2. Existen algunos hechos que se parecen a los pecados; pero, si se realizan con intención recta, no constituyen pecado; por ejemplo, el poder cuando se castiga al reo no por deseo de venganza, sino con el propósito de corregirlo.
3. Asimismo, hay pecados leves que los incipientes los borran con la satisfacción cotidiana, pero que los varones perfectos evitan cual si fueran grandes delitos. Así, pues, ¿qué no debieran hacer los hombres pecadores con sus grandes crímenes, cuando los perfectos lloran incluso cualesquiera faltas leves como muy graves?
4. No sólo hay que evitar los pecados graves, sino también los leves, porque muchos pequeños constituyen uno grande, como suelen los grandes ríos acrecer su caudal de gotas muy pequeñas, pues un gran número de ellas, reunido en un todo, produce copiosa abundancia.
5. Los pecados que para los incipientes son leves, para los varones perfectos se consideran graves.
6. Un pecado se juzga tanto mayor cuanto por más distinguido se tiene a quien lo comete, pues la magnitud del delito aumenta conforme a la cuantía de los méritos; y así, con frecuencia, lo que se disculpa en los inferiores, se tiene en cuenta en los más elevados.
(San Isidoro, Sentencias, II, c. 18).
No creo que debamos deprimirnos por las palabras de San Isidoro. Todo lo contrarios. Nos muestra que sólo Dios, a través de su misericordia, puede transformanos.
ResponderEliminarDios le bendiga, D. Javier, y a todos lo lectores y comentaristas :)
Porque los perfectos son perfectos por el Amor que tienen y en ellos se cumple aquello que dice el Señor: a quien mucha ama, mucho se le perdona.
ResponderEliminarY el que mucho ama a Jesús, cuando da un traspiés se duele tanto más cuanto más ama al ofendido.Por eso los santos, que lo son porque viven instalados en el Amor Divino, si cometen pequeña falta, se duelen como si fuera pecado mortal.
Y es que Dios no quiere la muerte del pecador, si no que se convierta y viva.
ResponderEliminarSólo hay que acercarse a Él para pedir su misericordia:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos. Salmo 50
El texto me ha parecido precioso y muy sencillo; escrito con la sencillez de un santo.
ResponderEliminarY tiene razón San Isidoro de Sevilla (aunque no nació aquí). Muchos pecaditos pequeños hacen muy mucho. A mí, personalmente, me molestan un montón. Yo les llamo pecados de andar por casa, y fastidian "tela marinera".
Muchas gracias, D. Javier
Hola D.Javier. Contra la soberbia y para crecer en humildad conviene recordar que seguimos siendo pecadores, lo importante es ir afinando el oído y tomando conciencia del horror del pecado. Lo que más me , eso, es que nos horroricemos de pijadas y luego cometamos salvajadas, mejor dejar los mortales primero, luego los veniales si alguno puede y finalmente entrar en el entretenido campo de los pesos pluma; las faltas y sus múltiples gravedades.Un abrazo.
ResponderEliminarEso es, amigos: finura y delicadeza de alma. Los santos sufrían por cualquier falta leve o pecado venial por amor del Señor, por haberle fallado por mínimo que sea el pecado, al amor de Dios.
ResponderEliminar¡Necesitamos afinar más!
No os podéis hacer una idea, amigos, de lo mal que se pasa en un confesionario cuando vienen y no saben de qué acusarse porque "no tienen pecado". Son almas embrutecidas que no perciben la Luz...
"Son almas embrutecidas".
ResponderEliminarBueno, yo nunca he confesado a nadie, pero en caso de ser almas embrutecidas, ¿quién las ha embrutecido?
Para empezar ya me parece una enorme gracia que un "alma embrutecida" acuda al Sacramento de la Penitencia. Ya me lo parece. Y yo veo ahí Luz, mucha Luz.
En mi Misal viene esta oración de san Agustín:
"Ante tus ojos, Señor, traemos nuestras ofensas, y las comparamos con los castigos que hemos recibido.
Si consideramos el mal que hemos cometido es poco lo que sufrimos, y mucho más lo que merecemos sufrir.
Lo que hemos transgredido es muy grave, y muy ligero lo que hemos sufrido.
Nos duelo el castigo de nuestro pecado, pero no nos apartamos de la obstinación de pecar.
Con látigo domas nuestra inconstancia, pero nuestra pecaminosidad no cambia. Nuestra alma sufriente es atormetada, pero nuestra cervid no se inclina. Nuestra vida gime bajo tus terrores, pero no nos enmendamos.
Si retienes el castigo, no nos corregimos; pero si castigas, no lo podemos tolerar. Cuando corriges confesamos nuestros pecados, pero cuando pasa el castigo se nos olvidan las lágrimas. Si extiendes tu mano prometemos enmendarnos, pero si guardas la espada no guardamos nuestra promesa. Si golpeas, gritamos misericordia, pero al aplacarte de nuevo te provocamos.
Henos aquí, criminales desvergonzados, sabemos que salvo que nos perdones pereceremos irremisiblemente.
Concédenos, Señor, el perdón que no merecemos, Tú, que creaste de la nada a los que te piden."
Claridad meridiana.
Y volvamos a la pregunta: ¿quién ha embrutecido a las "almas embrutecidas"?
¡Ay, Agustín! -dirá alguno- ¡Pero es que él era más pecador que yo!
ResponderEliminarY tampoco me gusta santa Teresa -seguirá diciendo- porque exageraba hasta la náusea sus pecados veniales.
Pues lea entonces a Oscar Wilde: "a la hora de recibir el Sacramento sólo cabe ponerse de rodillas y decir Domine non sum dignus".
En la Iglesia de los planes pastorales de los últimos cuarenta años hemos atravesado dos etapas:
a.-la previa, en la que los curas ni predicaban la reconciliación ni se sentaban en el Confesionario
b.-la actual, en la que los curas siguen sin predicar la reconciliación aunque ya sí se sientan en el Confesionario
¿Cuándo llegará aquélla en la que los curas además de sentarse en el confesionario vuelvan a predicar la reconciliación?
"Ne reminiscaris, Domine,
delicta nostra vel parentum nostrorum
neque vindictam sumas de peccatis nostris."
"Nobis quoque peccatoribus famulis tuis,
de multitudine miseratiounum tuarum sperantibus, partem aliquam, et societatem donare digneris, cum tuis sanctis Apostolis, et Martyribus: cum Ioanne, Stephano, Matthia, Barnaba, Ignatio, Alexandro, Marcellino, Petro, Felicitate, Perpetua, Agatha, Lucia, Agnete, Caecilia, Anastasia, et omnibus Sanctis tuis: intra quorum nos consortium, NON AESTIMATOR MERITI, SED VENIAE, quaesumus, largitor admitte."
Tulkas:
ResponderEliminarDemasiada agresividad. Lea a san Pablo -si quiere en latín en la Vulgata o en la Neo-vulgata, o en griego en el New Testament Graec de Nestlé-Aland- en Eph y en Rom, la exhortación parenética y deje de destilar ira, amargura y generar contiendas en este blog.
Las causas de ese embrutecimiento al que me refería son varias:
-Pérdida del sentido de pecado (ya lo señaló Pío XII)
-Secularización, relativismo y nihilismo de la postmodernidad y secularización interna de la Iglesia,
-Pero yo me refería sobre todo al estado de los principiantes en el lenguaje de la teología espiritual. Aquellos inicios (que en algunos se perpetúan para siempre) donde no se ve el pecado. Son las descripciones de las primeras moradas del Castillo interior, o las puntualizaciones de san Juan de la Cruz en S y Ll, así como las anotaciones sobre el pecado y el examen en los EE.EE. de san Ignacio.
Todo debe acabar por el "conocimiento propio".
Sólo avanzando en la vida interior y la oración perseverante se descubre a Dios: Noverim me, noverim te (que me conozca, que te conozca).
(Y deje de acusarnos a los sacerdotes; deje de generalizar injustamente: me estoy cansando ya de sus ataques).
Tulkas, hermano, se comporta Ud. como si fuera el juez de todos los demás. ¿Quién le ha concedido semejante privilegio? No hace más que lamentarse de lo que no se hace bien y no se da cuenta de que tan sólo siembre acritud a su alrededor, lo cual no es obra del Espíritu Santo, precisamente.
ResponderEliminar¡Recapacite, hombre de Dios!
Don Javier está teniendo con Ud. una paciencia de santo. Y no digo que no tenga Ud. razón en algunas cosas, pero lo que todos lamentamos mucho en sus intervenciones son esos juicios que hace Ud. constantemente sobre la conducta de los demás, sean curas o no.
" No juzguéis ,para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.” Evangelio según San Mateo 7,1-2.
¿No teme Ud. ser juzgado con el mismo afán inculpatorio con el que Ud. lo hace?
Misericordia, por favor, un poco más de Misericordia.
Amigo Tulkas :)
ResponderEliminarReflexione unos minutos con nosotros. No se sienta fuera de lugar.
Compartimos, gracias a Dios y a D. Javier, este espacio de tranquilidad. meditación y aprendizaje. Igual que no es adecuado entrar en un retiro dando gritos, no es agradable para nosotros encontrarnos con comentarios airados y preponderantemente negativos.
Todos tenemos derecho a sentirnos abatidos, dolidos o necesitados de aquello que no encontramos. Aquí todos somos humanos y nos equivocamos. Usted, no más que yo y que los demás. Estamos hechos del mismo barro.
No le recriminaré más su actitud, ya que creo que en el fondo se da cuenta de que algo no encaja en la manera de comunicarse con nosotros.
Sus comentarios predisponen a sentirlo amargado y eso nos aleja más que nos acerca. Lo que nos gustaría de verdad es que compartiera con nosotros aquello que le llena de esperanza y aquello que le hace vibrar.
Entonces, seguro que se daría cuenta que andamos más afinados de lo que cree. Soy consciente de que tal vez necesite de tiempo y de nuestra paciencia. Dios será quien nos ayude a discernir.
Que Dios le bendiga y le llene. Buenas noches. :)
¡Sois todos maravillosos!. Me encanta. Bendito sea el Señor que me regala las catequesis de don Javier y vuestros comentarios (Tendremos paciencia con Tulkas).
ResponderEliminarMil gracias.
Hermano Tulkas: es la primera vez que escribo en este blog. Soy asidua lectora , pero nunca comento nada porque no me veo preparada para ello , me conformo con leer los comentarios de los demás . Pero he de decirle , que conozco a D. Javier personalmente y puedo afirmar que no merece el trato que recibe de usted. No es lo que dice , sino como lo dice ; sus comentarios son agrios, desagradables y diría que hasta ofensivos. Si no le agrada lo que lee pues no lo lea mire que fácil.
ResponderEliminarClara:
ResponderEliminar(¿Aquella a quien yo decía "mi Clarita" y hablábamos de "serpientes" y otras especies?):
Para escribir en el blog no hay que estar preparada para ello; simplemente, plantear preguntas que le puedan surgir o algo que no quede claro o aportar su vivencia y experiencia de lo que se plantee aquí, o dirigirse a algún comentarista dialogando con él.
El error en una catequesis de adultos o formación (y eso es este blog) es pensar que se viene porque ya se está preparado y entonces se habla. Se viene en el blog a crecer juntos e ir alcanzando mayor preparación. Así que escriba cuando quiera (mientras se haga con tono educado, suave y de Vd. a todos y no se realicen ataques a nadie ni se ponga en entredicho el Magisterio de la Iglesia).