Sería
bueno tener en cuenta unas cuantas sugerencias para la liturgia durante
el tiempo cuaresmal (que acaba a la hora de Nona del Jueves Santo),
favoreciendo así un mismo tono, una tonalidad constante. Serían
sugerencias para todos los días y así se da una unidad a todo el tiempo
de la Santa Cuaresma.
El saludo sacerdotal al inicio de la santa liturgia:
"La gracia y el amor de Jesucristo,que nos llama a la conversión,estén con todos vosotros".
La fórmula para invitar al acto penitencial que más insiste en la conversión:
"Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos".
Y realizar la primera forma del Acto penitencial cada día: "Yo confieso...", cantando luego "Señor, ten piedad", o bien "Kyrie éleison".
De esta forma se realza algo más el acto penitencial de la Misa en el
tiempo santo de penitencia y conversión. Es preferible esta forma
primera, y dejar la tercera para la Pascua: "Tú, que... Señor, ten piedad".
Siempre hay que hacerlo, pero vamos a recordarlo; el sacerdote dice "Oremos"
y se hace una amplia pausa de silencio para que sea verdad que todos
oran recogidos en su corazón. Tras esta amplia pausa de silencio el
sacerdote extiende las manos (sin elevarlas demasiado, in modum crucis) y
recita la oración colecta dándole sentido orante a lo que recita: "el
sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el
sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de
que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus
deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse
“colecta” y por la cual se expresa el carácter de la celebración" (IGMR 54).
En
los domingos (durante la Cuaresma y la Pascua), tal como ofrece el
Ordinario de la Misa, la proclamación del Símbolo de los apóstoles por
su origen bautismal, desglosado en la catequesis cuaresmal de los
catecúmenos.
La respuesta de los fieles a la oración universal muy bien podría ser "Kyrie éleison" o "Señor, ten piedad",
y los domingos, la respuesta cantada (Directorio Canto y Música..., n.
213). Sería una letanía de intercesión muy apropiada reservando otras
respuestas ("Te rogamos, óyenos", "Señor, escucha y ten piedad") para el Tiempo Ordinario.
La preparación
de las ofrendas (si no hay procesión de ofrendas y/o incensación)
durante la Cuaresma debería ser sumamente sobria; mejor sin canto alguno y las fórmulas prescritas ("Bendito seas, Señor, Dios del universo") recitadas en secreto (cf. IGMR 141-142).
No olvidemos lo recomendable que es el canto del prefacio los domingos
(y atención: Prefacios I y II son propios de los domingos, el III, IV y
V de las ferias de Cuaresma así como el de la Penitencia; además en el
ciclo A, los prefacios propios del domingo: Samaritana, Ciego, Lázaro).
Sugeriría el uso
cotidiano de la plegaria eucarística II, más breve, y el Canon romano
desde el Triduo pascual a Pentecostés inclusive. Se pueden emplear la
plegaria eucarística I y II de la Reconciliación, pero sabiendo que el
prefacio y la plegaria de la Reconciliación no son intercambiables ni se
pueden separar, forman un todo.
La invitación al Padrenuestro que ofrece el Misal: "Antes
de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y
vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Padre nuestro..." Es breve -como toda monición debe serlo- y
destaca la dimensión reconciliadora de la Eucaristía, actualización del
Sacrificio de Cristo.
La fórmula diaconal para el beso de paz: "En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, daos la paz como signo de reconciliación".
Es costumbre
romana terminar la Misa cuaremal (la Misa estacional) con la oración
sobre el pueblo; ésta es una plegaria de bendición, estando todos
inclinados, antes de impartir la bendición. La actual 3º edición latina
del Misal ofrece un formulario para la Misa cotidiana señalando su
obligatoriedad. En las ediciones españolas hay que acudir al final del
Ordinario de la Misa donde se ofrecen todas estas oraciones (y tener
siempre un registro allí) para terminar cada día la Misa con la oración
super popolum:
"V/ El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu.
V/ Inclinaos para recibir la bendición.
V/ Dirige tu mirada, Señor, sobre esta familia tuya
por la que nuestro Señor Jesucristo
no dudó en entregarse a los verdugos
y padecer el tormento de la cruz.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/ Amén.
V/ La bendición de Dios todopoderoso..."
Realizar
cada día estas sugerencias marcará una unidad teológica y espiritual en
la Cuaresma, marcando su forma litúrgica propia.
¡Ojalá así se hiciera!
ResponderEliminarPorque ¡¡cómo ayuda la vivencia litúrgica a la vida espiritual, desde la reflexión, el ánimo y el esfuerzo "fortificante" de la Palabra, de la Comunión, de la Comunidad eclesial!!
¡Somos tan débiles y remisos ante nuestras pequeñas cruces! (Perdón, debo decir "soy"...)
Y eso que queremos (decimos) darnos a El y a los demás.
¡Qué bella es la Liturgia! (cf. D. J. S. M.)
Unidos en la oración cuaresmal y en el deseo de unirnos a El cada vez más.
SIL.
EliminarDeberá recordar que durante varios años así participó Vd. en la Misa cuando yo presidía...
Y no me cansaré de decirlo: la liturgia es bellísima si se la conoce, si se hace bien, si se siguen los libros litúrgicos (y no las falsas creatividades), si converge el corazón de los fieles en adoración a Dios.
“… hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios”, conscientes de que la Cuaresma es un tiempo privilegiado de gracia en el que Dios nos invita a cambiar de vida, a cambiar nuestra mente y corazón, caminando hacia su Pascua.
ResponderEliminarLa entrada nos invita a que esta Cuaresma no sea otra cuaresma más. La llamada a la conversión debe verse reflejada con intensidad en cada uno de los detalles de su celebración. Cuanto más se acentúen sus particularidades, más fructuosamente podremos vivir toda su riqueza espiritual a fin de hacer realidad una verdadera conversión que, lejos de limitarse a una mera mejora moral o a una actitud externa, es una conversión radical a Cristo, el Hombre nuevo, para existir en Él, como nos dice Pablo en Colosenses: “vivid, pues, según Cristo Jesús… arraigados y edificados en Él”; morir a nuestro pecado para resucitar con Cristo a la verdadera vida, como nos dice san Juan en su Evangelio: “si el grano de trigo no muere, no da fruto... El que ama su vida, la perderá...” A esta conversión radical nos conduce la Liturgia
¡Señor, ayúdanos a vivir una santa Cuaresma!
¡Señor, ayúdanos!
EliminarCada Cuaresma es una ocasión de matar (o rematar) un poco más a nuestro hombre viejo para que surja el Hombre Nuevo, Jesucristo, en nosotros.
Padre, no estoy muy seguro de que sus indicaciones, sus explicaciones, se sigan demasiado rigurosamente en la Santa Misa. Yo no noto, salvo muy escasas veces, esos silencios de los que habla. Para mi el silencio es importante. Pero en cualquier caso, agradezco saber todas estas explicaciones.
ResponderEliminarDIOS le bendiga. Sigo rezando
Antonio Sebastián:
EliminarHe dicho mucho más que los silencios; he recordado las moniciones sacerdotales y forma de realizar, por ejemplo, el acto penitencial de la Misa a tener del Misal romano, segunda edición, en su versión castellana.
La Misa tiene silencios, pero la Misa no es silencio: para eso está la adoración eucarística y la plegaria personal. La Misa es actio, participatio, prex... no meramente silencio en los fieles.
Lo recuerdo, sí.
ResponderEliminarY aquéllo significó para mí renovación y vida. No siendo muchos de aquellos días los de mayor "fervor", sí me infundieron fortaleza y me ayudaron a estar.
¡Cuánto sabe de mí aquel Sagrariio!
Gracias, D. Javier.