viernes, 20 de febrero de 2015

El valor del Padrenuestro

El ciclo de la Cuaresma nació como preparación intensa, espiritual, litúrgica y catequética, de los catecúmenos que en la próxima Vigilia pascual ya eran considerados dignos de recibir los sacramentos pascuales e incorporarse al Misterio pascual del Señor. La Cuaresma posee un dinamismo bautismal que desemboca en la Vigilia pascual y la hermosa cincuentena de Pascua.

 
En la Cuaresma, los catecúmenos, llamados ya "elegidos" o "competentes" recibían primero el Credo y, una o dos semanas después, el Padrenuestro, la Oración dominical. La Iglesia les comunicaba aquello que es la síntesis de lo que cree y de lo que reza.

Entonces, tanto los elegidos como sus padrinos, así como todos los fieles que pudieran, asistían a las catequesis que desglosaban tanto el contenido del Símbolo como el del Padrenuestro. Eran amplias catequesis recibidas en la memoria y en el corazón, que educaban de manera firme en la vida cristiana que iban a iniciar.

Ahora, en la Cuaresma, tiene razón de ser que volvamos a ser partícipes y oyentes de estas catequesis, si las acogemos limpia e íntegramente, modelando nuestro ser según la enseñanza de la Iglesia.


"n. 1. El orden de vuestra instrucción exige que aprendáis primero lo que habéis de creer y luego lo que habéis de pedir. Esto mismo dice el Apóstol: Sucederá que todo el que invocar el nombre del Señor será salvo. El bienaventurado Pablo tomó este testamento del profeta porque por él habían sido vaticinados estos tiempos en que todos habían de invocar el nombre del Señor: Quien invocare el nombre del Señor será salvo. Y añadió: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo van a oír si no se les predica? ¿O cómo van a predicar si no son enviados? 

 Fueron enviados, pues, los predicadores y predicaron a Cristo. Con su predicación los pueblos creyeron; oyendo, creyeron; creyendo, le invocaron. Puesto que se dijo con toda razón y verdad: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído?, por esto mismo habéis aprendido antes lo que debéis creer y hoy habéis aprendido a invocar a aquel en quien habéis creído.

n. 2. El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, nos enseñó la oración. Y siendo el mismo Señor, comohabéis recibido y proclamado en el símbolo, el Hijo único de Dios, no quiso, sin embargo, ser único. es el único y no quiso ser único: se dignó tener hermanos. Son aquellos a quienes dijo: Decid: Padre nuestro que estás en los cielos. ¿A quién quiso que llamarámos padre, sino a su mismo Padre? ¿Tuvo acaso celos de nosotros? 

A veces los padres, cuando han engendrado uno, dos o tres hijos, tienen miedo a engendrar más, no sea que obliguen a los que vengan a mendigar. Mas, puesto que la herencia que a nosotros se nos promete es tal  que, aunque la posean muchos, nadie sufrirá estrecheces, por esto mismo llamó a ser hermanos suyos a los pueblos gentiles, y el que es Hijo único tiene innumerables hermanos que dicen: Padre nuestro que estás en los cielos. Pronunciaron estas palabras hombres que nos han precedido y las pronunciarán quienes nos sigan.
Ved cuántos hermanos en su gracia tiene el que es Hijo único al hacer partícipes de su herencia a aquellos por quienes sufrió la muerte. Teníamos padre y madre en la tierra, para nacer a las fatigas y a la muerte.

Hemos encontrado otros padres de quienes nacemos para la vida eterna: Dios es el Padre; la Madre, la Iglesia. Pensemos, amadísimos, de quién hemos comenzado a ser hijos y vivamos cual conviene a quienes tienen tal Padre. Ved que nuestro Creador se ha dignado ser nuestro Padre".

(S. Agustín, Serm. 57, 1-2).


1 comentario:

  1. “El ciclo de la Cuaresma nació como preparación intensa, espiritual, litúrgica y catequética, de los catecúmenos”

    ¿Qué es para nosotros, bautizados?

    Dice el Catecismo en sus parágrafos 1426 y siguientes que la conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo… nos han hecho "santos e inmaculados ante Él" pero la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de nuestra naturaleza ni la inclinación al pecado (concupiscencia). Nuestra lucha es la de la conversión apoyados en la gracia y en nuestra libre determinación.

    La llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos, sigue el Catecismo, siendo esta segunda conversión (movimiento del "corazón contrito" atraído y movido por la gracia) una tarea ininterrumpida. Cita el texto a san Ambrosio que hablaba de dos conversiones: “en la Iglesia, existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia”.

    Sólo será posible esta segunda conversión si conocemos “lo que cree y lo que reza” la Iglesia y, en consecuencia, lo que debemos vivir.

    San Pablo, tan sabio: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?¿Cómo van a oír si no se les predica?

    Acreditémonos ante Dios por nuestra sed de ser justos (de las antífonas de Nona)



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