domingo, 30 de octubre de 2022

El Espíritu Santo eficaz

Pensemos en el Espíritu Santo, no únicamente en el tiempo de Pascua, sino siempre, ya que vivimos por su acción. Es el Espíritu Santo quien continuamente santifica al Cuerpo místico de Cristo y quien sostiene y eleva las almas hasta Dios.


El gran Don del Señor resucitado será siempre el Espíritu Santo. Sin Él no hay vida, ni santidad, ni plenitud; sin Él la redención no se podría aplicar en el hoy de la Iglesia, ni llegaríamos a la verdad plena, ni nos recordaría las palabras de Jesús.

Cristo Jesús prometió el Espíritu Santo y lo derramó sin medida para que Él prolongase ahora su acción en la historia, en la Iglesia y en los hombres. El Espíritu Santo realiza en este tiempo la obra de Jesús Salvador. Toma de lo que es de Jesús y lo distribuye; no crea una nueva revelación ni una nueva salvación, calificadas de "espirituales", sino que Él lleva a cabo hoy la misma economía de la salvación, la misma obra redentora de Jesucristo.

viernes, 28 de octubre de 2022

El silencio de los místicos y teólogos (Silencio - X)



El Misterio de Dios está envuelto en silencio de adoración, en un silencio lleno de respeto para no manipular el Misterio y un silencio más elocuente que muchas palabras que jamás llegarán a abarcar y aprehender el Misterio. Recordemos cómo Moisés adora y acoge la revelación descalzo y de rodillas; el Nombre de Dios no es pronunciado por sumo respeto hacia él, y se buscan circunloquios: “el Tres veces Santo”, por ejemplo.



            El silencio de adoración es lo que más conviene al Misterio de Dios:

            “Dios confía a su Nombre a los que creen en Él; se revela a ellos en su misterio personal. El don del Nombre pertenece al orden de la confidencia y la intimidad. “El nombre del Señor es santo”. Por eso el hombre no puede usar mal de él. Lo debe guardar en la memoria en un silencio de adoración amorosa. No lo empleará en sus propias palabras, sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo” (CAT 2143).

            De este silencio saben los verdaderos místicos y los grandes teólogos, los teólogos auténticos; místicos y teólogos han tratado a Dios, con experiencia del Dios vivo, y saben bien que es inefable y cuán difícil es trasvasar lo que ellos han visto y oído, la Palabra de vida que han palpado, al lenguaje humano para comunicarlo, verbalizarlo, analizarlo. Ante el Misterio de Dios, el hombre no encuentra palabras apropiadas para expresar aquello que ha gustado, aquello que le ha sido mostrado. Por eso muchos auténticos teólogos y los grandes místicos necesitan el silencio adorante como expresión suprema; “el hablar del místico es un hablar contra las palabras; cuanto más habla más se da cuenta de que tiene a disposición una lengua muerta, hecha de palabras gastadas; cuanto más trata de comunicarse menos se explica. En semejante situación, la única opción que le queda es el silencio. Y, en efecto, el místico sufre, más que nadie, el embarazo de las palabras y la fascinación del silencio”[1].

miércoles, 26 de octubre de 2022

La revelación actualizada (SC - XVIII)



Entiéndase “actualizada”: hecha presente, resonando de nuevo, con la fuerza y el poder del Espíritu Santo, hablando a los corazones, interpelando las conciencias, reclamando asentimiento, esperando respuesta.

            En la liturgia se actualiza la revelación de Dios en su Palabra porque es leída con la luz de Cristo resucitado que es el intérprete y clave de todo: de ahí que durante la Pascua, el cirio pascual brille encendido junto al ambón o que la liturgia de la Palabra tenga un orden: primero el AT, luego el NT y su luz al final leyendo el Evangelio, de pie, enmarcado con el Aleluya. Se toman las Sagradas Escrituras, que son veneradas, y resuenan para la Iglesia en un diálogo esponsal de Cristo con su Esposa. El Espíritu Santo hace vivas y actuales estas Palabras:



“Para que la palabra de Dios realmente produzca en los corazones aquello que se escucha con los oídos, se requiere la acción del Espíritu Santo, por cuya inspiración y ayuda, la palabra de Dios se convierte en el fundamento de la acción litúrgica y en norma y ayuda de toda la vida.
Así pues, la actuación del Espíritu Santo no sólo precede, acompaña y sigue a toda la acción litúrgica, sino que también sugiere al corazón de cada uno todo aquello que, en la proclamación de la palabra de Dios, ha sido dicho para toda la comunidad de los fieles” (OLM 9).

            Y el Espíritu, en el silencio sagrado de la liturgia, logra la plena resonancia en los corazones, por ejemplo, en el Oficio divino: “según la oportunidad y la prudencia, para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia, es lícito dejar un espacio de silencio…” (IGLH 202).

            Las lecturas bíblicas en toda celebración litúrgica y el canto de los salmos conforman el tejido de la liturgia. Es algo más que mera ilustración de hechos religiosos del pasado o adoctrinamiento moral. Es momento epifánico, de revelación: ¡Dios hablando! Todo esto se contiene en la constitución Sacrosanctum Concilium.

lunes, 24 de octubre de 2022

Sentencias y pensamientos (XXXIV)

59. "Misericordia, Señor, hemos pecado", de verdad, sí, hemos pecado: hemos sido soberbios, orgullosos, altaneros; no hemos mirado con compasión porque sólo nos mirábamos a nosotros mismos... Hemos sido infieles a Ti, hemos olvidado nuestras fidelidades, hemos sido egocéntricos, inmaduros. Hemos confundido el amor con una posesión superficial y egoísta.
 



"Misericordia, Señor, hemos pecado". Ahora comienza la Cuaresma como renovación de la vida cristiana para que sea "cristiana" de veras y llegar a la Noche santísima de la Pascua, transformados, libres, transfigurados.



 

60. "El que teme a Dios de todo sale bien parado", dice el Eclesiastés (cap. 6): confianza, eaperanza, para quien teme a Dios, es decir, para quien lo ama y obedece. Todo sirve para el bien. Todo es gracia..., de todo sale bien parado. ¡Adelante!


 

sábado, 22 de octubre de 2022

Liturgia, teología, fe de la Iglesia (I)



Para conocer la liturgia, incluso para decir que se sabe de liturgia, hay que conocer bien su teología, alcanzar una visión panorámica, una perspectiva completa. De verdad, es urgente que desterremos la idea de que conocer la liturgia es escribir o leer unas moniciones o inventar un ofertorio lleno de “ofrendas simbólicas”[1]… o que saber de liturgia es conocer únicamente rúbricas, sin saber ni su sentido, ni su historia, ni el porqué.



1. Hay que ir más allá, más adentro de la liturgia. A la hora de plantear, por ejemplo, la asignatura de Liturgia, o un plan de formación en catequesis de adultos, o un Curso formativo, etc., lo primero es ahondar en la teología de la liturgia. Eso evitará muchos despropósitos después… y los despropósitos que padecemos no son sino resultado de esa crasa ignorancia.

Los documentos de la Iglesia, al abordar el estudio de la liturgia, señalan como primer punto la teología de la liturgia. Ya sabemos que el Concilio Vaticano II señaló esta asignatura de liturgia “entre las materias principales, y debe ser enseñada ya bajo el aspecto teológico e histórico, ya bajo el aspecto espiritual, pastoral y jurídico” (SC 16).

 El aspecto teológico de la liturgia debe conducir a “mostrar la estrecha relación existente entre la liturgia y la doctrina de la fe; esta relación debe ser puesta de relieve en la enseñanza”[2].

jueves, 20 de octubre de 2022

Gloria del Señor, glorificación de Jesús



Vayamos contemplando lo que es la gloria para el NT desde la perspectiva del cuarto evangelio, el que más usa este concepto, con la aportación de otros versículos del NT.


Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Padre, glorifica tu Nombre. Vino entonces una voz del cielo: "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré" (Jn 12,23b.28)



 Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Ya que le has dado poder sobre toda carne, que dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese (Jn 17,1-2.4-5).



         Todo tiende hacia una hora suprema y definitiva: la de la glorificación del Hijo único del Padre, que incluso es suplicada por Jesús. "Glorifica tu Nombre" es glorificar a Jesucristo mismo, que tiene el "Nombre-sobre-todo-nombre" (Flp 2,5ss), el Nombre Salvador de Dios, puesto que "bajo el cielo no se nos ha dado otro Nombre que pueda salvarnos" (Hch 4,12).

martes, 18 de octubre de 2022

Santificándonos por la liturgia (Nicolás Cabasilas)

La santificación de los fieles, o con términos más usuales y contemporáneos, la vocación a la santidad, se realiza por gracia de Quien es el único Santo. La santidad es obra de Jesucristo Santísimo: 



“Porque nadie tiene por sí mismo la santidad, y ésta no es fruto de la humana virtud, sino que todos (la reciben) de Él y por Él. Es como si hubiera muchos espejos puestos bajo el sol: en realidad hay un único sol que resplandece en todos ellos. De igual manera, el único santo (Jesucristo), penetrando (por así decir) en los fieles, se manifiesta en muchas almas y hace que aparezca en muchos la santidad” (XXXVI, 5). 

Tras la distribución de la santa comunión, se canta la acción de gracias y la doxología: ¡se ha realizado la santificación!, en el doble sentido constante que considera el autor: las ofrendas se han santificado al ser consagradas y los fieles son santificados por la divina liturgia. 

Así escribe: 


“Al llegar a este momento, la sagrada liturgia ha alcanzado su total cumplimiento y el rito de la divina Eucaristía toca a su fin: las ofrendas han sido santificadas y ellas mismas han santificado al sacerdote y a cuantos le rodean;  después, por medio de ellos, también han perfeccionado y santificado al resto de la asamblea” (XLI, 1). 

domingo, 16 de octubre de 2022

Vivencia cristiana de la enfermedad

El Misterio del dolor y de la cruz humanamente son inexplicables; sólo la luz de la revelación, del Evangelio del sufrimiento en Cristo, permiten atisbar el sentido salvífico y redentor de la enfermedad y del sufrimiento en general.

Hay que saber vivir y morir, trabajar y descansar, todo por la gloria de Dios, ¡¡la gloria de Dios!!, porque toda otra gloria es vana, vacía, ínútil, estéril.

Estando sanos, habremos y podremos ejercer obras de misericordia. Pero, ¿estando débiles, pobres o enfermos, qué se puede hacer?

"Puedes visitar a un enfermo, ir a ver al encarcelado, dar de beber un vaso de agua fresca, recibir al huésped bajo tu techo, entregar dos óbolos como la viuda, y consolar a los afligidos. Ciertamente, esto es también limosna. ¿Estás solo y totalmente pobre, débil de cuerpo y no puedes caminar? Sufre todo eso dando gracias, y recibirás una gran recompensa" (S. Juan Crisóstomo, Com. Sal. 127,2,3).

La enfermedad, por su situación de debilidad, afecta al cuerpo e igualmente, incluso en mayor medida, al alma, con tentaciones y dificultades espirituales y morales. El enfermo se ve abocado a un combate con sus propias tentaciones.

lunes, 10 de octubre de 2022

De la templanza, la abstinencia, ayuno y castidad (I)



5. La virtud de la templanza modera la inclinación a los placeres sensibles tanto del gusto como del tacto, para que la sensualidad, nuestra carnalidad nunca se desborde y ciegue al alma. La templanza regula y ordena el deseo de lo sensible y que provoca placer, incluso aunque el placer deseado no sea malo en sí.



En lo referente a la comida, la virtud de la abstinencia cuida de comer sólo lo necesario en cantidad suficiente, pero sin convertir la mesa y el estómago en un ídolo, privándose de algo de comida y de lo superfluo. La abstinencia de carne el miércoles de ceniza y los viernes cuaresmales indican esa moderación, y es de carne porque era el producto normal que se podía adquirir y comprar siglos atrás. Hoy, salvaguardando esa abstinencia de carne, hay que moderarse en la comida, comiendo los días de abstinencia algo sencillo, lo suficiente para estar alimentado con algo de privación.

En lo referente a la bebida, la virtud de la sobriedad regula la ingestión de alcohol, que suele ser fruto de un vacío interior y necesidad de una compensación. La sobriedad vigila la bebida.

sábado, 8 de octubre de 2022

Padrenuestro - y V (Respuestas - XLI)



9. Muchos son los comentarios que los Padres hicieron sobre la Oración dominical para desentrañar su contenido: Orígenes, Tertuliano y Cipriano en sus tratados sobre la oración, S. Cirilo de Jerusalén en sus catequesis mistagógicas, S. Ambrosio en su tratado mistagógico sobre los sacramentos, S. Agustín en sus sermones a los catecúmenos en la entrega de la Oración dominical y cartas, etc.



Cedamos la voz a los Padres. Un primer ejemplo podría ser la mistagogia que realiza S. Cirilo de Jerusalén a los recién bautizados:

«Padre nuestro que estás en los cielos» (Mt 6,9). ¡Oh gran misericordia de Dios para con los hombres!, juntamente con su amor. Hasta tal punto se compadeció de quienes se apartaron de él y se afirmaron en los mayores males que les concedió el olvido de las injurias y la participación en la gracia de modo que le llamasen Padre: «Padre nuestro que estás en los cielos». Pues del cielo habían de ser quienes llevarán la imagen del cielo, en quienes Dios habita y con quienes él camina.

«Santificado sea tu nombre». Por su naturaleza el nombre de Dios es santo, digámoslo nosotros o no lo digamos. Pero ya que, por medio de quienes pecan, se le profana en ocasiones, según aquello de que «el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones», oramos para que en nosotros sea santificado el nombre de Dios. Y no es que comience a ser santo porque anteriormente no lo fuese, sino que en nosotros se hace santo cuando nos santificamos nosotros mismos y hacemos cosas dignas de la santidad.

martes, 4 de octubre de 2022

Aprendiendo de la oración de los santos (Palabras sobre la santidad - CI)



            Los santos llegaron a ser santos, y respondieron a lo que Dios les pedía, porque estaban amasados por tiempos de oración, espacios fijos y diarios de oración, donde se encontraban a solas con el Solo, tratando de amistad con el Amado.



            No fueron santos porque se le propusieran, por el mero esfuerzo moral; no lo fueron porque hubiera en ellos una naturaleza superior, más capaz que la nuestra; tampoco porque fueran buenas personas, definidas así por el mundo; no fueron santos meramente por obras exteriores. La santidad hay que buscarla en otro lugar más interior, más íntimo: en su vida de oración que los fue transformando y uniendo al Señor, recibiendo todo de Dios y dejándose forjar.

            La santidad está amasada con horas de oración, con horas de contacto vivo con Cristo, cara a cara. No hay santo sin oración, no hay santidad sin vida espiritual, interior, recogida, con el Señor. Podrá haber activismo, hasta protagonismo, incluso buena voluntad, pero no santidad cristiana. Y esto es así no sólo en los santos contemplativos y místicos, sino en los santos dedicados a la enseñanza, a la misión, a los enfermos, a la caridad, al trabajo profesional y a la propia familia en el estado seglar.

domingo, 2 de octubre de 2022

Silencio de los misterios de Dios (Silencio - IX)



Los grandes misterios divinos, en los que Dios interviene, no son ruidosos ni clamorosos, espectaculares o populistas buscando el aplauso; transcurren en el silencio y reclaman la obediencia de la fe. “El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe” (CAT 498). Así lo explicaba S. Ignacio de Antioquía: “El príncipe de este mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así como la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios” (A Efes., 19,1).


            El silencio es la disposición habitual de la Virgen María ante los misterios; ella “conservaba todas estas cosas en su corazón” y las meditaba “a lo largo de todos los años en que Jesús permaneció oculto en el silencio de una vida ordinaria” (CAT 534). La Virgen es Virgen orante, contemplativa. En ese silencio se realizó la Encarnación del Verbo, en ese silencio vivió la Virgen meditando:

            “A ella, durante los días en los que “dio a luz a su hijo primogénito” (Lc 2,7), le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos: no sólo el nacimiento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje desde Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la búsqueda de un refugio para la noche; y después el canto de los ángeles, la visita inesperada de los pastores. En todo esto, sin embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se siente aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón, reflexionando sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener en medio de los acontecimientos a veces turbulentos y confusos de la historia, acontecimientos cuyo sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan” (Benedicto XVI, Hom., 1-enero-2013).