martes, 31 de julio de 2018

Tratado de la paciencia (San Agustín, I)

Cuando uno quiere beber agua, busca fuentes cristalinas, no contaminadas, ni siquiera que pueda haber una mínima duda sobre su salubridad. Los Padres de la Iglesia son fuentes de agua viva, no hay duda alguna cuando vemos sus fuentes y nos acercamos a beber.


La formación católica se enriquece cuando acudimos a los Padres de la Iglesia y nos sumergimos en la Tradición, mejor que acudir a quienes tal vez se ponen de moda, pero no hay en ellos garantía alguna, sólo la publicidad editorial.

A medida en que leemos los Padres de la Iglesia, descubrimos que no son monumentos del pasado ni tampoco una lectura críptica difícil: muchos tratados, homilías, escritos, etc, muestran su actualidad a la vez que ofrecen criterios claros, fecundos, para la vida católica. Por eso un interés grande debe movernos a leerlos, conocerlos.

domingo, 29 de julio de 2018

Eucaristía, encuentro con Cristo, don mayor

Interrumpiendo la lectura semi-continua del evangelio de san Marcos, más breve, se completan los domingos del Tiempo Ordinario insertando el discurso del Pan de vida del evangelio de san Juan (cap. 6).

De este modo, cada tres años, al seguirse el ciclo B de lecturas, todos los fieles tenemos ocasión de escuchar en el domingo la doctrina eucarística del Evangelio.





Al considerar el misterio eucarístico, podremos profundizar en él, vivirlo mejor, celebrar con mayor unción y devoción, ser consciente de su grandeza, extender su acción hacia toda nuestra vida de manera que sea un culto en espíritu y verdad: forma una vida eucarística.


Se superan entonces la rutina, la tibieza, el apagamiento o la distancia que a veces podamos tomar de la Eucaristía; caen las excusas fáciles para ausentarse; se llega a comprender incluso que ante tal grandeza, el desarrollo de la Misa requiere su tiempo y jamás la prisa o la precipitación podrán tener cabida.

El discurso del pan de vida es el desarrollo y explicación que hace el Señor de un gran signo: la multiplicación de los panes y de los peces. La Eucaristía es el mayor don del Señor, su mayor donación hasta el extremo.

martes, 24 de julio de 2018

Condición sine qua non para muchas cosas (Palabras sobre la santidad - LVII)

Aburridos y cansados de palabras y más palabras, de discursos y más discursos programáticos, de demagogia que se ve a leguas y sin embargo es aplaudida por conciencias adormecidas y mentes embrutecidas... lleguemos al centro y núcleo: la santidad es lo único que vale, y, por tanto, es la condición sine qua non para obras grandes, hermosas, perdurables, llenas de verdad.

Las cosas ni se hacen ni se cambian de verdad, en su ser, por la fuerza de los discursos, ni por la capacidad humana confiada en solamente en sí misma y en su presunta bondad; tampoco se cambian por la razón ilustrada y el activismo desbordante; mucho menos por el populismo lleno de gestos grandilocuentes para que sean bien vistos, ni tampoco por las soflamas de los siempre omnipresentes profetas -así se llaman ellos a sí mismos, cuando en realidad son pseudo-profetas-.

Las cosas, es decir, la vida, el mundo, la cultura, la misma Iglesia, etc., sólo se cambian y se transforman si hay santidad, y si no, es esfuerzo inútil que pronto se derrumba.

Por ejemplo, la reforma de la Iglesia. Sabemos que ella misma se define como "Ecclesia semper reformanda", Iglesia siempre en proceso de reforma porque sus hijos la entorpecemos, la afeamos. Pero, ¿quién reforma la Iglesia? ¿Acaso el ideólogo? ¿El inconformista? ¿El que ha asumido los planteamientos y mentalidad del relativismo, de la democracia, de una Iglesia popular? 

¿Quién la reforma? ¿Quien quiere hacerla más humana y menos divina, plagiando descaradamente el funcionamiento de las sociedades liberales? ¿Aquél que quiera hacerla a su medida, sentado en una mesa, en unas interminables reuniones? ¿El que busca arrasar con todo, y comenzar de cero, de nuevo, a partir de sí mismo, sin solución de continuidad con la Iglesia de siempre, la que arranca del mismo Cristo y los Apóstoles, la que se engarza en la Tradición?

Pues más bien, y de manera ineludible, será la santidad la que reforme la Iglesia, porque lo hará de un modo fiel a Cristo y al Espíritu Santo, con conciencia eclesial. Así lo hicieron los santos reformadores a lo largo de la historia y así sigue siendo real también hoy. Sólo la santidad es capaz de reformar la Iglesia; lo demás, no sirve.

domingo, 22 de julio de 2018

Criterios de paz verdadera

Jesucristo es nuestra Paz. Así lo proclama la carta a los Efesios tal como escuchamos este domingo en la liturgia dominical.

¿La paz del consenso?
¿La paz irénica a costa de la verdad?
¿La paz del voluntarismo?
¿La paz de los fuertes sobre los débiles?
¿La paz de la conciencia amortiguada, amordazada, anestesiada?


Otra, otra Paz, muy distinta y verdadera. La tranquilidad en el orden -diría san Agustín en La Ciudad de Dios- de manera que reina un orden nuevo y verdadero, porque la paz va asociada a la Verdad.

Benedicto XVI comentaba esta lectura y señalaba algunas consecuencias existenciales que se derivan del hecho de que Cristo sea nuestra paz. Así podremos discernir la verdadera de la falsa paz en nuestra conciencia.

viernes, 20 de julio de 2018

¡Cristo, Cristo! (Plegaria)

Señor! en este momento decisivo y solemne, 
nos atrevernos a expresarte una súplica candorosa, 
pero no falta de sentido: 
haz, Señor, que comprendamos.



Nosotros comprendemos, cuando recordamos que Tú, Señor Jesús, 
eres el mediador entre Dios y los hombres; 
no eres diafragma, sino cauce; 
no eres obstáculo, sino camino; 
no eres un sabio entre tantos, 
sino el único Maestro; 
no eres un profeta cualquiera, 
sino el intérprete único y necesario del misterio religioso, 
el solo que une a Dios con el hombre y al hombre con Dios. 

Nadie puede conocer al Padre, has dicho Tú, 
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo, 
que eres Tú, Cristo, Hijo del Dios vivo, 
quisiere revelarlo (Cf. Mt 11, 27; Jn 1,18). 

miércoles, 18 de julio de 2018

Por nombre, Jesús (El nombre de Jesús - III)


“Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción” (Lc 2,21).

            Sus padres cumplen las prescripciones de la ley. Al circuncidar al niño le ponen por nombre “Jesús”, siguiendo así tanto el mandato recibido en sueños a José, como el anuncio del ángel a María (“le pondrás por nombre Jesús. Será grande...”).


            El nombre de Jesús Salvador va a ser, para siempre, dulzura para quien lo invoca, para quien clama a Jesús pidiendo salvación, clemencia, curación. En Jesús-Salvador “ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre” (Tit 3,4), es decir, en Jesús palpamos tangiblemente cómo Dios tiende su mano al hombre; experimentamos que Dios es verdadero “filántropo”, esto es, amigo del hombre, no su enemigo. 

         Al pronunciar el nombre de “Jesús”, estamos proclamando que Dios no es nunca adversario del hombre, ni quien le resta libertad, sino su verdadero amigo porque es pura Bondad y Gracia. Nadie ama más la humanidad, ni potencia y eleva lo humano, al hombre, como Dios mismo. “Cristo revela el hombre al hombre”[1]: en Jesús vemos lo que es la verdadera humanidad nueva, el hombre libre y auténtico, sin las cadenas del pecado, con el Corazón limpio, puro, misericordioso, manso, humilde. ¡Qué dulce, pues, que se llame “Jesús”!

            Exclama San Bernardo al predicar lleno de humilde adoración: 

sábado, 14 de julio de 2018

Iglesia, belleza, artistas (V)

Rememorando el encuentro de Pablo VI con los artistas en la capilla Sixtina, y el precioso discurso pronunciado por aquel gran Papa, Benedicto XVI en 2009 volvió a convocar a los artistas en el mismo lugar y pronunció otro discurso, hondo, teológico, sobre la belleza, el arte, y la Iglesia misma.

Al releerlo, lo primero es la admiración ante unas palabras tan bellas, de tan largo alcance. Parecería un tema menor acostumbrados al activismo y a la salvaje creatividad pastoral, algo que no es urgente. Y sin embargo, hablar de la belleza es ir a la esencia de la vida humana y del Misterio mismo de Dios.


Sigamos los planteamientos de Benedicto XVI y entremos en la consideración de la Belleza misma.


"Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
ilustres artistas;
señoras y señores:

Con gran alegría os acojo en este lugar solemne y rico de arte y de recuerdos. A todos y cada uno dirijo mi cordial saludo, y os agradezco que hayáis aceptado mi invitación. Con este encuentro deseo expresar y renovar la amistad de la Iglesia con el mundo del arte, una amistad consolidada en el tiempo, puesto que el cristianismo, desde sus orígenes, ha comprendido bien el valor de las artes y ha utilizado sabiamente sus multiformes lenguajes para comunicar su mensaje inmutable de salvación. Es preciso promover y sostener continuamente esta amistad, para que sea auténtica y fecunda, adecuada a los tiempos y tenga en cuenta las situaciones y los cambios sociales y culturales. Este es el motivo de nuestra cita. 

jueves, 12 de julio de 2018

Necesidad de los santos en esta época (Palabras sobre la santidad - LVI)

Dios, en su Providencia, da a la Iglesia siempre lo que necesita para su vida, su misión y su tarea evangelizadora. Cuando la Iglesia se enfrentaba a nuevas circunstancias, o nuevas pobrezas, o nuevos retos, Dios ha suscitado santos, los ha llevado con su mano y los ha forjado, para dar respuesta a esos desafíos y abrir nuevos caminos que otros pudieran transitar.


Cada época tiene sus santos característicos como respuestas a esos momentos concretos y son pruebas evidentes de cómo Dios es siempre providente para con su Iglesia. Ninguna época o etapa histórica ha quedado desierta, sin santidad visible -como lumbreras y norma para los demás-, ninguna ha quedado vacía, sin santos.

Para nuestra época, igualmente, Dios llama a la santidad a quienes van a iluminar la Iglesia y responder a los nuevos retos que se presentan y que, tiempo atrás, ni se hubieran imaginado. 

¿Son los santos la respuesta acertada? Para esta época de postmodernidad, de dictadura del relativismo, ¿son los santos la respuesta? Para esta nueva evangelización, ¿son los santos la respuesta? ¿No serían más bien la respuesta nuevos planes, nuevas programaciones, nuevas reuniones? Realmente, lo único necesario son los santos.

Tenemos necesidad de santos hoy. Tenemos necesidad de nuevos fenómenos de santidad, concretos y reales, que serán la verdadera palabra iluminadora y confortadora hoy. Ellos son la solución.

martes, 10 de julio de 2018

La vida eucarística - VII



            La Eucaristía comprende y abarca muchas realidades espirituales, de gran belleza que piden, por parte de cada uno de los celebrantes, ser interiorizadas.

            La catequesis sobre la Eucaristía de la Iglesia Antigua partía de los mismos ritos de la celebración, de aquello que se hacía, para ofrecer una comprensión profunda del Misterio que se realizaba. Detengámonos en dos momentos elocuentes de la Eucaristía: el lavatorio de manos por parte del sacerdote que preside y el signo de la paz de la asamblea.




            El lavatorio de las manos es un rito antiguo que nunca se ha suprimido de la liturgia de la Eucaristía, por el contenido espiritual que posee. Dice S. Cirilo de Jerusalén en sus catequesis:


            “Habéis visto cómo el diácono alcanzaba el agua, para lavarse las manos, al sacerdote y a los presbíteros que estaban alrededor del altar. Pero en modo alguno lo hacía para limpiar la suciedad corporal.  Digo que no era ése el motivo, pues al comienzo tampoco vinimos a la Iglesia porque llevásemos manchas en el cuerpo. Sin embargo, esta ablución de las manos es símbolo de que debéis estar limpios de todos los pecados y prevaricaciones. Y al ser las manos símbolo de la acción, al lavarlas, significamos la pureza de las obras y el hecho de que estén libres de toda reprensión. ¿No has oído el bienaventurado David aclarándonos este misterio y diciendo: “Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Señor” (Sal 25,6)? Por consiguiente, lavarse las manos es un signo de la inmunidad del pecado”[1].

domingo, 8 de julio de 2018

El mayor milagro es Jesús mismo

Más entretenidos a veces en las cosas que en las personas, tal vez en ocasiones nuestro acercamiento al Señor es algo torpe, y nos fijamos y valoramos más lo que Él hace, que lo que Él mismo es.

El mayor don, el mayor regalo, el mayor milagro, es la Presencia misma de Cristo en nuestro vida. Con Él, lo tenemos todo; sin Él, no somos nada.


Tal vez sea más llamativo, y más apetecible, fijarse y esperar sus obras, sus milagros y prodigios, pero el mayor prodigio que nos ha podido ocurrir nunca es, sin duda, que Él ha entrado en nuestra vida, que Él ha salido a nuestro camino y nos ha invitado a estar con Él ("venid y veréis") y, desde entonces, ya nada es igual, ni gris, ni absurdo.

Jesucristo es el mayor milagro de nuestro vida.


"Voy a referirme brevemente a la página evangélica de este domingo, un texto que dio vida a la famosa frase "Nadie es profeta en su patria", es decir, que ningún profeta es bien recibido entre las personas que lo vieron crecer (cf. Mc. 6,4). De hecho, después de que Jesús, cercano a los treinta años, había dejado Nazaret y ya desde hacía un tiempo estaba predicando y obrando y curando por otros lugares, regresó una vez a su pueblo y se puso a enseñar en la sinagoga. Sus conciudadanos "permanecieron sorprendidos" por su sabiduría y, a sabiendas de él como el "hijo de María", el "carpintero", que había vivido en medio de ellos, en lugar de acogerlo con fe se escandalizaban de Él. (cf. Mc. 6, 2-3). Este hecho es comprensible, porque la familiaridad en el plano humano hace que sea difícil ir más allá y abrirse a la dimensión divina. Jesús mismo aplica como ejemplo la experiencia de los profetas de Israel, que en su propia casa habían sido objeto de desprecio, y se identifica con ellos. Debido a esta cerrazón espiritual, Jesús de Nazaret no podía realizar en Nazaret "ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos" (Mc. 6,5). De hecho, los milagros de Cristo no son una exhibición de poder, sino los signos del amor de Dios, que tiene lugar allí donde encuentra la fe del hombre. Orígenes escribe: "Así como para los cuerpos hay una atracción natural de unos hacia los otros, como el imán al hierro, así tal fe ejercita una atracción sobre el poder divino" (Comentario al Evangelio de Mateo 10, 19).

viernes, 6 de julio de 2018

Sentencias y pensamientos (I)



1. El Maligno pone tentaciones según la fragilidad de cada persona. Constantemente nos acecha y nos estudia para ver nuestros puntos débiles y atacar por ahí. Puedes deducir entonces cuál es tu punto débil, tu corazón.





2. Jesucristo es el mayor bien que tenemos. ¡En Jesucristo, Dios nos lo ha dado todo! ¡Jesucristo lo es todo para nosotros y colma con creces nuestra capacidad de amar! ¡Jesucristo es lo más maravilloso que ha ocurrido en nuestra vida!



3. Dios respeta tu ritmo de crecimiento, y Él va marcando tu vida y modelándote y llevándote por donde él quiere. Te  hace crecer, ilumina lo oscuro de tu alma, fortalece lo débil y sana lo que está enfermo. Te da, además, una justa comprensión de ti mismo y de tu realidad. Lo que tú ves como estéril, Él puede que lo vea como fecundo y hermoso; lo que tú estimes adquirido y logrado Él puede que lo vea como fecundo y hermoso; lo que tú estimas adquirido y logrado puede que Él lo vea incompleto.


4. En la íntima y filial y amorosa unión con Dios, uno queda transfigurado, “hermoseado” en su Belleza, y ya todo lo que se hace, se piensa, se siente, se ama, se lucha... todo queda marcado con el sello de Dios para que todo nazca de Él, tienda a Él y halle su consistencia en Él.


miércoles, 4 de julio de 2018

Lo que sirve la Comunión de los Santos (León Bloy)

Indudablemente, por nuestra inserción en el Cuerpo eclesial, santificados por la gracia de Cristo que nos regenera, unos y otros estamos unidos incluso -en el plan de Dios- con los cristianos que vendrán en generaciones sucesivas.

Los vínculos son grandes y fuertes; un torrente de caridad, y hasta de generosidad al ofrecer, recorre el Organismo sobrenatural que es la Iglesia. 


Cada gesto insertado en la comunión de los santos alcanza su grandeza a través del tiempo, con valor de infinito. 

“Cada uno de los actos que realizamos en la caridad tiene repercusiones ilimitadas. En el último día nos será dado el comprender las resonancias incalculables que han podido tener en la historia espiritual del mundo, las palabras, o las acciones, o las instituciones de un santo”[1].

Para León Bloy, la Comunión de los santos es una realidad muy marcada en su alma, sobre la que reflexiona y en la que vive.
 

martes, 3 de julio de 2018

Notas sobre la teología (y III)

Entre los ministerios o funciones para la vida de la Iglesia, hay que contar con la teología. Ésta es necesaria. Ésta es una riqueza. Ésta es un don.

La teología es un bien para la Iglesia, por lo que hay que valorarla, y el desempeño de esa teología requiere personas con dedicación casi exclusiva, el teólogo.


La fe revelada es pensable, es razonable, y por tanto, hay que intentar comprenderla hasta donde se pueda, dar razón de ella, y estar en contacto con la Verdad -con Cristo mismo- por medio de una vida de escucha y adoración, de mucha lectura y de estudio de las fuentes, de los Padres, de la Tradición, de la Liturgia misma.

No, no hay que mirar con sospecha ni con recelo ni la teología en sí ni el noble oficio del teólogo.

La teología es necesaria y es un bien; con palabras de Louis Bouyer:

"La teología, como todo conocimiento humano por lo demás o todo producto del arte humano en una civilización normal, no se dirige a los especialistas. Está hecha por especialistas, naturalmente, pero con una perspectiva de cooperación que es esencial a toda sociedad civilizada, donde las tareas de cada uno, aunque diferentes, se articulan unas con otras y concurren al bien común de todos.

domingo, 1 de julio de 2018

Pedir la curación para nuestra fe

El gran milagro siempre será el don de la fe. Habrá carencias, deficiencias y hasta enfermedades, pero siempre la gran curación será la fe: pasar de la incredulidad, o de la mera y rutinaria tibieza, a una fe viva, contagiante, entusiasmada.

El pasaje del Evangelio -la curación de la hija de Jairo y la hemorroísa- evidencian lo necesitado que estamos siempre de ser robustecidos en la fe, confirmados en ella.



"Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo, el evangelista Marcos nos presenta la historia de dos curaciones milagrosas que Jesús realiza en favor de dos mujeres: la hija de uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y una mujer que sufría de hemorragia (cf. Mc. 5,21-43). Son dos episodios en los que hay dos niveles de lectura; aquel puramente físico: Jesús se acerca hasta el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y aquel espiritual: Jesús vino a sanar el corazón del hombre, para dar la salvación y pide fe en Él.

En el primer episodio, ante la noticia de que la hija de Jairo ha muerto, Jesús le dice al jefe de la sinagoga: "No temas; solamente ten fe" (v. 36), lo lleva con él donde estaba la niña y exclama: "Muchacha, a ti te digo, levántate" (v. 41). Y esta se levantó y se puso a caminar. San Jerónimo decía estas palabras, haciendo hincapié en el poder salvífico de Jesús: "Niña, levántate hacia mí: no por tu mérito, sino por mi gracia. Álzate por mi: el hecho de ser curada no depende de tu virtud" (Omelie sul Vangelo di Marco, 3).