viernes, 19 de febrero de 2010

Viacrucis: Sentenciado a muerte (I)

1ª Estación: Jesús es sentenciado a muerte.

¡Qué cambiante somos! ¡Qué poco fieles! Más bien el hombre es acomodaticio, se mueve por intereses muy variados y, fingiendo afecto, estima o amistad, con palabras melosas, halagadoras, se junta con quien parece que es importante, a quien me acerco para que los demás me vean y poder presumir de mi amistad con uno u otro. Cree que eso le da prestigio. Espera siempre sacar algo a cambio... y falsifica la amistad, la profana. Son personas que no quieren a nadie, que no le tienen afecto a nadie, que sólo se quieren a ellos mismos y van siempre detrás, cuales aduladores, de los importantes y grandes del mundo o de la Iglesia.

Las muchedumbres seguían a Jesús, parecían encantadas con Él, lo adoraban, lo querían. Días antes, el que hoy llamamos Domingo de Ramos, lo habían aclamado como Rey cuando entraba en Jerusalén: “¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. Pero ahora que ha sido detenido y maltratado, ahora... ahora gritan y vociferan desaforados: “¡Crucifícalo!” Antes aplaudían a Jesús, estaban a su lado, ahora esas mismas multitudes aplauden a los ejecutores, se enfrentan a Jesús, lo quieren ver muerto. ¡En qué poco tiempo han cambiado! Ya no ganan nada estando con Jesús, ya no les interesa. “Crucifícalo”. Menos mal que Cristo nunca se dejó engañar ni seducir con esos aprovechados: “os digo que me buscáis... porque comisteis pan hasta saciaros” (Jn 6,25). Pobre de aquel mediocre que teniendo un cargo o una responsabilidad se cree importante e imprescindible y se cree los halagos de quienes le rodean y que le dicen que es el mejor, que sin él no podríamos hacer nada, que cuánto vale... y cuando no tiene ya relieve social ni ocupa un cargo se ve solo, sin nadie. Se acercaban para aprovecharse de Él. Jesús ya puso en guardia: “¡ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso hacían vuestros padres con los falsos profetas!” (Lc 6,26).


Jesús se ha quedado solo y los que antes le rodeaban fingiendo amistad ahora quieren quitarlo de en medio. ¡Amistad! ¡Tremenda palabra! Se ama al otro tal cual es y no por los beneficios que me pueda reportar; se ama al otro incondicionalmente, sin halagos, estando sobre todo al lado del amigo cuando otros le dan de lado, cuando pasa la prueba del dolor; la amistad fiel, sencilla y discreta, que comparte vivencias, que asume dolores, que se orienta por los mismos y altos ideales espirituales que dan sentido y esperanza a la vida.


Los que seguían a Jesús por interés egoísta gritan su muerte. Pero ahí, en la muchedumbre, con un gran sentimiento de derrota y de impotencia, fijaos bien, los verdaderos amigos de Jesús no dan crédito a sus ojos. Mirad: ahí está la Virgen María, ahí están las piadosas mujeres, ahí está el joven Juan evangelista. Ahí están, desconsolados, los que supieron qué era la verdadera amistad.

2 comentarios:

  1. Pedro Arroyo Gómez.19 febrero, 2010 13:01

    La historia se sigue repitiendo dos siglos después y yo soy complice de ella.
    Necesito acercarme mas al Corazón Eucarístico de Jesús, ser paciente y esperar que Dios me hable en el silencio.
    Sabes que me cuesta la misma vida, pero tengo que seguir intentándolo.

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  2. Pedro Arroyo Gómez22 febrero, 2010 13:09

    Perdón, está claro que no quise decir dos siglos sino veinte.

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