles aprendan a valorar el sacerdocio en su justa medida eclesial, y no con los criterios de la pastoral secularizada de los curas "muy enrollaos".

miércoles, 14 de diciembre de 2011

San Juan de la Cruz: ¿budista?, ¿maestro zen?

Durante años hubo una corriente, con cierta fuerza y divulgación, que intentó buscar una "mística de la trascendencia", como superación de sí mismo, equilibrio, aniquilación de los deseos. Esta "mística de la trascendencia", negativa, aunaba corrientes y personas distintas entre sí con la pauta y la admiración de la espiritualidad oriental (budismo, zen, etc.) y de nuestros místicos (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, etc.).


Parecía que todos buscaban lo mismo: desde su propia naturaleza, desde los recursos de la naturaleza humana, llegar a una trascendencia difusa, con sereno equilibrio y dominio de sí mismo, una pacificación interna. Sin embargo esto supone desconocer realmente qué es la mística, qué camino ofrece cada tradición espiritual, qué dice concretamente san Juan de la Cruz.

Era la voluntad del sincretismo buscando una alternativa, un camino válido para todos, negando la Verdad para llegar a una mezcla complaciente. La trascendencia no era el Trascendente (Dios en Cristo); la aniquilación del deseo no es la purificación de los deseos (tan cristiana), ni la "nada" de san Juan de la Cruz era el vacío y comunión con el cosmos, sino el método para llegar al Todo, que es Dios en Cristo. Sí, siempre Dios en Cristo. 

La "nada" oriental, tan buscada por los distintos métodos de meditación (y relajación) tiene que ver más con el nihilismo -no hay nada, no existe nada- más que con el vacío para ser llenado por la Gracia. La trascendencia es un sentido del ser creado que apunta y remite a un Trascendente, Dios, que es personal, es Persona, y no simplemente un sentido interior de superación de los límites de espacio y tiempo. De aniquilarse para fundirse en armonía con el cosmos, en la visión 'metafísica' oriental, pasamos en cristiano a la plenitud sobrenatural por gracia del hombre para unirse al Señor: estos son los procesos que describe san Juan de la Cruz en sus obras.

Querer asimilar a san Juan de la Cruz con todo esto es, sin más, no querer entenderlo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Via pulchritudinis, el camino de la belleza

No oculto que es éste un tema apasionante y muy querido. El camino de la belleza es camino de acceso al Misterio de Dios. No solamente la Verdad, ni solamente el Bien, sino el pulchrum, la belleza, siempre unida a la Verdad y al Bien engendrando unidad y no división.


El camino de la belleza incluye y afecta a la fe cristiana, a su experiencia, a la búsqueda de Dios, a la espiritualidad, a la oración y a la liturgia misma. Es un método, una forma. Y su máximo representante es el teólogo suizo Von Balthasar, amigo de Ratzinger, al cual ya como Papa, citará:

Se habla, en este contexto, de una via pulchritudinis, un camino de la belleza que constituye al mismo tiempo un recorrido artístico, estético, y un itinerario de fe, de búsqueda teológica. El teólogo Hans Urs von Balthasar abre su gran obra titulada "Gloria", una estética teológica con estas sugestivas expresiones: "Nuestra palabra inicial se llama belleza. La belleza es la última palabra que el intelecto pensante puede atreverse a pronunciar, porque ella no hace otra cosa que coronar, cual aureola de esplendor inalcanzable, el doble astro de lo verdadero y del bien y su indisoluble relación". Después observa: "esa es la belleza desinteresada sin la cual el viejo mundo era incapaz de entenderse, pero que se ha apartado de puntillas del moderno mundo de los intereses, para abandonarlo a su oscuridad, a su tristeza. Esa es la belleza que ya no es amada y custodiada ni siquiera por la religión". Y concluye: "Quien, en su nombre, crispa los labios en una sonrisa, juzgándola como el juguete exótico de un burgués, de éste se puede estar seguro que --secreta o abiertamente-- no es capaz de rezar y, pronto, ni siquiera de amar".

domingo, 11 de diciembre de 2011

Convirtámonos porque está cerca

Durante los domingos II y III de Adviento, Juan el Bautista abre caminos a Cristo, el Mesías prometido, esperado, aguardado, pero lejos de ser una predicación dulzona y sensible, o una predicación revolucionaria llamando al "compromiso" y al cambio de estructuras sociales, es una predicación dura y exigente llamando a la conversión personal que, además, se concreta en gestos pequeños y cotidianos y no en discursos.


La preparación de la Venida del Señor no nos deja cómodamente instalados, sino más bien desinstalados, saliendo al desierto de donde ha de venir el Salvador; rompe las ataduras que nos retienen para estar libres y dispuestos a seguir al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La conversión es un ingrediente del Adviento.

En nuestras iglesias resuena la voz del Bautista llamando a la conversión. El camino del Señor debe estar bien preparado para que Él pueda transitar y no tropezar con nuestros pecados. Es momento oportuno para abajar los montes de nuestro orgullo y levantar los valles de nuestros desánimos y cobardías, como reza una petición de las Laudes en este tiempo.

La figura de Juan el Bautista enlaza el Antiguo con el Nuevo Testamento, lo anunciado con la inminencia de su cumplimiento. El grita a quien quiera escuchar, que ya está aquí el Deseado de las naciones, el Príncipe de la Paz cuyo reinado será eterno.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Constancia y paciencia, virtudes para el Adviento

Se repiten muchísimo en Adviento textos que nos recuerdan, invitan, empujan, a aguardar la Venida de Cristo, pero este aguardar es paciente. Recordemos la lectura del apóstol Santiago en Vísperas, los jueves, señalando: "Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda..." (St 5,17). O algunas preces de Laudes que rezan: 
  • Cólmanos de alegría y paz en nuestra fe, para que rebosemos de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.
  • Haz que nos mantengamos firmes, Dios de clemencia, hasta el día de la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
  • Concédenos, por tu misericordia, llevar ya desde ahora una vida sobria y religiosa, mientras aguardamos la dichosa esperanza, la aparición gloriosa de Jesucristo.
  • Tú que desde el trono del Padre todo lo gobiernas, haz que aguardemos con alegría la dicha que esperamos, tu aparición gloriosa.
Aguardando a Cristo, es necesario que germine en el corazón la virtud de saber esperar; para ello la constancia y la paciencia son necesarias, dan serenidad y firmeza, no se dejan abatir, ni se "desilusionan", sino que avanzan paso a paso, firmes, tranquilas, para que jamás la esperanza decaiga sino que crezca y se sostenga. Son virtudes que hacen al hombre grande.

"La Liturgia propone un pasaje de la Carta de Santiago, que comienza con esta exhortación: "Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor" (5, 7). Me parece particularmente importante, en nuestros días, subrayar el valor de la constancia y de la paciencia, virtudes que pertenecían al bagaje normal de nuestros padres, pero que hoy son menos populares, en un mundo que exalta, más bien, el cambio y la capacidad para adaptarse a situaciones siempre nuevas y diversas. Sin nada que quitar a estos aspectos, que también son cualidades del ser humano, el Adviento nos llama a potenciar esa tenacidad interior, esa resistencia de espíritu, que nos permiten no desesperar en la espera de un bien que tarda en llegar, sino más preparar su venida con confianza operante. 
 "Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca" (Santiago 5, 7-8). La comparación con el campesino es muy expresiva: quien ha sembrado en el campo tiene ante sí meses de espera paciente y constante, pero sabe que la semilla mientras tanto cumple con su ciclo, gracias a las lluvias de otoño y primavera. El agricultor no es fatalista, sino que es un modelo de esa mentalidad que une de manera equilibrada la fe y la razón, pues, por una parte, conoce las leyes de la naturaleza y cumple bien con su trabajo, y, por otra, confía en la Providencia, dado que algunas cosas fundamentales no dependen de él, sino que están en las manos de Dios. La paciencia y la constancia son precisamente síntesis entre el compromiso humano y la confianza en Dios.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Inmaculada, signo de esperanza

El mal, que siempre es ruidoso, parece que nos puede tragar y devorar.


La experiencia dramática del mal sugiere muchas veces la imposibilidad de vencer el mal, de superarlo. La esperanza sufre, se ve disminuida. ¡Cuánta capacidad de odio y de mal vemos, sufrimos, miramos horrorizados!

Las fuerzas del mal parecen invencibles. ¿Quién y cómo podrá vencerlas?

La Virgen María, Inmaculada, es señal de esperanza segura. La Gracia vence sobre el pecado, el Bien es siempre infinitamente superior al mal, Dios es más fuerte que todo.


martes, 6 de diciembre de 2011

Cristo viene en sus santos

Llevo años dedicado a compilar citas sobre la santidad porque creo que apenas se ha escrito una teología sobre la santidad que sea completa (salvo honrosas excepciones, como Thils, Santidad Cristiana o Balthasar, Historia de una misión). De los santos se habla de manera devocional y piadosa (o muy moralista: ver e imitar sus virtudes y actitudes), pero apenas se ha estudiado teológicamente en todos sus aspectos, diversos, complementarios. Algún día podré elaborar un esbozo completo de esta teología de la santidad o teología de los santos.


En esa línea, me llamó la atención en su momento la forma de presentar a los santos que hizo Ratzinger en "Jesús de Nazaret", vol. II, como signos de la presencia de Cristo o, mejor, de la continua venida de Cristo o venida intermedia a nosotros.

Por su interés, por aquello que apunta y señala, me parece que puede ser una buena catequesis.

Cristo hoy viene a nosotros por medio de sus santos. Ellos son una presencia de Cristo interviniendo en la historia, salvando en la historia.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mirada general al Adviento

Un blog como éste pretende ofrecer constantemente, machaconamente, si queréis, una formación seria y sólida que debe retomar y volver sobre ciertos temas para que leídos con cierta distancia de tiempo, permitan recordar contenidos, tal vez entenderlos mejor, vivirlos más plenamente.


Hay catequesis que, sin dudarlo, deben ser anuales, es decir, repetidas cada año de manera que se puedan asimilar al compás de lo que se vive en el año litúrgico. Probablemente hay un déficit en la formación, pero de manera muy resaltada en la liturgia. ¡Todos creen saber de liturgia, todos pontifican sobre liturgia! Pero lo que nos toca es conocer la dinámica misma de la liturgia, acudir a los libros litúrgicos vigentes con sus prenotandos (Introducciones oficiales), sus textos y sus ritos. En esta tarea, sin duda alguna, hay que empeñarse.

Por ejemplo, vivir el Adviento es conocer la amplitud de su liturgia, sus directrices espirituales, las líneas de fuerza de su leccionario, la contemplación de sus oraciones y prefacios y no creer, ingenuamente, que todo el Adviento se reduce a colocar la corona de Adviento y encender un cirio semanalmente. El Adviento es mucho más.

Veamos la perspectiva general del Adviento, sus normas litúrgicas: entonces lo entenderemos y lo viviremos mejor.

viernes, 2 de diciembre de 2011

La distribución de las lecturas en Adviento

Cada año volvemos a profundizar y exponer las características litúrgicas y espirituales de cada tiempo litúrgico, incluso repitiendo catequesis. No se trata de un afán de novedades, como si cada año hubiera que estar inventando o la liturgia tuviera que ser nueva e innovadora cada año. Más bien repitiendo las mismas cosas, año atras año, celebrándolas del mismo modo año tras año con los libros litúrgicos vigentes, tendremos que vivirlas mejor, conocerlas mejor, interiorizarlas mejor.


La etapa que vivimos ahora no es la de la reforma de la liturgia, ya concluida, sino la de su profundización y asimilación. Cada año, pues, conviene recordar las realidades celebradas y desgranarlas hasta que formen parte ya de nosotros y de nuestro bagaje espiritual y litúrgico.

Un tiempo litúrgico ofrece una espiritualidad, y marca sus constantes vitales y teológicas mediante dos formas:

1) fundamental, las lecturas bíblicas escogidas
y su distribución para ser leídas en los oficios litúrgicos de la Iglesia

2) el cuerpo de oraciones y prefacios.


jueves, 1 de diciembre de 2011

La renovación de la Iglesia

La ideología y el lenguaje secular miran a la Iglesia y piden su renovación, pero lo hacen desde los planteamientos seculares y la cultura laicista, exigiendo una acomodación a las estructuras democráticas, al relativismo, modificando tanto su lenguaje como su doctrina, cambiando su ordenamiento y constitución dadas por el Señor.

Pasada esta moda y esta cultura, vendrá otra distinta, y volverá a instar a que la Iglesia sea un cuerpo adaptado a otro sistema, a otra moda. Pero la Iglesia permanece fiel a sí misma cuando es fiel a lo que el Señor quiso de ella. 

Empecemos mirando amplia y gozosamente la Iglesia y hemos de reconocer que la Iglesia no está muerta ni apagada; habrá zonas o regiones que se han descristianizado y lo católico es una minoría contracorriente, a la par que veremos otras zonas y países que florece; habrá minorías creativas, fermentos evangélicos, y los conocemos y vemos a nuestro alrededor, porque la Iglesia es una realidad viva gracias al Espíritu Santo.

"Sí, la Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia de estos días. Precisamente en los tristes días de la enfermedad y la muerte del Papa, algo se ha manifestado de modo maravilloso ante nuestros ojos: que la Iglesia está viva. Y la Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro. La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente" (Benedicto XVI, Hom. en la inauguración del ministerio petrino, 24-abril-2005).