La Cuaresma puede ser una buena ocasión para profundizar y orar sobre algunos textos propios de este tiempo litúrgico. Para ello, dos buenos amigos nos hemos dado la mano (Corazón Eucarístico de Jesús y El Ciento por Uno) para elaborar una serie de entradas de tipo teológico-espritual y litúrgico-musical para aquellas personas que quieran orar con los textos de los prefacios de los domingos de Cuaresma del Ciclo A.
El prefacio del Domingo III de Cuaresma lleva por título "La Samaritana" y guarda estrecha relación con el evangelio proclamado en este domingo (Juan 4, 5-42).
[Cristo] Quien, al pedir agua a la Samaritana,
ya había infundido en ella la gracia de la fe,
y si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer
fue para encender en ella el fuego del amor divino.
“Al pedir agua a la Samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe”. Nada es casual en Cristo, todo en Él es redentor y mira a la redención. Todo encuentro con Cristo llega hondo y transforma. ¡Dejemos que Cristo venga, estemos con Él, siempre será fecundo!
“Al pedir agua a la Samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe”. La fe es un don gratuito; Cristo se lo otorgó a esta mujer y ella se convirtió en buscadora de la Verdad, descubrir a Dios... aún con los pecados de idolatría del corazón (¡cinco maridos!).
“Si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer”. Cristo deseaba la conversión, la fe de aquella mujer. ¡Tenía sed! ¡Sed de almas!, como pastor solícito que viene a dar vida a la oveja perdida y extenuada.
“Fue para encender en ella el fuego del amor divino”. Tenía sed de la fe de aquella mujer para conducirla bien lejos, al culto verdadero en espíritu y verdad y que se entregase incondicionalmente al amor de Dios, el único que sacia tanto vacío llenado por nuestros ídolos... que fatigan y nos destrozan interiormente.
Como recurso para los sacerdotes que lo deseen compartimos también el audio de este prefacio del III domingo de Cuaresma según la versión musicalizada del Misal Romano.
Disfruto con los videos y con esta nueva entrada que nos regala. Debe ser, que yo, cual samaritano desnortado, estoy en la misma situación. EL ha venido a buscarme. Alabado sea DIOS.
ResponderEliminarSigo rezando. DIOS les bendiga.
Estaba cansado, tenía sed, abandonaba Judea después de un rechazo inicial de los fariseos e iba hacia Galilea. Cuando la mujer pide “el agua de Jesús”, Él la lleva a un camino inverso al suyo habitual, a un viaje de ida hacia “su casa” y de vuelta hacia la fuente de vida. “Has dicho la verdad de tu vida”; su realidad más profunda, se había encerrado en un círculo vicioso de pecado. La impactará tanto este momento que dirá a sus vecinos “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho”. Buen momento para centrar la atención en el Sacramento de la Penitencia en el que descubrimos la verdad de Dios y nuestra verdad bajo su mirada.
ResponderEliminarJesús le habla de una fuente inagotable que lleva a la vida eterna. Nada se nos dice de una confesión de fe de la mujer ante Jesús, sólo su pregunta “¿No será el Cristo?” Ha recibido el don, le queda por delante la tarea. No es éste un tema más; es el núcleo de la misión de Jesús: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado”. Dios, que toma la iniciativa, pide nuestra colaboración: cuando regala el vino, exige primero el agua, multiplica los panes y pide los panes y peces del muchacho, multiplica la pesca y exige que echen la red, cura al ciego que debe lavarse en la piscina; da agua viva y pide agua del pozo. Respeta así la dignidad del hombre creado a su imagen y semejanza.
Concede a tus fieles desear tu palabra más que el alimento del cuerpo (de Vísperas).