jueves, 27 de julio de 2017

La hagiografía, estudio de la obra de Dios (Palabras sobre la santidad - XLII)

La hagiografía es la parte, la ciencia, dedicada a escribir y, lo que es más, a describir la vida de los santos. Siempre es bueno, más aún es recomendable, leer las vidas de los santos por lo mucho que se aprende de ellos a vivir el Evangelio, a obedecer a Dios, a buscar en todo su voluntad y realizarla, siempre llenos de amor por Cristo, por celo auténtico, por pasión que enciende las almas.


La hagiografía se puede detener en leyendas en torno al santo, con lo cual, resulta poco edificante, aunque toda leyenda posee un fondo de verdad. Se puede dejar guiar por el aspecto milagroso de la vida de algún santo, pero este aspecto tal vez pueda llegar a ocultar el conjunto de su vida. O incluso destacar lo peculiarísimo y extraordinario que se presenta de forma inalcanzable para el común de los mortales, también llamados a la santidad, y que se pueden ver lejanos de esa meta, o incluso desanimados ante una santidad que se muestra inaccesible.

Todos esos son aspectos que pueden darse en la hagiografía. Pero las vidas de los santos, que ojalá siempre fueran rigurosas históricamente y con una mirada teológica, no se limitan a esos aspectos, sino que van más allá, mostrando caminos transitables de santidad de modo que, al leerla, el cristiano encuentre un modelo, un referente, que le ayude y le espolee a caminar y avanzar; la hagiografía, con buena pedagogía, debe y puede ofrecer modelos de referencia para que uno se identifique y refuerce su vida cristiana, con sintonía, con amistad con el santo.


domingo, 23 de julio de 2017

Vigencia de la parroquia

Una comunidad cristiana, asentada en un territorio, eso es una parroquia. De ahí se deduce que las relaciones son de vecindad, en función de la cercanía y del domicilio, pero en ese territorio nace una comunidad cristiana, que crea unos lazos nuevos, de caridad y fraternidad cristianas, juntos celebran, son santificados, escuchan la Palabra divina y crecen en su comprensión por la catequesis y, finalmente, ejercen la caridad cuidando de sus enfermos y ayudando a los pobres y necesitados.

Que necesita constante revitalización, es cierto, así la parroquia no se convertirá en un templo que ofrezca solamente servicios religiosos según un horario. Pero también es cierto que la parroquia como tal es necesaria, buena, eficaz y es ya una verdadera comunidad cristiana.

En su lugar tienen sitio y se integran grupos y movimientos, pero ni acaparan la parroquia ni constituyen la totalidad de la parroquia. Tampoco es sano espiritualmente sustituir la diversidad y grandeza del pueblo cristiano en la parroquia por una vivencia reducida y siempre particular de un solo grupo, movimiento y comunidad.

Una parroquia viva enriquece a todos y genera el sentido de catolicidad, de universalidad, acogiendo a todos.

Edifiquemos la parroquia y dejémonos sustentar por nuestra propia parroquia, que debe sernos muy querida. A ella nos vinculamos, en ella vivimos, en ella entregamos nuestra aportación económica (o nuestro diezmo), hacia ella dirigimos el corazón porque nos da a Cristo.

Al dedicar una parroquia con rito solemne y consagrar el altar, Pablo VI ofreció una homilía que mostraba algunos aspectos de lo que es una parroquia.


viernes, 21 de julio de 2017

Espíritu apostólico (teología de la oración)

La oración cristiana, o si preferimos ya a estas alturas, la mística cristiana, produce un impulso o ardor apostólico, un fuego interior, que nada puede apagar.


Lejos de ser una contemplación de sí mismo, y de lo que uno descubre, y de los sentimientos interiores, y del alejamiento de todo, la mística cristiana transforma al orante uniéndolo a Dios y uniéndolo a sus hermanos, con deseos santos de que todos conozcan al Señor, lo amen y lo sigan.

La verdadera mística siempre es actuante, laboriosa, operante; la falsa mística es una capa de piedad que recubre un refinado egoísmo, el de buscar un sosiego que paraliza, una burbuja que incomunica.

Lo que Dios obra a medida que avanzamos en la oración, va transformándonos para ser apóstoles más coherentes, lanzados, valientes; infunde siempre un espíritu apostólico. La meta de la transformación cristiana -la vida espiritual, mística- es dar fruto abundante:
"Cuando yo veo almas muy diligentes en entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, ... porque no se les vaya un poquito el gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio ... te compadezcas de ella ... no tanto por ella, como porque sabes que Tu Señor quiere aquello" (Sta. Teresa, 5M 3).

jueves, 20 de julio de 2017

La paciencia (Tertuliano - VII)

La paciencia nos humaniza, nos hace saber esperar, resistir, crecer.

Con ella alcanzamos bienes, sin ella podemos echar a perder todos los bienes.


"Capítulo 7: La paciencia y los bienes temporales
Hemos ya tratado sobre las causas de la impaciencia, ahora veremos otras obligaciones según se vayan presentando. Si el ánimo se halla perturbado a causa de la pérdida de los bienes familiares, casi no hay enseñanza del Señor que no inculque el desprecio de las cosas mundanas. Nada inspira tanto menosprecio del dinero como pensar que al Señor no se le encuentra jamás entre ninguna clase de riquezas. Siempre ensalza a los pobres; y a los ricos los amenaza con la condenación.

Si ordena el desprecio de la opulencia, la adelanta en la paciencia la resignación, para que no se haga cuenta de unas riquezas que se tienen que perder. En consecuencia, lejos de nosotros apetecer algo que el Señor tampoco quiso, sino que hemos de soportar sin pena su disminución y aun su pérdida. El Espíritu del Señor, por medio del Apóstol, declaró: "La codicia es la raíz de todos los males" (2Tm 6,10). Y esto lo interpretamos diciendo que no está la codicia tan sólo en el afán de lo ajeno, sino también en lo que parece ser nuestro; pues esto mismo es ajeno. Nada en verdad es nuestro, ni siquiera nosotros, por cuanto todo es de Dios. De consiguiente, ni resentidos por el daño sufrido, lo llevamos con impaciencia doliéndonos de la pérdida de algo que no era nuestro, entonces estamos cerca de ser víctimas de la codicia. Codiciamos lo ajeno cuando con amargura sufrimos la pérdida de lo que no era nuestro.

martes, 18 de julio de 2017

Espiritualidad de la adoración (XXIII)

La postura propia de la adoración eucarística es estar de rodillas. La genuflexión, doblando la rodilla derecha hasta el suelo, con reverencia, es el saludo al Señor. Luego la oración personal, todo el tiempo que se pueda, estando de rodillas, en adoración, reconociendo la grandeza de Cristo y la propia pequeñez ante Él.


En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor (CAT 1378).

sábado, 15 de julio de 2017

La idolatría (Sentencia de León Bloy)

¿Qué es la idolatría?

León Bloy, en sus Diarios, aporta una definición:

"La Idolatría consiste en preferir lo Visible a lo Invisible" (9-julio-1893).

¿Cómo?
¿En qué sentido?

Se rehuye entrar en el Misterio, con la fe que orienta como luz hasta el Misterio, para preferir solamente aquello que se ve, que se palpa, que se puede manipular y mover hasta el antojo.

El becerro de oro -da igual si en vez de oro fuera de otro material- era un ídolo porque era visible y porque ya no era Dios invisible quien podía decidir y ordenar, sino el hombre quien manejaba al becerro de oro.

miércoles, 12 de julio de 2017

El Magisterio de la Iglesia

Recordemos en esta catequesis qué es el Magisterio de la Iglesia y su función al servicio de la verdad. Para nosotros, el Magisterio es normativo, porque nos garantiza la continuidad con la fe apostólica y la permanencia inalterable del depósito de la fe.

Ratzinger lo explica entresacando citas del Concilio Vaticano II. Hagamos nuestra tal enseñanza.

"'Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones' (DV 8).



Él dio a su Iglesia, por el don del Espíritu Santo, una participación en su propia infabilidad. El Pueblo de Dios, gracias al 'sentido sobrenatural de la fe' goza de esta prerrogativa, bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia, que, por la autoridad ejercida en el nombre de Cristo, es el único intérprete auténtico de la Palabra de Dios, escrita o transmitida.

Como sucesores de los Apóstoles, los pastores de la Iglesia 'reciben del señor... la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda criatura, a fin de que todos los hombres logren la salvación..." (LG 24). Por eso, se confía a ellos el oficio de guardar, exponer y difundir la Palabra de Dios, de la que son servidores.

La misión del Magisterio es la de afirmar, en coherencia con la naturaleza "escatológica" propia del evento de Jesucristo, el carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios en Cristo con su Pueblo, protegiendo a este último de las desviaciones y extravíos y garantizándole la posibilidad objetiva de profesar sin errores la fe auténtica, en todo momento y en las diversas situaciones.

domingo, 9 de julio de 2017

Confusiones y límites - fundamentos de la participación (y V)


            La clericalización de los laicos se ha puesto de relieve, palpable, en mayor o menor grado, en la liturgia.

            Así se han multiplicado innecesariamente ministerios que acaparaban la liturgia, y se relegaba el papel del sacerdocio ministerial casi exclusivamente a la recitación de las palabras de la consagración; se han llegado a desarrollar continuas intervenciones en la liturgia, con una visión antropocéntrica, para que fueran seglares los que subieran y bajaran del presbiterio, hablaran, leyeran, incluso predicaran a su modo. Se les ha situado en el presbiterio para desacralizar cuanto más posible la celebración litúrgica y convertirla en “circular”, “asamblearia”, y se ha llegado a banalizar la distribución de la sagrada comunión, cuando sin una verdadera necesidad (ministros extraordinarios o ministros ad casum), se ha favorecido que sean seglares los que la distribuyan, y en algunos casos además,  mientras el sacerdote está sentado. Son abusos reales que se han producido y es una mentalidad difundida:

            “En la práctica, en los años posteriores al Concilio, para cumplir este deseo se extendió arbitrariamente "la confusión de las funciones, especialmente por lo que se refiere al ministerio sacerdotal y a la función de los seglares:  recitación indiscriminada y común de la plegaria eucarística, homilías pronunciadas por seglares, seglares que distribuyen la comunión mientras los sacerdotes se eximen" (Instrucción Inestimabile donum, 3 de abril de 1980, IntroducciónL'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de junio de 1980, p. 17).

            Esos graves abusos prácticos han tenido con frecuencia su origen en errores doctrinales, sobre todo por lo que respecta a la naturaleza de la liturgia, del sacerdocio común de los cristianos, de la vocación y de la misión de los laicos, en lo referente al ministerio ordenado de los sacerdotes” (Juan Pablo II, Disc. al 4º grupo de Obispos de Brasil en visita ad limina, 21-septiembre-2002).

            Lo que en algunas circunstancias y territorios de misión pudo ser un servicio en ausencia y espera de sacerdote, se ha convertido, por una mala teología y praxis pastoral, en algo permanente, confundiendo la distinta misión del sacerdocio bautismal de aquella que es propia del sacerdocio ministerial.

martes, 4 de julio de 2017

Lo que vemos en los santos (Palabras sobre la santidad - XLI)

La observación sobre los santos nos llevará a descubrimientos fascinantes, sorprendentes. Desde luego se caerán pronto los esquemas, que podríamos llamar pre-juicios, que consideran a los santos unos super-héroes, de una constitución psicológica, moral y hasta física, superior, distinta, de otra pasta, de otra madera. Caerán los prejuicios que insisten en verlos a todos uniformados, con un mismo modo de ser, actuar y corresponder a todo, alejados de la realidad, de la humanidad concreta del propio yo.


Cuando se observa de cerca el fenómeno de la santidad lo que se constata no es la excepcionalidad humana, su genialidad, no un virtuosismo. Lo que se observa, lo que se descubre, es que son todos, absolutamente todos los santos, una obra maestra de la gracia realizada en sus limitaciones personales, en su temperamento y carácter, en su deficiencia y debilidades.

El fenómeno de la santidad, extraordinario, se debe a la gracia. La santidad es obra de la gracia y los santos, siempre, frutos de la variada, multiforme, ingeniosa, gracia de Dios.

domingo, 2 de julio de 2017

La unión más profunda con Dios (teología de la oración)

Ya sabemos que la vida mística es para todos, porque es la unión con Dios y el desarrollo pleno de la gracia en nuestros corazones, en fe, esperanza y caridad. Esta vida mística, los Padres de la Iglesia en Oriente llamarían "divinización" es la consecuencia de la oración y de la disponibilidad mariana a la acción de Dios.

No confundamos la vida mística, descrita así, con los 'fenómenos místicos' que son gracias extraordinarias que Dios concede a algunas almas.

Será bueno entender la oración como una vida mística hasta alcanzar la mayor unión posible con Dios: se iluminará nuestro camino y se encenderá nuestro deseo. Siempre una correcta teología de la oración es una ayuda para la vida cristiana y espiritual de todos.

"Se trata en efecto de una experiencia inmediata de Dios. Aunque sea el alma creada la que es el sujeto de esta experiencia, lo experimenta como haciéndose en Dios. Pertenece a Dios y a nosotros. Lo que es de Dios y lo que es del alma permanece en el vacío. Porque el alma está tan absorta en Dios que ya no está reflexivamente cerca de sí... Escribe Juliana de Norwich: "No podía ver ninguna diferencia entre Dios y nuestra sustancia: todo era, por así decir, Dios. Pero mi espíritu comprendía sin embargo que era nuestra sustancia la que estaba en Dios. En otras palabras, Dios es Dios y nuestra sustancia es su creación".

Santa Catalina de Génova se expresaba aún con más fuerza: "El verdadero centro de cada hombre es Dios mismo... Mi "yo" es Dios y yo no reconozco otro "yo" fuera de Dios... mi ser es Dios, no por simple participación sino por una verdadera transformación de mi ser... Dios es mi ser, mi "yo", mi fuerza, mi felicidad, mi bien, mi alegría". Dios, o el Amor, le dice: "Quiero transformaros en mí y deshaceros de todo hasta hasta punto que no podréis ya ver o sentir en vos otra cosa más que el amor puro. En una palabra, quiero ser el único". Porque, como lo dice santa Catalina de Siena: "Yo soy el que es, tú eres la que no eres".