miércoles, 26 de julio de 2023

Silencio en los ritos iniciales de la Misa (Silencio - XXV)



Dos momentos de silencio se prescriben en los ritos iniciales de la Misa, ambos diferentes en su sentido.

            El acto penitencial comienza con una invitación del sacerdote a reconocer los pecados ante Dios para celebrar los sagrados misterios, tras lo cual se dejan unos momentos de silencio: "Después el sacerdote invita al acto penitencial que, tras una breve pausa de silencio, se lleva a cabo por medio de la fórmula de la confesión general de toda la comunidad, y se concluye con la absolución del sacerdote que, no obstante, carece de la eficacia del sacramento de la Penitencia" (IGMR 51).



En el acto penitencial, el recogimiento se vuelve una humilde súplica de perdón y de reconocimiento de la propia debilidad, para después, en común, pedir perdón al Señor.

            El segundo momento de silencio, igualmente de unos momentos, reposado, y no omitido, es tras el “Oremos” de la oración colecta. Se requiere que sea de verdad una pausa:


"En seguida, el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse “colecta” y por la cual se expresa el carácter de la celebración" (IGMR 54).


lunes, 24 de julio de 2023

La escatología esperada (Palabras sobre la santidad - CX)



            Lo escatológico no es solamente lo último, más allá del tiempo y de la historia; no es solamente, para el alma individual, las realidades últimas del juicio particular, cielo, infierno y purgatorio: lo escatológico está ya presente pero aún no realizado, porque la escatología se vislumbra ya, entra en lo histórico, es nuestro deseo y nuestra meta.



            La Iglesia misma es peregrina y la escatología ilumina su realidad histórica, la orienta. No está encerrada sólo en el tiempo y para este mundo, en cuyo caso, olvidada la escatología, se convertiría en una simple ONG de tareas humanitarias y solidarias. El destino de la Iglesia no es este mundo ni suplir las carencias de los Estados y sus gobiernos, sino el reino de Cristo y la eternidad bienaventurada.

            La constitución Lumen Gentium aborda estas relaciones en su capítulo VII, “Índole escatológica de la Iglesia peregrinante y su unión con la Iglesia celestial”. La Iglesia “no alcanzará su consumada plenitud sino en la gloria celeste” (LG 48). La renovación final de todas las cosas, de todo lo creado, “en cierta manera se anticipa realmente en este siglo, pues la Iglesia, ya aquí en la tierra, está adornada de verdadera santidad” (LG 48).

domingo, 16 de julio de 2023

Dios manifiesta su Gloria en el hombre creado (II)


El culmen de toda la creación es el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, que es constituido señor de la creación, co-creador con Dios: "le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies" (Sal 8). Ya sólo este principio corregiría todo falso ecologismo, tan extendido.
  

 
El hombre es creado por pura bondad de Dios, mostrando así su gloria; crea al hombre libre, dialogante, señor, con capacidad para amar. Todo hombre, por tanto, es un signo de la gloria del Señor:

Sobre todo has dejado la huella de tu gloria en el hombre, creado a tu imagen. Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano en el proyecto de la creación y le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo[1].

El hombre es creado como signo del poder de Dios que llama a la existencia a lo que no existe, como signo de la santidad de Dios y de su libertad, siendo su creatura preferida y amada. 

viernes, 14 de julio de 2023

La virtud de la paciencia (y IV)

7. La paciencia es una virtud que, con el auxilio constante de la Gracia, podremos ir adquiriendo mediante actos repetidos de paciencia, comenzando por dominarnos, controlar la ira, no hablar sin estar calmados, saber callar y humillarse en pedir perdón cuando la impaciencia nos ha dominado.   



Es un esfuerzo, un combate interior, dificultoso y necesario, pero como Cristo y con Él se puede obtener fruto.

Para ir adquiriendo la paciencia recomienda el apóstol Santiago que tomemos por modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor (5,10).

La paciencia es “fruto del Espíritu Santo” (cf. Gal 5,22), habrá que rogarla insistentemente para que el Señor nos la regale como precioso don.

lunes, 10 de julio de 2023

Magnificat - y II (Respuestas - L)



3. Puede ayudarnos a captar la grandeza de este cántico evangélico la Tradición de los Padres.

            Escribe S. Ambrosio:

“Que resida, pues, en todos el alma de María, y que esta alma proclame la grandeza del Señor; que resida en todos el espíritu de María, y que este espíritu se alegre en Dios; porque, si bien según la carne hay sólo una madre de Cristo, según la fe Cristo es fruto de todos nosotros, pues todo aquel que se conserva puro y vive alejado de los vicios, guardando íntegra la castidad, puede concebir en sí la Palabra de Dios. 

El que alcanza, pues, esta perfección proclama, como María, la grandeza del Señor y siente que su espíritu, también como el de María, se alegra en Dios, su salvador; así se afirma también en otro lugar: Proclamad conmigo la grandeza del Señor.

El Señor es engrandecido ciertamente, pero no en el sentido de que reciba por medio de nuestras palabras algo que a él le faltaba, sino porque con estas palabras él queda engrandecido en nosotros. En efecto, porque Cristo es la imagen de Dios, cuando alguien actúa con piedad y con justicia engrandece la imagen de Dios -pues todo hombre ha sido creado a su imagen y semejanza- y, al engrandecer esta imagen, también él queda engrandecido por una mayor participación de la grandeza divina” (Exp. In Luc., 2,26-27).


            Por su parte, Beda el Venerable comenta el Magnificat casi versículo a versículo:

sábado, 8 de julio de 2023

Oraciones en silencio del sacerdote (Silencio - XXIV)




A lo largo de la liturgia de la Misa, el sacerdote no solamente ora en nombre de todos las distintas plegarias en voz alta, sino que su propio ministerio ordenado recibe una gran ayuda con las oraciones en silencio, submissa voce, que va recitando, atentamente, a lo largo de la santa Misa.



            Ya antes de la Misa, en la sacristía, habrá guardado momentos de recogimiento mientras se revestía, antes de salir al altar de Dios, para adecuar su alma sacerdotal al Misterio que va a ofrecer. Por eso el Ceremonial recuerda cómo hay que cuidar “que se observe el silencio y la modestia en la sacristía y en el secretarium” (CE 37) y es taxativo, antes y después de la celebración, en recomendar: “Pongan todos esmero en guardar silencio, respetando así tanto la común disposición de ánimo como la santidad de la casa de Dios” (CE 170).

            Las oraciones personales del sacerdote, en voz baja, a lo largo de la Misa son:

-          Antes del Evangelio, profundamente inclinado ante el altar (“Purifica, Dios todopoderoso…”)

-          Cuando besa el Evangelio, una vez proclamado (“Las palabras de tu Evangelio borren nuestros pecados”)

-          Al mezclar el agua en el vino del cáliz (“El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina…”)

jueves, 6 de julio de 2023

El incienso (Elementos materiales - V), y 2ª parte



Simbolismo del incienso

            Crea una atmósfera agradable, sagrada, solemne, para la celebración y la oración: es sacrificio, es honor y reverencia, es plegaria “visual, plástica”. El incienso convenía al simbolismo religioso. Al mismo tiempo, indica la oración y la ofrenda que sube hasta Dios, viendo un modelo de espiritualidad: "Suba mi oración, Señor, como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde" (Sal 140). Muchas son las alusiones en las Escrituras el uso del incienso. El vidente de Patmos escribe en el Apocalipsis cómo el perfume de las copas de oro de los ancianos significa las oraciones de los santos (Ap 5,18). Así el incienso llegó a expresar la elevación de la oración hasta Dios, oración pura y espiritual.


            Los Padres de la Iglesia comentaron la adoración de los Magos y el don del incienso con el que homenajearon al Señor. Hallaron en el incienso el simbolismo de la divinidad, el reconocimiento a la naturaleza divina de nuestro Salvador y, por tanto, una ofrenda adecuada:


            “Los magos le ofrecieron… oro e incienso, como señal de honor y adoración respectivamente” (S Agustín, Serm. 202,2).
            “A éste, pues, ofrecen dones los magos: oro, incienso y mirra, según lo que el Espíritu Santo había testimoniado antes por el profeta diciendo de ellos: “Vendrán de Saba y ofrecerán oro, incienso y piedras preciosas y anunciarán la salvación del Señor”. Reconocemos claramente que los magos cumplieron esta profecía, pues no sólo anunciaron la salvación del Señor, que había nacido Cristo e Hijo de Dios, sino que también confesaron que Cristo era Dios, rey y hombre. Pues en el oro mostraron la potestad del reino, en el incienso el honor de Dios, en la mirra la sepultura del cuerpo. Y por tanto le ofrecieron oro como a rey, incienso como a Dios y mirra como a hombre” (Cromacio de Aquileya, Com. Ev. Mat., 5,1).

domingo, 2 de julio de 2023

La virtud de la paciencia (III)



5. “Se es cristiano por la fe y esperanza, pero para que logremos el fruto de ellas nos es precisa la paciencia” (S. Cipriano, id., 13). La espera y la paciencia se sostienen en que Dios es Fiel y cumplirá sus promesas, todas ellas, hasta las más secretas e íntimas que Dios nos haya realizado, pues “la paciencia todo lo alcanza”. 



Con la espera y la paciencia, iremos completando en nosotros lo que hemos empezado a ser por el bautismo y conseguir, por Gracia de Dios, lo que creemos y esperamos. Es San Juan de la Cruz el que alienta al escribir: “Por un bien tan grande como la unión con Dios, mucho conviene pasar y sufrir con paciencia y esperanza” (S3, 2, 15).
  
La espera y la paciencia, igualmente, en hacer el bien y entregarnos sin desánimo, aunque sean grandes las dificultades: “pues que tenemos tiempo, obremos el bien a todos, principalmente con los de nuestra fe. No dejemos de hacer el bien, pues a su tiempo recogeremos la cosecha” (Gal 6, 9-10). Y también “por vuestra parte hermanos, no os canséis de hacer el bien” (1Ts 5).