3ª Estación: Jesús cae por primera vez
Jesús cae al suelo por el peso de la cruz, no una vez, ni dos, sino hasta tres veces, según la tradición. Está bebiendo y apurando el cáliz de la pasión, ¡y cuán amargo es este cáliz!, pero Él va a apurar este cáliz porque ante el Padre se ha comprometido: “no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Jesús cae, ahora por vez primera. Es la mañana del Viernes Santo. Está agotado, exhausto, debilitado en sus fuerzas físicas tanto como en sus fuerzas psíquicas. Terrible ha sido la noche del Jueves Santo. Celebró la Cena pascual con sus discípulos e instituyó la Eucaristía, pero luego, la noche, ha tomado un ritmo vertiginoso de dolor, burlas, humillación y traiciones, que han ido mermando la resistencia humana de Cristo. Judas abandonó el grupo apostólico para entregar a Jesús; ha orado largo tiempo, incluso sudó sangre en el Monte de los Olivos ante la perspectiva de lo que se le avecinaba; fue prendido como un malhechor, conducido a casa de Anás y también de Caifás, negado por Pedro como Jesús mismo le había avisado, juzgado por Pilato, maltratado por los soldados, apaleado, escupido, coronado de espinas y azotado. Sin comer, ni beber, ni reposar. La maldad del pecado de los hombres ha caído sobre la carne bendita e inocente del Cordero de Dios. Sale camino del Calvario entre los gritos y la curiosidad morbosa de la muchedumbre –otra vez la muchedumbre- y cae por el peso de la cruz; cae por el peso de la iniquidad de los hombres; cae por el peso y gravedad de los pecados de los hombres, de su soberbia, de su orgullo, de su deseo de dinero, de infidelidades, de adulterio, de egoísmo, de desinterés, tibieza y mediocridad, de falta de amor, respuesta y entrega de los hombres a su Corazón.
Una deficiente cristología nos hace creer que Jesucristo era simplemente un Dios disfrazado de hombre, pero que no era realmente hombre; que como era Dios jugaba con ventaja en la Pasión, que Él puede sufrir la pasión y la cruz, porque “como era Dios...” y sin embargo nosotros no podemos con la cruz porque sólo somos hombres. Con eso justificamos la postura cómoda y mediocre cuando escapamos de la cruz y rechazamos todo lo que sea cruz en nuestra vida. Cristo era hombre como nosotros, igual a nosotros excepto en el pecado; sufrió como cualquier hombre; y el dolor, el sufrimiento, el desgarro, los padeció como cualquier otro hombre. ¡Y nosotros huimos de la cruz! Ante la más mínima dificultad o circunstancia contraria, huimos de la cruz: buscamos sucedáneos para evadirnos, para no tener que afrontar la cruz; centramos la vida entonces en objetos y en personas que llenen el corazón y nos distraigan de la realidad de la que queremos escapar. Huyendo apresuradamente de la cruz nos entregamos al trabajo en exceso con tal de olvidar o incluso a tareas apostólicas, o de caridad o catequesis o apostolado que no los hacemos por Dios y bien de la Iglesia, sino para acallar la frustración; se vuelca el corazón y los afectos en alguien a quien idealizamos y del que dependemos para saciar la sed afectiva; se huye entregándose a falsos ídolos tales como el prestigio social, el dinero, etc. Pero no hay cristiano sin cruz como no hay Cristo sin cruz. Y también de nuestra cruz personal, que tanto pesa, se puede decir la aclamación ritual del Viernes Santo: “Mirad el árbol de la cruz en el que estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo”.
Este block esta muy bien, enseña muchas cosas q no enseñan en otros.
ResponderEliminarYo he tengo que hacer un Via Crucis y me toca la 9ª estación y aquí vienen cosas muy interesantes.