jueves, 30 de junio de 2022

Imitadores de Cristo (Palabras sobre la santidad - XCIX)



            Que la santidad es cristocéntrica, es algo irrebatible, indudable. ¡Si basta conocer a los santos para darse cuenta! Ellos tuvieron un gran amor, el amor de Cristo, con el que todo lo vencían fácilmente y del que nada los pudo separar (cf. Rm 8,31-39). Su vivir fue Cristo, la vida para ellos era Cristo. Se unieron a Él por gracia hasta el punto de poder afirmar: “es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).



            Nada antepusieron al amor de Cristo. Es más, le siguieron, caminaron tras Él y en ese seguimiento amoroso fueron haciéndose imitadores de Cristo, de sus actitudes y sentimiento, de su sed de redención y abandono filial en el Padre.

            Su vida era Cristo y ellos no se entendían a sí mismos sin esta referencia a Jesucristo. Todo lo realizaban por amor de Cristo. Obraban mirando a Cristo. Servían a sus hermanos para imitar más profundamente a Cristo, servidor de todos. Y abrazaban la cruz, cuando se presentaba, para unirse más a Jesús crucificado.

martes, 28 de junio de 2022

Lecciones cristianas sobre el sufrimiento

El sufrimiento adquiere valor y un sentido nuevo cuando, en Cristo, se vive y se ofrece con amor. Es el amor la medida de todas las cosas y es el amor lo que da valor a que vivimos y a lo que hacemos. Entiéndase amor como la virtud sobrenatural de la caridad, y no como un mero sentimiento afectivo.


El amor del Corazón de Cristo, obediente al Padre, tanto nos amó que se entregó hasta la muerte y muerte de cruz. Fue un amor redentor, un amor capaz de asumir el sufrimiento en favor de los demás porque sólo el amor verdadero está abierto a la entrega y al sacrificio.

El contenido es el amor, y con este amor sobrenatural, respondiendo al amor de Cristo, el propio sufrimiento se puede ofrecer y alcanza un sentido y un valor salvíficos. El amor, pues, nos enseña a vivir el sufrimiento.

viernes, 24 de junio de 2022

Silencio: La voz de la conciencia (Silencio - V)



La conciencia es el órgano interior que nos permite reconocer la Verdad y adecuar nuestra vida a la Verdad. Pero la conciencia necesita del silencio para hacerse oír. “La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla” (GS 16).



            Con palabras de Juan Pablo II en la Veritatis splendor: “la conciencia, en cierto modo, pone al hombre ante la ley, siendo ella misma «testigo» para el hombre: testigo de su fidelidad o infidelidad a la ley, o sea, de su esencial rectitud o maldad moral. La conciencia es el único testigo. Lo que sucede en la intimidad de la persona está oculto a la vista de los demás desde fuera. La conciencia dirige su testimonio solamente hacia la persona misma. Y, a su vez, sólo la persona conoce la propia respuesta a la voz de la conciencia” (VS 57). El testimonio de la conciencia dirigirá al hombre si éste es capaz de escuchar este testimonio, entrando en diálogo consigo mismo:

“Nunca se valorará adecuadamente la importancia de este íntimo diálogo del hombre consigo mismo. Pero, en realidad, éste es el diálogo del hombre con Dios, autor de la ley, primer modelo y fin último del hombre. «La conciencia —dice san Buenaventura— es como un heraldo de Dios y su mensajero, y lo que dice no lo manda por sí misma, sino que lo manda como venido de Dios, igual que un heraldo cuando proclama el edicto del rey. Y de ello deriva el hecho de que la conciencia tiene la fuerza de obligar». Se puede decir, pues, que la conciencia da testimonio de la rectitud o maldad del hombre al hombre mismo, pero a la vez y antes aún, es testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la intimidad del hombre hasta las raíces de su alma, invitándolo «fortiter et suaviter» a la obediencia” (VS 58).

miércoles, 22 de junio de 2022

Sentencias y pensamientos (XXX)


28. Dice Cristo: "amaos... COMO YO os he amado"; es decir, con intensidad, con entrega, donándose, dándose... Es amor de hermano que se preocupa de su hermano, que hace suyo lo del hermano, que vive en comunión con el hermano. ¡¡Así nos ama Cristo!! Esa es la medida del amor verdadero y esa es la medida para amar a los hermanos.


 



29. El "amad a los enemigos y rezad por los que os persiguen", siempre difícil, es poner muchas veces cara de tonto, de "no pasa nada", y tragar, disimulando, los feos, los desprecios y menosprecios..., mientras se intenta sonreír con bondad -sin hipocresía-.

Y si los demás creen que somos tontos, ¡que crean lo que quieran!, es que seguimos al Maestro, obedecemos su Palabra, aunque de tontos no tengamos ni un pelo.




30. "Quien no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?" (1Jn 4).

El hermano es el criterio y la medida, no las palabras grandilocuentes, los discursos entusiasmantes...; el hermano y sólo el hermano es el criterio y medida del amor de Dios que no son palabras, sino verdades, que implican, que exigen...

Añado más: amar, lo que se dice amar, es obrar el bien; es tener detalles, cercanía, presencia, preocupación por el otro, caminar con él, aceptarle, animarle, exhortarle, escucharle... compartir la vida.

lunes, 20 de junio de 2022

Uso teológico de la liturgia (S. Basilio)

Como Padre, san Basilio vive de la liturgia y constituye el referente de su predicación y de su teología. Por ello argumenta con los mismos textos de la liturgia que expresan la fe de la Iglesia.



Así comienza, para tratar sobre el Espíritu Santo, su acción en nosotros y su divinidad, la doxología trinitaria que se canta en la liturgia.



Las doxologías expresan la fe rectamente trinitaria, y su variedad no es sinónimo de heterodoxia, porque pueden decir de la Trinidad aspectos distintos según las preposiciones que unan a las divinas Personas y se remonta a las preposiciones que utiliza el Apóstol en sus propias doxologías epistolares. 

Vuelve san Basilio sobre la doxología refutando a los adversarios:


“Me gustaría, sin embargo, aprender de esta nueva sabiduría qué clase de doxología realizó el Apóstol mediante la palabra “en”, ateniéndonos a la regla que éstos aducen ahora como procedente de las Escrituras. Yo, de hecho, en ninguna parte hallo que se diga: “A ti, Padre, la gloria, por medio de tu Unigénito, en el Espíritu Santo”, expresión que para ellos precisamente es ahora más familiar que el respirar, por así decirlo. Se puede hallar cada una de ellas por separado, efectivamente, pero de ningún modo pueden ellos demostrar que se hallen juntas y en este orden.
Por tanto, si discuten con rigurosa exactitud acerca de lo que está escrito, que muestren de dónde sacan lo que dicen. Y si ellos ceden a la costumbre, que no nos lo impidan a nosotros” (25, 58).


sábado, 18 de junio de 2022

Padrenuestro - I (Respuestas - XXXVII)



1. La oración propia de los hijos de Dios, es decir, de los bautizados que han recibido el espíritu filial de adopción según san Pablo (Rm 8,15), es el “Padrenuestro”, también llamado “oración dominical”, es decir, “oración del Señor”, pues fueron los labios de Cristo los que la pronunciaron para nosotros, encomendándonos: “Cuando oréis, decid: Padre nuestro…” (Lc 11,2).

            Es oración tan propia de los hijos de Dios, de los bautizados, que los catecúmenos –ni antes ni ahora- la rezaban. Eran despedidos tras la homilía porque no eran fieles cristianos todavía para poder participar de la oración común. Cuando han sido ya elegidos para ser bautizados en la próxima Vigilia pascual, se les realiza el rito de la entrega del Padrenuestro. Transcurre en la V semana de Cuaresma.



            Muy claro explica el motivo el Ritual de la Iniciación cristiana de adultos: “También se entrega a los elegidos la ‘Oración dominical’ que desde la antigüedad es propia de los que han recibido en el Bautismo el espíritu de los hijos de adopción, y que los neófitos recitan juntamente con los demás bautizados al participar por primera vez en la celebración de la Eucaristía” (RICA 188).

            En una celebración, tras las lecturas bíblicas, se proclama el Evangelio donde el Señor pronuncia el Padrenuestro, con esta admonición del celebrante a los elegidos: “Ahora escuchad cómo el Señor enseñó a orar a sus discípulos” (RICA 191). Tras la homilía se ora por los elegidos.

miércoles, 15 de junio de 2022

Liturgia terrena y liturgia celeste - y II (SC - XIII)



3. La liturgia de la tierra se une a la liturgia del cielo e intenta reproducirla. Así, quien participe en la liturgia terrena debe sentirse ya en el cielo, adorando a Dios. Es un modo de celebrar, un clima, un espíritu, para que nuestras liturgias terrenas copien y plasmen la divina liturgia del cielo. ¡Sí, una liturgia divina, celestial, adorante! Como hemos visto al describir el Apocalipsis, “en esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos” (CAT 1139).

            La liturgia constantemente tiene presente esta dimensión celestial y la recuerda en sus ritos y textos litúrgicos. Al celebrar la Santa Misa, siempre, “con fe viva proclamamos su resurrección y con esperanza firme anhelamos su venida gloriosa” (Pf común V). La liturgia y la santa Eucaristía sostienen nuestra esperanza en la espera de la Parusía.


            Cada día, la liturgia –en el Oficio divino y en la Misa- por tres veces pide: “venga a nosotros tu Reino”, sabiendo que orando y celebrando “el poder transformador del Espíritu Santo en la Liturgia apresura la venida del Reino” (CAT 1107). Pensemos que “al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino” (CAT 2633).

            La celebración eucarística acrecienta la esperanza del Reino futuro “mientras esperamos su venida gloriosa” (PE III), elevando la mirada la patria celestial: “merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas” (PE II) suplicando “que todos tus hijos nos reunamos en la heredad de tu Reino” (PE IV). Peregrinos hacia el cielo, rogamos que Dios nos libre de todos los males “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo” (Embolismo Padrenuestro) “y nos lleve a la vida eterna” (Acto penitencial). En la celebración eucarística incluso hay una identificación entre el altar de la tierra y el altar del cielo del que habla el Apocalipsis: “te pedimos humildemente que esta ofrenda sea llevada a tu presencia hasta el altar del cielo por manos de tu ángel” (Canon romano).

lunes, 13 de junio de 2022

De la justicia, la piedad y la obediencia (II)



2. La segunda  virtud de este grupo es la virtud de la piedad, que regula los deberes con los padres. 

Por mucho que les demos, de ellos hemos recibido siempre más, comenzando porque ellos nos transmitieron la vida y, muchas veces, la fe; por eso no hay proporción entre lo que se da y lo que ya hemos recibido. 




A los padres hay que “honrarlos” (Ex 20,12) según el cuarto mandamiento. 

Eso incluye amarlos, respetarlos, cuidarlos con cariño, aprender de su sabiduría de vida, pero sin ser acaparados por los padres, pues antes que los propios padres está el Señor. 

sábado, 11 de junio de 2022

¡¡Jesucristo!! Él en todo.

Muy bien escrito, este "testamento espiritual" entregado al P. Grandmaison puede servirnos para centrar la vida en Cristo y darnos cuenta de hasta qué punto Jesucristo lo ha de ser todo.

Nada más querido que Jesucristo.

Nada más deseado que Jesucristo.

Nada mejor que Jesucristo.



Él en el centro del corazón.

Él en el centro de la inteligencia que lee, piensa, reflexiona.

Él en el centro de nuestras palabras, anunciándolo siempre.

¡Jesucristo! Él da coherencia y unidad interna a lo que somos, a lo que trabajamos, a lo que estudiamos y meditamos, al apostolado y testimonio.

¡Jesucristo siempre!

***



Testamento espiritual del P. Longhaye al P. Grandmaison, al fin del juniorado


            En cuanto al método y materia de sus estudios, deje Vd. obrar a la Compañía y trabaje de acuerdo con ella, teniendo siempre fijos los ojos en el fin supremo que es JESUCRISTO. Él es todo. Vd. lo sabía antes de oírlo tantas veces de mis labios; mi lección favorita ha caído sobre un terreno ya sembrado y fecundo. Vd. la repetirá a otros, pero ante todo la practicará a la letra.

            Si este testamento tuviera fuerza obligatoria, añadiría una cosa, solo una. Fíjese en la relación que tiene Jesucristo con cada una de las materias de sus estudios y así tendrá Vd. un medio más o menos directo de hacer de cada materia un argumento en pro de Jesucristo. Todo lo demás es curiosidad más o menos vana, ya que es más o menos incompleta o vacía. Y si el Señor le concediera a Vd. otros cuarenta o cincuenta años de vigor intelectual, aún sería poco para estudiar a Jesucristo y la relación que tienen con él todas las cosas divinas y humanas.

jueves, 9 de junio de 2022

La nube, signo de la gloria del Señor



         Iniciábamos este recorrido con los significados de la perícopa del sacerdotal Ex 40,34-38, encontrándonos estos símbolos, variados y hermosos:

     1. La gloria del Señor.-

La nube es, en primer lugar, el signo visible de la gloria del Señor, de su majestad en medio de su pueblo peregrino. Así rubrica el Señor la alianza sellada en el Sinaí, manifestándose gloriosamente. La nube es un elemento fundamental en cualquier teofanía que las Escrituras describen, porque siempre será una señal de que Dios se hace presente con su gloria. 




Es el signo primordial de la nube en el que nos detuvimos al iniciar el trabajo. El anan -nube- se identificará plenamente con el kabod -gloria- de Yahvé. Esta idea estará de fondo siempre que la Escritura use la nube como signo y vehículo de la manifestación del Señor: la gloria. Una gloria que es manifestada en cuanto luz[1]: la columna de fuego por la noche, la nube durante el día, produciendo sombra. 

Desde esta clave, el signo luz-vida, fuego-gloria, será una constante en toda la Escritura, especialmente en el Evangelio de Juan: "hemos visto su gloria" (Jn 1,14), hemos visto la luz del Señor, manifestada en Cristo Jesús.


martes, 7 de junio de 2022

El ministerio sacerdotal

Conviene, como una nota, una señal, un recordatorio para todos, entrar de vez en cuando en el ejercicio del ministerio sacerdotal, en sus notas, en sus características, en su vertiente de "officium amoris" (ministerio de amor), en su espiritualidad.

La visión secularizada del sacerdote lo ha reducido a líder o animador de la comunidad, o aquel que sólo se debe reducir a tareas seculares, sociales o benéficas. Pero el ministerio es una identidad del propio ser con Jesucristo Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del Orden. Posee rasgos distintivos propios, aquellos que le vienen del sacramento, para el servicio de la Iglesia. Por eso conviene tanto para el sacerdote la santidad, para ser una transparencia e icono, imagen visible, de Cristo.

En una alocución al clero romano, que cada año se tiene en Cuaresma, el Papa Pablo VI les ofrece a los sacerdotes de su diócesis de Roma tres certezas sobre las que crecer y robustecerse.


"Ante todo, la certeza de ese nexo original, irrevocable, inefable que os une a Cristo y que llamamos sacerdocio.

El sacerdocio no es un simple oficio eclesiástico, un simple servicio prestado a la comunidad; es un sacramento, una santificación interior consistente en la colación de especiales y portentosos poderes que capacitan al sacerdote para obrar 'in persona Christi' y por ello le confieren un 'carácter' especialísimo, indeleble, que lo califica ante Cristo como su instrumento vivo y con ello le pone en especial e inagotable relación de amor con Cristo: "Vos amici me estis" (Vosotros sois mis amigos, Jn 15,14). Nuestra vida espiritual debería alimentarse constantemente con la conciencia de nuestra ordenación y de la elección amorosa que Cristo hizo de nosotros: "Ego vos eligi" (Yo os he elegido, Jn 15,16) y no experimentaría oscilaciones de duda y de tibieza si esta inmanente voluntad amorosa y potente de Cristo de querer actuar mediante nuestra humilde persona, siempre disponible para Él, la descubriésemos como una invitación a una intimidad confiada.

domingo, 5 de junio de 2022

La gran y bella solemnidad de Pentecostés



Llegado el día mismo de Pentecostés, tras una semana intensa de preparación, una palabra caracteriza la solemnidad del día: “hoy”, “hodie”. 


La liturgia presencializa los misterios salvadores y los hace contemporáneos de cada generación, cada año litúrgico, superando el recuerdo subjetivo, para comunicar su presencia y su gracia eficaz. 


“Cuando la Iglesia celebra el Misterio de Cristo, hay una palabra que jalona su oración: ¡Hoy!... Este "hoy" del Dios vivo al que el hombre está llamado a entrar, es la "Hora" de la Pascua de Jesús, que atraviesa y guía toda la historia humana” (CAT 1165).


Este “hoy” tiñe de un color nuevo y distinto las grandes solemnidades del año litúrgico comunicando su eficacia salvadora; “la liturgia celebrada en días fijos está toda ella impregnada por la novedad del Misterio de Cristo” (CAT 1164). 

Por eso cada solemnidad de cada año litúrgico “es un tiempo que se repite como en una espiral progresiva y va hacia la parusía del Señor. No es un monótono repetirse de las cosas, sino la oportunidad de un continuo paso del Señor y de sus misterios en su Iglesia”[1], gracias, precisamente, al Espíritu: 

viernes, 3 de junio de 2022

La vigilia de Pentecostés



Pentecostés es una de las solemnidades del año litúrgico que en rito romano cuenta con una Misa vespertina propia, con sus lecturas y eucología, y otra Misa propia y exclusiva del día, como la Natividad del Señor, la Pascua, las solemnidades de san Juan Bautista y de san Pedro y san Pablo y la Asunción de Nuestra Señora. No son intercambiables estos formularios, y en casos tan claros como éste de Pentecostés, es completamente distinta la Misa vespertina de la Misa del día, donde se lee la lectura de Hch 2 en el “hoy” (hodie) de la Iglesia, y no anticipada a la tarde anterior, para respetar  miméticamente la cronología.



Esta Misa, a tenor de las rúbricas del Misal, se puede enriquecer, por una parte, con el canto de las Vísperas y/o la liturgia de la Palabra de manera más desarrollada, con cuatro lecturas del Antiguo Testamento con sus salmos y oración, el canto el Gloria y la colecta, epístola, Aleluya y Evangelio.

Las lecturas para la Misa vespertina en forma vigiliar ofrecen la perspectiva de la historia de la salvación donde el Espíritu Santo actúa y salva hasta ser derramado a toca carne por la glorificación de Jesús. Así la historia de la salvación continúa y se prolonga en este tiempo último y definitivo por la acción santificadora del Espíritu con sus ministerios y carismas, con sus dones y frutos.

La primera lectura es la construcción de la torre de Babel (Gen 11,1-9), donde el Señor confundió la lengua de toda la tierra. La soberbia del hombre buscó ser igual a Dios edificando algo que mostrara su grandeza, y la propia soberbia terminó por arruinarse ya que, buscando cada uno su propio interés, es imposible que se entiendan. El pecado engendra confusión, crea enfrentamiento, rompe la armonía, fomenta la división. La oración que corresponde a esta lectura recordará esta elección de Dios sobre la Iglesia y su destino: “haz que tu Iglesia sea siempre una familia santa, congregada en la unión del Padre, del Hijo y del Espíritu, que manifieste al mundo el misterio de tu unidad”.

miércoles, 1 de junio de 2022

Orando y preparándonos a Pentecostés



La liturgia actualiza los misterios de la salvación, los acontecimientos salvadores. Aquel momento único e irrepetible que fue la oración de los Apóstoles con María Santísima en el Cenáculo desde la Ascensión en adelante, se prolonga, se actualiza en la oración que hoy la Iglesia realiza. 



La séptima semana de Pascua se une a aquella oración apostólica y mariana, preparándonos a la culminación del Misterio pascual del Señor. Esta séptima semana de la Pascua posee sabor de Cenáculo. En estos días de Pascua, Dios ha dado “en la Iglesia primitiva un ejemplo de oración y de unidad admirables: la Madre de Jesús, orando con los apóstoles”[1].

La liturgia misma de la VII semana de Pascua es la prolongación de ese misterio y la preparación más eficaz y completa de la venida del Espíritu en Pentecostés. El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia ofrece una sensata orientación: 


“En realidad, en el Misal y en la Liturgia de las Horas, sobre todo en las Vísperas, esta "novena" ya está presente: los textos bíblicos y eucológicos se refieren, de diversos modos, a la espera del Paráclito. Por lo tanto, en la medida de lo posible, la novena de Pentecostés debería consistir en la celebración solemne de las Vísperas. Donde esto no sea posible, dispóngase la novena de Pentecostés de tal modo que refleje los temas litúrgicos de los días que van de la Ascensión a la Vigilia de Pentecostés” (n. 155).


Los elementos que la liturgia nos proporcionan son abundantes y variados en esta VII semana. Posee elementos propios para la Liturgia de las Horas, distintos a los de las seis semanas anteriores.