La evangelización nueva, respondiendo a las situaciones actuales del hombre post-moderno, es una acción eclesial. Toda la Iglesia evangeliza, toda la Iglesia emprende la nueva evangelización, toda la Iglesia responde al mandato de su Señor.
Nunca la Iglesia lo dejó de hacer. En cada época fue afrontando retos nuevos y misiones en territorios aún no evangelizados, y sus hijos se lanzaron con abnegación y espíritu de fe.
La nueva evangelización no ofrece ideas éticas, ni más compromisos morales, ni ideología alguna adaptada a lo que los hombres prefieren escuchar para seguir cómodamente instalados en su vida. Ofrece a Cristo, a Cristo vivo, Señor de la historia, y su Presencia eficaz que sigue salvando.
"En tiempos pasados, vuestro ir en busca de otros pueblos no ha impedido ni destruido los vínculos con lo que erais y creíais, más aún, habéis logrado transplantar experiencias y particularidades con sabiduría cristiana, abriéndoos a las aportaciones de los demás para ser vosotros mismos, en una aparente debilidad que es fuerza. Hoy, al participar en la construcción de la Comunidad Europea, lleváis la contribución de vuestra identidad cultural y religiosa. En efecto, Jesucristo, del mismo modo que se unió a los discípulos en el camino de Emaús, camina también con nosotros según su promesa: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Aunque de modo diferente a los Apóstoles, también nosotros tenemos una experiencia auténtica y personal de la presencia del Señor resucitado. Se supera la distancia de los siglos, y el Resucitado se ofrece vivo y operante por medio de nosotros en el hoy de la Iglesia y del mundo. Ésta es nuestra gran alegría. En el caudal vivo de la Tradición de la Iglesia, Cristo no está a dos mil años de distancia, sino que está realmente presente entre nosotros y nos da la Verdad, nos da la Luz que nos hace vivir y encontrar el camino hacia el futuro.
Está presente en su Palabra, en la asamblea del Pueblo de Dios con sus Pastores y, de modo eminente, Jesús está con nosotros aquí en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre" (Benedicto XVI, Homilía en Lisboa, 11-mayo-2010).
Los santos son quienes evangelizan. ¿Lo hemos olvidado? Los santos, los que se dejaron modelar por el Espíritu Santo, adquirieron una forma evangélica que fue fecunda, no sólo para ellos mismos, sino para los demás, y por eso son evangelizadores con su misma existencia.
"Sabemos que no le faltan hijos reacios e incluso rebeldes, pero es en los santos donde la Iglesia reconoce sus propios rasgos característicos y, precisamente en ellos, saborea su alegría más profunda. Todos tienen en común el deseo de encarnar el Evangelio en su existencia, bajo el impulso del eterno animador del Pueblo de Dios, que es el Espíritu Santo. Al fijar la mirada sobre sus propios santos, esta Iglesia particular ha llegado a la conclusión de que la prioridad pastoral de hoy es hacer de cada hombre y mujer cristianos una presencia radiante de la perspectiva evangélica en medio del mundo, en la familia, la cultura, la economía y la política. Con frecuencia nos preocupamos afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por descontado que hay fe, lo cual, lamentablemente, es cada vez menos realista. Se ha puesto una confianza tal vez excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones, pero ¿qué pasaría si la sal se volviera insípida?Para que esto no ocurra, es necesario anunciar de nuevo con vigor y alegría el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón del cristianismo, el núcleo y fundamento de nuestra fe, recio soporte de nuestras certezas, viento impetuoso que disipa todo miedo e indecisión, cualquier duda y cálculo humano. La resurrección de Cristo nos asegura que ningún poder adverso podrá jamás destruir la Iglesia. Así, pues, nuestra fe tiene fundamento, pero hace falta que esta fe se haga vida en cada uno de nosotros. Por tanto, se ha de hacer un gran esfuerzo capilar para que todo cristiano se convierta en un testigo capaz de dar cuenta siempre y a todos de la esperanza que lo anima (cf. 1 P 3,15). Sólo Cristo puede satisfacer plenamente los anhelos más profundos del corazón humano y dar respuesta a sus interrogantes que más le inquietan sobre el sufrimiento, la injusticia y el mal, sobre la muerte y la vida del más allá" (ibíd.)
El Papa propone un itinerario personal, una invitación, para recorrer este camino de búsqueda y encuentro de Cristo, de santidad personal y de envío evangelizador. Y probablemente no hay otro camino pastoral más que éste: conducir al encuentro con Cristo, acompañar a los que se han encontrado con el Señor en un proceso de maduración y conversión.
A todos invitaba el Papa:
"Cristo está siempre con nosotros y camina siempre con su Iglesia, la acompaña y la protege, como Él nos dijo: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).Nunca dudéis de su presencia.Buscad siempre al Señor Jesús, creced en la amistad con Él, recibidlo en la comunión.Aprended a escuchar y conocer su palabra y a reconocerlo también en los pobres.Vivid vuestra existencia con alegría y entusiasmo, seguros de su presencia y su amistad gratuita, generosa, fiel hasta la muerte de cruz.Dad testimonio a todos de la alegría por su presencia, fuerte y suave, comenzando por vuestros coetáneos. Decidles que es hermoso ser amigo de Jesús y que vale la pena seguirlo.Mostrad con vuestro entusiasmo que, de las muchas formas de vivir que el mundo parece ofrecernos hoy – aparentemente todas del mismo nivel –, la única en la que se encuentra el verdadero sentido de la vida y, por tanto, la alegría auténtica y duradera, es siguiendo a Jesús" (ibíd.).
“Probablemente no hay otro camino pastoral más que éste: conducir al encuentro con Cristo, acompañar a los que se han encontrado con el Señor en un proceso de maduración y conversión”. La Iglesia configuró tradicionalmente este camino en la dirección espiritual más que en la homilía dominical, por cuanto se conduce y acompaña en una situación vital y espiritual concreta. Los problemas don Javier, a mi juicio y por favor que nadie lo interprete más allá de lo que se dice textualmente, son esencialmente dos. El primero de los problemas consiste en la naturaleza de camino como recorrido perseverante en el tiempo y el segundo, que “conducir” y “acompañar” engloba hoy pensamientos y actitudes muy diversas. Esta no es una simple reflexión intelectual sino, también, una experiencia.
ResponderEliminarEn cuanto al primero de los problemas, hoy muchos católicos no consideran necesario ese camino y algunos lo confunden con otros tipos de acompañamiento vital; los propios pastores no lo suelen alentar o también lo confunden, no todos los fieles lo encuentran. Respecto al segundo problema los peligros son por un parte, prescindir de conocer el nivel en el que se ha producido ese “encuentro con el Señor” y por otra, la subjetividad. El primero de los peligros va a determinar la superficialidad o profundidad de la conducción y acompañamiento, mientras que en el segundo nos podemos encontrar desde el consabido ‘Dios te ama’ y ‘Todos somos pecadores’- frases que encierran una verdad pero no toda la verdad-, pasando por el ‘ya madurará porque la vida es así’ hasta la exigente reprensión y formación ‘Te equivocas porque…, sigue pues…’ o ‘sigue más allá’; el límite extremo de ‘la bronca sin más’ no es ya significativo. Confieso que temo que sigamos prescindiendo de la exigencia en la Pastoral cuando ya se ha demostrado en el ámbito de lo secular que no es eficaz prescindir de ella en la formación del ser humano.
Ejemplo emblemático de “conducir” y “acompañar” es el que practica Jesús con los discípulos de Emaús. Supongo que hoy estoy demasiado seria pero el tema lo exige; me quedo con “Los santos son quienes evangelizan”.
Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas (de Laudes).
No hay otra forma de bienser que CRISTO. Ahí está la evangelización. Dejar que DIOS haga. Que a fin de cuentas, DIOS hace el trabajo y nosotros nos cansamos. Alabado sea DIOS.
ResponderEliminarSigo rezando. DIOS les bendiga.