La pila bautismal es preciosa: ella es el seno de nuestra Madre queridísima, la Iglesia, que allí nos engendró a la vida sobrenatural, otorgándonos la filiación divina, ser miembros del Cuerpo de Cristo, templos del Espíritu, llamados a compartir con Cristo su sacerdocio, su realeza y su profetismo, llamados a la santidad.
Preciosa fuente, sus aguas reciben por el Espíritu la gracia de hacernos renacernos como nuevas criaturas, sepultando el pecado y convirtiéndonos en hombres nuevos, a imagen de Cristo, nuevo Adán.
Bendita pila bautismal, donde el Amor de Dios se sigue entregando para comunicar una nueva vida, adoptándonos, gratuitamente, como hijos.
Seno de la Iglesia, que siempre es Madre y Madre fecunda por sus sacramentos, acompañando nuestro crecimiento como hijos pequeños hasta que lleguemos a la madurez de la fe, a la medida de Cristo en su plenitud.
Una fuente bautismal, en una parroquia o catedral, es un signo venerable que nos recuerda de dónde brota todo y lo que somos.
La Iglesia -por sus Padres- entonó algunos cantos e himnos a la fuente bautismal. Hagámoslo nuestro:
Es éste el lugar elegido por Cristo:
un día la sangre ensalzó a dos testigos
y el agua hoy nos limpia con santo bautismo.
Aquí la fontana es perdón compasivo
de Dios que se vierte en el agua vertido
y el viejo pecado fenece extinguido.
Aquel que anhelante con vivo deseo
ansíe la escala que asciende hasta el reino,
que venga y se hunda, que arda sediento.
Venga el Espíritu a darles la palma,
el ramo de olivo, enseña sagrada,
y hoy cubre las aguas, donando su gracia.
Señor del lugar es Jesús, es el Hijo
que tuvo el costado en la cruz bien herido,
y el agua y la sangre manaron al vivo.
Entrad por aquí, por las llagas de Cristo:
abiertas a hierro en duro martirio
o hendidas en ondas del santo bautismo.
"y el agua hoy nos limpia con santo bautismo".
ResponderEliminarEl agua: es preciosa la oración de bendición del agua bautismal, aquí queda un trocito:
«Oh Dios,... cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo se cernía sobre las aguas,... que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad,... que hiciste
pasar a pie enjuto por el Mar Rojo a los hijos de Abraham,... cuyo Hijo, al ser bautizado
en el agua del Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo... Mira, ahora, a tu Iglesia en
oración, y abre para ella la fuente del Bautismo...»
¡Bendito sea nuestro Dios y sus sacramentos! que por la pila bautismal y sus aguas nos convertimos en hombre nuevos e hijos de Dios purificándonos para siempre.
ResponderEliminarMuchas gracias D.Javier
Madre del Salvador, ruega por nosotros.
ResponderEliminarQue el Señor lo bendiga Javier
Fraternalmente,
Preciosa catequesis sobre el Bautismo.
ResponderEliminarSeguro que desde hoy miraremos con "sentido maternal" la pila bautismal de nuestra parroquia, al pasa junto a ella sentiremos -como nos dice San Pablo- .... el buen olor de Cristo... que desprende
Hola D.Javier. Los bautizados lo somos por gracia en nombre de la Trinidad y somos "hijos de Dios", los no bautizados son criaturas de Dios, no saben nada del Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero realmente ¿son HIJOS de Dios?. ¿Todos somos hijos de Dios, bautizados o no y viva la Pepa? ¿los bautizados somos unos selectos o favoritos dentro de la filiación?,que también lo he oído, La filiación divina viene por el sacramento del Bautismo entiendo de sus entradas anteriores y cualquier otra postura es buenismo inconsistente y tenebroso ¿ó no?.
ResponderEliminarNIP:
ResponderEliminarAsí es. Pero es "políticamente incorrecto"...
Se habla tan in genere de ser hijos de Dios que todo el mundo lo es (¡y María Madre de todos los hombres!)... Pero, ¿entonces qué da el Bautismo? La filiación divina, ¿viene por naturaleza? Evidentemente no...
Por cierto, leyendo tan buena entrada creo que debo acercarme, en cuanto pueda a San Nicolás, aquí en Pamplona, para besar mi pila, en ese lugar elegido por él.
ResponderEliminarGracias, aclarado.
ResponderEliminarA mí me gusta pensar en mi bautismo -y también la Penitencia, como segunda tabla de salvación-, como el momento en que me apropio de la muerte y resurrección de Cristo, el momento en que eso, que tuvo lugar hace 2000 años, ocurre para mí. En ese momento yo también muero a la vida vieja de pecado y resucito a la vida eterna y soy revestido de Cristo, simbolizado en la vestidura blanca. Y ya desde ese momento puedo decir "no vivo yo, es Cristo quien vive en mí".
ResponderEliminarEs una gracia tan grande, si lo pensáramos bien, que por nada del mundo la perderíamos.
(Quien tiene al Hijo tiene la Vida).
Y cuando vivimos entre cristianos, si tuviéramos la visión, la mirada correcta, veríamos a Cristo en cada uno de ellos bajo todas las apariencias.
(Si no es así, que D. Javier me corrija)
Aprendiz:
ResponderEliminarCierto, cierto, cierto... amigo.
Esa imagen de "apropiarse" la suelo emplear mucho al predicar y dar catequesis. Esa redención de Cristo es para mí y ahora en los sacramentos.
Y una cita para aclarar ideas: Jn.8,31-59
ResponderEliminarGracias don Javier. Debo decir que no siempre he visto así las cosas, han tenido que pasar demasiados años... Las sabía desde el catecismo de la infancia pero ahora las sé de otra manera.
ResponderEliminarAhora, para mí, en ese pequeño resumen que he hecho, está todo.
Después queda agradecer, alabar y mantener y estrechar esa unión ya realizada en mi bautismo.
(Corríjame otra vez :-))
Aprendiz:
ResponderEliminarJe,je... No diga más que "le corrija" que se van a asustar otros lectores o comentaristas pensando que devoro aquí a cualquiera.........
Tiene toda la razón.
Además el bautismo hay que renovarlo (creo que aquí en el blog lo escribí alguna vez): especialmente en la Vigilia pascual, la renovación de las promesas bautismales tiene indulgencia plenaria, así como el día del aniversario del propio bautismo.
Pues es bueno saber lo de las indulgencias, no tenía ni idea.
ResponderEliminar¡Que no se asuste nadie! Todo lo contrario: nos "aprovechamos de Vd" para que, como pastor, "nos confirme en la fe" o nos saque de nuestros errores.
Padre, dice usted:
ResponderEliminar"La filiación divina, ¿viene por naturaleza? Evidentemente no..."
Efectivamente, el ser humano, (criatura creada por Dios y separada de su Dios Creador por el pecado),
por sus solas fuerzas naturales no sólo no es hijo de Dios,
sino que le resulta imposible merecer la vida eterna, tal y como enseña el Concilio Tridentino.
Es necesario aplicarnos los méritos de Cristo.
Somos hijos de Dios por el hermanamiento sobrenatural con Cristo, a través de la Gracia que recibimos sacramentalmente, y nos hace nacer de nuevo como hijos.
De ahí que todo se lo debemos a Cristo, Agua de Vida que nos limpia, ya, desde pequeñitos, desde la (como usted muy bien dice) venerable pila bautismal.
Gracias, y un saludo en Cristo, desde la Inmaculada Concepción.