Como lumbrera de la Iglesia, santo Tomás sigue brillando. A nadie le cabe la menor duda. Muchos pretendidos "teólogos" que simplemente son voces mundanas que se apartan de la fe y quieren transformar la Iglesia (y se califican de "profetas"), han pasado y siguen pasando, y no queda más que un vago recuerdo de ellos y del daño que sembraron. No son nada y nunca lo fueron; pero santo Tomás, con su construcción teológica firme y el método de su pensamiento, no pasa sino que permanece como segura referencia.
Fue verdaderamente grande. Sus contemporáneos lo sabían y lo reconocían (aunque esto no evitase las envidias de los mediocres sino que las acrecentaban) sobre todo en el ámbito académico de la Universidad de París. Quien brilla con luz propia, sin quererlo provoca la envidia de los que son incapaces de nada excepto de medrar.
Pero esta grandeza de santo Tomás, grandeza no sólo de pensamiento sino grandeza de alma, iba unida en él a una sencillez -simplicitas- admirable que, para quien no lo conocía o sabía quién era, le resultaba un fraile muy normal, normalísimo, más bien callado y ensimismado, ajeno a la vida social (para él, una pérdida de tiempo estar "alternando" con tanto como tenía que rezar, pensar, escribir y predicar). La verdadera grandeza de alma se muestra en la normalidad de una vida que no exhibe lo propio, sino que son los otros quienes tendrán que descubrirlo; no ostenta títulos, saberes, amistades, influencias o trabajos pasados, sino que oculta lo propio con discreción, silencio, humildad y un saber estar constante, aunque los demás lo menosprecien porque en apariencia no es nadie. Anécdotas de este género las hay abundantes en la biografía de santo Tomás. Y siempre ha sido así: algunos más sencillos pueden "viajar" a Oriente y contarlo como si hubieran ido al pueblo de al lado, sin darle mayor importancia, y otros viajan al pueblo de al lado y lo cuentan como si hubieran ido a Oriente, ponderando con exageración todas las cosas.
Esa humildad profunda de santo Tomás nace de una sincera piedad, casi candor, en el trato con el Señor. Sólo a Él quería como recompensa. Acudía al coro gozoso, como buen fraile dominico, para el canto del Oficio divino, necesitaba orar en silencio ante el Sagrario, se extasiaba ante el Crucifijo y así escribía, y sus viajes eran viajes en silencio, con su inseparable secretario, para orar, contemplar, y seguir escrutando, en la medida en que la razón puede, el Misterio de Dios.
Santo Tomás, aun remontándose con su agudísima especulación a las cumbres más altas de la razón, era como un niño ante los sublimes e inefables misterios de la fe; solía arrodillarse delante del crucifijo y al pie del altar, implorando la luz de la inteligencia y la pureza de corazón que permiten escrutar lúcidamente los secretos de Dios. Reconocía gustoso que había aprendido más en la oración que en el estudio, y mantenía tan vivo el sentido de la trascendencia divina que ponía como condición primordial, previa a cualquier investigación teológica, este principio: “En esta vida tanto más perfectamente conocemos a Dios, cuanto mejor entendemos que sobrepasa toda capacidad intelectual” . Y hay que considerar esta afirmación no sólo como la tesis principal y como el fundamento del método de investigación que da lugar a la llamada teología “apofática”, sino también como muestra de su humildad intelectual y de su espíritu de adoración (Carta del Papa Pablo VI al Maestro general de los dominicos en el VII Centenario de la muerte del Doctor angélico, 20-noviembre-1974, n. 12).
Su teología posee como fundamento su profunda piedad, su espíritu de contemplación. ¿Acaso se es teólogo si no se es orante sincero? ¿Acaso la piedad y la devoción están reñidas con la razón, la filosofía, la teología académica, científica, la investigación y el pensamiento? Porque junto a la humildad verdadera un segundo criterio de toda grandeza es la piedad, el afecto por Dios, vivido en la plegaria, en la liturgia y en la contemplación. Si no es así, habrá mucho ruido y fascinación, pero todo vacío. Los mediocres jamás alcanzan una vida interior que sostenga el ser personal; tampoco entienden que otros puedan tener vida interior.
Tomás de Aquino fue grande en muchos aspectos. Con estos rasgos no tanto de su pensamiento cuanto de su vida, podemos atisbar algo de su grandeza. Nos toca, claro, aprender de él y de su vida santa.
Y también nos toca valorar y respetar, querer y apreciar, a los verdaderos teólogos y a los que, como Santo Tomás, están entregados a la teología, porque este ejercicio teológico ya es "pastoral" pues busca el bien de las almas, el bien de la Iglesia.
Nos toca, claro, aprender de él y de su vida santa:
ResponderEliminarAnte todo, y sin necesidad de repetir lo que ya hemos recordado antes, hay que subrayar esto: para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites. "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan —decíamos recientemente a un grupo de seglares—, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio" (67). San Pedro lo expresaba bien cuando exhortaba a una vida pura y respetuosa, para que si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado por la conducta (68). Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad. EVANGELII NUNTIANDI.§ 41
" La verdadera grandeza de alma se muestra en la normalidad de una vida que no exhibe lo propio, sino que son los otros quienes tendrán que descubrirlo;"
ResponderEliminarAsí es y cuando descubres a alguien aparentemente anodino pero que guarda un alma enorme , supone una catequesis , por que como dice desde Sevilla , se aprende mas de los que dan testimonio que de los que enseñan.
Capuchino ( he leido tu comentario del post de ayer , te escribo aquí , por si no entras en el )yo también estoy muy unida a mi parroquia que es un lujo , así como sus sacerdotes , es en Alicante , la Concatedral de San Nicolás pero este blog es un complemento - para mi - imprescindible
Maria M.
Hola D. Javier. Fiesta universitaria de lejano y grato recuerdo, amar el estudio y estudiar con Amor. Un abrazo.
ResponderEliminarLicenciado, ¡muchas felicidades en el día de su patrón!
ResponderEliminarUn abrazo.
Dejémoslo en licenciaNdo. Aunque falta muy poquito para terminar la tesina (que ha salido casi tesis), entregarla, defenderla y seguir...
ResponderEliminarLa humildad de Santo Tomás es impresionante y un ejemplo para todos. Nos dice que sin oración, el estudio es algo secundario. Cuanto que aprender, Dios mio.
ResponderEliminarDios les bendiga a todos. :)
Me producen los santos como santo Tomás un poquito de envidia. Llegar a ser tan humilde siendo tan grande, es una gracia que reciben de Dios nuestro Señor. Él las regala a quien quiere.
ResponderEliminarQué suerte ¿no? Almas privilegiadas y mimadas por nuestro Padre. Nos toca aprender como dice desde Sevilla. Es una virtud a conseguir. La humildad.
Gracias siempre.
que preciosa es la humildad en este santo....dan ganas de pedirla con mas deseo ...
ResponderEliminary la sencillez, sabiendo tanto....me alegra saber que a todos los veré en el Cielo!!!
No sé dónde he escuchado o leído que la teologia hay que hacerla de rodillas, quizas a B XVI, no lo sé. Pero parece que es lo que hizo sto Tomás y es el camino a seguir. Si cualquier persona en la oración recibe a veces luces o intuiciones inesperadas, cuánto más los que tanto han estudiado.
ResponderEliminarY una preguntilla para don Javier: ¿es muy árida o muy inasequible para los no teólogos la obra de Sto Tomás? ¿nos la recomendaría?
La de sto Tomás, como la de san Agustín está en internet ¿Por cuál de los dos empezar o por qué obra (aparte de las Confesiones, claro (:-))?
Aprendiz:
ResponderEliminarLa expresión "teología de rodillas" es de Von Balthasar en "Teología y santidad", Escritos teologicos, I. Verbum caro, en Cristiandad. Un artículo que es un referente para siempre, y que en este blog hemos citado muchas veces (pinche, si le apetece, la etiqueta "teología"). Puede -pero no estoy seguro- que Benedicto XVI haya citado a su amigo Balthasar.
Sobre la Suma: para mí, y es gusto personalísimo, el método escolástico se me hace tremendamente árido pero esclarecedor. Lo consulto alguna vez, pero imposible para mí -formado de otra manera- hacerme con el estilo tomista e identificarme con él. Siempre me ha resultado más agradable y "más mío", San Agustín. Pero son gustos personales.
Con san Agustín: primero, Confesiones, 2ª Soliloquios, 3º De Trinitate, 4º La Ciudad de Dios.
Y entre obra y obra, la lectura de algunos sermones seguidos o un comentario bíblico (como el maravilloso de la 1ª de san Juan).
Muchas gracias don Javier, lo haré como dice.
ResponderEliminarAprendiz:
ResponderEliminarEs sólo una sugerencia por mi parte. Tal vez otros lectores le puedan indicar cómo abordar ese estudio con Santo Tomás directamente, u otro plan de lectura para Agustín.