sábado, 29 de marzo de 2014

Prefacio del ciego de nacimiento (Domingo IV de Cuaresma)

La Cuaresma puede ser una buena ocasión para profundizar y orar sobre algunos textos propios de este tiempo litúrgico. Para ello, dos buenos amigos nos hemos dado la mano (Corazón Eucarístico de Jesús y El Ciento por Uno) para elaborar una serie de entradas de tipo teológico-espritual y litúrgico-musical para aquellas personas que quieran orar con los textos de los prefacios de los domingos de Cuaresma del Ciclo A.

El prefacio del Domingo IV de Cuaresma lleva por título "El ciego de nacimiento" y guarda estrecha relación con el evangelio proclamado en este domingo (Juan 9, 1-41).

[Cristo] Que se hizo hombre
para conducir al género humano, peregrino en tinieblas,
al esplendor de la fe;
y a los que nacieron esclavos del pecado,
los hizo renacer por el bautismo,
transformándolos en tus hijos adoptivos.




“Se hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe”. Como un nuevo Moisés que guía al pueblo esclavo a la libertad, Cristo, por su encarnación conduce a la humanidad a la fe, a la luz y libertad, sacándola de las tinieblas del pecado, de la muerte, del sinsentido.

“A los que nacieron esclavos del pecado”. Por Adán reinaba el pecado y la muerte, y nosotros vivíamos recibiendo esa maldita herencia. Cristo rompe la maldición, nos salva del pecado como nuevo Adán para que donde abundó el delito, se desborde su misericordia.

“Los hizo renacer por el bautismo”. Salvados por las aguas bautismales pertenecemos a un nuevo linaje, el linaje del nuevo Adán, Cristo, y, por tanto, miembros de un pueblo nuevo, la Iglesia. ¡Es otra vida!, y como herencia, la patria celestial y la gloria con Cristo.

“Transformándolos en tus hijos adoptivos”. Todo lo habíamos perdido en Adán, pero por el Bautismo, Dios nos da más aún: ¡hijos!, hijos adoptivos, hijos en el Hijo, con los derechos del Hijo, con la intimidad del Hijo, llevando la imagen del Hijo en nosotros.

Como recurso para los sacerdotes que lo deseen compartimos también el audio de este prefacio del IV domingo de Cuaresma según la versión musicalizada del Misal Romano.






8 comentarios:

  1. Ceguera. De todas las clases y de todas las formas. Ceguera. Buscada o inducida. El cegador de la VERDAD es implacable, pero ya está derrotado. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Antonio Sebastián:

      Y lo peor son ciegos que se creen que ven..., y aquellos que no les quitan la venda sino que los jalean y aplauden en su pecado.

      El Señor es mi luz y mi salvación.

      Eliminar
  2. Para los que renovamos nuestro bautismo en esta Cuaresma mediante el sacramento de la penitencia, el prefacio resume una catequesis sobre la fe ya que el camino de fe del ciego es el camino de todo católico: encuentro con Jesús, adhesión a su Luz y progresiva maduración en el conocimiento de Cristo.

    Jesús, que utilizó el lenguaje y los símbolos de su pueblo, estaba en Jerusalén cuando se celebraba la fiesta de los Tabernáculos. En esta fiesta, en la cual el profeta Zacarías había descrito el triunfo de Yhwh señalando al agua y a la luz como signos del Mesías, se encendían cuatro grandes candelabros que iluminaban Jerusalén y un sacerdote se dirigía a la fuente que manaba hacia la piscina de Siloé para llenar un cántaro de oro mientras se cantaba “Y sacaréis aguas con gozo de la fuente de la salvación”.

    Jesús había estado en el Templo enseñando sin ser escuchado, y el evangelista Juan nos narra que Jesús grita: “El que tenga sed, que venga a mí y beba” y “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. A estas palabras sigue un signo profético que realiza lo que las palabras de Jesús han anunciado: la curación del ciego de nacimiento.

    Plagada de símbolos está también la Liturgia de la Palabra en la Santa Misa: un nuevo barro hecho de tierra y de la saliva de Jesús, la disponibilidad del ciego para hacer lo que Jesús le dice, el agua de la piscina de Siloé, así como la reacción de los diferentes personajes.

    “Qué nos despojemos de nuestra vieja condición humana y de sus obras, y nos renovemos a imagen de Cristo tu Hijo” (de Primeras Vísperas).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Julia María:

      Quiero discrepar y disentir, más que nada, porque hace mucho que no contesto comentarios ni provoco discusión con vd. ¡¡Con lo divertido que es discrepar irónicamente con vos, señora mía!!

      No es el proceso de todo católico, sería el proceso de todo converso y de todo catecúmeno.

      A nosotros, ya católicos, bautizados en la infancia, se nos ha dado todo hecho. Otra cosa es que lo apreciemos, lo valoremos, o, voluntariamente, nos coloquemos en las tinieblas y nos pongamos una venda.

      Dicho lo cual, ¿puedo mandarle un abrazo virtual?

      Eliminar
    2. No creo que sea cierto que discrepemos pero bien ¡hagámoslo! o ¡aclarémoslo! ¿Se nos ha dado todo hecho? Depende de cómo se interprete “todo hecho”. En alguna de las formas de entenderlo, quietista, bastante común por desgracia, sí discreparíamos; además, creo que esa forma es un error histórico, error que persiste y que ha adquirido nuevas formas; tan nocivo es el quietismo como el voluntarismo.

      En este domingo de Cuaresma en el que la liturgia nos sitúa a los católicos ante el ciego de nacimiento, mi comentario se refería a los católicos pues es bastante habitual considerar que el ciego no tiene nada que ver con nosotros cuando, en la realidad, podemos ser y estar bastante ciegos. Partía, por ello, de la renovación del bautismo mediante el sacramento de la penitencia.

      Creo que, quienes recibimos en el bautismo de la infancia la gracia de reconocerle como el Hijo de Dios y decimos querer ‘seguirle’, nos encontramos en el proceso de conversión propio de quienes van progresivamente recibiendo su Luz y conociéndole, mediante la escucha atenta de su Palabra, la recepción de sus sacramentos, la oración y las circunstancias de nuestra vida. Lo contrario es asumir el riesgo de permanecer ciegos creyendo ver.

      No sabemos qué sucedió con el ciego después de recobrar la vista y no serviría de nada fantasear sobre su actitud ante la Pasión ni posteriormente. Aceptado Jesús como Mesías por el ciego, los católicos compartimos con él la tarea de vivir en su intimidad y ‘conocer’ su Espíritu para no estar ciegos. La percepción de su Luz y ‘conocerle’ (hacerse una sola carne) no es algo automático, es paulatino, recorremos un camino desde el bautismo hasta la muerte.

      Todo esto me dice el evangelista Juan desde su Evangelio.

      Un abrazo

      Eliminar
  3. Para todos, añado:

    Me ha extrañado un poco el silencio, en general, de comentaristas sacerdotes o seglares sobre el proyecto conjunto de publicar a la vez, incluso el mismo día, tanto Oscar en su blog como yo en el mío.

    Espero que la iniciativa haya sido útil, tanto para el conocimiento de los textos litúrgicos, como para fomentar el canto del prefacio.

    Oscar es un sacerdote genial y me honro con su amistad. Seguiremos él y yo haciendo proyectos de éstos. Tal vez, el Señor, algún día, nos permita hacer algo de mayor alcance aún.

    ResponderEliminar
  4. Don Javier, ¿ampliando mercado? De aquí a un holding le queda un paso...
    La Cuaresma no es sino la preparación para aguardar con el candil bien encendido-la luz vs la ceguera, la oscuridad- a aquel que "se hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe”.
    Aplaudo su idea y su esfuerzo.
    Un cordial abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Buenos días don Javier:

    ¡Qué hermosa oración y bello canto! Un abrazo.

    ResponderEliminar