sábado, 6 de febrero de 2010

El servicio del teólogo en la Iglesia

La teología posee una función y una vocación en el seno de la Iglesia. Lejos de ser un oficio independiente o autónomo, que pudiese constituirse como una instancia crítica a la misma Iglesia con el disfraz de ser “denuncia profética”, la teología adquiere un estatuto propio en el cuerpo eclesial. Debe pensar, reflexionar, indagar, proponer, enseñar, desarrollar, iluminar y dialogar con el pensamiento contemporáneo.

La conciencia del teólogo es guiada por la humildad de quien recibe una vocación y un servicio en la Iglesia y para la Iglesia, y es la Iglesia su Hogar, y es la Iglesia su ámbito, siempre mayor que el mismo teólogo.


“Es necesario también que los teólogos sean conscientes de sus responsabilidades y de la naturaleza del servicio al cual están llamados.
La teología merece el nombre de ciencia debido a la índole y al rigor de sus métodos y a la calidad de sus instrumentos de trabajo puestos al día constantemente. Pero se distingue de cualquier otra ciencia en que recibe su objeto de la fe y en que sus pasos adoptan el ritmo de la vida de la Iglesia, objeto de la vigilancia de quienes son sus pastores. Así pues, corresponde a los teólogos ahondar y explicar el dato de la fe y la interpretación que de él desprende el Magisterio tanto en dogma como en moral. La observancia de estas normas confiere a los teólogos el derecho de ser escuchados y les vale el bello nombre de “Maestros en la ciencia de Dios”, “profesores sacri numinis” (antífona de la fiesta de Santo Tomás de Aquino, en el breviario antiguo dominico). Su trabajo lleva consigo, como exigencias propias, que el avance racional se inscriba en una sumisión a la verdad de la fe, dentro de un clima de oración y de un gran amor a la Iglesia...” (Pablo VI, Discurso a los obispos franceses de la región centro-oriental en visita ad limina, 20-junio-1977).

Estas condiciones, estas premisas, invitan al teólogo a una renovada inserción en la Iglesia en el acto teológico y, asimismo, nos permiten discernir siempre cuál es una sana y honda teología eclesial y cuál, por el contrario, se ha usurpado el nombre hermoso de “teología” cuando es simple caricatura de la “ciencia de Dios”.

4 comentarios:

  1. Padre, ya que la temática de este blog es la que es, me gustaría recordar que la teología que no nace de la oración personal, la teología que no se forja al pie del Sagrario en la contemplación del Misterio insondable de Cristo, es solo conocimiento hueco.

    Dios le bendiga, muchos le leemos en la sombra y nos hace mucho bien este apostolado suyo.

    Juan.

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  2. Juan:

    Gracias.
    Su recordatorio no viene mal. Ya ese punto concreto le hemos dedicado otros post. San Ignacio en los Ejercicios, y se puede aplicar a la teología, decía "no el mucho saber satisface el ánima sino el sentir y gustar las cosas internamente".

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  3. Totalmente de acuerdo. La teología es una herramienta importante... que si no se maneja con corazón y Fe... nos estalla en nuestras propias manos.

    Hay que saber encontrar el equilibrio entre saber, sentir y actuar... y para ello la Fe es crucial. La contemplación y la meditación que se interioriza con el objetivo de emerger y transformar el mundo.

    Es complicado el equilibrio... pero la gracia de Dios nos ayuda.

    Dios le bengida D. Javier. :)

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  4. Dando por sentado lo anterior, hay que añadir otra cosa más.

    Para ser teólogo o para saber de teología, hay que haber leído mucho, mucho, mucho. En la actualidad algunos se aferran sólo a un autor o a un par de libros (y unos apuntes de clase, quien esté estudiando Teología) ¡¡y se creen que saben!!

    La teología -repito, además de la oración ante Cristo- requiere muchísima lectura: muchos libros, autores distintos para confrontar y hacer síntesis, leer TODAS las obras de los teólogos más relevantes (y no sólo una o dos obras: De Lubac, Ratzinger, Congar, Balthasar, Danielou, Mohler, ), manejar bien y leer a los Padres, diversos estudios buenos de teología litúrgica, estar al día con algunas revistas de teología, etc.

    Tengo la sensación de que hombres "de un único libro" se creen teólogos y a partir de ahí pontifican y despachan de mala manera la verdadera Teología, para ellos siempre sospechosa de modernismo. Una pobreza.

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