jueves, 4 de febrero de 2010

Año sacerdotal. La oración del sacerdote


Sin oración, se diluye la vida del sacerdote.
Con la vida de oración, el ministerio se vuelve verdadero, significativo e incluso fructífero.
El sacerdote que ora se va convirtiendo en hombre de Dios y, por extensión, en hombre para los demás, sus hermanos.

En la oración el sacerdote pedirá por sus fieles y presentará al Padre su intercesión por los hombres.
En la oración el sacerdote podrá conocer la voluntad del Padre y discernir a la luz de la fe.
En la oración el sacerdote se confrontará con la Palabra y luego podrá ofrecer en la predicación enseñanza y alimento.
En la oración el sacerdote será robustecido ante las tentaciones de laicización o conformismo o modernización falsa.
En la oración el sacerdote “descubrirá continuamente las dimensiones del Reino de Dios” (Juan Pablo II, Carta Novo Incipiente, n. 10).
En la oración el sacerdote perseverará con Cristo en la cruz para servir a los demás incansablemente, con dificultades, renuncias y sacrificios.
En la oración el sacerdote recibirá el amor de Cristo y responderá con amor viviendo cristológica y esponsalmente el celibato por el Reino y realizando “otra paternidad y casi otra maternidad” (Id., n. 8) engendrando sobrenaturalmente hijos para Dios.
En la oración resistirá a las tentaciones distintas que le acechen e implorará el don de la fidelidad: “cada uno debe buscar ayuda en la oración más fervorosa. Debe, mediante la oración encontrar en sí mismo aquella actitud de humildad y de sinceridad respecto a Dios y a la propia conciencia, que es precisamente la fuente de la fuerza para sostener lo que vacila” (Id., n. 9).
En la oración, el sacerdote tratará los asuntos de sus fieles con el Señor, pidiendo por ellos.
En la oración, el sacerdote expiará los pecados de sus penitentes, impetrará la conversión de las almas.
En la oración, el sacerdote encontrará el consejo oportuno que un alma espera de él.
En la oración, el sacerdote intercederá por la santidad de sus hermanos.
En la oración, el sacerdote discernirá qué espera el Señor de su parroquia, de su comunidad.
En la oración, el sacerdote será sostenido por Cristo, ya que es el amigo del Esposo.
En la oración, el sacerdote experimentará el consuelo de Cristo en medio de las tribulaciones del ministerio.
En la oración, el sacerdote ante el Sagrario estará realmente acrecentando la vida espiritual de la Iglesia.

"Oh Dios,
que constituiste a tu Hijo unigénito sumo y eterno sacerdote,
te rogamos que cuantos fueron elegidos por Cristo como ministros de tus misterios,
se mantengan siempre fieles en el cumplimiento de su servicio"
(O Colecta, Misa por los sacerdotes).

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