miércoles, 12 de julio de 2017

El Magisterio de la Iglesia

Recordemos en esta catequesis qué es el Magisterio de la Iglesia y su función al servicio de la verdad. Para nosotros, el Magisterio es normativo, porque nos garantiza la continuidad con la fe apostólica y la permanencia inalterable del depósito de la fe.

Ratzinger lo explica entresacando citas del Concilio Vaticano II. Hagamos nuestra tal enseñanza.

"'Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones' (DV 8).



Él dio a su Iglesia, por el don del Espíritu Santo, una participación en su propia infabilidad. El Pueblo de Dios, gracias al 'sentido sobrenatural de la fe' goza de esta prerrogativa, bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia, que, por la autoridad ejercida en el nombre de Cristo, es el único intérprete auténtico de la Palabra de Dios, escrita o transmitida.

Como sucesores de los Apóstoles, los pastores de la Iglesia 'reciben del señor... la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda criatura, a fin de que todos los hombres logren la salvación..." (LG 24). Por eso, se confía a ellos el oficio de guardar, exponer y difundir la Palabra de Dios, de la que son servidores.

La misión del Magisterio es la de afirmar, en coherencia con la naturaleza "escatológica" propia del evento de Jesucristo, el carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios en Cristo con su Pueblo, protegiendo a este último de las desviaciones y extravíos y garantizándole la posibilidad objetiva de profesar sin errores la fe auténtica, en todo momento y en las diversas situaciones.

De aquí se sigue que el significado y el valor del Magisterio solo son comprensibles en referencia a la verdad de la doctrina cristiana y a la predicación de la Palabra verdadera. La función del Magisterio no es algo extrínseco a la verdad cristiana ni algo sobrepuesto a la fe; más bien, es algo que nace de la economía de la fe misma, por cuanto el Magisterio, en su servicio a la Palabra de Dios, es una institución querida positivamente por Cristo como elemento constitutivo de la Iglesia. El servicio que el Magisterio presta a la verdad cristiana se realiza en favor de todo el Pueblo de Dios, llamado a ser introducido en la libertad de la verdad que Dios ha revelado en Cristo.
Para poder cumplir plenamente el oficio que se les ha confiado de enseñar el Evangelio y de interpretar auténticamente la revelación, Jesucristo prometió a los pastores de la Iglesia la asistencia del Espíritu Santo. Él les dio en especial el carisma de la infabilidad para aquello que se refiere a las materias de fe y costumbres. El ejercicio de este carisma reviste diversas modalidades. Se ejerce, en particular, cuando los obispos, en unión con su cabeza visible, en acto colegial, como sucede en los concilios ecuménicos, proclaman una doctrina, o cuando el Romano Pontifice, ejerciendo su función de Pastor y Doctor supremo de todos los cristianos, proclama una doctrina 'ex cathedra'.

El oficio de conservar santamente y de exponer con fidelidad el depósito de la revelación divina implica, por su misma naturaleza, que el Magisterio pueda proponer 'de modo definitivo' enunciados que, aunque no estén contenidos en las verdades de fe, se encuentran íntimamente ligados a ellas, de tal manera que el carácter definitivo de esas afirmaciones deriva, en último análisis, de la misma Revelación.

Lo concerniente a la moral puede ser objeto del magisterio auténtico, porque el Evangelio, que es Palabra de vida, inspira y dirige todo el campo del obrar humano. El Magisterio, pues, tiene el oficio de discernir, por medio de juicios normativos para la conciencia de los fieles, los actos que en sí mismos son conformes a las exigencias de la fe y promueven su expresión en la vida, como también aquellos que, por el contrario, por su malicia son incompatibles con estas exigencias. Debido al vínculo existente entre el orden de la creación y el orden de la redención, y debido a la necesidad de conocer y observar toda la ley moral para la salvación, la competencia del Magisterio se extiende también a lo que se refiere a la ley natural.

Por otra parte, la Revelación contiene enseñanzas morales que de por sí podrían ser conocidas por la razón natural, pero cuyo acceso se hace difícil por la condición del hombre pecador. Es doctrina de fe que estas normas morales pueden ser enseñadas infaliblemente por el Magisterio.

Se da también la asistencia divina a los sucesores de los Apóstoles, que enseñan en comunión con el sucesor de Pedro y, en particular, al Romano Pontífice, Pastor de toda la Iglesia, cuando, sin llegar a un definición infalible y sin pronunciarse de 'modo definitivo', en el ejercicio del magisterio ordinario proponen una enseñanza que conduce a una mejor comprensión de la Revelación en materia de fe y costumbres, y ofrecen directrices morales derivadas de esta enseñanza.

Hay que tener en cuenta, pues, el carácter propio de cada una de las intervenciones del Magisterio y en qué medida se encuentra implicada su autoridad; pero también el hecho de que todas ellas derivan de la misma fuente, es decir, de Cristo, que quiere que su Pueblo camine en la verdad plena. Por este mismo motivo, las decisiones magisteriales en materia de disciplina, aunque no estén garantizadas por el carisma de la infabilidad, no están desprovistas de la asistencia divina y requieren la adhesión de los fieles.

El Romano Pontífice cumple su misión universal con la ayuda de los organismos de la Curia Romana, y en particular de la Congregación para la Doctrina de la Fe por lo que respecta a la doctrina acerca de la fe y de la moral. De donde se sigue que los documentos de esta Congregación, aprobados expresamente por el Papa, participan del magisterio ordinario del sucesor de Pedro.

En las Iglesias particulares corresponde al obispo custodiar e interpretar la Palabra de Dios y juzgar con autoridad lo que es conforme o no. La enseñanza de cada obispo, tomada invidualmente, se ejercita en comunión con la del Pontífice Romano, Pastor de la Iglesia universal, y con los otros obispos dispersos por el mundo o reunidos en concilio ecuménico. Esta comunión es condición de su autenticidad.
El obispo, miembro del colegio episcopal por su ordenación sacramental y por la comunión jerárquica, representa a su Iglesia, así como todos los obispos en unión con el Papa representan a la Iglesia universal en el vínculo de la paz, del amor, de la unidad y de la verdad. Al confluir en la unidad, las Iglesias locales, con su propio patrimonio, manifiestan la catolicidad de la Iglesia. Por su parte, las Conferencias Episcopales contribuyen a la realización concreta del espíritu ("affectus") colegial.

La tarea pastoral del Magisterio, que tiene la finalidad de vigilar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que hace libres, es una realidad compleja y diversificada. El teólogo, que está también comprometido en el servicio de la verdad, para mantenerse fiel a su oficio, deberá tener en cuenta la misión propia del Magisterio y colaborar con él"

(Ratzinger, El elogio de la conciencia, Madrid, Palabra, 2010, pp. 98-102).


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