1. Encabezamientos
Los
días de Cuaresma son días santos, especialmente proclives a la acción
purificadora de Dios en nosotros: “nos concede estos días de perdón” (Dom I) y
son días de esperanza en el Señor, por lo que brota la alabanza a Dios viviendo
plenamente el ejercicio de la santa Cuaresma: “nos concede ofrecerle el
sacrificio de alabanza cuaresmal” (Lun II).
Jesús
mismo ha abierto el camino de la salvación, Él ha inaugurado la práctica
cuaresmal, el tiempo de desierto y la renovación para el bautismo. Se muestra
Salvador: “Bendigamos a Jesús, nuestro Salvador, que por su muerte nos ha
abierto el camino de la salvación” (Lun I). Su muerte es contemplada en el
tiempo cuaresmal como puerta abierta a la esperanza: la salvación del pecado es
posible; el mundo, roto y desfigurado por el pecado, se va a renovar por la Pascua del Señor:
“Bendigamos al Autor de nuestra salvación, que ha querido renovar en sí mismo
todas las cosas” (Mierc I) y “al morir en al cruz nos dio la vida” (Viern I),
“Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección” (Viern
II).
Ahora
la acción de Dios es ya purificadora, renovadora, santificadora: “por la acción
de su Espíritu purifica nuestros corazones y los llena de su amor” (Mierc II).
Cristo
mismo nos alimenta en el desierto de la vida y en el desierto cuaresmal; se
hace alimento del peregrino como el maná alimentó a Israel en el éxodo a través
del desierto: “Bendigamos a Cristo, pan vivo bajado del cielo” (Mart I).
En
el camino cuaresmal, que culmina en la santa Pascua, Cristo se revela a Sí
mismo: es Vida, Esperanza, Redención, Santificación, Luz, Verdad, Camino:
“Glorifiquemos a Cristo, nuestro Señor, que resplandece como luz del mundo para
que no caminemos en tinieblas, sino que tengamos la luz de la vida” (Juev I).
Ahora, por la entrega absoluta del Hijo, se nos revela Dios como Padre bueno:
“Celebremos la bondad de Dios, que por Cristo se reveló como Padre nuestro”
(Juev II).
La
vida que Cristo nos ofrece no es un aspecto ideológico o moralista; su vida
nueva para nosotros se comunica a través de los sacramentos, especialmente la Iniciación cristiana,
celebrada en la santa Pascua: Bautismo, Confirmación y Eucaristía:
“Glorifiquemos a Cristo que, para hacer de nosotros criaturas nuevas, ha
instituido el baño del bautismo y nos alimenta con su palabra y su cuerpo” (Sab
I). La perspectiva sacramental es propia de la Cuaresma; ésta es su
introducción, su mirada, y su deseo hasta llegar al tiempo sacramental de la Pascua.
En
el camino cuaresmal, de desierto y purificación, la Iglesia no avanza sola ni
desprotegida porque Cristo, su Señor, es el Sumo Sacerdote que intercede
constante, perpetuamente: “elevemos a él nuestra oración por medio de
Jesucristo, que está siempre vivo para interceder en favor nuestro” (Dom II).
No
falta tampoco la imagen del tiempo cuaresmal como tiempo apropiado para una
escucha ferviente de la
Palabra que renueva su alianza con nosotros; “nos dio a su
Hijo unigénito, Palabra hecha carne, para que vivamos de ella” (Mart II).
Días de perdón y de salvación. Los días están contados hasta que llegue el "Dies irae dies illa". Vivir con urgencia estos días, no sé si sería correcto o incorrecto. Supongo que eso dependerá del momento espiritual en el que cada uno se encuentre. Pero independientemente de eso, la conversión siempre urge. Es urgente. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
ResponderEliminarAntonio Sebastián:
EliminarEs correcto decir que es urgente. San Pablo señalará cómo el amor de Cristo "nos urge" (2Co 5,17) y cómo hay que seguir actuando nuestra salvación "con temor y temblor" (Flp 1).
¡Volvamos a Dios!
“… nos concede estos días de perdón”.
ResponderEliminarConviértenos a ti, Dios Salvador nuestro; ilumínanos con la luz de tu palabra.
Julia María:
Eliminar¡Amén!
¿Ese ataque de "escuetez" es prisa al escribir o propósito cuaresmal?
Prefiero que pase de la "escuetez" a su oratoria habitual..., pero haga lo que le plazca, señora mía.
¡Paz! (jejeje)