viernes, 7 de enero de 2011

El sacerdote ante Dios y ante los hermanos


Dedicar algún artículo mensual, al menos, al sacerdocio, al ministerio de los presbíteros en la vida y misión de la Iglesia puede (debe) servirnos para conocer todos qué es ser sacerdote, qué se le puede pedir a un sacerdote según su ministerio (¡y no tanto capricho como hay a veces exigiendo al sacerdote de todo, que lo sea todo!) y dar gracias a Dios por los sacerdotes que nos han ayudado en nuestra vida cristiana; a los que somos sacerdotes -y algunos estamos en este blog- para recordarnos la esencia del ministerio y pedir gracia que nos permita vivir este Sacramento recibido.

¿Qué es ser sacerdote?

"De la Ley, del sacerdocio de Aarón aprendemos dos cosas, nos dice el autor de la carta a los Hebreos: para ser realmente mediador entre Dios y el hombre, el sacerdote debe ser hombre. Esto es fundamental y el Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote, para poder realizar la misión del sacerdote. Debe ser hombre —volveremos sobre este punto—, pero por sí mismo no puede hacerse mediador hacia Dios. El sacerdote necesita una autorización, una institución divina, y sólo perteneciendo a las dos esferas —la de Dios y la del hombre— puede ser mediador, puede ser "puente". Esta es la misión del sacerdote: combinar, conectar estas dos realidades aparentemente tan separadas, es decir, el mundo de Dios —lejano a nosotros, a menudo desconocido para el hombre— y nuestro mundo humano. La misión del sacerdocio es ser mediador, puente que enlaza, y así llevar al hombre a Dios, a su redención, a su verdadera luz, a su verdadera vida.

Como primer punto, por lo tanto, el sacerdote debe estar de la parte de Dios, y solamente en Cristo se realiza plenamente esta necesidad, esta condición de la mediación. Por eso era necesario este Misterio: el Hijo de Dios se hace hombre para que haya un verdadero puente, una verdadera mediación. Los demás deben tener al menos una autorización de Dios o, en el caso de la Iglesia, el Sacramento, es decir, introducir nuestro ser en el ser de Cristo, en el ser divino. Sólo podemos realizar nuestra misión con el Sacramento, el acto divino que nos crea sacerdotes en comunión con Cristo. Y esto me parece un primer punto de meditación para nosotros: la importancia del Sacramento. Nadie se hace sacerdote por sí mismo; sólo Dios puede atraerme, puede autorizarme, puede introducirme en la participación en el misterio de Cristo; sólo Dios puede entrar en mi vida y tomarme en sus manos. Este aspecto del don, de la precedencia divina, de la acción divina, que nosotros no podemos realizar, esta pasividad nuestra —ser elegidos y tomados de la mano por Dios— es un punto fundamental en el cual entrar. Debemos volver siempre al Sacramento, volver a este don en el cual Dios me da todo lo que yo no podría dar nunca: la participación, la comunión con el ser divino, con el sacerdocio de Cristo.

Hagamos que esta realidad sea también un factor práctico de nuestra vida: si es así, un sacerdote debe ser realmente un hombre de Dios, debe conocer a Dios de cerca, y lo conoce en comunión con Cristo. Por lo tanto, debemos vivir esta comunión; y la celebración de la santa misa, la oración del Breviario, toda la oración personal, son elementos del estar con Dios, del ser hombres de Dios. Nuestro ser, nuestra vida, nuestro corazón deben estar fijos en Dios, en este punto del cual no debemos salir, y esto se realiza, se refuerza día a día, también con breves oraciones en las cuales nos unimos de nuevo a Dios y nos hacemos cada vez más hombres de Dios, que viven en su comunión y así pueden hablar de Dios y guiar hacia Dios".

(BENEDICTO XVI, Lectio en el encuentro con el clero de Roma,

18-febrero-2010).

Así pues, algunos puntos serían:

  • Debe ser hombre (la experiencia dramática de lo humano)
  • Pertenece a Dios y a los hombres y por eso es mediador
  • La misión del sacerdote es llevar a los hombres a Dios (¡cuántas cosas habría que deducir de aquí!, ¡cuánto que recortar y reorientar!)
  • Es elegido, vocacionado, por Dios mismo única y exclusivamente. Siempre vendrá bien renovar la gracia del Sacramento del Orden (aniversario de ordenación, Jueves Santo y Vigilia Pascual, fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote)
  • Debe vivir en Dios, cerca de Dios: la experiencia litúrgica y espiritual de la celebración eucarística, de la Liturgia de las Horas íntegra y la adoración al Santísimo... ¡para no estar vacíos, para no pronunciar palabras vanas a sus hermanos!

10 comentarios:

  1. OH Jesús que has instituido el sacerdocio para continuar en la tierra
    la obra divina de salvar a las almas
    protege a tus sacerdotes en el refugio de tu SAGRADO CORAZÓN.
    Guarda sin mancha sus MANOS CONSAGRADAS,
    que a diario tocan tu SAGRADO CUERPO,
    y conserva puros sus labios teñidos con tu PRECIOSA SANGRE.
    Haz que se preserven puros sus Corazones,
    marcados con el sello sublime del SACERDOCIO,
    y no permitas que el espíritu del mundo los contamine.
    Aumenta el número de tus apóstoles,
    y que tu Santo Amor los proteja de todo peligro.
    Bendice Sus trabajos y fatigas,
    y que como fruto de Su apostolado obtenga la salvación de muchas almas
    que sean su consuelo aquí en la tierra y su corona eterna en el Cielo. Amén.
    Santa Teresita del Niño Jesús.

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  2. Que razón lleva D. Javier. La pena es que los seglares, muchas veces, no estemos dispuestos a echar las manos que son necesarias para llevar adelante la acción de la iglesia.

    Por ello, agradecer a los sacerdotes su labor y daros el afecto necesario, es un deber que no podemos pasar por alto. Gracias :)

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  3. ¡el Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote!

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  4. Darle las gracias mil veces por ser sacerdote y haberse entregado solo y exclusivamente a Cristo.
    Como gesto grande de generosidad también hay que felicitarle. El Señor tiene que estar muy contento con sacerdotes como usted y con otros como usted.
    Que sepa que rezo cada día por los sacerdotes, por las nuevas vocaciones y las que están por venir.

    Gracias también por el precioso texto suyo y a "Desde Sevilla" que siempre lo siembra.

    Que el Señor lo cuide siempre, lo cubra con su gracia y le bendiga hasta el final de sus días como sacerdote.

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  5. Agradezco, ¡cómo no!, vuestras palabras. Estoy (siempre lo soy) muy sensible, y me emociona mucho cuanto me decís. Gracias.

    Tal vez no afirmaríais estas cosas si conviviérais conmigo y me tratáseis todos los días.

    pax!

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  6. Todo eso es fundamental, pero con un pero.

    Lo que decía Hindemith de la música ("es un oficio como cualquier otro y como tal se puede aprender") es también aplicable al sacerdocio. Ninguno de los puntos que mencionas aluden a la capacitación "técnica" del sacerdote: la formación específica, el conocimiento teológico, litúrgico, escriturístico, ético...

    No has mencionado tampoco que una de las funciones fundamentales, en mi opinión primordial, es la Confesión. Recordemos lo que decía santa Teresa sobre el daño que los confesores iletrados pueden hacer.

    "¡De devociones a bobas nos libre Dios!" Y para ello es preciso que un sacerdote latino:
    a.-tenga el latín como lengua litúrgica y a nivel de lengua de comunicación
    b.-conozca las dos Formas del Rito
    c.-conozca la teología, a Tomás de Aquino y a los Padres, en profundidad
    d.-viva para y por la Liturgia, lo cual implica conocimiento de historia, arte y música...

    En fin, un sacerdote:
    a.-católico en su capacidad de "administrar la multiforme gracia de Dios"
    b.-ortodoxo-like en su conocimiento, amor y capacitación litúrgica
    c.-pastorprotestante-like en su conocimiento y amor a los textos bíblicos, patrísticos, magisteriales...

    ¿Qué pasa, acaso es un capricho aspirar a que el cura de tu parroquia sea capaz de decir el Canon en Latín? No... es lo que pide la Iglesia también.

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  7. Al respecto de la labor del sacerdote celebrante como cantor pongo estos cuatro post de valor inestimable, de un blog de sacerdotes que como éste, pretende ser catequético, sólo que con los pies firmes en el suelo y la cabeza más fría:

    http://lexorandies.blogspot.com/search/label/canto%20lit%C3%BArgico.

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  8. Tulkas no estoy de acuerdo con Hindemith para nada. Precisamente has ido a tocar una fibra que me llega muy de cerca. Tanto la música como la pintura se pueden aprender, (aunque hay que tener algo de materia prima, digo yo), pero el sacerdocio como la medicina es auténticamente vocacional y de entrega absoluta si se quieren hacer bien las cosas. Estamos hablando de temas muy serios. Tanto el músico como el pintor si dejan la "cuestión" no pasa nada, porque la flauta puede "dormir" y el lienzo ídem; en el caso del médico o el sacerdote estaría REMATAMENTE MAL que dejaran al enfermo a un lado e hiciesen su vida.

    Saludos

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  9. Tulkas:

    Su tono, como siempre, desagradable. Y le recuerdo que NO LE HE DADO PERMISO PARA QUE ME TUTEE.

    El post hace referencia a ser el sacerdote totalmente de Dios, ¿eso no es tener los pies en la tierra? Deje de ofender.

    El comentario sobre la confesión está fuera de lugar, tal vez porque Vd. no ha leído todos los artículos de este blog donde el sacramento de la Penitencia sale con mucha frecuencia así como la necesidad del sacerdote de estar en su confesionario. Pero claro Vd. simplemente ataca sin saber.

    Lo de santa Teresa lo conozco de sobra y no se refiere precisamente a los aspectos que Vd. se complace en subrayar, sino a que tenga teología sólida más que espiritualidad incluso para saber dirigir a las monjas y no estorbar en su camino hacia Dios.

    Capuchino de Silos:

    No conozco al autor de cita; pero no se preocupe: Tulkas cuando entra, entra para poner en crisis todo cuanto aquí se diga. Simplemente.

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  10. No entra Tulkas a poner en crisis nada, sino a matizar con argumentos.

    Sacaba a colación la cita de Hindemith (gran músico del siglo XX, por cierto) como contraposición a la idea romántica del músico, en el que todo parecería reducirse a inspiración, arrebato o don del dios como diría Platón en el Fedro.

    Pues es evidente que el Don de perdonar los pecados no se lo confiere uno a sí mismo, cierto, pero sí se confiere con el trabajo, con el labrar su entendimiento y con la experiencia, el saber aconsejar en una confesión.

    Es evidente que el pan y el vino no se transforman en el Sacrificio del Cuerpo y Sangre de Cristo por potestad de un hombre, pero sí es cierto que el saber celebrar Misa, y celebrar bien, es un arte que se adquiere.

    Y así en todo, así en todo.

    Hoy por hoy el gran caballo de batalla de los sacerdotes es la formación CONTINUADA.

    Vamos, en definitiva, lo mismo que se le pide al médico, al fontanero y al arquitecto. Y yo diría que más todavía: la responsabilidad del sacerdote con respecto a los que se le han encomendado es sólo comparable a la del padre con respecto a sus hijos.

    ¿Es esto poner en solfa nada? No, no lo es.

    Los curas poco formados están muy bien para los Milagros de Gonzalo de Berceo, pero no para la vida real. Igual que los médicos matasanos sólo son graciosos en la pluma de Quevedo.

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