domingo, 30 de enero de 2011

Continuamos el ejercicio de vocabulario (II)

El vocabulario de la liturgia y su forma de orar en las distintas plegarias de las celebraciones litúrgicas, fueron el bagaje espiritual de los mártires, de los Padres de la Iglesia y de los confesores.

Cuando oraban a Dios, espontáneamente afloraban en sus labios y brotaban en sus corazones las expresiones que tantas veces habían oído en la iglesia (o que ellos mismos habían pronunciado al presidir la celebración de los sagrados misterios).

Después de haber visto y analizado en cierto modo dos ejemplos de san Eulogio de Córdoba, comparándolos con las formas hispano-mozárabes, veamos algún caso más, ciertamente ilustrativo.

El martirio de san Fructuoso de Tarragona (Actas de los mártires) nos ofrece un detalle singular. Cuando ya se ha descalzado y va a entrar en la hoguera, Félix, un cristiano, se le acerca y le pide que se acuerde de él. La respuesta de san Fructuoso es un ejemplo de cómo la liturgia se grabó en su mente y corazón: "Yo tengo que acordarme de la Iglesia católica, extendida de Oriente a Occidente". ¿Qué es esto? Esto es simplemente citar espontáneamente el primer díptico que se recita en la Misa hispano-mozárabe, el díptico por la Iglesia. En él se pronuncia:

"Tengamos presente en nuestras oraciones a la Iglesia santa y católica: el Señor la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad".

En latín se ve el paralelismo clarísimo:

San Fructuoso responde: 
"In mente me habere necesse est ecclesiam catholicam, ab oriente usque ad occidentem diffusam".

El Díptico reza:
"Ecclésiam sanctam Cathólicam in oratiónibus in mente habeámus, ut eam Dóminus fide et spe et caritáte propitius ampliare dignetur".

San Fructuoso ha dilatado su corazón hasta ser un alma eclesial, que en el momento supremo del martirio, expresa su ofrecimiento eucarístico-sacrificial por la Iglesia como una liturgia viva. "In mente habeamus", "tengamos presente en nuestra oración". ¡Qué ejemplo de asimilar los textos y la espiritualidad de la liturgia!

O la misma oración de san Policarpo de Esmirna, discípulo directo de san Juan evangelista, en los albores del cristianismo. Oírle a él rezar antes de ser sacrificado, es oír una plegaria eucarística, una anáfora. Oró y lo hizo con un lenguaje litúrgico:
“Ligadas las manos a la espalda como si fuera una víctima insigne seleccionada de entre el numeroso rebaño para el sacrificio, como ofrenda agradable a Dios, mirando al cielo, dijo:
    “Señor, Dios todopoderoso, Padre de nuestro amado y bendito Jesucristo, Hijo tuyo, por quien te hemos conocido; Dios de los ángeles, de los arcángeles, de toda criatura y de todos los justos que viven en tu presencia: te bendigo, porque en este día y en esta hora me has concedido ser contado entre el número de tus mártires, participar del cáliz de Cristo y, por el Espíritu Santo, ser destinado a la resurrección de la vida eterna en la incorruptibilidad del alma y del cuerpo. ¡Ojalá que sea yo también contado entre el número de tus santos como un sacrificio enjundioso y agradable, tal como lo dispusiste de antemano, me lo diste a conocer y ahora lo cumples, oh Dios veraz e ignorante de la mentira!
    Por eso te alabo, te bendigo y te glorifico en todas las cosas por medio de tu Hijo amado Jesucristo, eterno y celestial Pontífice. Por él a ti, en unión con él mismo y el Espíritu Santo, sea la gloria ahora y en el futuro, por los siglos de los siglos. Amén”.
    Una vez que acabó su oración y hubo pronunciado su “Amén”, los verdugos encendieron el fuego” (Carta a la Iglesia de Esmirna, cap. 13,2-15,2).
Vistos estos ejemplos, ¿qué podemos deducir, adónde pueden conducirnos?

-El lenguaje de la liturgia había sido interiorizado plenamente por los santos, los mártires, los confesores y los Padres de la Iglesia. Lo habían oído -en su lengua, claro- muchísimas veces en la liturgia y por aquella participación real y fructuosa en la liturgia, esos textos los habían hecho suyos. Al oírlos en la Iglesia, los escuchaban con los oídos del corazón, los saboreaban, marcaban su espiritualidad y su propia eclesialidad. La liturgia había generado en ellos un modo personal de orar, un estilo a la vez que unos contenidos (lex orandi) que asumían ya como propio.


-Para todos estos mártires no había dicotomía alguna entre la oración litúrgica en la que participaban y se integraban y su propia oración personal. Una y otra se requerían, se reclaman, se influían. La liturgia para ellos era Oración, elevación a Dios, y la plegaria personal siempre necesaria retomaba el contacto íntimo con Dios a partir de los modelos, los conceptos, las expresiones y las peticiones de la liturgia. Sólo tardíamente la liturgia se constituye como aparato ceremonial al que se asiste y no se comprende, y la oración personal se refugia en las devociones, en el rosario durante la misa, se escriben libros que sirven de método para vivir la santa Misa, distribuyendo la Pasión por cada parte de la Misa desde la interpretación alegórica; o, para la oración privada, se orienta en la meditación a partir de algún libro, o la composición de lugar a partir de la pasión del Señor distribuida en el espacio de una semana, etc. La liturgia ya incomprensible, difícilmente podía calmar el ansia de Dios, el contacto íntimo y afectivo con Él.

-La participación litúrgica activa, interior, fructuosa, requiere la audición de los textos litúrgicos proclamados con voz clara, recitando con sentido. Es curioso ver cómo a veces algún sacerdote introduce alguna monición y habla con voz cálida, clara, y después al pasar a recitar el texto litúrgico, acelera, apresura el ritmo, se apaga la voz, y omite toda entonación y cualquier pausa. Las oraciones pasan rápido, como un trámite, incomprensibles. La participación litúrgica sin embargo lleva a la comunión en la oración, y por eso los textos eucológicos deben ser orados realmente, bien recitados, para decir conscientemente "Amén".

-Los textos litúrgicos expresan y reflejan la fe de la Iglesia. Nada ni nadie puede alterarlos por una creatividad salvaje. Esos mismos textos pasan a ser patrimonio de todos en la medida en que escuchados una y otra vez durante cada año litúrgico, van forjando la inteligencia cristiana del Misterio y se quedan grabados en la memoria. Así fue cómo la liturgia fue la gran catequesis (didascalia) de la Iglesia durante siglos: sus textos litúrgicos, claros, bien recitados, repetidos una y otra vez, transmitían suficientemente la fe eclesial.

-Es curioso comprobar cómo los textos litúrgicos aún parecen simplemente plegarias para los actos oficiales de la liturgia, pero sin influencia real en la espiritualidad y la catequesis. Las devociones o piadosos ejercicios en libros incluso actuales tienen un lenguaje extraño; unas veces es un lenguaje grandilocuente, rebuscado, barroco: "Omnipotentísimo y Sapientísimo Señor, Vos disteis..."; otras veces, el lenguaje es sentimentalista: "Tú, Jesús mío, me llenas..."; y en otras, el lenguaje es secularizado: "Tú nos llamas a cambiar el mundo... queremos comprometernos por una sociedad justa". Sería mucho más fácil, más educativo, y por tanto, más profundo y espiritual, emplear textos de la liturgia tanto en los ejercicios devocionales (novenas, rosario, Viacrucis) como en momentos de oración (grupos de catequesis, campamentos...). Pensemos que el criterio es armonizar ejercicios devocionales y liturgia: "es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos" (SC 13).

-Una buena catequesis de adultos, o grupos de formación, o un buen director espiritual, irán conduciendo a conocer la liturgia y orar con ella. Medios no faltan: están los pequeños misales manuales, para uso personal, o la revista Magníficat que ofrecen los textos litúrgicos para orar personalmente con ellos. Es hermoso, y se abren perspectivas espirituales riquísimas, cuando durante un tiempo litúrgico la oración personal se dedica a meditar y profundizar en las oraciones colectas, o saborear las preces de Laudes durante las 4 semanas del Salterio, o querer contemplar la acción salvadora de Dios en Cristo meditando los X Prefacios dominicales para el Tiempo Ordinario o los IX Prefacios Comunes. Nuestra oración personal verá un gran progreso en el conocimiento del Misterio de Dios en Cristo cuando los textos litúrgicos van siendo asimilados personalmente.

-Finalmente, la predicación y la enseñanza a partir de los textos litúrgicos. Son la fe de la Iglesia hecha plegaria. Si se quiere exponer la grandeza de la Encarnación y el Misterio del Verbo encarnado, ¿cómo no acudir a los textos litúrgicos de la Anunciación del Señor, los prefacios y las colectas de Navidad? Si se quiere hablar de la esperanza cristiana, de la escatología y la Venida última y gloriosa de Cristo, ¿cómo no exponerlo a partir de los prefacios de Adviento y las preces de Laudes? O si se quiere mostrar la grandeza del sacramento de la Eucaristía, ¿cómo no acudir a tantísimas oraciones de postcomunión, a los 3 prefacios sobre la Eucaristía, a desglosar contemplativamente alguna de las plegarias eucarísticas? Para mostrar y meditar el misterio de la Iglesia, ¿cómo silenciar las Misas por diversas necesidades "Por la Iglesia"? ¡Se podrían multiplicar los ejemplos! ¡Qué eficacia tendría este uso en predicaciones, catequesis, retiros y Ejercicios espirituales!

-La preparación inmediata a los Sacramentos de la Iglesia debe contar con el respectivo Ritual, mostrar los textos litúrgicos y orarlos. Un cursillo prebautismal debe preparar a la celebración misma del Bautismo con la plegaria litúrgica del Ritual, así como un cursillo prematrimonial se enriquecerá si muesta la grandeza y santidad del Matrimonio con las grandes bendiciones nupciales, los prefacios y las oraciones colectas. La preparación al sacramento de la Confirmación cobra nueva luz al presentar el rito, introducir en su mistagogia y meditar sus textos. Así también, por ejemplo, en vísperas de la ordenación de diácono o de sacerdote, los textos del Ritual, la prex ordinationis, los textos que acompañan a las distintas entregas (Evangeliario, cáliz y patena), mostrarán la vocación sacerdotal y el ejercicio ministerial según la Iglesia.

Este camino que hay que retomar, es lo que la Iglesia durante muchos siglos vivió con absoluta normalidad. Tres ejemplos nos han servido para palparlo: San Eulogio, San Fructuoso, San Policarpo.
Así descubrimos la grandeza de la liturgia, el método de la mistagogia, la recuperación de la espiritualidad litúrgico en lo que de más bello y puro tiene, para luego participar plena, activa, consciente, interior, fructuosamente.

5 comentarios:

  1. No se puede decir más claro, realmente magnífico don Javier. A nosotros nos toca aprender a escuchar, cerrar los demás sentidos y disponernos a recibir con el corazón las palabras de la liturgia para que nos lleven al centro de ella, a Jesucristo el Señor.

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  2. Tengo que confesar mi nula formación en materia litúrgica y la poca importancia que le he dado hasta ahora.
    Y como muestra un botón: hace poco tiempo escuché por primera vez esa expresión, "lex orandi, lex credendi", pero algo tan pequeño y elemental me sirvió mucho para considerar de otra manera los textos litúrgicos. Como ahora lo está haciendo el blog.

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  3. Desde Sevilla:

    ¿A que me lo he currado, ehhhh??

    Aprendiz:

    Dios quiera que este blog suponga sinceramente un enriquecimiento en la vida litúrgica de todos y una introducción mistagógica para vivir el Misterio de Cristo. Lo desoe con toda mi alma.

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  4. Yo no puedo negar que mi percepción de la Iglesia y de la Liturgia, fuente y culmen de la vida cristiana, dio un giro de 180 grados cuando me compré un misal.

    Creo que todo católico debería tener y usar un Misal bilingüe (a ser posible con Kyriale), lo cual posibilitaría de paso que el uso de la vernácula y del canto gregoriano se hicise conforme a la letra del Vaticano II y no conforme a las veleidades supuestamente pastoralistas de los últimos cuarenta años.

    Mi Misal es Usus Antiquior, por supuesto, pero también lo llevo al Novus Ordo para disponer del Proprium (Introito, Gradual, Verso del Aleluya, Ofertorio y Comunión), las Secreta, las santas oraciones del Ofertorio y sobre todo la Plegaria eucarística ROMANA (que difiere substancialmente de la traducción en español en puntos cruciales) y que, hoy por hoy y con el corazón en la mano, es la única que soy capaz de aceptar como digna del Rito Romano.


    Un post como el de don Javier de hoy, aun siendo magnífico, debería ser absolutamente superfluo si no fuera porque se vive una muy anómala situación en la Iglesia. No se nos puede olvidar que Trento, tratando del Santo Sacrificio de la Misa, a la vez que mantiene vigente (y no de forma absoluta) la lengua latina, solicita a los sacerdotes la "explicación ASIDUA al pueblo de los misterios de la divina Liturgia". Y esto no se hace nunca, nunca, nunca.

    El problema no está que yo escuche la Liturgia en español o en alemán, en griego o en ruso... es un absurdo decir que para una sociedad medianamente culta y sin rastro de analfabetismo como la nuestra el latín litúrgico pueda ser un problema. Más bien lo veo un problema para la vagancia de los curas. El latín no es un problema por la ignorancia del pueblo, sino por la vagancia de los curas. He asistido a un sinnúmero de misas en las que en la homilía se ha denostado al latín, a la posición ad Deum e incluso a l gregoriano, acusando implícitamente de ignorantes a mí, a mi padre (que cuando era monaguillo de niño "lo entendía todo", según me suele decir) y a tantos millones de fieles.

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  5. Hola D. Javier. Estoy contento porque aquí aprendo cada día algo más sobre la Liturgia y cómo rezar con ella, escuchar y aplicar, para conseguir que mi vida sea un santa Misa. Un abrazo.

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