domingo, 16 de julio de 2023

Dios manifiesta su Gloria en el hombre creado (II)


El culmen de toda la creación es el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, que es constituido señor de la creación, co-creador con Dios: "le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies" (Sal 8). Ya sólo este principio corregiría todo falso ecologismo, tan extendido.
  

 
El hombre es creado por pura bondad de Dios, mostrando así su gloria; crea al hombre libre, dialogante, señor, con capacidad para amar. Todo hombre, por tanto, es un signo de la gloria del Señor:

Sobre todo has dejado la huella de tu gloria en el hombre, creado a tu imagen. Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano en el proyecto de la creación y le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo[1].

El hombre es creado como signo del poder de Dios que llama a la existencia a lo que no existe, como signo de la santidad de Dios y de su libertad, siendo su creatura preferida y amada. 

 
Dios está ligado al hombre para siempre porque es eterna su misericordia, y en él se complace. De ahí que:

La gloria de Dios es el hombre vivo, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios[2].




Más aún, el hombre es un signo más claro de la gloria del Señor porque se ha convertido en templo vivo de Dios. El Señor habita en el corazón del hombre por el Espíritu convirtiéndolo así en morada de Dios, en piedra viva de un templo espiritual.

El hombre, como templo vivo, es un signo claro de la presencia de Dios en medio del mundo porque también él ha sido cubierto con la gloria del Señor al recibir el don del Espíritu, que es la misma Gloria del Señor[3] en el Bautismo. Con razón cantará la liturgia:

Señor tú que edificas el templo de tu gloria con piedras vivas y elegidas, multiplica, en tu Iglesia, los dones del Espíritu Santo[4].



    [1] P Común IX.
    [2] S. IRENEO, Adversus Haereses, 4,20,7.
    [3] Cfr. CAT, nº 690.
    [4] OC Común de la Dedicación de una iglesia, B.

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